Reigning Sound: “A Little More Time with Reigning Sound”




Por: Kepa Arbizu 

En esta desconcertante época que nos ha tocado vivir nadie está a salvo de tener que alterar sustancialmente sus planes. La inestabilidad y la falta de certezas con las que asumimos cada nuevo día tiene su lógica manifestación en la necesidad de contar con la improvisación como elemento primordial a la hora de acometer casi cualquier empresa. Avatares de los que, ni mucho menos, está exento el mundo de la música, de ahí que el nuevo disco de Reigning Sound haya visto la luz bajo un formato diferente al pensado en primera opción. Una alteración de planes que ni mucho menos tiene que ser vista como sinónimo de malas noticias ni tampoco generar desinterés en el oyente. De hecho, el resultado alcanzado por dicho álbum, y aceptando la más que probable distancia existente respecto a las aspiraciones barajadas en un primer momento, nos traslada buena parte del esplendor de esos rasgos identificativos que definen a esta banda y que les ha situado en un casi exclusivo lugar en el que el punk, el garage y el soul encuentran una precisa y excelente comunión.

Por eso, que la formación con la que ha contado esta vez Greg Cartwright para activar sus canciones se trate de la misma con la que cobró vida el grupo, y que se había reunido esporádicamente para homenajear en directo la reedición del álbum “Home for Orphans”, no significa una premeditada intención por recobrar ciertos orígenes, sino algo tan prosaico como encontrar una salida de emergencia frente a las imposibilidades derivadas de las distintas restricciones. La más importante de todas ellas la incapacidad para desplazarse hasta Nueva York y encontrarse con la que ha sido su banda de acompañamiento en estos últimos tiempos, los Jay Vons, lo que, lejos de disuadir sus intenciones, significó buscar la alternativa de alargar ese momentáneo encuentro con los viejos camaradas y hacerles partícipes de estas nuevas composiciones.

Que no haya existido un plan preconcebido a la hora de recuperar esa alineación clásica no quiere decir que una vez aceptada su incorporación eso no se haya reflejado en el resultado de este trabajo, que con toda seguridad, y viendo la naturaleza de los temas, habría tomado otro desarrollo de contar con la plantilla planeada. Pero visto los logros alcanzados por dicha grabación no hay lugar para ningún tipo de añoranza de lo que pudo haber sido, porque ese sonido orgánico, de raíz analógico y bañado en bruma que impera, además de retrotraernos a los primer episodios de la banda, se convierte en un ambiente perfecto para el desarrollo de unas canciones en las que se impone, más allá de las cualidades concretas de cada una en particular, un tono genérico donde sobresale la delicadeza e incluso la dulzura, caminos que para nada le son ajenos a un Greg Cartwright que ya los ha transitado con paso esbelto.

A pesar de referirnos a éste como un disco en el que sobresale ese cariz más sensible, no podemos obviar parte esencial de la idiosincrasia que alimentan las líneas maestras que siempre han definido esta propuesta, por eso tiene todo el sentido un inicio de agitada nostalgia como “Let’s Do It Again”, donde soul, garage y boogie se ponen en movimiento al son de unas bases rítmicas vibrantes animadas por el gran peso, norma común a lo largo de los cortes, adquirido por los teclados. Y es que pese a que no se trate de un disco expresamente pensado para reflexionar sobre el tiempo de confinamiento, la retahíla de actividades que describe dicho tema inaugural en las que todos nos hemos visto envueltos para superar los interminables días, delata que una época como la que estamos pasando no puede ser desdeñada como fuente de inspiración, entreviéndose sus semillas en menciones al añorado pasado, el inestable presente y el incierto futuro. 

En el aspecto musical, incluso en aquellos acercamientos que la banda encara con más intensidad y fuerza, quizás si exceptuamos la versión de Adam Faith, “I Don’t Need That Kind of Lovin’”, en la que durante dos minutos no permiten un respiro a base de desaforado rock and roll, se va a hacer patente esa determinación por cubrir cualquier tipo de melodía con un manto de ternura. Aunque menos relevante resultará en la áspera “Make It Up”, a través de su estribillo, o esforzándose en hacer de contrapunto en el desparpajo expresado por unos fraseos al más puro estilo Dylan en ”You Ain’t Me”, sí desatará toda su esencia sin embargo en la interpretación casi susurrante de “A Little More Time”. Mención aparte merece “Just Say When”, que si bien es un tema esplendoroso de pop recargado, la sensibilidad de la que hace gala, con el imprescindible aporte vocal de Coco Hames, se sostendrá sobre un cada vez más notorio estado de tensión. 

Desprendidas ya de cualquier atisbo de rudeza y apostando con claridad por situarse en un plano mucho más reservado y emotivo, un buen número de piezas serán las encargadas de colocar el umbral de las revoluciones del disco en un escalafón mucho más bajo. Entre ellas el perfecto matrimonio entre cuerdas y teclados de "I’ll Be Your Man” que nos proporciona un dibujo tan romántico como sobrio, o en otro plano una “Oh Christine” escudada  en la baza de esa amable ingenuidad que destilan los ritmos beat. Sin desertar de su procedencia de Memphis, la aparición del pedal steel, ejecutado por John Whittemore, entabla conexión con Nashville en una bellísima “Moving & Shaking” o en la más melancólica “A Good Life”. El cierre llegará con un descomunal “On and On”, presentada como una suplica en lenguaje de épico soul.

Si observamos y analizamos en global este “A Little More Time With Reigning Sound” puede que en un primer vistazo no tenga esas composiciones majestuosas que plagaban “Shaterred” ni el espíritu irresistible de “Time Bomb High School”. Pero las aspiraciones de este álbum son otras, porque aunque se alimente de elementos procedentes de ambas sensibilidades, su pose no pretende ni grandilocuencias ni ásperos tratados, lo suyo es un verbo reposado, que si bien no ha apagado del todo ese rugido que nunca dejará de emparentarle con proyectos pretéritos como Oblivians, ahora ha escogido acercarse lentamente al oyente y seducirle poco a poco con esa particular nostalgia que más que inundar nuestros ojos de lágrimas nos hace esbozar una leve sonrisa. Este repertorio de canciones esconde su gran tesoro no en la inmediatez ni en la rápida asimilación, son tonadas que, como los tiempos que corren, nos obligan a mirar desde el cristal con cautela y a buscar el verdadero cobijo en el calor que solo nos pueden ofrecer aquellos sentimientos más íntimos y puros.