Pabellón Príncipe Felipe, Zaragoza. Viernes 16 de mayo de 2025
Texto y fotografías: Javier Capapé.
Eva Amaral y Juan Aguirre siempre van un paso por delante. Saben que se espera mucho de ellos, pero consiguen no defraudar. Cada gira que nos regalan supera a la anterior en propuesta escénica. Se vuelve más y más grande. Dominan el escenario y entregan un espectáculo inmersivo. Recuerdo perfectamente cada una de sus giras. Son muchos conciertos del dúo a mis espaldas. Desde los tiempos de las salas en Zaragoza (mi añorada Morrisey) a aquella gira como teloneros de Jarabe de Palo. La primera vez que se presentaron en la Plaza del Pilar con el estreno de "Estrella de Mar", un día de San Jorge, o la última vez que lo hicieron en esa misma plaza totalmente llena de gente con la puesta de largo de "Salto al Color". De La Casa del Loco a la Sala Oasis. Del Teatro Principal al Pabellón Príncipe Felipe. En su casa, que siempre será Zaragoza, han pisado todos los escenarios posibles y han confirmado en cada uno de ellos que siempre han sido profetas en su tierra. Que la emoción y admiración que despiertan no ha dejado de crecer. Algo aplicable también a sus espectáculos. Ya nos dejaron con la boca abierta con su gran escenario semicircular de "Gato Negro Dragón Rojo", que además contaba con una pasarela central (una de las primeras que pudimos ver en la gira de un artista nacional). Se superaron con la pantalla lunar de "Nocturnal" y su gran versatilidad, así como con el muro de cristales de "Salto al Color", pero lo que nos han traído con este "Dolce Vita" es de otro planeta.
La gira de presentación del noveno disco de los zaragozanos presume de un gran formato, totalmente justificado por su numeroso público. Nos encontramos directamente con dos elevados cubos que alojan los teclados de Sergio Valdehita y la batería de Álex Moreno a gran altura, convirtiéndose en complementos visuales, así como en extensiones de la gran pantalla central de gran definición en la que predominan las proyecciones de inmensos paisajes naturales y evocadoras postales de gran formato. Las visuales funcionan más como complemento, con un sentido totalmente ligado a las letras de las canciones que interpretan, que como simple ampliación de lo que ocurre en el escenario para los que se encuentran más alejados del mismo. El dúo ha querido llenar de sentido cada una de las canciones que han elegido para el setlist con estos apoyos visuales (mucho más que meros videoclips) que constituyen por sí mismos una gran apuesta artística. Pero evidentemente lo que venimos es a escuchar sus canciones. Mucho más allá de lo que nos puedan ofrecer como espectáculo. Al menos eso es lo que quiero creer.
En la entrevista que mantuvimos con el dúo al lanzar el disco, Juan aseguró que iban a interpretar todas las canciones de este "Dolce Vita" en su gira y la verdad es que ya entonces la apuesta me pareció arriesgada. Siempre han sido de dar mucho peso al disco que tienen entre manos en sus giras de presentación. No se han rendido exclusivamente a sus éxitos más claros, pero pensé que no se atreverían con las quince de "Dolce Vita". Demasiadas canciones bloqueadas en el setlist podían dejar fuera a muchas otras necesarias y más evidentes. Pero me equivocaba. La apuesta por su último disco es firme y no se dejaron ninguna en el tintero, desde la titular para comenzar, al que fuera el segundo adelanto del lote, "Ahí estás", para cerrar. Y para no dejarse demasiados de sus éxitos en la cuneta, interpretaron algunos en versiones más cortas o acústicas que consiguieron no alargar demasiado el timing final.
Al poco de comenzar, Eva nos confesó que las expectativas son muy altas cuando juegan en casa, y visiblemente emocionada tuvo que dejar su discurso a un lado antes de afrontar "Moriría por vos", con un significado lo más ajustado a lo que parecía querer decir Eva a su público. No había impostura en ese arrebato emotivo, como tampoco la había cuando Juan habló con ternura de la situación personal que les hizo retrasar el lanzamiento del disco, así como recordando sus primeros años entre los barrios de Delicias y Universidad mientras componían su excelsa "Tardes", que encaró él solo desde la pasarela central del escenario. Cierto que hubiera sido mejor escucharla en la voz de Eva, pero definitivamente es una canción muy especial para Juan y se dio ese capricho. Las palabras de Eva y Juan nos demostraron que estaban realmente agradecidos y entusiasmados por tener delante a un público entregado, que les quiere de veras y que había agotado con bastante antelación las entradas para los dos días en la capital aragonesa. Nada mal.
Reconocieron que este disco hablaba de la belleza, por eso mismo las proyecciones se tornaron en bellas postales de naturaleza salvaje. Esculpidos valles graníticos nos condujeron por "Dolce Vita" (se nota que Eva se ha ido a vivir a Galicia al deleitarnos con estas estampas), inmensas masas forestales para perderse en ellas en "Hacia lo salvaje", caminos cruzados en "No lo entiendo", un mar tan bello como embravecido en "Mares igual que tú", mariposas, pequeños reptiles o pájaros en la canción que lleva a estos por título (que terminaron con un nuevo arreglo final contenido y casi a capella), o hasta la naturaleza abriéndose camino entre la chatarra en "La unidad del dolor". Son solo ejemplos de la capacidad y apuesta por unir música e imágenes con gran acierto durante todo el concierto que, como ya he comentado, fue una de sus señas más destacadas. Pero cuando hubo que ir a la esencia y centrarse en la música también supieron hacerlo. Ahí estuvo la búsqueda de lo más básico con la interpretación a dúo del clásico "Sin ti no soy nada" o su acercamiento a la figura de Víctor Jara en "Podría haber sido yo", con toda la banda unida en un lado del escenario, buscando la intimidad del club, en la que fue una de las canciones más intensas y celebradas de la noche.
