Sidecars: "Everest"


Por: Javier Capapé. 

Me gustan Sidecars, pero últimamente me habían dejado frío. No conseguí conectar con "Trece" y "Ruido de Fondo" pasó rápido a un segundo plano dentro de mis necesidades. Sin embargo no se habían ido. Ahí estaban. Volver a escuchar después de este tiempo a Juancho, Ruly y Gerbass me ha vuelto a entusiasmar, y es que este "Everest" bien lo merece. Un salto de altura, pero no porque perciba en él un gran cambio sino porque las canciones se sienten más compactas.

Hace unos años, al hilo de la publicación de "Cuestión de Gravedad", afirmaba que ese bien podía ser el disco para su consagración, pero también aseguraba que su mejor disco estaba por llegar. Quizá el momento sea éste y las trece canciones que conforman "Everest" sean de las más logradas de su carrera, al menos así lo sienten también sus protagonistas, porque es cierto que encierran grandes aciertos entre su lírica y melodías. "Everest" nos muestra las distintas fases por las que pasa una relación de pareja, con su emoción inicial, sus subidas y bajadas, sus ilusiones y decepciones, hasta su final, que lleva unida esa necesidad de acostumbrarse a la pérdida. Todo ello se nos presenta sin orden, tal y como llegan a nosotros los recuerdos y las emociones por las que pasan nuestras relaciones. Un disco hecho de retazos universales y sin impostura, de ahí que nuestra conexión con el mismo sea casi instantánea. Hay pocas de estas canciones que se alejen de este planteamiento, por eso mismo se convierten en una obra totalmente conectada y coherente.

Ocho discos y algunos altibajos vitales después (que de eso mismo beben las canciones), Juancho ha firmado algunas de sus composiciones más urgentes y necesarias, más llenas de verdad, llevando al trío de Alameda de Osuna a la cumbre. Quizá por eso mismo el título del disco le sienta tan bien y no se trate de una mera casualidad. Sin embargo en el arte de su portada lo que se nos muestra no es la cumbre, sino esa grieta a la que tenemos que agarrarnos y trepar con firmeza y decisión si queremos alcanzar la meta. Porque precisamente con esas grietas y dificultades forjamos nuestro camino y hacemos cima. Ahí está la clave de "Everest", no sabemos si la cima de Sidecars, pero es muy probable que si no lo es se quede cerca.

Aciertan de pleno al compartir la producción con Paco Salazar y despojarse de su sonido más clásico tejido hasta ahora por Nigel Walker. No es que Salazar les ayude a dar un cambio de timón, pues muchos de estos pequeños giros ya se intuían antes, pero consigue potenciar en ellos cierta sutileza y la chispa necesaria para salir de ese toque más plano en el que se habían acomodado. Sidecars arriesgan algo más con este disco, sacando a relucir líneas melódicas más emocionales (ayudan mucho en esto los coros de Esmeralda Escalante) y arreglos medidos, aunque sin salirse en exceso del tiesto. De hecho, así comienzan con "A cámara lenta", como queriendo dejar claro este pequeño viraje mentado desde los primeros compases del disco. Este arranque suena al clasicismo y la tragedia de Bambino, con esas cuerdas tan de los setenta junto a un ritmo sostenido bien marcado donde las guitarras tocan la fibra de puntillas. Sugieren más que marcan, mientras la voz de Juancho resalta lo justo. Es ese toque sutil y medido lo que le da carácter, algo que continúa con "El momento exacto", donde las teclas y el slide se mezclan con un buen arpegio de guitarra que conduce las estrofas. Concisa y clara. Cuando llegamos al tema titular se incorporan las cuerdas y un piano muy Beatle, del que se encarga Sergio Valdehita, buscando la épica con acierto.

La melancolía es una constante en estas letras y en "La última canción" se afronta con pulso y ritmo, donde el bajo la conduce con firmeza, algo que se repite a lo largo del disco, y es que Gerbass está más presente que nunca con sus cuatro cuerdas bien marcadas. Además, uno de los momentos más inspirados de esta colección lo encontramos también en esta canción, concretamente en su coda, que hace magia mientras Juancho entona ese "te da igual lo que te intento decir" y nuestro corazón se desploma mientras la canción se desvanece como queriendo decirnos que lo irremediable siempre llega aunque nos cueste aceptarlo. Con los "la la las" que termina ésta comienza "Ahora", que remite a formas más clásicas y bien exploradas por el trío, con menos riesgos aunque con un estribillo muy resultón.

Electrónica retro en sus estrofas y estribillos de pop luminoso. Eso es "Lo que queda", una canción donde se elimina lo superfluo para que la voz de Juancho se refuerce y entre directa, porque al final eso es lo que importa en estas canciones que pretenden entrar a la primera, aunque porten consigo algunos pequeños elementos distintivos algo más lejos de lo esperado. Así llegamos a "Diez segundos", donde los recuerdos que duelen se tratan con energía en una canción muy luminosa a pesar de ser de las más duras en su lírica. Su particular versión rock de las "sad bangers", donde la guinda la pone Iván Ferreiro con su cameo entonando "El pensamiento circular", canción en la que Juancho se inspiró para dar con el toque preciso en ésta.

"Eclipse" puede parecer más plana en una primera escucha, aunque recuerda al Quique González más ligero con sus imágenes, juegos de palabras y ese hammond de fondo que le da cuerpo. También puede llevarnos hasta Leiva, algo que se ha convertido en una constante en su trayectoria, pero es evidente que la influencia está ahí y no se oculta, no sólo por su apellido sino también por su admiración mutua.

De aquí hasta el final no hay grandes sobresaltos. "Hasta que cierro los ojos" tiene otro de esos estribillos tan redondos que domina el trío, pero sin destacar por mucho más. En una línea similar siguen "A mil metros de profundidad" y "Sin conexión", lo que demuestra que la segunda parte del disco es más continuista con sus anteriores trabajos y puede hacernos desconectar en algún momento, aunque destaquen la más acústica "Un granito de arena", de factura americana, y "Los reyes del caos", que cierra el disco de forma más suave y costumbrista, con imágenes muy directas y un estribillo in crescendo, perfecto para poner el broche entre la calma y la épica.

No sabemos si "Everest" se convertirá en el disco referencial de este trío cuya carrera está más que consagrada tras veinte años en la brecha, pero desde luego que es una colección de canciones que se sienten, se disfrutan y logran que las vivamos como hechas a nuestra medida. Sentimientos y lenguaje universales hechos canción para construir con ellos nuestro particular manual de ascensión a la cima.