Por: Kepa Arbizu.
En muchas ocasiones, la música, tanto para el que la escucha como por parte de quien la ejecuta, ejerce de muleta anímica para enfrentar los baches emocionales. El nuevo título del disco de Félix Lineker es lo suficientemente explícito, "Canciones que devuelven la fe", a la hora de encomendar esa tarea de salvavidas a sus nuevas composiciones, las que se convierten en todo un itinerario personal reflejo de ese proceso huidizo de las fauces del abismo. Una recuperación de la autoestima existencial que además se entona alejado de su habitual manifestación acústica y envolvente de los ritmos tradicionales americanos para adentrarse en un terreno orgánico, donde la electricidad y el idioma roquero se convierten en brújula propicia para apartar las oscuras tinieblas del horizonte del autor. Sobre todas estas cosas y del resultado obtenido por este magnífico trabajo hablamos con su responsable.
Tu nuevo disco tiene un título y contiene unos textos muy esclarecedores sobre el concepto que transmite, significando un recorrido por esa recobrada esperanza tanto en el plano musical como anímico, ¿son dos aspectos indisolublemente unidos?
Félix Lineker: Totalmente. ¿Qué es la música sino un estado de ánimo capaz de alegrarnos, elevarnos o conducirnos a la más absoluta melancolía? Sin duda, no hay líneas que dividan los sentimientos de una rueda de acordes. La pandemia, por ejemplo, está representada en el disco, concretamente en la canción "Pesadilla". Creo que es imposible separar estos aspectos que comentas porque la música se hace desde el corazón y, evidentemente, la cabeza, pero debe primar lo primero sobre lo segundo.
Estilísticamente es un trabajo especialmente orgánico, directo y eléctrico, ¿qué has encontrado en esa representación más roquera para encomendarle esa recuperación de la “fe”?
Félix Lineker: Es curioso lo que comentas, no lo había pensado bajo ese prisma. La verdad es que, a la hora de componer, suelo dejarme llevar y no soy nada cerebral; solo dejo fluir y me dejo llevar por la melodía y los riffs, siendo un proceso que siempre tiene algo de misterioso. Como digo en "Canciones que devuelven la fe", me dejo llevar y son “canciones que ni llego a creer". Son esos riffs y acordes los que mandan en mi proceso creativo; la melodía me llega un poco antes, es como si la letra tuviera un pequeño delay, sucede casi a la vez, pero es la melodía la que va recogiendo palabras en el camino. Siempre había deseado hacer un disco de rock y creo que lo he conseguido, de ahí esa paz y calma de un músico que está satisfecho.
¿Hasta qué punto la presencia en la producción de Omar Carrascosa ha supuesto un impulso a ese formato más roquero?
Félix Lineker: La coproducción con Omar ha sido crucial para el resultado final del disco. Yo había sido arreglista de mis discos, pero esta vez me apetecía meterme de lleno en la producción. Tras diez años de carrera y siendo este ya mi cuarto disco, me apetecía dar un paso más allá y asumir la responsabilidad en las guitarras, tanto acústicas como eléctricas. Sin duda, Omar supo guiarme en los momentos de duda. Teníamos una sola premisa con todo lo que grabamos: esto lo hacemos para disfrutar. Creo que eso es lo que transmite el disco: positividad, alegría, festejo…
¿Todos los condicionantes particulares que definen a este disco se han reflejado en un proceso de composición y/o grabación diferente a otros trabajos?
Félix Lineker: Hacía seis años que no publicaba nada. Ese creo que ha sido el mayor condicionante de este disco. Tenía más de 20 canciones donde elegir, y el proceso de selección fue una tarea curiosa. En principio, iban a ser solo ocho temas, pero una tarde que estábamos en el estudio grabando unos arreglos al terminar le mostré, sin ninguna intención, una demo que tenía grabada con el móvil. A él le gustó tanto que incluso valoramos publicar esa propia versión recogida en el teléfono, pero al final decidimos incluirla y es la única canción grabada en directo, solamente guitarra y voz. Las demás, siguieron el proceso habitual, por pistas. Finalmente, me decanté por estas 9 canciones que creo que transmiten esa fe en la música de la que hablo en el disco.
