Guitarricadelafuente: “La Cantera”


Por: Javier Capapé

Quien más quien menos ha oído hablar en estos últimos dos años de Guitarricadelafuente. Quizá no se ha acercado todavía a su música, pero estoy convencido de que tarde o temprano lo hará. Atraído por su nombre artístico, por alguna de sus colaboraciones o por lo más importante, por el candor de una música de personalidad única. Álvaro Lafuente es el nombre que se esconde detrás del artista. Es el joven nacido en Benicassim, pero con familia de origen aragonés, lo que ha creado en él un vínculo especial con esta tierra (de donde es toda su familia) y especialmente con el pequeño pueblo turolense de Cuevas de Cañart, donde pasó todos sus veranos de juventud y que tanto le ha enseñado de esa unión tan íntima con la música que desde pequeño ha mamado en sus calles. Precisamente el título de este álbum, “La Cantera”, es como llamaban los mayores de esa localidad a los jóvenes que eran el futuro del pueblo y que proliferaban durante los veranos: “¡Ahí viene la cantera!”. Como ocurre con este disco, fiel reflejo de las intenciones de un artista que se perfila como alguien único en su atrevido estilo, mezclando en su justa medida tradición y modernidad, y ofreciendo un cóctel explosivo de canciones que van desde el pop hasta la jota o desde Brasil hasta la rumba, sin prescindir de unos deliciosos toques electrónicos.

Raül Refree ha producido desde Barcelona un disco con una atmósfera personalísima. El mismo productor que se encargó de perfilar el inicio de la carrera de Rosalía hace lo propio con el benicense y desvía sus limpias guitarras españolas hacia los postulados de Bon Iver, incluyendo programaciones, distorsiones vocales, bajos que crean colchones donde apoyar su canto y teclados envolventes. “La Cantera” me recuerda mucho al Justin Vernon más experimental que encontrábamos en “22, A Million” o en “i, i”, donde pueden dar color desde un saxo hasta los sintetizadores más selectos. Pero eso sí, una distorsión, un corte brusco o un recitado no restan importancia a la guitarra clásica ni a la personal voz de nuestro protagonista. Porque estos dos elementos, por más adornos que reciban a su alrededor, son la base en la que se sustenta todo. Álvaro Lafuente necesita poco más y la guitarra es aquí el fiel reflejo de su grandeza. Por encima de todo lo demás, que está plenamente a su servicio. Si las canciones se sustentan por sí mismas en la guitarra y la voz tenemos el éxito asegurado. Y eso es lo que nos ofrece Guitarricadelafuente: Pureza y tradición con arreglos de vanguardia, pero sin perder su verdadero sentido, la raíz de la canción.

Hace aproximadamente un año, bajo el abrigo de la discográfica Sony, “Mil y una noches” se nos presentó como el esperado adelanto del debut de Guitarricadelafuente tras múltiples singles autoproducidos. Hemos tenido que esperar demasiado tiempo, que no ha hecho sino incrementar el hype por esta colección de canciones que, lejos de no responder a las expectativas creadas, nos sorprende de la primera a la última nota. Todo está calculado en esta obra. Puede parecer un producto demasiado encorsetado, pero no se engañen, en “La Cantera” se derrocha alma. Nada de impostura. Es el fruto del trabajo bien hecho, sin necesidad de prisas que lo desvirtúen o promociones que lo desmenucen en exceso para dejarnos sin capacidad de sorpresa.

Ahora sabemos, escuchando el álbum al completo, que “Mil y una noches” era su mejor carta de presentación, ya que posee todos los elementos con los que va a jugar Álvaro junto a Refree: melodías cristalinas tamizadas por elementos electrónicos, una voz dulce y cautivadora junto a otros adornos vocales más caprichosos, algo de sampleado, letras costumbristas junto a una pronunciación con un deje inclasificable, que arrastra o vela las sílabas en algunos momentos, y siempre con la guitarra presente, aunque no se incline exclusivamente por la tradición y se deje seducir inexorablemente hacia la modernidad más acusada. El nuevo trovador de este siglo, que tiene tanto de Joaquín Carbonell como de C. Tangana. Eso embalsama esta canción, que en su día pudo descolocar a los que amaban su ya clásico “Guantanamera”, pero que encuentra toda su razón de ser al complementarse con el resto de cortes de “La Cantera”. Seguidamente a este gran tema de apertura suena “Amanita”, que puede retrotraernos a la España de los cincuenta sembrada de campo y feligreses a las puertas de las ermitas rurales. Una canción que parece hecha para entonar durante la siembra o la siega, encarnando el espíritu de la tradición de la que ha bebido el músico desde el pueblo de sus abuelos en su más tierna infancia. Pero no todo son sensaciones que sonsacar a su letra, también hay actitud en la musicalidad de un tema que abre con el aporte justo de un saxo y que da un vuelco a sus formas aparentemente sencillas poniendo un pie en la vanguardia con el uso de sintetizadores o con la entrada de una batería más sucia en la segunda parte. “Antes de que quieras olvidar” se llena de colchones de teclados que dan un aire totalmente atmosférico a un tema que abre la paleta de color de Guitarricadelafuente mucho más allá de las seis cuerdas. Los sintes suenan como órganos de iglesia mientras la voz se tiñe de múltiples efectos vocales en los que a veces cuesta reconocer los timbres de su autor, cerrando con un guiño a Woody Guthrie y su “Jarama Valley” para unir el folk norteamericano con el aragonés. “Flor de caramelo” deja la estructura de la canción de autor tradicional para llevarnos a las formas del jazz con una labor instrumental tan delicada como precisa (especial mención merece el contrabajo de Miguel Ángel Cordero) y un color vocal más cercano al crooner que le sienta como anillo al dedo.

