Mejores libros musicales 2025


Si en días pasados hemos publicado las listas pertenecientes a los mejor discos, tanto nacionales como internacionales, de este 2025, resultantes de las votaciones de nuestros redactores, hemos querido hacer lo propio con los libros de temática musical que han sido editados durante estos 365 días.

La decisión responde sobre todo al auge, tanto en cantidad como en calidad, de un formato que cada vez alcanza mayor trascendencia en el panorama y que como tal, adquiere mayor presencia en nuestras publicaciones diarias. Por todo ello, y de nuevo como consecuencia de lo señalado por las votaciones efectuadas entre las personas que formamos El Giradiscos, hemos seleccionado los que en nuestra opinión han sido los diez mejores libros musicales que este 2025 nos ha dejado. 


1- Warren Zanes: “Deliver me from nowhere: La historia y creación de Nebraska de Bruce Springsteen” 

La publicación de la obra de Warren Zanes, entre otras virtudes autor de la biografía de Tom Petty y componente de la banda The Del Fuegos, sobre el icónico disco de Springsteen, inspiración también para la película de la misma temática estrenada también este mismo año, no solo ha supuesto volver a poner en valor el desgarrado sentimiento de aquel álbum, sino que ha escenificado en papel una completa inmersión en su proceso de gestación. Tomando la palabra a los múltiples actores que rodearon a dicho alumbramiento y a otros cuantos rendidos admiradores de su resultado, estamos en realidad ante una emocionante historia respecto a la capacidad de un hombre para convertir sus fantasmas en unos de los episodios más desgarradoramente bellos del rock. 



2.- Diego A. Manrique: “El mejor oficio del mundo”

Es precisamente en tiempos de precariedad y de retroceso cultural, cuando toma mayor vigencia la reivindicación de la figura del periodista musical, un perfil que ha encarnado a lo largo de varias décadas con tesón y talento, Diego Manrique. Es precisamente su condición de referente, al mismo tiempo que un verbo de afilado costumbrismo amasado con un prolijo conocimiento, el que otorga incluso más valor a un libro que se puede leer, sin serlo en puridad, como una biografía o un resumen curricular, pero que frente a cualquier otra cosa es una carta de amor a la profesión pero sobre todo a la música como motor vital.



3.- Patti Smith: “Pan de ángeles” 

No siempre es fácil, más bien lo contrario, convertir una biografía en una obra con, al margen de su interés académico, valor artístico propio. Un logro alcanzado con absoluta solvencia con esta narración en primera persona oficiada por Patti Smith, repleta de bellas imágenes y de un contenido poético que sin embargo no impide la traslación de episodios cotidianos y creativos. La genial compositora demuestra que lo suyo no es solo la escritura de canciones, sino que su verbo narrativo es igualmente sublime, capaz de retratar su vida al mismo tiempo que tejiendo todo un paisaje lírico imponente.


4.- Peter Ames Carlin: “Estre grupo se llama REM” 

No es una nueva recopilación de los importantes hitos de la historia de la banda más relevante de Athens y una de las más influyentes de Norteamérica. En “Este grupo se llama R.E.M.” Peter Ames Carlin narra, de una forma muy cercana a la novela, los sentimientos que movieron a estos cuatro genios de Georgia a reescribir la historia de la música de las dos últimas décadas del siglo XX. Nos sumerge en sus sueños y aspiraciones, en sus aciertos y tropiezos (muy escasos, por cierto) y en su honesta filosofía de vida que les hizo tomar algunas de las decisiones más atrevidas de la industria hasta saber decir basta en el momento preciso. Al terminar de leer estas páginas nos quedará la sensación de conocer un poco mejor a estos cuatro individuos que formaron uno de los grupos más interesantes de la historia reciente de la música. De conocerlos más bien como personas de carne y hueso, no sólo como esos talentosos y disciplinados artistas con los que llegamos a tocar el cielo con los dedos. 



5.- Jim Morrison: “Obra reunida” 

Convertido en figura icónica, quien fuera líder de la banda de The Doors, gracias a su música pero también a una arrebatadora personalidad, este extensa pero imprescindible obra se centra en el legado artístico, a veces obviada entre mística y mitomanía, que "donó" Jim Morrison. Más allá del ámbito musical, estas páginas ejercen de profusa recolección de todos los espacios que abordó su alma creativa, por supuesto sonoros pero también poéticos o cinematográficos. Un completo y complejo memorándum con destino al conocimiento de los registros del artista pero también a la revelación de su intimidad.

 
6.- Carlos H. Vazquez: “Cómo perdimos Madrid. Gabinete Caligari” 

El mejor grupo de rock en castellano y uno de los grandes nombres de nuestro periodismo cultural. ¿Qué podría salir mal? Efectivamente, nada. Hace ya tiempo que Gabinete Caligari no existe, pero el público no parece dispuesto a olvidar su historia y menos con trabajos tan entretenidos y ajustados como este. Hay canciones, coherencia y contexto; también un repaso ajustado a su trayectoria repleto de chulería, cultura y calle. El reflejo de una época y un país que se bebía de un trago el blanco y negro para dar paso a nuevas tonalidades. Un salto al color donde sobresalieron tres madrileños cuyas eternas canciones se mantienen en lo alto del cartel en la memoria del buen aficionado. Y para celebrarlo, una “caña de Mahou y una de rabo de toro”. Eso sí, con decoro. 



7.- Pablo Ferrer Torres: “Kraftwerk: La máquina humana.” 

Qué necesario era tener un libro en nuestro idioma que recogiera la historia de esta fundamental banda alemana. Vinculados inicialmente a la corriente del krautrock, Kraftwerk supieron evolucionar hacia una propuesta personal, siempre bajo el prisma de la obsesiva búsqueda de un sonido vanguardista en su laboratorio sonoro (“Kling Klang”), trabajando las texturas como artesanos en un proceso minucioso bajo el que alumbraron obras mayúsculas de la música contemporánea europea como “Autobahn” (1974), “Radio-Aktivitat” (1975) y “Trans Europa Express” (1977), donde fusionaron una forma única de hacer música con trabajos conceptuales perfectamente desarrollados. A lo largo de estas páginas se cuenta a la perfección la andadura de la que muy probablemente sea la banda más personal y de mayor influencia de la música continental europea, unos buscadores incansables que nos legaron para siempre el latido industrial alemán. Desde Düsseldorf para el mundo, aunque muchos todavía no se hayan enterado, ellos nos regalaron el verdadero sonido de la vieja Europa sin aditivos anglos. Ahora que el continente ha caído fruto de la globalización capitalista, conviene recordar a uno de los últimos mitos culturales de la música occidental. 



