Quique González: Brindando por 25 años de carrera de un músico irrepetible


Kafe Antzokia, Bilbao. Domingo, 3 de diciembre del 2023 

Texto: Sergio Iglesias 
Fotografías: Iñigo Pascual

Este fin de semana teníamos una cita señalada en rojo en el calendario musical en Bilbao… en realidad, eran dos citas, y ambas en el mismo escenario: el del Kafe Antzokia, donde Quique González estuvo actuando el sábado y el domingo, con todo el papel vendido, algo que, como decíamos no hace mucho, se está convirtiendo en lo habitual en los últimos tiempos en, prácticamente, todos los conciertos que se celebran por aquí. La cuestión es que, en el caso del madrileño, esto sucede desde hace años, cada vez que toca en una plaza donde cuenta sus bolos por llenos absolutos. 

En esta ocasión, además, había una celebración muy especial, como son sus 25 años de trayectoria, un cuarto de siglo en el que Quique González se ha ido curtiendo a lo largo y ancho de la geografía estatal, compartiendo tablas con multitud de músicos y músicas, que le han hecho todavía mejor. 25 años que han ido puliendo la personalidad única de un músico que ya se puede decir que es irrepetible. Porque sí, está claro que en sus canciones podemos encontrar infinitas referencias innegables y, en ocasiones, reconocidas sin tapujos por él mismo; pero no es menos cierto que, a la vez que cogía todas esas influencias, a lo largo de todos estos años, ha ido construyendo un camino propio, una autopista sólo de ida, y en la que no hay vuelta atrás, cuando se trata de probar cosas para seguir construyendo una carrera impecable.

Y después de esta introducción, que deja bien claro que no voy a ser nada imparcial –quizá eso suponga también una falta de profesionalidad, pero sinceramente, hace tiempo que me dan igual esas valoraciones- con esta crónica, porque Quique González es uno de mis artistas estatales favoritos, es el momento de explicar cómo está celebrando el músico madrileño este aniversario tan especial.

Para Bilbao, un lugar muy especial para él, tal y como reconoció en varias de sus intervenciones a lo largo del recital, había preparado sendos repertorios únicos, repasando las canciones de dos de sus discos más importantes, o por lo menos dos discos que, de una u otra forma, le han marcado. Por un lado, el sábado recuperó los temas de "Daiquiri Blues", de 2009, el primer trabajo de su etapa “americana”, grabado en Nashville, y que junto a los posteriores "Delantera mítica" y "Me mata si me necesitas", conforman una trilogía casi insuperable. 

Pero el domingo el plan era retrotraernos unos cuantos años en el tiempo para recordar el disco que, en mi opinión, cambió la trayectoria del músico y que lo convirtió en un verdadero profesional de esto: "Salitre 48", un trabajo en el que su encuentro con Carlos Raya se antoja, visto ahora con los años, en la clave absoluta para el despegue definitivo de la carrera de Quique González, sumada al empujón que le dio su ya mítica actuación, junto a su querido y admirado Enrique Urquijo en el programa de la televisión pública "Séptimo de caballería", probablemente lo mejor que Miguel Bosé ha hecho en sus más de 40 años de carrera.

A lo que vamos. La idea era repasar, canción por canción, "Salitre 48", en compañía, como ya es habitual, de un equipo difícilmente imbatible, y que en este caso estaba compuesto por Raúl Bernal en los teclados, acordeón, guitarra, y no sé qué más –es lo que tienen los genios, que pueden tocar lo que les dé la gana-, Jacob Reguilón al bajo –con quien se ha vuelto a reencontrar después de unos años separados-, Edu Olmedo a la batería, con quien lleva más de una década tocando, y a las seis cuerdas Toni Brunet, el encargado de la producción en sus últimos tres trabajos. Con esta alineación, se presentaba el músico madrileño sobre las tablas de un Kafe Antzokia, como decíamos repleto, para reinterpretar "Salitre 48", comenzando, cómo no, con la canción que da título al disco, y que sirvió para ir calentando el ambiente. Y a partir de ahí, creo que ya cualquier aficionado o aficionada sabrá de sobra lo que hay: un "Día de feria", con un puntito más jazzy que la original, y acordándose del equipo de fútbol local –y si no me equivoco, también de Carlos Chaouen-, para a continuación, meter una marcha más con "La ciudad del viento", donde se perciben los delicados pero efectivos coros de acompañamiento de Bernal y Brunet. 

