Héroes: Silencio y rock and roll


Por: Javier López Romo 

Bueno, para comenzar este artículo diré que tuve una gran pelea con un crítico musical de cuyo nombre no quiero acordarme y del que no sé por qué a día de hoy aún conservo su teléfono, el diablo siempre planea por tu vida personal y marca sus registros. No fue una buena tarde, quizás las cervezas estaban calientes, o el ambiente no era el idóneo para la bronca que se avecinaba… Hablábamos de música, cierto, de nuestra música en un país que florecía en todos los esplendores más maravillosos de todo lo que fue, es y serán aquellos años gloriosos. ¿Puedo llamar amigo a quién me comparó a Héroes del Silencio como los Hombres G del Moncayo? Lo consideré un insulto, y aquella tarde de primavera se quedó perdida en su floración. Por aquellos tiempos, diferenciar el pop con el rock era una ardua tarea de críticos, prensa y televisión, quienes confundían ideas, proyectos y directos a finales de los años 70, cuando surgió el estallido de La Movida. Siempre hemos alardeado de esos años únicos y maravillosos, de esa época de transición, esa creación de estilos que otorgaba la libertad dando sus frutos más sabrosos y dulces. Eran años en los que proliferaban bandas por doquier, era el comienzo, si; pero también tenía marcado el estigma de un final. De eso sabían mucho los grupos que comenzaban con dureza y fuerza a irrumpir un mercado no apto para ellos, pero que si sería un punto de inflexión para unos nuevos tiempos que acechaban y que estaban ahí pendientes de sus oportunidades. De esto ya sabían mucho Héroes del Silencio. ¿Cómo definirlos? ¿Quizás como la "No Movida"?

Marco impaciente el teléfono móvil una y otra vez el 22 de abril, hasta que mi amigo contesta:
- ¿Tienes Netflix.? -le pregunté-. 
 - Si, claro. 
 - Pues conecta con esto: Héroes: Silencio y rock and roll. 
 - Vale, te lo grabo y te lo mando por wetransfer.
Y así lo hizo. Tres días después, en una lluviosa madrugada del 25 al 26 de abril, cuando ya me quedé libre de ataduras, descargué el archivo. Me quedé impactado, ese documental de la historia de la banda de rock más gloriosa de todos los tiempos en España, se me presentaba así, en vivo y en directo. 

Repasamos la trayectoria de la mítica banda española tras la coincidencia de dos documentos que dan buena muestra de su importancia: la biografía “Héroes de leyenda” y el documental “Héroes: Silencio y rock and roll”. Si comenzamos con la primera, nos lleva a ese 1984, cuando un joven Juan Valdivia se introduce en el mundo de la música siguiendo la pasión de su padre en este bello arte. Este segoviano se marcha a Zaragoza y forma el grupo que sería el nacimiento de Héroes del silencio, Zumo de vidrio. Juan conoce a un tal Enrique Ortiz de Landazuri, (después Enrique Bunbury) que tocaba el bajo y cantaba en un grupo, Proceso Entrópico. Le conoce en uno de sus conciertos, y se quedó prendado de su voz. Enrique cantaba una canción de David Bowie, concretamente era “Space Oddity”. Unas cervezas en el bar Los Navarros, calle Azoque, bastaron para que ambas bandas se fusionaran y formasen el trío perfecto en aquel 16 de diciembre de 1984 en un concierto minoritario.