8.- Miqui Puig: “Yo no quería ser Miqui Puig” 

Él no quería ser Miqui Puig, pero ante la imposibilidad de poder ser otros, decidió aceptar el encargo con todas las consecuencias. En este relato escrito en primerísima persona aparecen sus diversas caras, la pública y privada, el genio rompepistas y el hombre acomplejado; el bufón de la corte y el animal enjaulado, asustadizo y maltratado. El compositor y cantante de éxito junto al héroe alternativo y autogestionario que amamos todos aquellos que hemos tenido la oportunidad de ver su sonrisa de niño pícaro y el brillo de sus ojos en conversaciones de pura melomanía. Su historia es en parte la nuestra, por eso era imposible no incluirlo entre lo mejor del año. Y para celebrarlo que suene por todo lo alto un hit llamado “Cadera de Mimbre, La leyenda”. 



9.- Eduardo Izquierdo: “From Elvis in Memphis. La última gran evasión de Elvis” 

Crítico, también ocasionalmente músico, y sobre todo erudito musical, Edu Izquierdo visita de nuevo los salones artísticos de Elvis Presley en este caso para focalizar su mirada en un punto muy concreto y significativo, aquel que devolvió a la vida al "Rey" y demostró que su calidad seguía intacta años después de su éxito. Estamos ante una fascinante cronología de todo aquel proceso de resurrección pero igualmente de la fotografía de todos los entramados que a punto estuvieron de apagar de forma anticipada la leyenda de este gran intérprete. Conocer esos detalles, expuestos aquí de forma magnífica, supone también humanizar el mito, lo que todavía le convierte en más digno de admiración.



10.- Ian Gittins: “The Cure: Un sueño perfecto”

Querido lector, reserve un día concreto aislado del mundanal ruido para sumergirse en esta aventura de extrarradio londinense donde los sueños y las pesadillas se funden para dar como resultado una trayectoria tan sobresaliente como sinuosa. Desde la prehistoria de The Cure hasta antes de ayer, asistiremos a la formación y ascensión de la banda de rock gótico más grande de todos los tiempos, a su posterior “Disintegration”; sin dejar de lado la travesía del desierto de comienzo del siglo XXI desembarcando en su última y exitosa obra discográfica, donde han demostrado que su grandeza sigue vigente. Todo ello arropado por un desarrollo milimétrico lleno de detalles históricos, broncas y reconciliaciones, regados por todos los excesos típicos del rock amplificados hasta el extremo. En definitiva, otra obra más disfrutable de principio a fin, que además cuenta con una cuidada edición, aportando una serie de fotografías que harán las delicias del más pintado, algo que en la editorial Blume suele ser marca de fábrica.

Santiago Auserón: “Nerantzi”


Por: Kepa Arbizu. 

Cualquier músico que pone al servicio de la curiosidad y el riesgo su creatividad, sabe que el aprendizaje es un proceso eternamente en construcción y que las enseñanzas pueden surgir en el territorio menos esperado. La predisposición a abrazar nuevos rumbos y la indagación como brújula completan la ecuación de todo aventurero sonoro, definición perfectamente asumible por un Santiago Auserón que ha desplegado sus rutas rítmicas por igual bajo su propio nombre, integrado en Radio Futura o parapetado tras el pseudónimo de Juan Perro, escenificando la providencia de poder ser uno y trino. Asumiendo su ser artístico como una multiplicidad de identidades que escoge abdicar de cualquier limitación geográfica inspiracional, sus encomiables ejercicios de retroalimentación entre el acervo anglosajón y el latino, toman ahora continuidad con un libro de bitácoras que señala hacia la cultura griega, cuna de la civilización occidental y ahora, en manos del compositor zaragozano, alimento para la imaginación en pleno siglo XXI.

Lejos de artificiales escorzos por aparentar una naturaleza mestiza o de mercantiles apropiaciones, el oficio de este músico se define, por encima de cualquier otro valor, desde el acercamiento pasional y versado a modalidades musicales ajenas, si es que en realidad existe algún son o armonía que no se haya cruzado, en algún instante de la historia, con aquellas representaciones que consideramos parte de nuestra tradición, cultural o adquirida. Quien quiera traducir, de manera apriorística, el nuevo viraje del autor como un signo pintoresco o impostado, convendría saber que ya en su ensayo, “Arte sonora”, adaptación ampliada de su tesis doctoral, mostraba un profundo interés por las relaciones entre la palabra, los ritmos y la cultura helena, una atracción que si en dicha obra depositó en negro sobre blanco, ahora, con la publicación de “Nerantzi”, traslada al pentagrama. 

Si toda convención viajera recomienda adentrarse en suelo inhóspito junto a buenos conocedores del terreno, Auserón ha tomado esa misma determinación a la hora de confeccionar su actual trabajo, en el que se ha acompañado, y con los que colabora activamente, del buzukista Vaggelis Tzeretasy y del cantante y guitarrista Theodoros Karellas, conformando así este, de momento puntual, trío que, por medio de la adaptación de temas populares o de realizados ex profeso, orbita entorno a la escena del rebético Una modalidad surgida a mediados del siglo XIX en los bajos fondos de diversas ciudades costeras griegas y que ejercía de canto expresado por el lamento de desclasados asidos al lenguaje musical como única manera de plasmar -y a su manera exorcizar- sus duelos. Rasgos que en realidad sintetizan casi cualquier manifestación de la música popular, llámese blues, fado, tango, country o soul, porque todas ellas tienen muchos más elementos en común que esa supuesta distancia insalvable vertida por el idioma.

