Weezer, el intenso poder de las melodías


Sala Razzmatazz, Barcelona. Miércoles, 9 de julio del 2025. 

Texto: Àlex Guimerà. 
Fotografías: Antoni Bertran.

Hace unos meses Weezer colgaban el cartel de "sold out" a las pocas horas de ponerse las entradas a la venta. Era la venta telemática de sus entradas para el concierto de su regreso a Barcelona, ciudad que no pisaban desde el año 2002, cuando hicieron de teloneros de los Cranberries y de nuestros Dover. Años antes, en 1996, habían pasado por el "Pop Festival" con un cartel indie en donde tocaron al lado de gente como The Posies, Sexy Sadie o los Planetas. ¡Qué tiempos! Ha tenido que pasar casi un cuarto de siglo para que la banda californiana volviera a la Ciudad Condal y de nuevo apuntó bien y lo hizo en la sala más emblemática de la ciudad para el indie: la sala Razz. Apretujados entre el público, su legión de fans venidos de los noventa se dispuso a tomar posiciones antes de la aparición del quinteto inglés Bad Nervue, que para quienes no los conozcan son una banda bastante punk que se presentaba con su cantante enfundado en una camiseta de los amigos de esta casa, Biznaga (bonito detalle), para ofrecer un corto set muy enérgico y sudoroso. 

Horas antes, mientras los fans se aglomeraban haciendo cola en la calle Almogávers para poder entrar en la que años a fuera Sala Zeleste, Rivers Cuomo salía con la acústica en la mano para tocar un trozo de la cara B “Susanne” de modo sorpresivo y como forma de reconocimiento a esos seguidores barceloneses a los que tanto habían hecho esperar. Y con esa actitud y motivación, de agradar, de convencer y de rematar, salió junto a sus compañeros a comerse el escenario poco antes de las nueve con una inicial “Anonymous”, la única que tocaron de ese disco infravalorado dentro de su excelente discografía llamado “Everything Will Be Alright in the End” de 2014. Tras aquella, el fervor definitivo llegó con la mítica “Hash Pipe”, del álbum verde con la que el público despegó para seguir a tope toda la velada.

La verdad es que fue un auténtico conciertazo de principio a fin, intenso y dinámico, con la banda sonando potente, harmonizada y compacta, con los miembros originales Rivers Cuomo, como cabeza visible a la voz principal y guitarra, Brian Bell a la guitarra y teclados, y Patrick Wilson a la batería, junto con el bajista Scott Shriner, éste último con ellos desde 2001. Detrás de ellos la pantalla proyectaba unos videoclips con imágnes 3D apocalípticas o de la banda actuando en otros conciertos. 

A pesar de sus 55 años, Rivers no ha perdido su esencia de "nerd", aunque tras ese aspecto enclenque, sus gafas de pasta, su camiseta rayada y sus converse “all star”, se esconde un auténtico rock star, capaz de cantar registros complicados, tocar solos potentes y dominar a la audiencia. Él es el alma de esta maravillosa banda única en su especie, cuyo principal argumento son esas canciones de poderosas guitarras con melodías dulces y aparentemente vitalistas pero con su aliño de melancolía. Y de esas escuchamos muchas, pues tocaron todo el "Blue Album" entero, junto con algunos de sus éxitos (tienen tantos…) en un directo que fue intenso como pocos se han visto por estos lares.

Del disco azul gozamos de las memorables “My Name Is Jonas”, “Undone”, “Surf Wax America”, “In The Garage” o “Holiday”, celebrando su 30 aniversario, pero también saltamos y disfrutamos de otras como “Why Bother” o esa “Island In The Sun” con la que se hicieron famosos en nuestro país por culpa de (o gracias a) un anuncio de televisión de una compañía telefónica. Con “Pink Triangle” Cuomo nos hizo el símbolo de Weezer y del triángulo con las manos, y con “Beverly Hills” introdujeron “Barcelona” en su letra, pero me quedo con el himno que es “The Good Life”, aunque no la tocaron completa. El final llegó con “Only in Dreams”, esa joya de ocho minutos con el bajo marcando el pulso y las guitarras navegando entre tormentas eléctricas, para volver con los bises de la mano de los dos éxitos de su debut, “Say It Ain’ t So” y “Buddy Holly”, esa maravilla power pop que homenajeaba en su letra al genio de Lubbock con un videoclip inolvidable inspirado en las sitcoms vetustas americanas. 

Un final con el que todo el mundo saltó, coreó y se divirtió, tras el que el cuarteto celebró situado en primera línea del escenario la comunión con sus fans del reencuentro. Sorprendido ante la respuesta del público barcelonés Rivers se atrevió a prometer regresar “Every Summer”. A ver si es verdad porqué seguro que no nos los perderemos. Merecen mucho la pena.