Nos sorprende con los arreglos funkys, que aporta el hammond a "Crece la hierba", antes de parar en seco para que todo el respetable centre su mirada en el escenario, mientras suena "El rompeolas". Pero para que no decaiga la cosa, más madera con una poderosa versión de "39 grados" a ritmo de boogie, que precede a "Carnaval" y a una de esas “macarradas” incluidas en el disco, como es "Perdone agente", que nos recuerda a esos discos en solitario de Keith Richards, que tanto le gustan, y en los que destaca el ritmo marcado por un Steve Jordan, personalizado en esta ocasión por Edu Olmedo. (Nota: Prometo que esta referencia va a ser la única que voy a nombrar, porque no hay cosa que me parezca más injusta que llenar una crónica de nombres ajenos al concierto, para acabar diciendo “esto suena a tal…”).

Bajamos un poco las pulsaciones con "Bajo la lluvia", donde de nuevo, demuestra su poderío para mantener la atención –y el silencio - del público, en estos pasajes más intimistas y que, tras "Ayer quemé mi casa", se repite con la siempre sobrecogedora "De haberlo sabido", donde el personal contiene el aliento ante el que, seguramente, fuera uno de los grandes retos del madrileño a lo largo de este concierto: interpretar en solitario una canción que, anteriormente, había cantado junto a dos extraordinarias voces como las de Rebeca Jiménez y Nina de Juan. Reto superado, entre otras cosas por el ambiente que crea la banda, con unos arreglos diferentes a la original. Esto es importante destacarlo, porque para un músico como Quique González, que no sabe tocar una canción dos veces de la misma forma, también será un desafío enfrentarse a estos temas, después de tantos años, por lo que los interpreta de manera diferente a los originales, e incluso añade frases nuevas a unas composiciones con las que, a lo mejor si no es de esta forma, no se sentiría identificado hoy en día, lo que a buen seguro, complicaría mucho su interpretación. 

Cambio de tercio para el rock de "Jukebox", lucimiento a la armónica en "En el disparadero", y el recuerdo para Enrique Urquijo con "Tarde de perros", con mención a la terrible –e injusta- forma de irse del, por otra parte inmortal, músico madrileño, en un ya lejano 17 de noviembre de 1999: “Lluvia de canciones, durmiendo a la intemperie, ajenas a la fiebre del sábado noche. Nadie las recoge, bajo la tormenta, el último noviembre de los años noventa”.    

El último tramo de esta primera parte del concierto ilumina la tarde-noche con "Todo lo demás", y otro momento de calma con "Permiso para aterrizar", con una nueva muestra del respeto del público bilbaíno, con el que, por cierto, González estuvo en constante interacción a lo largo del show.

Y tras unos cinco minutos de descanso, da comienzo la segunda parte del concierto, donde recordó otro puñado de grandes éxitos de otros discos, destacando, en este sentido, el protagonismo de "Avería y redención" que, aunque yo considero una de sus obras cumbres, no suele ser muy valorado ni por sus fans, ni quizá tampoco por el propio músico. De aquel trabajo de 2007 sonaron "Trucos fáciles para días duros", "Pequeñas monedas y grandes mentiras", que interpretó “por primera vez en esta gira”, y "Avería y redención". Pero tampoco se olvidó de su mejor trabajo en los últimos tiempos, "Me mata si me necesitas", del que revisó "Relámpago" y "Orquídeas".

Otro de los puntos fuertes de la música de Quique González es su capacidad para dar la vuelta a composiciones ajenas, y hacer de ellas más que una versión, asimilándolas totalmente a su propio estilo. En este caso, hubo dos: por un lado el "Amor en vano", de Bob Dylan, acelerada para la ocasión, y "A la media luna", de Santiago Auserón, incluida en el primer volumen de "Copas de yate", su último proyecto. 

Para la apoteosis final quedaron esos dos "greatest hits" que todo el mundo esperaba y que las estadísticas de “Spoti” indican que debían sonar sí o sí: por una parte, "Charo", inicialmente un descarte del músico madrileño que, finalmente, se convirtió en un imprescindible, gracias en gran medida, a la magia de Nina De Juan... por cierto, ojiplático aún con la interpretación de Toni Brunet en el papel de Charo/Nina; y para cerrar definitivamente esta noche de aniversario, "Vidas cruzadas" retumbó en un Kafe Antzokia, que vivió la magia de las grandes noches, y en la que nos sentimos como invitados de lujo en esta fiesta de cumpleaños tan especial. 

Así que, después de tener la oportunidad de disfrutar de ello, sólo queda brindar por otros 25, 40, 50… o los que vengan.

Bum Motion Club: “Claridad y Laureles”


Por: Javier González 

Bum Motion Club responde al arquetipo de banda joven que lleva un lustro editando canciones en formato Ep´s –“Niebla” y “Delta” dan fe de ello-, recorriendo con paciencia y buen tino el pedregoso camino del underground estatal en busca de hacerse con su propio hueco. Semanas atrás editaron “Claridad y Laureles”, su primer larga duración, un trabajo llamativo desde compases iniciales, capaz de hacerte apagar la luz y dejarte invadir por las sensaciones que despierta, algo que sucede con la inicial “La Muerte del Mañana”, donde la banda suena intrigante, exótica y cálida, algo que obliga a seguir tirando de su hilo a poco que uno se tenga por medianamente interesado. 