A modo de prestidigitador, el otrora insigne habitante de la movida madrileña, decide dejar sin argumentos a la supuesta falta de comunicación entre tradiciones de coordenadas distantes, trasladando al castellano canciones escritas originalmente en griego. Un esfuerzo lírico que tiene su recompensa al entablar un fluido y natural diálogo con dichos ritmos, convirtiendo a su intérprete en un trovador, si es que alguna vez no ha sido ésa su condición prioritaria, de pastoral verbo y metafísica sustancia, porque solo el maledicente paso de la historia, y sus intereses particulares, ha transformado a juglares y otros ociosos individuos en sinónimo de precariedad artística, una ecuación que Auserón no solo revierte, sino que consigue convertir nuestros hipermodernos reproductores en altavoces de aquellos individuos que, excluidos del vaivén comercial de la Ágora, adaptan su melancolía a ilustres poemas musicados.

Descubrir la traducción del título de este disco, que no es otra que la referencia al olor y sabor del fruto del naranjo amargo, significa revelar su clima emocional, pero también resulta un claro aviso de la capacidad simbólica que le será adjudicado al entorno natural. Elementos que tomarán diversas vidas gracias, entre otras cosas, a la alternancia en la dicción asumida por la voz de Santiago Auserón, timón del espacio emocional al que se dirige cada tema. Una ecuación que transforma el enunciado narrativo de la “Batalla por la vida” en subrayado de su ejemplar calado lírico o el sigilo con que avanza la “lorquiana” “Fedra” en sinónimo de la imposición de una saudade amorosa que parece implantada por la contemplación del horizonte suspendido en el Mar Egeo, y es que los océanos podrán tener diferentes nombres y colores su agua, pero todos sobrecogen con su amenazante serenidad.

Lejos de representar un inerte afiche o una postal manoseada de los ritmos mediterráneos, este trabajo se siente absolutamente vivo y dinámico, construyéndose alrededor de armonías que pueden pertenecer al imaginario colectivo, como ese paso de sirtaki sobre el que zigzaguea un solo de buzuki en “El desdén”, pero también ilustrándose gracias a ese tono lloroso y patibulario originado en el consuelo de vaciar botellas, haciendo de “Marea de alcohol" el resultado firmado por un Tom Waits heleno. Una extensión del acervo afroamericano del que parece embebido también el “El color del alma “, que destila tinta de blues arabesco en su internacionalismo doliente, y que contrasta con la delicadeza y elegancia propia de la bossa nova inducida a tejer un lenguaje existencialista en “La espera”. Extrarradios del culmen de la lastimada belleza que irradia la colaboración junto a Anni B Sweet, que cede su voz a la estremecedora “Alborada en tono menor”, preludio del recatado final encarnado por “Naranjo amargo“, única composición original de Auserón y al mismo tiempo traslación del universo habitado por el álbum. A medio camino entre lo onírico y terrenal, el pecado y la salvación, su fragancia se extiende para lograr que cuando calle el rapsoda, su voz todavía hechice. 

Solo el tiempo dirá si esta puesta en común entre los tres músicos firmantes de “Nerantzi” es una estación de paso entre ese nomadismo creativo del compositor zaragozano o un domicilio fijo al que recurrir repetidamente. Frente a esa incertidumbre, los logros de este trabajo son incontables y se esparcen en todos los ámbitos, desde el estrictamente musical, donde el absolutamente identificativo acento de su intérprete no solo pervive en su encuentro con la islas riegas, sino que renace con más intensidad, a un tratamiento poético de métrica tradicional que aumenta la faceta trovadoresca que demandan este tipo de canciones. Incluso no es desdeñable su aporte ideológico, siendo de facto una radical enmienda a cualquier alarde etnocentrista o reivindicación de la construcción de muros entre culturas. Estamos ante un perfecto ejemplo de mestizaje que respeta la esencia pero disfruta del aprendizaje mutuo, sabedor de que cada idioma tiene sus propias palabras para reproducir el ruido que hacen los pedazos de un corazón roto al estrellarse en el suelo, pero también de que todos sentimos un común padecimiento al escucharlo.

Mejores discos nacionales 2025


Por: El Giradiscos. 

Como cada año por estas fechas llegan las inevitables listas que tratan de englobar lo que para los distintos medios han sido los mejores discos editados a lo largo de todo este 2025. Desde El Giradiscos, fieles a la tradición que marcamos tiempo atrás, no hemos querido ser menos, por lo que durante las últimas semanas nuestros colaboradores han elaborado sus listas con los que para ellos han sido los trabajos más notables que han visto la luz durante los últimos doce meses, tanto en el ámbito nacional como en el internacional. 

Presentamos a continuación la correspondiente a los veinte mejores álbumes editados por artistas nacionales. Ni qué decir tiene que podrían haber sido muchos más los elegidos, pero finalmente consideramos que ésta era una cifra lo suficientemente representativa, y que se trata de una recopilación elaborada a través del criterio único y personal de nuestros colaboradores habituales, realizada a partir de la escucha de los cientos de discos que llegan a nuestras manos cada semana y a los que, a pesar de no haber sido incluido en ésta clasificación, siempre reconocemos, como demostramos a través del trabajo que realizamos en cada una de las críticas, crónicas y reseñas publicadas en nuestra web a lo largo del año. Estos son los que a nuestro juicio representan los veinte mejores álbumes editados en el ámbito estatal, esperamos que os gusten: 


1.- Ilegales: “Joven y arrogante” 

Nuestro número uno tenía que ser para Ilegales, no podía ser de otra forma. Hace apenas unos días la noticia del fallecimiento de Jorge Martínez nos golpeaba duramente. Sabíamos de su lucha contra un maldito cáncer, el cual obligó a la banda a parar la gira de presentación de “Joven y Arrogante”, pero pocos queríamos pensar en el final de su aventura. Tantas veces le vimos presentarse robusto y hercúleo sobre los escenarios que nos negábamos a pensar que un día pasaría a la eternidad como el mito que era. Su última bala de estudio mostraba otro trabajo fiel al espíritu de la banda, tanto en lo relativo a las letras como en las diversas sonoridades que muestran. Una mirada orgullosa y lúcida a su trayectoria, donde no descuidan la parte más reivindicativa ni el afán combativo, sin olvidar el espíritu hedonista-existencial que siempre ha formado parte del encanto de los asturianos. Ilegales cantaron a la vida y a la muerte en su discografía, jamás volvieron la cara al peligro y aceptaron las reglas del juego, conscientes de sus posibles consecuencias y sin temor a un trágico final que viene siempre  escrito de antemano. Mientras nosotros disfrutábamos de la calidad de sus directos, ellos legaron silenciosamente un manual de vivencias y enseñanzas, firmado por las peculiares historias que escribía bajo su sin par mirada Jorge. Todavía hoy las lágrimas nos empañan la mirada qué duda cabe, sin embargo, no son capaces de hacernos olvidar el legado de Ilegales. La eterna nobleza punk de Jorge Martínez sacudió nuestras conciencias un día sin preaviso. Tras conocerle nada volvió a ser igual. Sabemos que ahora sin él, tampoco. Quedan sus canciones y sus declaraciones. Una fuerza indómita y una energía que no acabará por extinguirse. Último resorte de la nobleza asturiana y un personaje digno de otro tiempo. Jorge Martínez, siempre serás un número uno.


