Vetusta Morla: “Cable a Tierra”



Por: Javier Capapé

Todo lanzamiento que venga de la mano de los de Tres Cantos es un acontecimiento. No hay nadie que escape a sus redes porque a Vetusta Morla es capaz de reconocerles medio mundo a estas alturas. Y todo por méritos ganados a pulso. “Cable a Tierra” es su más reciente trabajo, tras un verano en el que han presentado la banda sonora de la película “La Hija” y han removido todas las emociones posibles con una intensa gira en la que hemos podido dejar atrás casi por completo los pasados “días raros”. Diez canciones componen este disco asentado en la tradición, pero con un pie en la modernidad. Es su versión actualizada de los sonidos tradicionales fijados a nuestra tierra y revisitados por estos seis genios madrileños con la inestimable ayuda de Campi Campón en la producción (artífice en parte de este giro). Tal vez sea éste su disco más exigente, el que más va a descolocar a sus seguidores (con permiso de “Canciones dentro de Canciones”) porque su sonido se ha actualizado pero rescatando la raíz, fijándose en aquello que nos acerca a nuestra tradición popular y la intenta normalizar sin parecer impostado. Los Vetusta siguen siendo los mismos, pero ahora recurren más a instrumentos y timbres tradicionales en lugar de a desgarradoras guitarras o a ritmos industriales, y eso que de rítmica este disco va bien servido. La electrónica aporta sutileza a esta nueva versión del repertorio de los madrileños, pero sin llegar a molestar o a ensombrecer las intenciones de este “Cable a Tierra”, que como bien indica su nombre, intenta conectarnos con nuestro origen, lanzar un cable hacia tierra firme, hacia el corazón de nuestro germen. En tiempos de listados con lo mejor del año no duden que aparecerá en casi todas las quinielas. Un éxito seguro, pero bien merecido.

Cumbias, fandangos, chacareras, coplas e incluso jotas. Todo tiene cabida en este maremágnum de sonidos, pero todo ello con un respeto mayúsculo por su origen a la par que haciendo hincapié en un motivo actualizador de estas corrientes. Quieren reivindicar la esencia, aceptar nuestro origen. No les da miedo hacer suyos ritmos de siempre, arraigados en nuestra cultura popular, y vestirlos con su particular traje. Aquí no falta potencia ni distorsión. Tampoco aceleraciones con ritmos marcados ni colchones de sintetizadores para crear ambientes, pero las guitarras suenan mucho más cercanas, predominan las acústicas o las cuerdas más tradicionales, recurriendo a guitarricos y españolas. Juanma Latorre y Guille Galván, los responsables de la composición de estas canciones, parecen haberse compenetrado más que nunca para hacer del lote una unidad totalmente coherente, menos densa y fría que su predecesora y menos inconexa que en sus primeros pasos. En estas diez canciones apenas somos capaces de distinguir de quién es su autoría, porque ambos reman en la misma dirección y se vuelven uno con una misma intención muy bien definida, algo que quizá ya pretendieron conseguir con la línea estilística de "Canciones dentro de Canciones", pero que aquí logran con mucho más éxito y congruencia.

Este “Cable a Tierra” incurre mucho más que antes en esa línea folklórica que los vetustos habían explorado ya en temas como “Maldita Dulzura”, “Alto”, “Profetas de la mañana” o más abiertamente en “23 de junio”. Aquí se vuelve su piedra filosofal, su punta de lanza, la razón de ser de un disco que es pasado, presente y futuro para el combo madrileño. Disco que abre a ritmo de fandango con “Puñalada trapera”, recurriendo al uso de panderos cuadrados y arpas sintetizadas. Un alegato al entendimiento entre generaciones y a la visión de los enfrentamientos como piedra de choque que se repite sin remisión, golpe a golpe, generación tras generación. “La Virgen de la Humanidad” suena a copla al mismo tiempo que a folk-rock con esa referencia al “Nos siguen pegando abajo” del argentino Charly García. “No seré yo” es la más Radiohead del conjunto, aunque no se priva de ciertos toques kitsch como ese sonido al Casio PT-10 con el que comienza y con el que conecta a toda una generación, la misma que cayó rendida ante la provocación de Tom Yorke y los suyos a finales de los noventa.

“El Imperio del Sol” y “Corazón de Lava” mantienen esa simbología que siempre destaca en sus letras y su épica característica. “La Diana” es fronteriza en sus formas (además de contar con un guiño al “Dear Prudente” de los Beatles en el puente) y, a pesar de contar con las guitarras más incisivas del lote, no se despega de ese deje que une las dos orillas del Atlántico que caracteriza a todo el LP. “Palabra es lo único que tengo” vuelve a acelerar el tono, que baja rápidamente con la más emocional “Si te quiebras”, en la línea de canciones clave de la banda que pueblan todos sus discos como “Cuarteles de Invierno” o “Punto sin retorno”. Es la canción más serena del disco y a la vez la más intensa, consiguiendo, como indica su título, que algo se quiebre por dentro de cada uno de los que la escuchan con atención.

“Finisterre”, su primer adelanto, ya nos descolocó en su estreno por lo variopinto de su propuesta y por salirse totalmente del guión esperado. Llega en la recta final con cierto regusto jotero y con un estribillo infalible, marca de la casa, antes de conducirnos “Al final de la Escapada”, reclamando desde tonadas más pop la perdurabilidad de su música y sus buenas intenciones.

Mención aparte merece su presentación, el diseño de su edición física, que, una vez más en cada lanzamiento del grupo, vuelve a ser insuperable. El disco es en sí un objeto de colección. Fabuloso, rico y cuidado hasta el más mínimo detalle. Dedica un cartón a cada canción, cual obra gráfica con identidad propia, con un diseño específico a cargo de Laura Millán que permite introducirnos más fácilmente en este universo, porque estas canciones no solo se escuchan, también se visualizan, y parte de la culpa la tiene este diseño tan acertado y atrayente.

Habrá quien piense que acercarse a estos sonidos puede suponer un paso atrás en la carrera del grupo, pero todo lo contrario. Dan un volantazo bien estudiado y se muestran orgullosos por recurrir a sonidos que siempre han invadido nuestras vidas (principalmente las de aquellos que vivimos en la península o en Latinoamérica). Los reivindican, les dan una nueva oportunidad. Los acercan para muchos de los que a veces hemos renegado de ellos, porque son parte intrínseca de nuestra cultura, porque están pegados a nuestra tierra y porque nos unen, mediante ese “cable” al que hacen referencia en su título, a nuestro yo más trasgresor o moderno, como queramos llamarlo. Para eso están Vetusta Morla, para conectar la tradición de la tierra con la modernidad en la que transitamos. Para ser nuestro verdadero “cable a tierra”. Porque nunca hay que olvidar de dónde venimos.