Madness: La eterna locura


Festival Alma, Poble Espanyol, Barcelona. Viernes, 4 de julio del 2025.

Texto: Àlex Guimerà. 
Fotografías: Mark Basterfield. 

Las últimas visitas a Barcelona de Madness han sido en festivales: Cruïlla, Vida, Pedralbes y ahora el Alma. Lógico, teniendo en cuenta que su propuesta es muy festiva y de diversión constante. Desde finales de los setenta, y sobre todo en los primeros ochenta, los londinenses han hecho de su música una auténtica expresión de jarana y alegría. Desde sus divertidos videoclips, pasando por sus ritmos y melodías desenfadadas, sus letras cachondas -aunque muy sociales y críticas- a sus directos efervescentes.

Responsables de la globalización de la música Ska, su trayectoria lleva casi cincuenta años en danza, sin que hayan perdido ni un ápice de esa chispa innata. Eso es lo que esperábamos, y eso fue justo lo que tuvimos el pasado 4 de julio en el Poble Espanyol. Puntuales a escena, y sin limitaciones en el público de pie del “Golden Circle”, los diez componentes de la banda aparecieron de forma jovial para atacar una de sus mejores piezas: “One Step Beyond”, de su disco de debut. A los gritos de Suggs —“Hey you! Don’t watch that, watch this! This is the heavy, heavy monster sound!”— le siguieron esos ritmos irresistibles para el baile, que encendieron a un público (más apocado de lo esperado) en unos bailoteos que irían in crescendo a lo largo de la velada.

De la banda destaca su cantante y líder, Graham “Suggs” McPherson, carismático tras sus gafas de sol y su elegante traje, quien mostró su habitual simpatía con bromas sobre las Spice Girls, deseándonos “una feliz Navidad”, hablando del gozo de ver distintas generaciones de fans entre el público, interactuando con un joven seguidor llamado “Pau” o “Raúl” (como el futbolista, dijo), invitándonos a aplaudir o interpretando de modo teatral las letras de sus canciones. A su lado, el divertidísimo Lee Thompson no solo se dedicó a los solos imposibles de saxofón, sino también a otros instrumentos de percusión (algunos bastante raros) y, sobre todo, a hacer de "clown" del espectáculo con sus gestos, disfraces (se encapuchó con una máscara de lucha libre mexicana) o cuando, vestido con un gorro de policeman, fue aporreado por sus compañeros de la sección de viento.

Destaca también la brutal línea de bajo de Mark Bedford, la guitarra precisa de Chris Foreman, la batería de Daniel Woodgate y los imprescindibles teclados de Mike Barson. Todos ellos arropados por una potente sección de vientos y una percusión de apoyo. Todos fueron responsables de que sonaran, en la parte inicial, maravillas pop como "My Girl" o "Embarrassment". Y es que el concierto tiró de muchos de los éxitos de los primeros Madness, obviando las canciones más recientes que han publicado, con alguna excepción. Fue así como sonaron clásicos como “Grey Day”, la instrumental “Return of the Los Palmas 7”, los coros de “Wings of a Dove” o la popera “Lovestruck”.

Entre medias también hubo momentos para las versiones, como una aparentemente improvisada “Help” de los Beatles, a capella, o esa “The Harder They Come” de Jimmy Cliff, que nos recuerda el origen caribeño de la música ska, acompañada de imágenes cinematográficas del propio músico jamaicano en las pantallas. Unas pantallas que también tuvieron protagonismo, dinamizando el bolo con palabras, ambientes y colores. Como las imágenes de Prince Buster, a quien homenajearon con la formidable “The Prince” (auténtico padre del Ska y autor de varios éxitos de la banda), otro de sus clásicos lejanos.

Y como no podía ser de otro modo, también sonaron los imprescindibles en la recta final: la monumental “House of Fun” —la canción con la que uno descubrió de pequeño a la banda viendo "The Young Ones" de la BBC—, la celebradísima “Baggy Trousers”, con un fan invadiendo el escenario, la famosísima “Our House”, con vídeos sobre viviendas de fondo, y el himno al amor “It Must Be Love”, con imágenes coloridas muy "beatleianas", con el que abandonaron brevemente el escenario.

Tras el descanso, llegó la pieza que da nombre a la banda, con la que arrancaron unos sanos pogos, que continuaron con más intensidad tras los sonidos de barco que anticipaban la final “Night Boat to Cairo”. Un divertidísimo colofón para un formidable directo que, si bien fue muy intenso y dinámico, se nos hizo corto en su hora y media. Aun así, siempre es un gozo ver a estos tipos que nos recuerdan que la mejor parte de la música es poder celebrarla en grupo, al son de la diversión, el sudor y el baile.