Cierto es que el universo de Bum Motion Club es cercano en sus sonoridades a bandas de sobra conocidas como The Cure, My Bloody Valentine, Beach House o Triángulo de Amor Bizarro; en sus composiciones encontrarás emoción pop y puro ruidismo, aderezadas por ambientaciones ochenteras, una potente base rítmica y pasajes que se dan la mano con el más acertado John Carpenter de B.S.O. que son joyas universales como “La Cosa” y “Golpe en la pequeña China”, que en su debut en formato largo se presentan envueltas en una acertada producción con evidentes y muy bien tratados muros de sonido; pero por encima de todo la principal virtud de BMC radica en la personalidad que muestran en sus letras al hablar de los temores, soledades y males generacionales de nuestro tiempo, sin olvidar el amor y el optimismo, a través de una lírica punzante, doliente y por encima de todo propia, que hará que tu corazón palpite a cada golpe de batería, embriagado por sensaciones que oscilarán entre la emoción y la empatía. 

La ya citada “La Muerte del Mañana” cala gracias a su letra desasosegante y a la vez sanadora; obligando a respirar profundamente antes de acometer la escucha de “Casi un Buen Día”, furiosa y arrebatadora, donde distorsiones, ensoñaciones y percusiones juegan a favor de obra, antes de que una voz espectral cante a las trampas generacionales y al amor. “Deprisa, Deprisa”, alejada del universo creativo de Carlos Saura pese a su título, donde atacan la soledad y la decepción sin tregua, “Abismo” es un ejercicio distorsionado y liberador, una historia de espinas con un punto esperanzador, previa a “Azul”, una joya que no llega a dos minutos de duración, dotada de un minimalismo que se abre y explota en mil pedazos. 

La recta final del disco no pierde tino, gracias a canciones como “Sangre”, donde obligan a que la rebelión sea tomada casi como obligatoria, el críptico mensaje de “La Ceremonia” –“España te ha abandonado/Europa se ha burlado”-, que levante la mano quién no se sienta identificado con la frase de marras, y “Afecto y Simpatía”, su particular “Inbetween Days”, donde le cantan al amor incondicional.

“Claridad y Laureles” brilla en su particular oscuridad, porque el oyente siente que este trabajo le acompaña y reconforta, compartiendo un poso de amargura y optimismo final en su regusto que sienta como anillo al dedo al conjunto de canciones. Contiene momentos brillantes, con la sensación de que todavía la banda no ha tocado techo, y es un gran punto de partida, si se acepta dicho término para una banda que a poco que la suerte acompañe puede tener su momento de gloria. 

Y si dicho momento no llega y les toca ser condenados a arder en la misma pira funeraria que al Divino César, podrán marchar tranquilos pues con su primer largo han conseguido pasajes donde se hace acreedores de verdes laureles que coronen sus cabezas, cosa que bien vista, no sería mal epitafio para una tumba. Radicados en Aranjuez, mucho me temo que llegarán hasta donde el público quiera llevarles. Desde aquí prometemos que vamos a seguir su pista, darán todavía más que hablar de lo que lo han hecho hasta ahora. ¿Apostamos algo?

Shane MacGowan (1957-2023): El trébol irlandés pierde una hoja


Por: Oky Aguirre 

 “Toma mi mano y seca tus lágrimas; Toma mi mano y olvida tus miedos; No hay dolor, no hay más tristeza; Se han ido con los años” ("The Broad Majestic Shannon", The Pogues)

¿Por qué voy llorando en el metro como un niño desconsolado? ¿Cómo es posible sentir tanto la pérdida de alguien a quien nunca conociste? Las canciones tienen la respuesta a nuestros sentimientos más enfrentados. El fallecimiento de Shane MacGowan, líder y alma de The Pogues, ha teñido de negro la verde Irlanda, llenando de lágrimas el mundo de la música, huérfana de uno de los más grandes "songwriters" y "frontmans" que nos han brindado las musas de las bellas artes. Las mías, y las vuestras, son igual de verdaderas y sentidas que las de Bob Dylan o Bruce Springsteen, visitantes asiduos cada vez que pisaban Dublín para ver a su poeta preferido; el hombre de cuya boca podrida salían algunas de las letras más hermosas jamás escritas.