Tras esa unión comenzaron su andadura, con una primera maqueta con canciones como: “Olvidado", "Sindicato del riesgo", "Héroes del silencio", después llamada "Héroes de leyenda", y "Hologramas"; ambos comenzaron a crear un nuevo estilo oscuro, pero simbólico, más rockero o más post punk. Al tren en el que se subían le quedaban muchas estaciones en las que parar. Surgió por casualidad el nombre mientras viajaban a las instalaciones de Radio Zaragoza, uno de ellos sugirió: Héroes del silencio, como la canción de la primera maqueta, y a todos les gustó y quedó como nombre definitivo. A finales de 1987 fichan por la discográfica EMI y todo rodaba como un canto pendiente abajo. El éxito más brutal y banda para rato. Los mejores años de Héroes del silencio, y sus grandes cuatro trabajos, los ordenamos: “El mar no cesa” (1989), disco debut que consagró a la banda en su primer intento y primera inmejorable impresión con una desbordante personalidad; “Senderos de traición” (1991), su segundo trabajo que lo colocamos como lo mejor de lo mejor, es como reventar a saco un disco profundamente excepcional. Atrás dejaba en el camino a bandas como Metallica. U2, Green Day, Pearl Jam y al mismísimo Bon Jovi, casi nada, esta banda estaba predestina a triunfar; “El espíritu del vino” (1993) es su tercer trabajo, amado y odiado a partes iguales, es lo que tienen los grupos inmortales, que generan dudas y aciertos a cada surco de vinilo. Pero con fans y detractores, que los hubo, el buque insignia para la disquera EMI, eran ellos, y se les revistió de las mejores galas y atuendos hacia nuevos logros; “Avalancha” (1995), es el cuarto trabajo de la banda que marca claras diferencias del largo camino de aprendizaje, de muchos ensayos y errores también; pero la canción que da el título al álbum es la mejor muestra de ello. Es un tema de rock tan brutal que no creo que haya otra igual en el panorama musical español, es como un bramido que arrolla todo cuanto le sale al paso, algo así como un Ferrari que se lleva por delante todos los conos en una carrera de velocidad. El disco salió simultáneamente en 26 países siendo un éxito arrollador. Pero la banda aún tenía en vigor contrato con la discográfica, que le pedía cinco discos más y que emplearon en sacar “Rarezas” (1998), con versiones inéditas y abusando de remezclas de éxitos y algún que otro sencillo. A la disquera EMI no le quedaba otra que reeditar sus cuatro álbumes acompañados de DVD y conciertos varios para saldar la deuda contraída.

La velocidad empezaba a subir la aguja en el marcador cuando a finales de año Bunbury hace esta declaración: “Me doy cuenta de que cada vez me aíslo más en el autobús, en las decisiones que tomo, no me veo formando una banda tipo Rolling Stones, que dure una eternidad, soy un culo inquieto, necesito movimiento...” Esto no sentó nada bien a la banda que ya llevaba un tiempo a la gresca, y un 10 de febrero de 1996, en un hotel de Tijuana, el líder de la banda lee puesto en pie un escrito de cuatro páginas con las que pretende dar un cambio radical a la música y al estilo del grupo Héroes del Silencio del que es vocalista. "Apostaba por la actualización y la innovación del sonido de la banda, incluyendo nuevas tecnologías, ritmos diferentes y mezclas actuales. Y, sobre todo, nada de Gibson y Marshall, según él era un sonido estereotipado y agotado por las propuestas de grupos como Led Zeppelin, AC/DC o los Rolling Stones. Y ahí acabó todo. La banda se disuelve. Cada uno camina sus propios senderos, y se desvanece como humo en una ventisca. Vuelven a juntarse 11 años después para realizar una gira multitudinaria (2007), regreso y despedida. Se planteó la posibilidad de realizar una gira de despedida para sus fans, y se hizo, era la última posibilidad de quedar bien, y cerrar brillantemente su trayectoria. Algunos críticos lo vieron como irresistible la oferta económica que se les hizo, su caché era tan alto como los verdes álamos que crecen en la cuenca del río Tajuña. Al acabar el tour en Valencia, Bunbury confirmó el final definitivo de Héroes del Silencio, y que continuaría su carrera en solitario.

Empieza el documental con una canción de José Antonio Labordeta, “Polvo, niebla, viento y sol". Él fue el primero que creyó en la banda, y les auguró buenos tiempos y una larga carrera musical, tenía puesta toda la fe en ellos, y no le defraudaron. Entre líneas se puede leer en el libro: "En este conflicto final entra en juego el carácter ambiguo del cantante, unas veces capaz de partirse la cara por el grupo y, otras, amenazar con dejarlo". Así que, si tratas de imponer algo así, el esfuerzo parece destinado al fracaso. ¿Fue un error de cálculo? ¿Ganas de deshacer la banda? Quizás una falta de comunicación general, de todos con todos, no lo sé, lo que está claro es que los otros miembros entendieron aquella escena como la de un líder que imponía sus pareceres sin pretensión de negociar, o un falso narcisismo por parte de Bunbury. Esto o nada. Antonio Cardiel afirma que "tal como estaban las malas relaciones personales entre ellos, era una utopía creer que de allí iba a salir un proceso de diálogo. Más bien les pareció que quería romper con todo. Y así fue". 