Podemos citar como referencias en estas canciones desde Dylan a Lou Reed, pero también a toda esa familia de bardos eléctricos más cercanos, como Berrio, Chencho Fernández o Iñigo Coppel, ¿tus inspiraciones van más allá de los clásicos anglosajones?
Félix Lineker: Por supuesto. Quique González, por ejemplo, siempre ha sido mi ojito derecho. Nadie hace americana en castellano como él. También me gusta mucho Miren Iza de Tulsa; tiene una de las plumas más punzantes del panorama musical español. Nacho Vegas es otro artista que me interesa, aunque en pequeñas dosis porque te puede hundir (risas). Nombraría también a Señor Chinarro, es otro artista que me gusta por su manera única de hacer letras y siempre muy preocupado por el sonido de sus álbumes. Otra referencia importante para mí es Josele Santiago, tanto en solitario como en Enemigos. También me gusta dejarme llevar por las guitarras, los ambientes y las letras de Los Planetas. Aunque no había profundizado en las carrera de Berrio (solo conocía varios temas, en especial "Mis ayeres muertos", que me parece un tema a la altura de "Like a Rolling Stone" en castellano), estoy a tope ahora con "Paradoja".
Tus discos siempre trasladan ese tono intimista y emocional, ¿cada uno de tus trabajos necesita de unas vivencias propias y determinadas para ponerse en marcha?
Félix Lineker: Sí, las canciones surgen a través de experiencias, propias o ajenas, al menos en mi caso. "No hay razón para escribir una canción a no ser que sea el corazón quien hable", digo en una de las composiciones nuevas que he compuesto. Los artistas, de cualquier tipo, trabajan con emociones, y yo no soy una excepción. Hay que intentar transmitir para que quien está al otro lado pueda conmoverse o ponerse a dar saltos de alegría.
En toda esa mención a los ingredientes necesarios para la recuperación anímica que traslada el disco no solo hablas de puertas para adentro, también haces alusión a las canciones de otras personas, a las personas que te han acompañado, ¿ninguna recuperación plena puede ser entendida como un ejercicio individual, sino siempre colectivo?
Félix Lineker: Desde luego. Todos necesitamos apoyarnos en los demás, sobre todo en los malos momentos. Cuando uno sufre una caída, es necesaria más que nunca esa mano tendida para salir del agujero. Son la familia y los amigos la base para cualquier tipo de recuperación mental o anímica, pero quiero aclarar que también están, obviamente, en los momentos de alegría o celebración. Es muy sencillo diferenciar a los amigos frente a esas personas tóxicas que solo se miran el ombligo. Me siento muy protegido y en calma por mi círculo de confianza; ellos me conocen más que nadie y saben de sobra en la onda que estoy en cada momento. Tengo mucha suerte.
“En la brecha” me parece especialmente significativa en cuanto que explica a la perfección que este no es un disco que se vanagloria de haber llegado al paraíso, sino de haber encontrado las herramientas para intentar jugar la partida, en ese sentido, ¿percibes que has adquirido un aprendizaje del que ya no hay marcha atrás?
Félix Lineker: La verdad es que quiero creer que sí. "En la brecha" es la canción con más texto que he escrito hasta la fecha. Creo que esta rima lo resume bien: "Aunque he temblado, este puede ser mi año". Tiene que ver con la confianza en lo que uno hace, como se dice ahora, estar en su "prime". No debemos tener miedo a tropezar, la vida es un constante aprendizaje. Aunque lo que queremos es no recibir esos tropiezos, es fundamental tener mecanismos para darle la vuelta a la tortilla, eso es "En la brecha".
A pesar de esa constante mirada esperanzadora, también hay paisajes emocionales, como los de “Pesadilla” u “Ochomil”, duros y dolorosos, ¿la mejor forma de retratar esa recuperación era reflejar lo hondo que llegaste en el abismo?
Félix Lineker: La vida es una constante subida a una montaña. Pretendemos subir a la cima, pero ese ascenso no resulta sencillo. Aunque hay momentos en los que uno siente que ha plantado la bandera en el pico más alto. Lo malo de esto es que después hay que descender, y la velocidad a la que bajamos puede jugarnos malas pasadas. Es hermoso estar en la cima, pero hay que pagar un peaje. Uno de los temas recurrentes del disco es la muerte y cómo afrontamos esa lucha y ese agarrarnos al clavo ardiendo que es la vida. En la vida no hay atajos, y son estas experiencias extremas donde está la oportunidad de hacer una gran canción.