 


2.- Quique González: “1973” 

El rockero madrileño no solo ha logrado “sobrevivir con lo que lleva dentro” a la grabación tan accidentada de este disco, “1973”, sino que gracias a su perseverancia lo ha conducido a los puestos más altos. Este disco es un homenaje a los músicos vocacionales que confían ciegamente en los compañeros de banda. La participación del ingeniero Mark Howard resultó fallida, y Edu Olmedo, Jacob Reguilón, Raúl Bernal, Javier Pedreira, y sobre todo, Toni Brunet, que además es el productor, decidieron salvar las formidables canciones de Quique, que asume y abraza a todos los “quiques” anteriores. Este disco es un compendio de sus cualidades. Las “canciones de manivela” y las canciones majestuosas se van relevando en un disco que no quieres que termine de sonar.


 


3.- Rosalía: “Lux” 

Cuando el ruido mediático desaparece, y uno escucha con recogimiento el largo disco de la catalana empiezan a brillar las canciones más insospechadas de la lista. “Mio Cristo Piange Diamanti” y “Memória”, en italiano y portugués respectivamente y “Magnolias”. Las canciones luminosas son aquellas que no sufren el peso añadido de la sobreproducción. Aquellas en las que la voz, divina, eso es indiscutible, de Rosalía suena con una pureza sobrenatural. Rosalía ha construido una torre de Babel musical que permanecerá en pie mucho tiempo. Las escasas canciones más grandilocuentes se hacen pequeñas con el paso de las escuchas y aquellas que no sufren un exceso de arreglos crecen hasta hacerse gigantescas.


 


4.- Grande Amore: “III” 

Vaya caramelito nos han puesto en la boca Grande Amore con su tercera referencia, “III”. Once trallazos tan acelerados como desesperados donde entre sonoridades que van del puro ruidismo a la electrónica, con parada obligatoria en el punk de vertiente más oscura, se funden en un profundo crisol poliédrico; todo ello argamasado por unas letras afiladas al extremo capaces de retumbar en la cabeza como gritos desesperados en la habitación más sórdida del manicomio en que hemos convertido nuestro mundo en el siglo XXI. Canciones abrasivas y golpes de realidad que retumban en tu cabeza para escaparse. Paso a paso, disco a disco, los gallegos están creando algo muy potente. No esperes a que te lo cuenten, descúbrelo por ti mismo. 


 


5.- Rufus T. Firefly: “Todas las cosas buenas” 

¿Es éste el disco más luminoso de la banda de Aranjuez? No es fácil responder a esta pregunta cuando hablamos de un grupo que ha sabido absorber mejor que nadie el espíritu psicodélico de los setenta, pero cierto es que con “Todas las cosas buenas” vuelven su mirada hacia el pop de los ochenta viniendo a nuestras mentes imágenes de Cure o los Smiths. Todo ello conecta con su afán de exploración y su pasión por seguir colmatando de grandes experiencias a sus oyentes, desde la más conciliadora y contenida “Canción de Paz” a la más experimental “Lumbre”, sin olvidarse de recalar en pasajes tan preclaros y adictivos como “El coro del amanecer”, “Camina a través del fuego” o el perfecto ejemplo de su concepción de single representado en “La Plaza”.


 


6.- Los Estanques y el Canijo de Jerez: “Lágrimas de Plomo Fundido” 

Bajo el lírico e impetuoso título de este disco se esconde la no menos heterodoxa mezcla entre Iñigo Bregel y los suyos y quien fuera integrantes de Los Delinqüentes . Ácratas musicales que, como no podía ser menos, sacuden y expanden las fronteras del rock andaluz con ingenio, ironía y no escasos de lengua afilada. De Las Grecas a Triana pasando por el rock progresivo o DMBK son solo algunas coordenadas por las que discurre este fascinante trabajo.


  


7.- Shego: “No lo volveré a hacer” 

Cuando el trío femenino publicó “No lo volveré hacer” a principios de año y escuchamos los aullidos de libertad que contenía, supimos en ese preciso instante que su impacto se prolongaría hasta el final del año, el momento de hacer recuento de lo mejor del curso. La culpa la tiene esta colección de confesiones de la vida íntima femenina, aunque expresadas a voz en grito. En sus canciones las chicas mean, gritan, follan, y tiran el café sobre aquellos que les prescriben lo que se supone que tienen que hacer y decir. Las armonías vocales que realizan en este disco junto a la fuerza rítmica de sus temas justifica que confiemos en ellas el futuro del punk.


 


8.- Vera Fauna: “Dime dónde estamos” 

Desde fuera da la sensación que Vera Fauna ha podido conseguir con “Dime Dónde Estamos” una nueva cumbre en su ya dilatada trayectoria; estamos ante un excepcional trabajo donde han puesto alma y corazón al servicio de unas canciones repletas de sentimiento y rabia bien entendida; lo mismo cantan contra los males del funesto capitalismo que abogan por el amor más romántico y puro, dando como resultado un conjunto de canciones que se clavan como mil puñales impregnados de dulce veneno, de aquel que invita a darle al play una y otra vez. Ojalá con éste trabajo consigan llegar a un espectro de público más amplio, algo que bien merece la propuesta de estos talentosos sevillanos. 


 


9.- LaMODA: “San Felices” 

Las canciones de La M.O.D.A. son cálidas como el calor de hogar y reconfortan tanto como el más sentido de los abrazos. Esta nueva colección nos muestra a los burgaleses mirando bien dentro, quizás a lo más profundo de su alma y corazón, sonando tan sencillos como sinceros, sin por ello renunciar a pequeños amagos de experimentación y evolución. Trece nuevas canciones con las superan con el holgura el notable, robándonos de paso una sonrisa llena de empatía y camaradería.