Alexis Morante –director del documental, Héroes: Silencio y rock and roll estrenado recientemente en Netflix, concretamente el 22 de abril,– señala que con su largometraje ha intentado responder a una pregunta: "¿Cómo es posible que cuatro amigos de Zaragoza sueñen con ser estrellas del rock, lo consigan, se conviertan en la banda más grande del rock en español y que en el momento más alto de su carrera decidan mandarlo todo a la mierda? No hay peor enemigo que uno mismo". Cierto. El grupo estaba en la cúspide del éxito, e incluso, como cuenta Bunbury en la película, estaban a punto de firmar una gira multitudinaria y millonaria en Japón. Héroes del Silencio tenía a sus espaldas unos 700 conciertos en 30 países entre Europa y América; habían sido compañeros de cartel de bandas como Texas, Aerosmith o Iron Maiden, y habían tocado junto a cantantes de la talla de Leonard Cohen, Robert Plant o Bryan Adams. Además, fueron a los festivales de verano más importantes de Europa, pero todo fue en vano, pese a que, como leemos en Héroes de leyenda: "Consistía en una interpretación acelerada y endurecida, cargada de distorsión, con un ritmo endiablado de batería. La banda, en ese trance, se acercaba casi hasta el paroxismo, llevando el rock a sus límites, mostrando sobre el escenario toda la contundencia y la agresividad de la que eran capaces. A la vez, Enrique forzaba su voz hasta rozar lo imposible, exageraba sus gestos en la misma medida, yendo de un lado a otro del escenario, lanzando el micrófono al aire, arrastrándose sobre el entarimado como una serpiente. Una descarga de adrenalina que dejaba a la banda exhausta".

El documental ‘Héroes: Silencio y Rock & roll’, dirigido por Alexis Morante y producido por el cineasta zaragozano Miguel Ángel Lamata narra el ascenso del grupo zaragozano desde su formación, en 1984, hasta su disolución, doce años después. Consta de 94 minutos de duración y en el se ve todas las intrigas del grupo, además de sacar un recordatorio, una banda sonora del documental que se estrenará el 30 de abril, en formato digital y doble CD, o vinilo, 25 canciones que recorrerán toda la carrera de Héroes del Silencio, más un libro de 24 páginas con fotos y texto firmado por Matias Uribe y Juanjo Ordás. El disco recopilatorio será editado por Warner y llegará a tiempo para disfrutarlo junto al documental, contado en primera persona por los miembros del grupo: Enrique Bunbury, Juan Valdivia, Pedro Andreu y Joaquín Cardiel. Al menos en el documental todavía queda entre los miembros del grupo resquicio de todo aquello. Esa narrativa que cuenta la historia de la agrupación musical de Héroes del silencio, desde su creación hasta el final; contada en primera persona por Enrique, Juan, Pedro y Joaquín, con momentos impresionantes donde el material videográfico y fotográfico, nunca visto antes y generado en parte por los propios integrantes del grupo durante sus ensayos, giras, grabaciones y momentos íntimos y cotidiano, destila una honestidad brutal. Oración y hechizo cantaron, presos del alcohol y drogas, es cuando mejores letras sacaban al aire para registrarlas como en "Sirena Varada". Ya lo dijo el poeta, “me siento bien escribiendo bajo los efectos del alcohol”.

Cuando sentí este documento en mi piel, cuando mi vida fluctúa entre virus y oxigeno, entre el bien y el mal, entre ser y estar, vivo esa experiencia única y feliz de seguir aquí con los míos, con mi gente, mis amigos y por qué no, con mis amores. Y la felicidad, aunque parezca lo contrario, es mucho más agradable de ver que la tristeza.