Por: Àlex Guimerà.
Jeff Tweddy es único en su especie, sólo hace falta leer sus libros “Vámonos (para volver)”, “Un mundo en cada canción” y “Cómo componer una canción” para comprender su mentalidad artística, sus influencias musicales y su afán creativo inagotable. Es lo que le lleva a seguir adelante con su banda a pesar de que, como mucho afirman, sus mejores días puede que hayan pasado; y es lo que le ha llevado a tirar adelante con una carrera en solitario que ya va cogiendo bastante envergadura.
Uno que es fan de Wilco desde el enamoramiento de “AM” en los noventa, comenzó con ese “Together at Last” (2017) por curiosidad, tras ver que en él Jeff abordaba en acústico algunos de los éxitos de su formación, grabados en su sacrosanto The Loft de Chicago. De hecho, ese disco era su segundo álbum tras su debut “Sukierae” en el que contaba con la batería de su hijo Spencer. Pero los toques de alerta respecto a que estábamos ante una carrera en solitario muy interesante llegaron con dos grandes álbumes como son “Warm” (2018) y “Love Is The King” (2020), en los que apreciamos algo más que versiones acústicas y descubrimos una cara nueva, distinta a la del líder de la banda de Alt-Country por antonomasia.
Precisamente junto a ellos le tuvimos por nuestros escenarios el año pasado y repasando la fornida trayectoria de la formación, pero también apostando por temas de sus últimas entregas: el doble “Cruel Country” (2022), "Cousin" (2023) y el EP “Hot Sun Cool Shroud” (2024). Y sin apenas descanso va y nos cae la bomba este año con su proyecto individual más ambicioso y arriesgado: un triple disco de 30 canciones.
¿Era necesario? ¿Aporta algo nuevo? Pues me decanto por responder un sí rotundo a ambas preguntas y lo hago tras dar varias vueltas a las seis caras del disco. En primer lugar porque a estas bestias de la composición como Jeff Tweedy hay que dejarlas fluir, está en su ADN escribir y grabar canciones y lo van a seguir haciendo siempre. Mirad a Ryan Adams el año pasado que nos sorprendió el día 1 de enero publicando cinco álbumes muy aprovechables; o leyendas como Paul Weller, Van Morrison o Neil Young que van prácticamente a disco (o más) por año. Así es Tweedy y así necesita expresarse, creando y tocando.
En segundo lugar me decanto por el sí porque tenemos que evitar la inmediatez que reina en nuestros días y poder degustar las composiciones poco a poco. Y es bajo esas premisas como el disco fluye y ofrece mucho, en lo musical donde transita por distintos ambientes de su universo sonoro, pero también en lo personal, pues el disco nos regala maduras reflexiones de la sociedad y del mundo en el que vivimos, del paso del tiempo o simplemente nos relata esas historias de esos personajes tan particulares a los que nos tiene acostumbrados.
Grabado, cómo no, en The Loft (Chicago) junto a sus hijos Spencer (batería y voces) y Sammy (sintetizadores y voces), más los músicos Liam Kazar, Sima Cunningham, Macie Stewart y James Elkington., el plantel se completa con la producción del propio Tweedy y Tom Schick, quienes realizan una gran labor puliendo los instrumentos, que se erigen en grandes protagonistas de este macro-álbum.
Arranca el álbum con la ensoñadora "On Tiny Flower" de tintes ecologistas y más de seis minutos de duración, es la entrada de un disco mayoritariamente acústico. De esta primera parte destacaría la melodía dulce de "Caught In The Past", el temazo "Forever Never Ends", digno de los mejores momentos de Wilco, la barroca "Love Is For Love", "Secret Door" con sus aromas Nick Drake, la rítmica "Betrayed" y la taciturna "Trowaway Lines".
Justo al cambiar de disco escuchamos "KC Rain (No Wonder)", de magníficos coros, aunque no tan inquietantes como los que se escuchan de fondo en "No One's Moving On", una canción que incluye solo de guitarra acústica, por cierto. El segundo disco es quizás el menos brillante de los tres, aunque en realidad a todos ellos los deberíamos analizar como una unidad. Sin embargo encontramos la pegadiza "Out In The Dark", los arpegios de guitarra de "Better Song" que no es tal, "Western Clear Skies", en la que Sammy dobla fantásticamente la voz, la etérea "Blank Baby" o la final y directa balada acústica "Feel Free", en donde se confirma que en lo sencillo está lo bueno.
No se me ocurre mejor homenaje a un músico que "Lou Reed Was My Babysitter", con ese plagio con el que el bueno de Jeff nos hipnotiza aporreando esa guitarra rítmica y sacando su lado salvaje al gritar en medio del estribillo. Es el arranque del tercer disco que incluye una de las joyas de este "Twilight Override", se trata de "Stray Cats In Spain", con esos violines maravillosos y esa melancolía preciosa. También tenemos experimentos raros como "Wedding Cake" con las cuerdas de las guitarras acústicas distorsionadas, la solemnidad celestial de "Too Real", las perezosas "Ain' t A Shame" y "Cry Baby Cry", la balada Country "Saddest Eyes" y la final y animada "Enough", con la que nos viene a decir que ya tiene suficiente de escribir canciones.
Con esa proeza Jeff Tweedy no sólo sale airoso si no que recoge el testigo de los más osados rockeros. Hablo del George Harrison de "All Thing Must Pass" (1979), de Yes y su "Yessongs" (1973), de los Clash del "Sandinista!" (1980), de Prince con "Emancipation" (1996), del "69 Songs" de los Magnetic Fields o incluso podríamos incluir el "Triplicate" (2017) de Dylan. A diferencia de ellos, el de Chicago ha arrojado los tres vinilos sin hacer apenas ruido, sin pretensiones, sin querer complacer a nadie más que a sí mismo y a su familia -su proyecto en solitario es su vehículo para poder hacer música con sus hijos- , pero que acaba complaciendo a los seguidores del cantautor.
El próximo febrero lo tendremos por Madrid (11 febrero, sala teatro Eslava) y por Barcelona (12 febrero Sala Paral·lel) para podernos deleitar de su visión más íntima después de gozar de la potencia de su banda. Son las dos versiones de un artista que no cesa en crear nueva música, para acabar saliendo siempre vencedor con los dos puños en alto.











