Simple Minds: “Direction of the Heart”

 
Por: Javier Capapé

Llevan toda la vida ahí. Toda mi vida. Desde que publicaran en 1979 “Life in a Day” hasta hoy, los Simple Minds han estado siempre activos. No hay en estos más de cuarenta años periodos en la sombra porque, como mucho, han dejado un máximo de cuatro años sin publicar material nuevo. Y eso es algo que muy pocos grupos en la actualidad pueden contar. No se trata tampoco de ser los más prolíficos o ponerse a la cabeza de insulsos rankings, pero es cierto que los escoceses nunca se han dormido en los laureles ni han abusado de marearnos en exceso con un recopilatorio tras de otro. Han sabido ofrecer en cada momento lo que necesitaban, salpicándonos de canciones reseñables que alimentaran con nuevas esencias su extenso repertorio. Casi cada uno de sus discos de este nuevo milenio ha contenido canciones dignas de mención, y en sus giras han sabido encontrar el equilibrio entre sus clásicos incontestables de los ochenta y sus más recientes creaciones. Simple Minds deberían ser objeto de estudio para aquellos que quieran saber de primera mano lo que es forjar un grupo desde abajo y mantenerse en equilibrio tras encontrar el éxito. No, los gloriosos ochenta no volverán. Ni “New Gold Dream”, ni “Sparkle in the Rain”, ni siquiera “Street Fighting Years”, pero no queremos anclarnos en la nostalgia. Hace mucho tiempo que estas mentes sencillas supieron avanzar y experimentar sin olvidar el synth-pop de estadio con aportes nada desdeñables como “Big Music” o “Grafitti Soul”. Este último “Direction of the Heart” podríamos decir que sigue esta línea de sus discos más inspirados de las últimas dos décadas, recurriendo a sus bazas de siempre y sacando además a relucir algún que otro as en la manga.

Desde los primeros compases de “Vision Thing”, que abre este decimonoveno álbum de estudio de los escoceses más universales, sentimos las coordenadas de los dos miembros originales que se aferran a este buque. Charlie Burchill con sus guitarras atmosféricas y sus precisos (y también a menudo discretos) riffs junto a la inconfundible actitud vocal de Jim Kerr, que en esta ocasión tira de melancolía y se la dedica a su recientemente fallecido padre, intentando hacer universales los sentimientos propios con frases como “Abriste el mundo que conoces y me diste esa visión”. “First you Jump” se convierte en un clásico instantáneo para corear en su próxima gira como si de uno de sus más grandes éxitos se tratase. Una de esas composiciones que dominan a la perfección con esos teclados densos bien adornados con las guitarras de Burchill. El resto de la banda, que acompaña al dúo original desde hace ya más de seis años, lucha por hacerse su hueco, sobre todo con la contundencia a la percusión de Cherisse Osei y su escudero al bajo Ged Grimes. Russell Mael, del dúo Sparks, se suma al combo en “Human Traffic”, pero sin lograr que éstos se salgan de sus cánones (aunque a estas alturas no es lo que deberíamos pretender de un grupo como éste). La canción suena potente y sólida, lo que ya es suficiente para mantener ese crescendo en la primera parte del álbum, que se remata con “Who killed Truth?” y su intento de revolución social llamando a la sociedad al cambio político y financiero, pero sin llegar a tener el poder mesiánico de “Mandela Day”.

“Solstice Kiss” supone el primer respiro del disco, con esos ecos a los sonidos celtas que muchas veces han utilizado para redondear algunas de sus obras más recordadas, y esos coros a cargo de Sarah Brown que tan bien le sientan. Quizá nos suene a éxito repetido, pero nos devuelve ese espíritu activista y épico. Y si “Solstice Kiss” entroncaba con aquel lejano “Once Upon a Time”, “Act of Love” se nos presenta como un rescate de una de sus primeras composiciones (concretamente del año 1978), que poco aporta salvo su ritmo machacón, pero que funciona como reclamo para nostálgicos buscando además cierta actualización de su sonido primigenio. “Natural” y “Planet Zero”, ambas en una línea ecologista, no pierden ese pulso envolvente y por momentos arrollador, pero sin llegar a destacar en exceso, algo que sí que ocurre con la versión del grupo de los ochenta The Call “The Walls came down”. Es el particular homenaje de Jim Kerr a su amigo Michael Breen, autor de la canción. Otro tema nostálgico que se nutre del recuerdo de nuestros seres queridos, pero que evidencia claramente que Simple Minds siempre destacaron por encima de sus coetáneos, y así lo ha demostrado su vigencia tantos años después.

Los dos temas que cierran el LP, “Direction of the Heart” y “Wondertimes”, son en realidad extras de su edición especial. El primero de ellos resume el concepto del disco apelando a la dirección del corazón como esa que se debate entre los momentos álgidos y los de caída, todo sin perder su sonido pop bombástico que tan bien les define y que les sigue sentando como anillo al dedo. Esa es su parcela, y pocos grupos han podido imitarla durante todos estos años. En definitiva, este álbum mantiene ese pulso melodramático tan característico de la banda, auspiciado además por las pérdidas personales y los conflictos sociopolíticos actuales, que marcan la temática del mismo y le imprimen carácter. Jim Kerr confesaba que la actual formación ha disfrutado de veras grabando estas canciones en Hamburgo bajo la batuta de Andy Wright y Gavin Goldberg, productores que aportan un sonido cohesionado y muy potente, sin perder la emotividad con la que también han querido vestir a este trabajo.

Simple Minds les dejaron los estadios a U2, pero ellos han sabido crecer sin apenas fisuras, conquistando como pocos los pabellones y arenas. Dando a sus fieles lo que desean. Haciéndonos volar con la infalibilidad de sus clásicos en cada concierto, pero dejando siempre espacio para su presente, del que no reniegan, porque es parte de su camino, un camino que por más que pasen los años no se cansan de recorrer, siempre alerta ante nuevos recovecos y pasajes. Estas mentes sencillas tienen precisamente muy poco de simples. Son a la vez la grandeza de nuestro pasado y la pervivencia de ese espíritu de cara al futuro. Sus “brillos en la lluvia” no cesan y ojalá sea así por mucho tiempo. Siempre vitales y siempre con algo nuevo que contarnos. Sinceramente, por más años que pasen (más pronto que tarde llegarán a los cincuenta desde su formación) nunca nos cansaremos de recibir sus novedades, como tampoco dejaremos nunca de vibrar con sus poderosas presentaciones en vivo. No hay por qué intentar encontrar una explicación a cada uno de sus nuevos lanzamientos. Simplemente dejemos que su corazón nos arrastre, que en esto nos llevan una clara ventaja.