Entrevista: Johnny B. Zero

"Una de las premisas de la que partimos es tener buenas canciones con las que jugar y experimentar"

Por: Kepa Arbizu

La banda valenciana Johhny B. Zero supone una de esas agradables, necesarias y recomendables "anamolías" en el panorama musical que nos rodea. Una definición aplicable debido a su condición de "manipuladores" de los conceptos clásicos del rock -de los que parten- que manifiesta su mayor, y probablemente mejor, expresión en su nuevo álbum "Suicide Watermelon Stories". Con la forma de un álbum doble y arropado por una inusual formación compuesta por voz/guitarra, sintetizadores, batería y saxo, su contenido despliega matices y referencias que alcanzan desde el pop hasta incluso el hip hop. Si variado es su contenido musical, no lo es menos e igualmente sugerente el concepto que alberga. Demasiados elementos atractivos como para no saciar la necesidad de saber más cosas sobre ellos de la mano de su líder Juanma Pastor.

Para iniciar y situarnos, ¿cómo se definiría Johnny B Zero: un proyecto personal de Juanma Pastor; uno bajo la bicefalia de Pastor y Julio Fuertes, una banda al uso?   

Juanma Pastor: A priori, se podría decir que la banda es un proyecto personal mío, ya que soy yo quien marca la dirección ideológica y musical, además del que compone las canciones. Sin embargo, una vez los temas pasan a la fase de producción, cuando entramos en el estudio de grabación, el proyecto se convierte en una bicefalia. Julio y yo controlamos cada aspecto musical y las decisiones que se toman durante este proceso. El diseño de producción corre a cargo de nosotros dos. Pablo y Luis siguen estas direcciones generales de estilo preestablecidas, pero tienen máxima libertad creativa porque no tendría sentido matar sus personalidades e impedirles jugar. Se podría decir, con un aire humorístico, que Johnny B. Zero es una dictadura benévola en la que el que está arriba marca la dirección pero también es el que se come los marrones cuando las cosas salen mal. Lo que no creo que seamos, bajo ningún concepto, es una banda al uso.   

Y Carlos Ortigosa, ¿qué papel juega en ese resultado definitivo?   

J.P.: Carlos es nuestro técnico de sonido en estudio y de alguna manera es "el quinto Johnny B. Zero". Es un tipo que escucha hasta la locura más absurda que se nos ocurre, y trata de que funcione lo mejor posible desde un punto de vista técnico. En mi caso, tengo un sentido del humor muy poco cínico pero sí bastante extravagante, y me gusta darle la vuelta a todo y que todo desafíe constantemente la lógica. Esto podría ser la pesadilla de cualquier técnico o productor, pero Carlos se deja llevar y trata de entender el cien por cien de las propuestas que se plantean. En ese sentido, Carlos es uno más de la banda.   

La actual es una curiosa formación consistente en guitarra, sintetizador, batería y saxo, ¿son las canciones las que han llevado a constituir dicha formación o estaba ella antes y es la que ha dictado la forma que han tomado las canciones?   

J.P.:  No, las canciones siempre son lo primero. Una de las premisas de las que parte Johnny B. Zero es tener buenas canciones con las que jugar y experimentar, por decirlo de un modo rápido y abrupto. La manera en la que se montan en el local de ensayo y después en el estudio viene marcada por la formación que haya en ese momento. Normalmente, buscamos músicos con personalidades que nos parezcan estimulantes más que buscar un saxo o un EWI, es decir, que no buscamos un instrumento concreto. Cuando Julio y yo encontramos a Pablo, nos atrajo su vocabulario musical y su creatividad, no es que quisiéramos encontrar un saxofonista, más bien buscábamos un cerebro interesante.   

Siempre has mostrado tu gusto por esos discos largos y variados, al estilo de los realizados por Prince, Stevie Wonder, Beatles.. ¿has buscado premeditadamente hacer un disco de esas características o surgió esa idea tras ver el puñado de canciones con las que contabais?  

