Los Jaleo: “El Quebranto”


Por: Javier González.

Desde hace bastantes meses hay un rumor que recorre los barrios populares y los mentideros de la capital, es allí, el lugar antes gobernado por las reglas de chisperos, chulapos, manolos y manolas, donde ahora imparten magisterio algunos finos paladares musicales, portadores siempre de noticias interesantes sobre el estado actual del rock madrileño. Fueron algunos de ellos quienes venían avisando de que algo se estaba tramando en la soledad de un local de ensayo, tras cuyas misteriosas puertas un cuarteto de jóvenes ajenos a las modas actuales que respondían al nombre de Los Jaleo andaban preparando un álbum de altos vuelos con claro regusto a folclore hispano. 

Un combo extemporáneo que se viste de largo este año con una espectacular referencia inicial llamada con singular tino “El Quebranto”, en la misma han empaquetado diez mayúsculas canciones de sangre caliente con claro regusto ibérico e hispanoamericano, en las que las huellas del rock and roll, el western y un bien entendido espíritu coplero sirven para amplificar el mensaje de letras sentidas y apasionadas, donde el lirismo y la teatralidad lorquiana se entremezclan para dar vida a esta notable obra. 

Un cancionero que se sabe heredero de otros proyectos previos y de especial importancia en nuestra música, pese a tener un marcado sello propio, pues una simple escucha traerá a la memoria los nombres de compañeros de profesión tan dispares como Los Coronas, Andrés Hererra “Pájaro”, Gabinete Caligari, Malevaje, Diego García “El Twanguero”, Los Coyotes, Leone y Javier Corcobado, sin olvidar las firmas de auténticos mitos del calado de los atemporales León, Quintero y Quiroga, revisitados aquí es una personal adaptación de “Y sin embargo”, incluyendo también ambientaciones propias de los films de Sergio Leone, redondeando tan acertada propuesta con una particular y cuidada estética que busca cerrar un círculo simbólico en el que cada elemento dota de sentido al conjunto sin que una sola puntada quede al azar. 

Como si el arrullo de una playa solitaria nos meciera en la noche nos reciben en la apertura de “Con la luna”, antes de que el drama explote a mitad de camino del spaghetti-western y un pasodoble electrificado, evocando de igual modo a Corcobado y a los Gabinete de “Que Dios reparta suerte”, “De pena y amor”, mira de igual modo a la cumbia y al twang, pero lo hace como si fuera el espíritu del añorado y magnífico Enrique Sierra se hubiera puesto al mando de las seis cuerdas. En definitiva, palabras mayores. “Dame Candela” nos pone en lo alto de la ola a ritmo de surf, pero naciendo en el mismo epicentro del árido desierto de Tabernas, un duelo al sol, ardiente y sin más reglas que las del amor. A mitad de camino entre swing y rockabilly, barroquizan acelerando al extremo el clásico coplero “Y sin embargo te quiero”, con su inmortal “no debía de quererte, no debía de quererte”. Cerrando la primera cara la milonguera a la par que casi rumbera “¿Por qué te vas?”, donde bien podrían aparecer ecos del mejor Ariel Rot

Continúan al abrigo épico del bandolerismo en “Carmen”, en un temática similar a la que ya cantaran Ferni Presas, Edi Clavo y Jaime Urrutia en “Tango”, bailando apretados con sentimiento en “Caballo negro”, donde se afronta el texto con el mismo orgullo que el más despechado Antonio Bartrina; a danza ancestral suena “Vivo o muerto” con esa guitarra machacona jugando de fondo invitando a pasar a otra dimensión de la mano del chamán y con “Flor de romero” nos muestran otra cara de su repertorio sin dejar atrás su mirada a la tradición, pues el aroma a folclore no les abandona, impregnado ahora en una sonoridad más contemporánea, cerrando con una chacarera que es sentimiento hecho canción llamada “Libre”, con la que a buen seguro habrá robado alguna que otra sonrisa allá donde estén a Atahualpa Yupanqui, Mauricio Aznar y a la familia Carabajal al completo. 

Es “El Quebranto” un drama sonoro en toda regla, una tragedia escrita en varios actos ante la que es complicado no dejarse arrastrar en gran parte por su desatado torbellino amoroso de sangre caliente y pasión. Una cuidada pieza de orfebrería que aúna una notable producción, textos más que cuidados y sonoridades variadas hilvanadas de manera efectiva donde el rock es la piedra roseta fundamental para apuntalar la primea referencia de un grupo a tener muy en cuenta. Los Jaleo harán las delicias de unos pocos amantes selectos de la buena música, pues su cancionero pertenece a una estirpe única en las antípodas de estos tiempos decadentes de melodías miméticas y baratas, pensadas para consumo rápido en festivales y olvido instantáneo. Lo suyo es harina de otro costal. Ni son para todos los públicos, ni lo pretenden. Buscan dejar huella y para algunos, como éste que suscribe, ya lo han conseguido.