Texto y fotografías: Sergio Iglesias
Miren Iza llegaba a su casa –no olvidemos que, aunque gipuzkoana de nacimiento, pasó muchos años viviendo en Getxo- con la intención de presentar, por fin, su último trabajo discográfico, "Amadora", un disco conceptual, que se centra en esa figura tan habitual en nuestra sociedad, que son todas esas mujeres encargadas de los cuidados en todos los ámbitos, y las consecuencias que ello tiene en el desarrollo de sus vidas personales, lastradas por esas responsabilidades impuestas por un patriarcado que, a lo largo de los años, las ha puesto en ese lugar, sin darles demasiadas opciones.
Pero era el momento de prepararse para ver a Tulsa… aunque, en realidad, no sé si estábamos preparados y preparadas para la que se nos venía encima. Y es que lo de Miren Iza y las suyas fue simplemente apabullante. Un concierto redondo, en el que la artista supo manejar a la perfección la emoción, para repasar íntegramente su último álbum, el ya mencionado ‘Amadora’, con una primera parte absolutamente sobrecogedora que inició con "SantaMartir", al ritmo de golpe de makila, tal y como todos los meses de febrero, se celebra en Euskal Herria la festividad de la homenajeada Santa Águeda (Agate Deuna), para seguir con "Una parte de mí", el toque jazzy de "Amor o transferencia", el dolor que casi se puede sentir en "Cuando venga el león pálido", los ritmos pop vals de "Laguna", el alegato contra el machismo paternalista de "No quiero hacer historia", y "Tacones lejanos", dedicada a su ama, y donde la cantante demostró su capacidad para conseguir el respeto de un público, que mantuvo un silencio sepulcral, especialmente en las partes más emocionantes del bolo… que fueron muchas.
Tras esta primera parte, dedicada a su última “criatura”, Tulsa repasaron composiciones de discos anteriores, en un contexto más rockero, con temas como "Gran fuerza domadora", "Destrucción mutua asegurada’"(¡qué genialidad de canción!), "Autorretrato", o la bluesera "Los amantes del puente".
Y tras este momento demoledor, íbamos llegando al final con "Oda al amor efímero", perteneciente a "La calma chicha", que precedía a la trepidante "Melocotón", una de las más luminosas de su último trabajo, y con la que concluía esta parte del concierto, aunque todos sabíamos que todavía nos quedaba un rato de disfrute con un bis que comenzó con "Ni ez naiz Penelope", versión en euskera de ‘No soy Penélope’, y que Miren Iza grabó en su momento, junto a otra grandísima artista como es Verde Prato.
Para la traca final dejó el rock árido, salvaje y brutal de "Atalaya", antes de dar por terminada una noche mágica con "La estrella", donde mostraba su versión más electrónica, acabando en todo lo alto un concierto que lo tuvo absolutamente todo, y donde Tulsa demostró, una vez más, que es una de las grandes músicas de su generación. ¡Qué voz, qué banda, qué repertorio, qué emoción…!