 


10.- Jodie Cash: “My Senses” 

Con su nuevo álbum, la catalana Jodie Cash ha marcado su giro hacia el country, combinando canciones propias con composiciones de su madre, en unas melodías inspiradas en el sonido Nashville. Para ello, la cantante se ha reinventado para desplegar una voz prodigiosa, apoyándose por su banda liderada por Toni Espelta. Temas como “Sunday Morning”, “Farru” o “Eternity” muestran esa nueva sensibilidad y conexión personal con la música de una artista que se ha consolidado, regalándonos uno de los mejores trabajos del año, imprescindible para los amantes del country y el rock clásico.


 


11.- Corcobado: “Solitud y Soledad” 

Javier Corcobado está de celebración, ya que no se cumplen cuarenta años haciendo música todo los días. Y no podía hacerlo de mejor forma. Disco doble y una gira que sus fieles esperaban como agua de mayo. Su nueva carta en la manga, “Solitud y Soledad”, contiene dos caras bien diferenciada con las que busca trazar una línea temporal que festeja el presente y rescata el pasado. Hay música tradicional junto a ruidismo, tradición y vanguardia. Textos afinados y viscerales, marca de la casa por otra parte. Corcobado demuestra una vez más su grandez, se viste de punk y crooner con un mismo traje que le sienta como anillo al dedo. Corcobado solo hay uno, está de vuelta y nos pertenece.


 


12.- Lorena Álvarez: “El poder sobre una misma” 

Puede que éste sea uno de los discos más sorprendentes de este año, y por muchas y variadas razones. La principal, según el contexto y lugar en el que fue concebido y desarrollado, la pátina de sinceridad y de pecho abierto que su autora ha conseguido darle a la casi totalidad de temas incluidos. Para ello, invoca el delicado y bello acervo popular que ejerce de vestimenta para múltiples mundos interiores salpicados de algún fantasma.


 


13.- Depresión Sonora “Los perros no entienden Internet (...y yo no entiendo de sentimientos)” 

La nueva referencia que ha facturado Depresión Sonora derrocha una extraña belleza repleta de espinas que en pocos segundos se convierten en un torbellino incontenible que arrastra desde la primera nota, golpeando con su certera mezcla de crudeza y crepuscular armonía, solo apta para todos aquellos que nos sentimos como perros abandonados ante la insensibilidad de la gran ciudad. Doce canciones incontestables que suenan a himnos de extrarradio y callejones sin salida, asfixiantes y dulces en esta declaración de males comunes convertidas en post-punk oscuro.


 


14.- Carlos Ares: “La boca del lobo” 

Atrayente, inquietante y genuino. Así es “La Boca del Lobo”, la consagración de un artista y productor de gran personalidad como el gallego Carlos Ares. Estas canciones no conocen límites y nos invitan a integrarnos en un paraje que se encuentra entre la tradición y la modernidad transgresora. Donde nada suena impostado y todo obedece a un plan: el de entender el origen como la raíz que nos permite transitar desde el riff campestre de su canción titular al neo folk provocador de “Importante”, sin olvidarnos de pasar por esa concepción acústica del rock reflejada en “Páramo” o “Un beso de sol”, donde respiramos los aromas de ese paisaje que tan bien logra transmitirnos Ares. Un disco atrevido e innovador de un artista que ha sabido salir airoso de la norma.


 


15.- Bunbury: “Cuentas pendientes” 

El aragonés errante firmó en la primavera pasada uno de sus discos más puros y honestos. Enraizado en la tradición latinoamericana y cercano a la esencia del cantor, Bunbury se nutre de los géneros de raíz para regalarnos un disco que es a la vez un ejercicio confesional y maduro con el que además tomó la decisión de devolverle la vida al Huracán Ambulante y ofrecernos una gira que combinó nostalgia y novedad sin dejar de explorar y poner el foco en el futuro. Desde “Para llegar hasta aquí” a “Las chingadas ganas de llorar” o “Serpiente”, el álbum se mueve con gran soltura en los códigos de la tradición latina como el gran explorador incansable que siempre ha sido este artista.


 


16.- Repion: “201” 

Pulso, garra y armonía. Las coordenadas en las que se mueve el dúo cántabro que se consolida con este “201”. Un disco tan urgente como atrevido, pegado a nuestra realidad y cercano a las inquietudes de un público sumido en la vorágine del tiempo presente que, sin duda, se verá interpelado por textos como los de “Otro día será” o “Cerrar los ojos” y que encontrará esa vía de escape tan necesaria en la contundencia de “X” o la delicadeza de “Atocha”. “201” es un viaje, pero también funciona como remanso, como ese que tomamos al coger la salida de la autovía que nos lleva hasta casa.


 


17.- Medalla: “Música máquina” 

La cada vez más presente influencia del metal, lo que se traslada a que a referencias como Lagartija Nick o My Bloody Valentine se unan las de Sunn O))), en la guía musical de esta banda, se ha manifestado en paralelo a un incremento del enfurecimiento de su propuesta. Guitarras diseñadas bajo una fiera distorsión o cuerdas vocales rugientes son parte de un disco que en tiempos de silencio cómplices, su crudeza no deja de ser un reclamo de acción urgente.


 


18.- La Plata: “Interzona” 

La tantas veces en el pasado denostada alianza entre guitarras y sintetizadores, en el caso de esta banda es una convivencia lógica, natural y de un magnífico resultado. Elementos que les hacen herederos de Beach House, Joy División pero también del techno más irredento. Constantes llamadas a ser desplegadas sobre una pista de baile en la que danza un solo individuo, en sombra, meditativo.


 


19.- Soleá Morente: “Sirio B” 

No estamos solo ante la representante de una estirpe ilustre, sino, sobre todo, ante una creadora extraordinaria, capaz de aunar la raíz tradicional flamenca con sonidos anglosajones. Una fusión, en el mejor sentido de la palabra, codirigida en su nuevo trabajo por Guille Milkyway (La Casa Azul), lo que todavía revierte en un catálogo de rico colorido. Tan cerca de la rumba clásica, de la escena del Caño Roto como del contenido melódico de CRAG o de texturas contemporáneas, el resultado es un precioso trabajo que vibra entre el cante jondo y el exquisito pop.