Tampoco podemos olvidarnos de la banda. Los mentados Sergio Valdehita y Álex Moreno fueron reforzados por el bajo de Ricardo Esteban y las dos sorpresas de la noche, pues no habían compartido escenario con el dúo zaragozano hasta esta gira. Hablamos de Laura Sorribas, que se encargó del cello, teclados y percusiones, y Míriam Moreno, que hizo lo propio con los vientos (fantástico el arreglo de travesera sin tener que recurrir a sintetizadores en "El universo sobre mí") y percusiones puntuales. Las dos, además, aportaron sus voces para dar mayor empaque a una Eva Amaral algo más contenida que en otras ocasiones. Su potencia vocal, que siempre ha derrochado con creces en sus directos, se resintió la noche del viernes en Zaragoza. Me atrevería a decir incluso que en "Ruido" le falló la afinación. Aún así, fue solvente y atrevida, nos encandiló con su forma de entonar "Salir corriendo" o "Como hablar", pero nos dejó algo fríos al encontrar menos momentos en los que explotar y dejarnos totalmente extasiados con sus juegos vocales. No obstante, resultó tremendamente reveladora al sumergirnos en la épica "Eso que te vuela la cabeza", en la enigmática "Los demonios del fuego" (con Eva empuñando la guitarra acústica mientras recorría la pasarela de forma automática sobre una plataforma móvil) y en la contundente "Hasta que la música se acabe". Las tres de su último disco, pero coreadas verso a verso (por momentos me parecían incluso más populares entre la mayoría que las canciones de su mítico "Estrella de Mar").
Estoy seguro de que para muchos, el momento de la noche, por lo efectivo de su escenografía, fue ese en el que Eva se elevó por encima del escenario con un traje rojo de gasa que le confería un aire celestial durante los estribillos instrumentales de "En el centro de un tornado". Desde luego que fue tremendo y efectista, pero prefiero quedarme con la música. Esa que no se resintió en clásicos por derecho propio como "Revolución" (inevitable que me ponga los pelos de punta cada vez que la escucho desgañitándome y con el puño en alto), "Resurrección" (con un nuevo arreglo vocal con el que vistieron su intro), o la siempre tan bien recibida "Días de verano" (mucho tendrán que ver con su éxito esas palmas espontáneas que siempre nos despierta).
Antes de terminar esta reseña no puedo pasar por alto que se olvidaran de su fantástico "Nocturnal" en el set, ya que fue el único disco del que no rescataron ni una canción, y no será porque no tenga auténticas perlas. Me faltó y me sorprendió, porque en ese disco precisamente reivindicaban su cara más oscura y rock. Aunque este "Dolce Vita" es mucho más equilibrado y acertado que "Salto al Color", me da a mí que parecen conformarse con su cara más amable, aquella que no escuece y que deja a todos satisfechos (siempre que no seamos excesivamente exigentes). Me falta el riesgo de la más desgarrada "Llévame muy lejos" o la experimentación de la propia "Nocturnal". Desde luego que el común de los mortales prefiere seguir encandilado con "Marta, Sebas, Guille y los demás", pero por mucho que cuente con más de ochenta millones de escuchas en Spotify es de lo más vacío en intención de su carrera. Una lástima que siga siendo su obligada concesión a la masa. Algo similar a lo que ocurrió al contar con la presencia del jotero, a la par que "triunfito", Juanjo Bona, para encarar "Toda la noche en la calle", aunque su voz apenas se escuchó. Otra concesión más dedicada a su público adolescente, que también lo había, y en número nada desdeñable, en el Pabellón.
"¿Es esto cuestión de suerte?" Esa fue la pregunta que lanzó al aire Eva antes de "La suerte", una de las más bellas canciones de este disco, dedicado precisamente a esa belleza que podemos empezar buscando en lo cotidiano. No, no es cuestión de suerte, sino, como dice su letra "suerte de vivir para contarlo". Definitivamente la experiencia que vivimos con el concierto de Amaral en su casa, en Zaragoza, fue un gran viaje. Con idas, venidas y trazados más o menos firmes, pero un viaje fabuloso, para qué negarlo. Potentes imágenes e impecable sonido unidos, porque es cierto que la banda suena como un tiro. Confeti y luces de móviles para emular a los grandes recintos y festivales. Emoción, al fin y al cabo. Eso es la "Dolce Vita" y esta gira en consecuencia. Un derroche emocional con la naturaleza, el espíritu combativo y la utopía musical como estandarte. Como broche, antes de retirarse del escenario y proyectar a todo el staff en sus pantallas, Amaral agradeció a su público que hubiéramos estado ahí siempre a cada giro de guión que habían dado. No sé si esto es exactamente un giro de guión, pero está claro que su público seguimos ahí y a buen seguro ahí estaremos "hasta que la música se acabe".