Precisamente “Ochomil” contiene uno de los versos más estremecedores del disco: “Prefiero morir que vivir en un absoluto letargo”. ¿A veces la apatía es peor que el dolor?
Félix Lineker: Probablemente. Con el dolor, al menos sientes que estás vivo; de la otra manera, la vida pasa por delante como quien ve pasar un tren. Nadie quiere sufrir en la vida, pero por desgracia a todos nos toca pasar momentos difíciles. Nadie escapa de las garras de la muerte. Todos alguna vez hemos perdido a alguien que nos ha causado un gran dolor. "Ochomil" tiene un contraste porque, aunque aborda un tema tan serio, la música es un canto a la vida. La producción de esta canción es como la subida a una cima: cada vez hay más metros de distancia sobre el suelo, los instrumentos van entrando paulatinamente hasta explotar en el solo de armónica de Sendoa Bilbao.
Cuando uno se enfrenta a ese momento crítico de tocar fondo, ¿siente que ha habido señales que le informaban de ese trágico destino o llega sin avisar?
Félix Lineker: Forma parte de un proceso, como una bola de nieve que cae por la ladera y se va haciendo cada vez más y más grande. Uno no es consciente de lo grande que se está haciendo hasta que la bola tiene cierto tamaño. Cuando estás en esa vorágine creativa, no eres consciente de lo que estás haciendo. Es la perspectiva y el tiempo los que ponen a los sentimientos en su lugar.
El álbum se cierra con un tema, “Oscuro renglón”, solo sostenido por voz y guitarra, simbólicamente se puede pensar que es una forma de reflejar el fin de un recorrido demostrando que ya no necesitas muletas instrumentales y te vale solo con esos dos elementos, ¿por qué has elegido ese tema, y ese formato, para cerrar el disco?
Félix Lineker: Las canciones tienen el poder de llenar un palacio entero metiendo decenas de capas de instrumentos, pero siempre he creído firmemente que la buena canción es la que se sostiene solamente con la guitarra y la voz. Es como una invitación a que conozcan al Félix que está en el salón de su casa componiendo, en ese mismo instante en el que acaba de nacer una canción.
“Calle Limón” retrata aquel Madrid donde encontraste tus primeras pulsiones roqueras, ¿es más un canto de nostalgia por lo desaparecido o un homenaje por todo aquello aportado?
Félix Lineker: No siento nostalgia de esa época, porque hace relativamente poco, 6 años, que ha sucedido y la compuse creo que por 2021. Llevo más de veinte años en Madrid, y esta canción representa un pasado muy reciente. Por entonces, Conde Duque era un hervidero de cultura y música. Vivimos el nacimiento de fanzines, Listening Rooms, conciertos especiales y, sobre todo, mucha diversión. Es un canto a una época en la que un grupo de amigos se conocieron en torno a dos bares (Macanudo y Horacio) y forjaron una amistad que sigue vigente.
En este disco hablas de la música, del arte, como herramienta de salvación, pero, ¿a veces también puede ejercer de lo contrario, de regocijo en la tragedia, o a su manera siempre te ha servido de salvavidas?
Félix Lineker: Inevitablemente uno busca bandas sonoras para cada momento que vivimos. Actualmente, por lo que sea, lo que más me apetece es escuchar música rock, pero también encuentro paz en los discos de Kurt Vile y Kevin Morby. Especialmente, hay una canción que me encanta que se llama "I can see the pines are dancing", de A.A Bondy. Es una canción perfecta para pasear por las mañanas por el parque Tierno Galván y dejarte deslizar por ese Madrid más rural.
Es innegable el valor personal y anímico que este disco parece contener para ti, pero al margen de eso, ¿cuando uno se enfrenta a la creación también piensa en el resultado que podrá obtener de él los oyentes, o el trabajo artístico siempre es de naturaleza “egoísta” en ese sentido?
Félix Lineker: Creo firmemente en el poder catártico de las canciones, mías o de cualquiera. Cuando estás componiendo, al primero que tienes que convencer de algo es a ti mismo. Así que sí, hay una naturaleza egoísta en la cabeza del creador. Somos demasiado narcisistas (risas).