J.P.:  Casi siempre que entramos al estudio buscamos algo que pueda llegar a la gente desde la primera escucha, que sea sentimental y que esté a la altura de nuestras propias exigencias musicales. No creo que fuera premeditado tirar hacia un "White Album", un "Songs in the Key of Life" o un "Sign of the Times", pero son discos que hemos escuchado mucho y no nos resultaba extraño o ajeno plantear un hilo conductor a través de canciones muy variadas. 

¿Fue costoso reunir 16 canciones tan heterogéneas y trabajadas o contabais con ideas de sobra para ello?   

J.P.:  En realidad lo que más costaba era el esfuerzo y el trabajo que supone grabar más canciones, pero no era por material, no. ¡Había tres o cuatro más!   

En la decisión de realizar un disco de estas características, ¿hay también una cierta actitud anárquica de saltarse esa dictadura de la inmediatez y sencillez que parecen marcar las modas y los tiempos actuales? 

J.P.:  Creo que nosotros somos muy sencillos y directos en nuestras canciones, si no lo fuéramos probablemente nadie vendría a vernos. Lo que percibimos en la mayoría de bandas es que sacan tres o cuatro canciones para ver si algo "funciona" a nivel mercantil o comercial. Nosotros nos hemos centrado en hacer la música que querríamos escuchar, y afortunadamente la gente lo ha apreciado. Seguimos tocando nuestras primeras canciones, y los últimos singles contestan a las canciones que venían antes de ellas, se revalorizan unas a otras. Es simplemente otro tipo de manera de enfrentarse a la música. Nos gusta lo sentimental y lo artístico más que esa idea de "petarlo" que parece perseguir todo el mundo.   

Este disco, y en extensión todo el proyecto, parece surgir de la asimilación de los cánones clásicos de la música popular y de su posterior retorcimiento, ¿crees que la actitud musical de Johnny B Zero se define bajo esa máxima de conocer muy bien las reglas para saltárselas?   

J.P.:  Esa es en gran medida la ideología del proyecto. Es como una actitud basada en el amor/odio que sentimos por la música y su historia. Es verdad que la música representa mucho en nuestras vidas, por no decir todo, pero al mismo tiempo tiene aspectos convencionales y detestables de las que nos gusta mucho burlarnos.    

¿Y en ese sentido crees que la raíz pura de la que surgís y de la que vais tirando es la música negra?   

J.P.:  Sin duda alguna. Para mí  no hay música en el siglo XX que tenga más presente ese enfrentamiento entre la tradición y la actitud "punk" contestataria que el blues, el soul, el funk y el jazz.  

Y en cuanto a esas canciones más cercanas a la electrónica o el hip hop como "The Emperor", "Grasshoper Skin" o "Instagramer", ¿la manera de componerlas es clásica también, es decir, surgen trabajadas en guitarra y evolucionan hacia dichas texturas, o ya surgen  en tu cabeza bajo esas otras instrumentaciones y ritmos?   

J.P.:  Todas las canciones surgen con guitarra acústica y voz, ahí es donde se ve rápidamente si funcionan o no funcionan. Hemos hecho muchos conciertos en acústico por ahí y siempre es interesante probar las canciones en su forma original. Pero cuando piensas en un disco es necesario tomar decisiones sobre texturas, y muchas veces intentamos que esas decisiones de producción sean interesantes, choquen un poco con la canción, con la letra, con el tono… Cuando empezamos esas labores parece que unas piden irse hacia un sitio más orgánico, otras hacia otro más sintético y electrónico, etc.     

Tratándose de un doble disco, ¿hay una intencionalidad conceptual en su división y organización?  Llama por ejemplo la atención que acabe la primera parte con una canción titulada con el propio nombre del grupo y bajo la sonoridad más clásica...  

