Diego Vasallo, una noche que no se parece a ninguna


Sala Clamores, Madrid, 9 de Abril de 2022 

Texto y Fotos: Javier González 

Una larga cola, anticipo de un lleno sin paliativos, nos sorprendía minutos ante de la hora fijada en los alrededores del Clamores. Se nota que vamos recuperando cierta normalidad, algo de lo que por fin se benefician los conciertos que en una noche tan concreta como la del pasado sábado eran muchos y muy interesantes en el foro y poblaciones del área metropolitana, donde se congregaban bolos de Ana Curra, Mikel Erentxun y Cock Sparrer, entre otros muchos. Tocó elegir. Y sin duda nos decantamos por volver a ver sobre las tablas a un viejo fetiche, uno de toda la vida, envuelto en mil pieles distintas a lo largo de su trayectoria en la que nos paseado por el rockabilly y el mejor pop con Duncan Dhu, el acid house, funk y música de baile bajo la sombra de Cabaret Pop y la canción de autor en la que parece haber encontrado la estética definitiva; uno de esos nombres que nunca defraudan y, entre usted y yo, sin que salga de aquí, que está muy por encima de la media en cuanto a propuesta y desarrollo en directo. Sí, claro que sí, nos referimos a Diego Vasallo

Arrancaba la gira de presentación del reciente “Caemos como cae un Ángel”, otra colección de siete largas y estupendas canciones, a las cuales deberíamos añadir las que contenía aquel no menos brillante “Las Rutas Desiertas”, editado unas cuantas semanas antes de la pandemia, que ha vivido un obligado letargo hasta la fecha; si a ello le sumamos el hecho que tras unos años donde Diego permanecía recluido, alejado de los directos, hasta recibir de nuevo la llamada, mostrando inusitado interés por pisar los escenarios, y que para esta ocasión ha logrado reclutar una magnifica banda de rock minimalista, compuesta por bajo, batería y guitarra. No lo vamos a negar, la ocasión pintaba maravillosamente. 

A las diez y media aparecieron en escena Andoni Etxebeste, batería, Iñigo Telletxea, bajo, y Fer García, guitarra, hasta ese momento desconocidos para casi todos los presentes, pero a partir de ahí piezas fundamentales en un sonido rockero, repleto de blues, cercano a atmósferas jazzísticas, delicado por momentos, abrasivo por otros, siempre lleno de matices, capaz de beber del sonido de Chicago y de acercarnos a las aguas peligrosas de Nueva Orleans. Por último, ataviado en un traje oscuro, extremadamente delgado, portando una copa de vino y formalmente impecable, el protagonista de la velada, Diego Vasallo, quien sin mediar presentación alguna comenzó a regalarnos los primeros compases de “Mi Historia”, pistoletazo de salida para una hora y media sin concesiones, donde hubo canciones ásperas, rugosas y de tintes existencialistas, abordadas con pericia y decisión, pese a ser el primer bolo de una banda que todavía puede hacer crecer más aún unos temas que son auténticas bombas de relojería, tanto en lo sonoro como en lo lírico. 

El protagonismo de la velada recayó en los citados álbumes, pese a no faltar parada obligatoria en otros como “Baladas para un Autorretrato” del que sonó “Que Todo se Pare”, un corte que Diego confesó no sabría si sería capaz de componerlo ahora a raíz de los acontecimientos, y ya hacia el cierre “La Vida te lleva por Caminos Raros” y “La Vida Mata”, aparecidas en “Los Abismos Cotidianos”, ocupando un lugar especial como los trallazos mayúsculos que son.

Resonaron potentes en la arenosa voz de Vasallo temas como “Caemos como cae un Ángel”, “Aquellas Calles Tuyas”, dedicada con solemnidad a su amigo Rafael Berrio (¡Viva Berrio! Descargaron desde el respetable como ya ocurriera en otros directos de otro buen amigo suyo, Mikel Erentxun), “Cargamento”, con ese inequívoco soniquete, cercano a una locomotora antes de descarrilar que tanto recuerdo al Johnny Cash de “Folsom Prison Blues”, “No me Niegues Nada”, brutal en sí misma, y esa genialidad, que tan bien define lo que es ver al donostiarra en directo, “Esta Noche no se parece a Ninguna”, tocadas con pulso y delicadeza, ante la atenta mirada de una audiencia que solo interrumpía entre tema y tema para aplaudir. 

Noventa minutos que dieron para mucho y que se escaparon en un abrir y cerrar de ojos. Deambulando, quizás hipnotizados entre dilemas y sonidos mágicos ancestrales, atrayentes, repletos de preguntas sin respuesta y de un vaivén vital que nos arrastró como hojas secas al viento. Pura delicadeza añeja es lo que propone un Diego Vasallo que vuelve, decidido a demostrar que su discografía está al alcance de muy pocos, algo que en esta nueva piel, cruda y rockera, mucho nos tememos que también ocurrirá en esta recien estrenada tanda donde los conciertos serán protagonistas. No tengan duda. Un espectáculo a la altura de pocos artistas en este país. Dicho queda.