 


20.- Pablo Und Destruktion: “Te quiere todo el mundo” 

Pablo Und Destruktion es mucho más que un cantautor electrificado de largo recorrido. No dudaremos en afirmar que actualmente pasa por ser el mejor de nuestros francotiradores, apuntando sin temor con su fusil de seis cuerdas a una sociedad plagada de postureo y peligrosa corrección política, donde su mensaje se torna más necesario que nunca para encontrar las esperanza. Frente a los lobos con piel de cordero, el asturiano vuelve a hablar claro de otros futuros posibles, apostando por viejos valores que ayuden a hacer del mundo un lugar más habitable y amable. Utópico, visceral y repleto de fe, desde lo más profundo de la “tierrina” difunde su palabra el último asceta de nuestro rock, el heredero al trono del Principado por terribles circunstancias del trono astur, dejado vacante recientemente por su amigo Jorge Martínez. ¡El rey ha muerto, viva el nuevo rey!


Eduardo Izquierdo: “From Elvis in Memphis, la última gran evasión de Elvis”


Por: Javier González. 

De fantástica debemos calificar la obra que semanas atrás nos hacían llegar los compañeros de la editorial Efe Eme. En este caso se trata de “From Elvis in Memphis, la última gran evasión de Elvis”, un retrato milimétrico que recoge todo lo relativo al mítico disco con el que el único rey al que reconocemos en esta casa reclamó su trono, legando para uno de los mejores álbumes no solo de su trayectoria sino de la historia de la música, suponiendo muy probablemente el culmen de la carrera de este mito inmortal. 

Sinceramente, poco se puede añadir a la reseña del libro que no quede reflejado en las maravillosas páginas firmadas por Eduardo Izquierdo, erudito acerca de la figura y obra de Elvis que se luce magistralmente a la hora de elaborarlo, pues aquí repasa con sumo acierto desde la génesis del proyecto, mostrando con meticulosidad dónde se encontraba la carrera del artista de Tupelo en aquel preciso instante, filmando películas sin apenas valor artístico y en un descenso de popularidad evidente, fruto de la tiranía comercial impuesta por el siempre despreciable Coronel Parker, hasta los diversos acontecimientos que posibilitaron la gestación del mismo, con un Elvis tomando la iniciativa de ciertas decisiones, así como la aparición de nombres clave en el resultado final del mismo, tal es el caso de Chips Moman, cuya sabía dirección guiaron elevaron la calidad del álbum a unas cotas que sin su presencia quizás no hubiera alcanzado. 

Pero más allá de la colección de nombres y datos, afinados al máximo, que a buen seguro harán las delicias de los fans del rey, personalmente destacaría la capacidad que ha tenido Eduardo Izquierdo para pergeñar un libro que por momentos posee la capacidad de hacernos sentir testigos directos de un instante único. Es inevitable sentir cómo te embarga la emoción cuando se abordan ciertos pasajes con todo lujo de detalles; por ejemplo el intenso relato de las las primeras sesiones de grabación, donde la sombra de la duda acechaba y un Elvis griposo sacó los mejor de su repertorio para mostrar su calidad como intérprete, presentándose también ante los músicos de sesión como alguien cercano y para nada altivo, demostrando la grandeza de su talento y talante, así como una innegable capacidad de trabajo puesto que dichas tandas duraban horas y horas, dando un golpe en la mesa para demostrar que no solo era un inmenso cantante, sino también un currela del rock y un tipo que encarnaba la cercanía en el trato como virtud, descubriéndose en digno representante de los valores del sur americano tan denostados en tantas ocasiones, al cual representaba a las mil maravillas en su trato.

No podía faltar tampoco un sesudo desarrollo de la grabación e historia de las canciones que finalmente dieron forma a tan enorme obra, ni mucho menos la colección de curiosos descartes que quedaron fuera de la edición original de “From Elvis in Memphis”, destacando los flagrantes casos de “Suspicious Minds” y “Kentucky rain”, temas que sí han visto la luz en reediciones posteriores del mismo, una cuestión que todavía hoy resulta poco entendible, pero que habla de la categoría del álbum, capaz de mantenerse por sí mismo, pese a la ausencia de los citados hits que por sí mismos ya hubieran elevado cualquier disco a la categoría de trabajo maestro.

“From Elvis in Memphis. La última gran evasión de Elvis” es un libro que emociona de principio a fin. No solo es el reflejo sobre la gestación de un disco mítico, también es la constatación de la resurrección artística del mito. Tras un sinfín de traspiés y bastantes años vagando errático bajo la sombra del maldito Coronel Parker, Elvis demuestra al mundo que su talento y voz tan solo habían permanecían ocultos, secuestrados y subordinados ante la insaciable maquinaria capitalista de su representante. Elvis destapaba el tarro de las esencias para dejar claro que su aura, pose y gestualidad seguían vigentes. Resucitó cual ave fénix de sus cenizas, para hacer suyo aquel lema que dice: solo los fuertes sobreviven. En su caso el premio trascendió a la vida. La eternidad es un Olimpo donde solo habitan los más grandes. Y Elvis sigue siendo hoy día el único y genuino Rey.

Mejores discos internacionales 2025


Por: El Giradiscos.

Como cada año por estas fechas llegan las inevitables listas que tratan de englobar lo que para los distintos medios han sido los mejores discos editados a lo largo de todo este 2025. Desde El Giradiscos, fieles a la tradición que marcamos tiempo atrás, no hemos querido ser menos, por lo que durante las últimas semanas nuestros colaboradores han elaborado sus listas con los que para ellos han sido los trabajos más notables que han visto la luz durante los últimos doce meses, tanto en el ámbito nacional como en el internacional. 