J.P.:   Lo bueno de un disco es que se explica a sí mismo a través del sonido y no hay necesariamente una "explicación". Buscamos que la escucha sea lo más agradecida posible, incluso la división en dos CDs tiene que ver con esto, con no sobrecargar ni dejar que algunos temas se pierdan en la masa de canciones. Nos apetecía mucho homenajear un poco a Dylan en esa canción. Por supuesto hay cierto hilo conductor y se está contando una historia, porque esa canción acaba diciendo, entre susurros, "C’mon, Johnny, play" y la canción que abre el siguiente disco, "Grey Elephants", es como power pop de historias de la cripta a todo trapo. Es como un cuento, pero el argumento es musical.     

Creo que hay dos variables constantes en el disco en cuanto a letras: el amor y la política, ¿consideras que existe ese binomio o en verdad forman parte de un "todo"?   

J.P.:  Había un título para el disco que era "Amor, muerte y burocracia" y lo descartamos para no pasarnos de rosca. Es un poco de coña con los grandes temas del arte y de la literatura en general, el amor y la muerte, y la burocracia aparecía un poco como la dimensión política y social, todo el papeleo que hay en medio de la vida. Papeleo de todo tipo, los códigos que uno va aprendiendo sobre el amor romántico, sobre cómo funciona la gente que tiene poder en cualquier ámbito, tanto en un patio de vecinos como en el mundo de la música, etc. El asunto es que el amor y la política no son exactamente un binomio sino que intentamos que cuando hablamos de las cosas exista una dimensión política, una manera de tratar los temas que no sea barata ni vacía.     

Tanto tu forma de tocar  la guitarra como la de cantar son dos elementos característicos de la banda pero, ¿cuál dirías que es, o el que consideras, más identificativo en el sonido del grupo?   

J.P.:  Probablemente tanto la voz como la guitarra son un hilo conductor a lo largo del disco. También creo que en la fórmula hay algo que tiene que ver más con que en los discos respetamos mucho la manera personal de tocar de cada músico, que suele estar trabajada y tener mucho carácter. En los discos se escucha perfectamente tocar a la banda, de manera que sea el tipo de canción que sea se aprecia desde el primer momento que somos la misma banda y la misma personalidad.  

Y por curiosidad, y teniendo en cuenta esos músicos que han cohesionado todo tipo de sonidos y que os influyen como Beatles, Prince o Stevie Wonder, y que yo alargaría a Jack White pero que no sé si es de tu agrado...¿ves en la actualidad y/o sigues a músicos en los que encuentres destellos de ese tipo de genialidad?   

J.P.:  El Jack White que más nos haya podido interesar es el de su etapa White Stripes, que tenía una propuesta muy estimulante a nivel artístico y muy punk de actitud. Nos gustan cosas puntuales de músicos puntuales, pero desde la muerte de Amy Winehouse quizá todavía estamos esperando a ver si sale alguien por ahí que nos enamore para siempre y de verdad.   

Supongo que se es consciente cuando se hace una música como la vuestra de la dificultad de encajar en ninguna escena, ¿puede más la libertad por hacer lo que se quiere o una, supongo, cierta frustración de no alcanzar a la gente que mereceríais?   

J.P.:  A veces tenemos la impresión de que muchas bandas se diseñan para caer perfectamente dentro de un nicho de mercado, o que apelan a la nostalgia de determinados sectores de la crítica. Nosotros no tenemos mucho que ver con Sonic Youth o Los Planetas y no tiene mucho sentido que finjamos que sí. No hemos tenido problemas en alcanzar a la gente, es más, llegamos mucho antes al público que a los críticos. Hacemos canciones muy directas y pensamos muchísimo en la gente que las va a escuchar, lo cual es una actitud bastante Beatle, seguramente. Y eso nos ha dado muchas alegrías: hemos llenado salas por nuestra cuenta en unas cuantas ciudades ya. El problema del alcance masivo tiene más que ver con el dinero, que te da acceso a promociones muy bestias, y nosotros no tenemos un duro ni somos unos pijos. Pero nuestra conexión con la gente ha sido amor a primera vista el noventa por ciento de las veces, así que no hay frustración ninguna: hay ganas de trabajar, de seguir saliendo con la furgoneta a tocar por ahí y a conocer a más gente cada vez.