Otra canción anteriormente presentada, “Ya mi mamá me decía”, nos devuelve a ese artista que conocimos grabando sus canciones con su micro del singstar, pero ya vemos en ésta, al escucharla en el contexto del disco, que apuntaba hacia la vanguardia al saturar los graves en la segunda parte de sus estrofas o al recrearse en la jarana contenida con las palmas y los “parará papapás” que visten sus estribillos. Otra canción más que parte de la sencillez para vestirse, con no pocos elementos (que no nos engañe una primera aproximación), en creaciones de ricas estructuras y matices.

Del juego interlúdico de “Redondico (como los albaricoques)” al otro divertimento que puede ser “La Filipina”, tal como podemos entender esta canción que revitaliza las estructuras de la jota (e incluso algunas de sus letras más conocidas) y las acerca a todo el mundo. Ésta es la reivindicación de la tradición mejor entendida en estos tiempos que corren. Da igual si es Rosalía con el flamenco que Vetusta Morla con la copla y el fandango o ahora Guitarricadelafuente con la jota. Se trata de volver la mirada a nuestro pasado y hacerlo nuevo. No renegar de lo antiguo, sino más bien vestirlo de modernidad sin ningún pudor, porque eso es la canción pop, la canción que entiende el pueblo y que pasa de boca en boca y de verbena en verbena.

Al trote nos llega ese “Caballito” antes de desembocar en un “Rebozo” que deja una vez más de lado la guitarra para crear atmósferas desde los sintetizadores y el tratamiento de voz, nuevamente muy influido por el autotune y los ritmos más urbanos, que volverán a aparecer en “Quien encendió la luz”, donde Álvaro rapea más que canta, pero en la que encaja igualmente su querencia por la tradición en forma de rumba y mezcla balcánica. Antes de ésta hay tiempo para el recitado de “El Mochuelo”, extraído de “El Camino” de Miguel Delibes, como queriendo poner de frente la pureza de lo rural y las oportunidades que también nos abre frente al predominio urbanita. La delicada “Vidalita del Mar” se nos presenta sin efectos. Es la esencia de la interpretación en estado puro en una canción que rinde homenaje al tema “Me gustaría darte el mar” de Joaquín Carbonell y que se ha convertido en una de las favoritas de su público desde su presentación también como adelanto el pasado mes de febrero. “La Algarabía” utiliza la bandurria como adorno de otra canción agarrada a los años de posguerra, trazando cierta conexión con la excepcional “De Purísima y Oro” de Sabina, además de contar con la colaboración en los coros de Tanxugueiras, como queriendo unir la querencia castellana con la gallega.

Una segunda parte del disco quizá más directa que la primera, con menos adornos y más cuerdas. Más orgánica, que desemboca en “A carta Cabal”. Un cierre de épica contenida. Aquí solo están los sintetizadores de Raül Refree para acompañar la voz de Álvaro y conmovernos en esa especie de recuerdo imaginado que forme el mejor desenlace para la historia recorrida por este músico lleno de talento, como “una película montada a carta cabal”. Hay todo un universo rondando por esta canción casi ambient, como abriendo los caminos de este músico al que todavía le queda tanto por recorrer, pero dando ejemplo también de tener muy claro lo que nos quiere ofrecer.

“La Cantera” es por todo esto un debut excelente, arriesgado, diferente. Que ha sabido encontrar el punto exacto entre la recuperación de nuestra raíz y nuestro pasado con las oportunidades que nos brinda la revolución e innovación futura a todos los niveles, en la música y en las costumbres. Porque no sólo es música lo que sale de las intenciones de este artista, es también el deseo de búsqueda de un mayor contacto entre generaciones y un mejor entendimiento social. Yo me creo a Guitarricadelafuente. Lo suyo no es un producto. Es presente y futuro. Y va a dar mucho que hablar.