Presentamos a continuación la correspondiente a los veinte mejores álbumes editados por artistas internacionales. Ni qué decir tiene que podrían haber sido muchos más los elegidos, pero finalmente consideramos que ésta era una cifra lo suficientemente representativa, y que se trata de una recopilación elaborada a través del criterio único y personal de nuestros colaboradores habituales, realizada a partir de la escucha de los cientos de discos que llegan a nuestras manos cada semana y a los que, a pesar de no haber sido incluido en ésta clasificación, siempre reconocemos, como demostramos a través del trabajo que realizamos en cada una de las críticas, crónicas y reseñas publicadas en nuestra web a lo largo del año. Estos son los que a nuestro juicio representan los veinte mejores álbumes editados en el ámbito internacional, esperamos que os gusten: 


1.- Suede: “Antidepressants” 

Madre mía, menudo discazo se han sacado Suede, y eso que la última referencia, "Autofiction", ya era potente. Posiblemente este nuevo sea su mejor disco desde su época dorada de los 90 con sus tres primeros trabajos. Con este "Antidepressants" han demostrado tener inspiración, espontaneidad, energía y fuerza, logrando un disco genuino, nada repetitivo ni previsible, que se adentra en el post-rock a través de guitarras afiladas, una sección rítmica poderosa y la voz vibrante de Brett Anderson. Letales. 


 


2.- Van Morrison: “Remembering Now" 

Podíamos esperar un disco nuevo del León de Belfast para este 2025; de hecho, nos tiene mal acostumbrados a sacar prácticamente un disco por año. Pero, ¿podíamos esperar que el nuevo trabajo fuera tan bueno? Inspirado especialmente, el disco nos trae el mejor soul celta del irlandés, con una sección de vientos impecable, ritmos hipnóticos y pasión en cada nota. Parece increíble que a sus 80 años (los cumplió en agosto) el autor de "Moondance" no solo siga de gira, sino que todavía tenga energía y capacidad para regalarnos momentos musicales tan memorables. No os lo perdáis. 


 


3.- Pulp: “More” 

El nuevo disco de Pulp marca su regreso discográfico tras 25 años. Dedicado a su fallecido bajista Steve Mackey y producido por James Ford, "More" mantiene la esencia de la banda con unas canciones maduras que combinan dramatismo vocal, electrónica y experimentación. Temas como “Spike Island” y “Tina” destacan por su melodía y lirismo, mientras otras piezas reflejan humor, groove y melancolía. Aunque no contiene grandes éxitos pop, es un trabajo arriesgado que evita lo fácil y respeta la identidad de la banda, y sobre todo, sabe conectar su legado con el presente musical contemporáneo. 


 


4.- Mavis Staples: “Sad and Beautiful World” 

Mavis Staples, leyenda viva del soul y activista por los derechos civiles, sigue publicando discos a sus 86 años. Para su nuevo álbum apuesta por el soul clásico y unas versiones que lleva a su estilo. Temas como “Chicago”, “Beautiful Strangers” y la canción que da título al disco muestran su voz potente y emotiva, transmitiendo mensajes de lucha, resiliencia y esperanza. El álbum cuenta con colaboraciones de lujo, incluyendo Bonnie Raitt, Jeff Tweedy, Buddy Guy y Justin Vernon. De nuevo, la pequeña de los Staples Singers demuestra su capacidad para emocionar a la vez que logra reflejar la belleza y complejidad del mundo actual. 


 


5.- Big Thief: “Double Infinity” 

Una cuarta parte de Big Thief, es decir, el bajista Max Oleartchik se ha separado del proyecto neoyorquino, cuando mejor estaba, disfrutando del éxito de "Dragon New Warm Mountain I Believe In You" (2022), y sin embargo, el siguiente disco, “Double Infinity”, no lo ha encajado mal. De hecho es más vigoroso que el anterior, grabado en el estudio con todos los instrumentos y los músicos del trío, y unos cuantos invitados de postín, simultáneamente, lo que determina el carácter de las canciones, como siempre defendidas por la voz tan particular de Adrianne Lenker. “Los Angeles”, “How could I have known”, “Grandmother”,"All Night All Day" tienen alas, y son capaces de hacer lo que parecía imposible, sustentar a Big Thief en lo más alto. . 



 


6.- Geese: “Getting Killed” 

Puede ser que esta banda neoyorquina no es que invente aquí el fuego, pero desde luego sí que aviva la llama de algo conocido como rock and roll que andaba tiempo dormido y falto de estímulos. Ellos le insuflan imaginación y una desinhibición total a la hora de huir de los límites y encorsetamientos habitualmente asociados al género. Tan cerca de Captain Beefheart como de Talking Heads, su universo sonoro es un llamamiento al ímpetu y a la visceralidad como forma de vida musical.


 


7.- Lambrini Girls: “Who Let the Dogs Out” 

Cuidado, un huracán repleto de violencia sonora se acerca desde Brighton. Viene apretando fuerte, desatado y responde al nombre de Lambrini Girls. Un dúo de auténticas riot girls, guerreras y descaradas, capitaneado por la rabia y el buen tino punk de Phoebe Lunny, voz y guitarra, y el saber hacer de Lilly Macieira, bajo, complementadas a la batería por la enigmática presencia de la activista “Bansky”. Su debut, “Who let the Dogs out”, es un auténtico manual de punk descarnado y directo, casi tanto como sus presentaciones en vivo, convertidas ya en auténticos pogos tan reivindicativos como disfrutables. Un primer paso decidido que augura un futuro más que esperanzador para el rock femenino de guitarras venido desde la Pérfida Albión. 


 


8.- Wednesday: “Bleeds” 

La banda de Asheville, presenta su sexto álbum marcado por rupturas personales y un sonido más maduro. El disco combina rock alternativo noventero con toques de country rock, con canciones sinceras y melodías trabajadas. Temas como “Reality TV Argument Bleeds” y “The Way Love Goes” reflejan el deseo y el dolor de las experiencias vitales de los miembros. Con composiciones inspiradas y arreglos cuidados, el disco consolida a Wednesday como una de las grandes referencias del indie norteamericano actual. 


 


9.- Valerie June: “Owls, Omens, and Oracles” 

Dotada de una voz con la reivindica las de leyendas añejas como Bessie Smith, Memphis Minnie o Ma Rainey, su propuesta sin embargo nada tiene de revivalista y sí mucho de rastrear en una variedad de géneros que le han servido para obtener diversos registros de unas fuentes que siempre han estado ahí: el soul, el gospel, el blues más añejo, el jazz o el pop y rock primigenios son constantes. Alimentos manejados con personalidad para rubricar otro sensacional trabajo. 


