The Shins: "Heartworms"

Por: Alejandro Guimerà 

Aparecieron a principios de milenio encadenando dos discos - "Oh Inverted World" (2001) y "Chutes Too Narrow" (2003) - con los que revolucionaron el panorama indie americano. Baladas acústicas resplandecientes, psicodelia colorida y pop artesanal a base de arreglos, armónicas e interesantes juegos de voces. Luego llegaron los problemas con la popularidad de su líder James Mercer (ansiedad, pánico escénico,...), las primeras deserciones en la banda y un arduo camino para encarar el disco de confirmación, "Wincing the Night Away" (2007), que si bien tuvo buenas ventas no supuso la cumbre deseada para muchos.

Luego, tras un parón de cinco años, el notable "Port of Morrow"(2012) ya sin su discográfica Sub Pop, transcurriendo demasiado tiempo entre entregas, exactamente el mismo periodo de espera que ha existido antes de poder abrir este "Heartworms". Un álbum que coincide con la "mid-life crisis" de su autor, su paternidad y los aprendizajes junto a Danger Mouse en su proyecto paralelo Broken Bells. 

Ya de entrada vemos cómo la luminosidad melódica no ha decaído los más mínimo en este álbum de portada inquietante, pues con la inicial "Name For You" vemos que la cosa se pone interesante. Como la mayoría del disco, las influencias de Broken Bells resultan más que evidentes, pues el uso de los samplers y de los sintes es mayor que en el pasado de la formación erigiéndose ahora en eje central. Así, nos perderemos en la psicodélica "Cherry Hearts" que navega en un sinfín de efectos electrónicos, los ambientes inquietantes y oscuros marca ochentas de "Fantasy Island", los ritmos industriales entre ambientes arábigos "Painting a Hole" o las distorsiones de teclado que embrutecen el espíritu de Brian Wilson que hay en "So Now What". 

A destacar también "Heartworms", que enlaza con el pasado de la banda, deliciosamente redondeada, o "Dead Alive" con su corte pop clásico pero no falto de efectos divertidos eléctricos, o el órgano naif y el tono twee-pop de "Half a Million". Primorosas son también "Rubber Ballz", pop de cámara proyectado desde los setenta y la final "The Fear" epopeya folk con pinceladas de nueva tecnología que nos lleva a acordarnos del "Astral Weeks" de Van Morrison. 

Queda claro que "Heartworms" recupera frescura y sello personal de los mejores Shins, y que llega tras un ánimo evolutivo, lo que debe de valorarse en positivo. Algunos pueden añorar las soberbias guitarras de anteriores álbumes de la banda, pero no las voces y estribillos pluscuamperfectos que son parte del ADN de una banda y de este tipo llamado James Mercer que aunque nos haga esperar nunca nos falla. Lento y seguro.