 

10.- The Murder Capital: “Blindness”

Si la madurez personal es el recorrido que se hace hacia el propio conocimiento de la identidad, de igual manera funciona en el ámbito creativo. Por eso, este disco significa dejar de señalar a esta banda como una más de la nueva hornada post-punk para nombrarla por sus rasgos identificativos. Recolectores de todo el acervo eléctrico que circunda su música, desde el grunge al noise, su estruendo no distorsiona una vena emocionante que despunta en un trabajo envolvente y feroz. 


 


11.- Jeff Tweedy: "Twilight Override” 

Pocas presentaciones necesita el compositor principal de Wilco, y precisamente por esa notoriedad alcanzada, más elogiable resulta el riesgo asumido construyendo un triple disco como éste. Con la absoluta y lógica variedad que conlleva un número tan elevado de temas, Tweedy consigue, entre composiciones más orientadas a la introspección u otras de flexible estructura, implantar un tono melancólico donde, en compañía de esos personajes marca de la casa, la avalancha de minutos funcionan como un río -de prolijo cauce- vital.


 


12.- Manic Street Preachers: “Critical Thinking” 

Son quince discos ya los que atesoran los galeses con este “Critical Thinking”, pero si lo destacamos entre la cosecha de lo mejor del año es porque logra seguir convenciendo a pesar de repetir sus consolidadas fórmulas a medias entre el punk y los himnos pop como ese “Decline & Fall”, que muestra toda la energía vitalista del trío. No se olvidan tampoco de exigir un punto más al oyente con “Hiding in plain sight”, con Nicky Wire a las voces, la más emotiva “My brave Friend”, o la que da título al disco, que se mueve cerca del rock industrial. Un disco que reafirma su legado y demuestra que siempre nos quedará espacio para atender a sus certeras y afiladas guitarras junto a su contundente rítmica y su lírica imbatible. 


 


13.- The Divine Comedy: "Rainy Sunday Afternoon" 

Las más de tres décadas en activo de Neil Hannon, alma máter de esta banda, le avalan como un perfil identificativo en esa familia de compositores pop sabedores de que el manejo de la instrumentación, en su justa medida, puede ser un perfecto compañero de viaje. Características alojados con sabiduría y dulce profundidad en un listado de canciones que marcan su particular itinerario donde el amor hace de línea vertebral de un paisaje humanista y reflexivo. 


 


14.- Dom Mariani: “Apple of Life” 

Factótum de bandas australianas tan significativas como The Stems o DM3, su vínculo con el power pop de alta escuela parece no tener fin, sobre todo si tomamos como referencia el contenido en éste, su más reciente, trabajo. Artífice de grandes melodías inyectadas de electricidad, sus actuales composiciones escogen un camino especialmente armónico y delicado, usando sus juegos vocales o guitarras de doce cuerdas para reclamar una romántica puesta de sol perenne. 


 


15.- Robert Forster: “Strawberries” 

Miembro mítico de The Go-Betweens y en solitario convertido en un excelso, en forma y fondo, narrador de historias, su nuevo repertorio juega al despiste presentando como frugal y recatado lo que es un majestuoso ejercicio de orfebrería pop. Heredando los trazos clásicos de grandes firmantes de canciones, llámense Ray Davies, The Byrds, Lovin' Spoonful o incluso Lou Reed, el talentoso esqueleto sonoro de este disco es parte de una magia que también sublima lo cotidiano hasta transformarlo en universal y trascendente. 


 


16.- Myron Elkins: “Nostalgia for Sale” 

La nostalgia como idioma emocional siempre ha estado presente en la música popular. Suspiros y anhelos atemporales reconvertidos por Myron Elkins en vehículo para un esquisito soul, a veces expuesto bajo su naturaleza más clásica y otras en sintonía con el rock sureño, con el que firmar un disco absolutamente sublime. Un itinerario sonoro de primer orden que escenifica una disputa vital donde la imponente voz de su compositor se presenta como mascarón de popa de un repertorio que dialoga con postales existenciales en penumbra. 

 Reseña completa: https://www.elgiradiscos.com/2025/07/myron-elkins-nostalgia-for-sale.html

 


17.- Larkin Poe: "Bloom" 

Las hermanas Lovell repiten éxito con una fórmula, la de conjugar en un mismo espacio creativo las rudas guitarras eléctricas y la tradición campestre, que lejos de estancarse descubre nuevos horizontes. En esta ocasión eso se traduce en que sus nuevas composiciones, constituidas entorno a esa alianza entre blues y hard-rock, salen al encuentro de acentos gospel, soul o se encomiendan a la tersa emoción sureña. Una exquisita y compensada aleación entre el vigor y la sensibilidad.



18.- Bon Iver: "SABLE, fABLE"

Las múltiples identidades de Justin Vernon quedan perfectamente ilustrado en un álbum que adopta dos facetas diferenciadas, pero complementarias, de su compositor. Si una primera parte se resguarda en el intimismo y el poder melódico del recogimiento, en una segunda su creatividad instrumental se expande para sonar luminosa alrededor de atmósferas ambientales y sintetizadores. Una fábula musical pero también humana sobre las diversas identidades que alojan nuestro ser. 



19.- Counting Crows: “Butter Miracle, 

Adam Duritz y sus compañeros de Berkeley han firmado un nuevo trabajo fresco y cuidado tras diez años sin publicar un LP. Aunque este “Butter Miracle” incluye en su cara B la suite con aroma a los setenta que publicaran hace unos años como EP, aporta cinco nuevas composiciones donde cabe desde el power pop más espontáneo de “Boxcars”, a la balada épica “Virginia through the Rain” o la más comercial “Spaceman in Tulsa”. Aunque no aportan excesiva novedad, consiguen arrebatarnos una sincera sonrisa de complicidad una vez más ante unas perfectas composiciones pop-rock tan reconocibles como necesarias e infalibles. 



20.- Kingfishr: “Halcyon” 

Un golpe rotundo al corazón de los amantes del folk que se viste de pop con el mejor de los resultados. Hacía tiempo que ningún grupo debutante entregaba un disco tan logrado. Todas las canciones de este “Halcyon” están cargadas de una perfecta conjunción de emotividad y contundencia. Los irlandeses Kingfishr han sido uno de los grandes descubrimientos de este año y, sin duda, este disco está cargado de gratas sorpresas (atentos a himnos instantáneos como “Caroline” o “I cried, I wept”) que van mucho más allá de las formas tradicionales de “Killeagh” o de la explosividad de “Gloria”.