Shane nació un día de Navidad en Kent, Inglaterra, durante una visita familiar, pero se crió en Tipperary, Irlanda, donde creció junto a unos padres que le arengaban a cantar, sabedores de la sensibilidad de su hijo a la hora de entonar viejas canciones tradicionales, muy lejanas a sus hábitos de estudio, donde nunca destacó en algebra ni matemáticas, pero sí en la buena redacción y lectura, leyendo a Dostoievsky y a Joyce con once años. Fue entonces cuando llegó a formar parte de esa diáspora de irlandeses que llegaron a Londres en busca de oportunidades sin saber que la guerra estaba perdida. Hasta que llegó el punk, siendo la oreja ensangrentada de MacGowan en la portada de NME uno de sus más recordados iconos.  

En ese concierto de The Clash comenzó la leyenda de este santo bebedor; católico no practicante, campeón del mundo de pecados, que le fueron absueltos bajo la extrema unción en el St Vincent’s Hospital de Dublín, antes de dejarnos plácidamente en su casa, junto a su fiel esposa Victoria Mary Clarke. 

En Tipperary sonará “I'll Take You Home Again, Kathleen", la canción que pidió para su funeral, hermosa balada popular (aquí os dejamos la versión de Elvis) dedicada a los emigrantes, colectivo que sufrió como muchos de sus compatriotas, que alzaran su copa recordando a uno de sus tesoros más valiosos: la voz de Shane fue el grito de todo un país en décadas llenas de problemas. En sus canciones, las putas, los borrachos y los maricones compartían gloria lírica con la realeza y los cuentos de hadas, regando de whisky sus bellas palabras con una voz rota por la vida. Como bien dijo su compañero Philip Chevron, guitarrista de The Pogues también fallecido: “Shane lleva desde los 19 años muriendo”.

Realmente todos sabíamos que este duende irlandés tenía los días contados. La fulminante vida de excesos queda respetuosamente retratada en la biografía “Una Furiosa Devoción” de Richard Balls. Su país ya le rindió tributo, en 2018, para celebrar su sesenta cumpleaños. Allí fue donde vimos por última vez a Shane en silla de ruedas, con copa de vino y cigarro incluido, recibiendo el adelantado adiós de su amada Irlanda en un concierto memorable al lado de Nick Cave, Johnny Deep, Sinéad O´Connor, Bono o el primer presidente Michael D. Higgins.

Habrá un último adiós de la nación de los verdes valles para despedir a una de las tres hojas de su trébol, símbolo de la Trinidad. Mientras el féretro de Shane MacGowan sea paseado por las calles de Dublín, probablemente en algún lugar de Australia sonará “Waltzing Matilda” y en Almeria “Fiesta”, a la vez que alguien en Minnesota escuchará entre lágrimas “Dirty Old Town” o en Nueva Jersey se oigan por los balcones “Sally MacLennane”, cerca de un puerto que posea un “Old Main Drag”, junto a la esquina del bar donde el dueño siempre deja “Streams of Whiskey” como última canción. 

Lo que seguro haremos todos estas navidades, pudiendo por fin este año desbancar del número uno en villancicos a Mariah Carey, es lo que venimos haciendo desde hace treinta años:  Ponernos “Fairytale Of New York”, la más hermosa canción navideña compuesta por el más carismático de los personajes, que ahora, por fin, ha logrado el milagro de descansar en paz. ¡¡Jah Bless Shane MacGowan!!! 

“No quiero decirte nada que no quieras oír; ¿por qué simplemente no me llevas a donde nunca he estado antes?; sé que quieres oírme y recuperar mi aliento. Te amo hasta el final”.

Arde Prosperidad: Ricardo Virtanen & Rockin´ Shakers


Sala Pop'N'Roll, Madrid. Viernes, 24 de noviembre del 2023.

Por: Guillermo García Domingo

Con razón afirmaba Leño que el rock es “una manera de vivir”. No hay mejor ejemplo de ello que Ricardo Virtanen. La pasión del músico madrileño se desató el día en que, con 17 años, se vio obligado a sustituir a su padre y tocar el bajo en la orquesta que amenizaba la noche interminable de la “alta suciedad” en la sala de fiestas Tosca en Madrid. A partir de ese momento la música se fijó en él. Su idilio empezó con las cuerdas, pero continuó con la percusión. La vocación íntima que da sentido a la vida de una persona aflora en todo lo que ella realiza. Virtanen (su madre era finlandesa y conoció a su padre en una de sus giras internacionales) no puede evitar ser un rockero cuando entra en el aula para enseñar Lengua y Literatura, ni tampoco cuando escribe sus aforismos, compila sus propios haikus o los de sus alumnos, o bien escribe sus ensayos de crítica literaria. Este género musical irreductible es su fiel compañero y se hace notar en todas las vertientes de su polifacética vida.

Sin embargo, hay ocasiones especiales en las que uno puede calzarse las botas de piel de cocodrilo, ese espíritu interno, insoslayable, se despierta y puede expresarse a su antojo tal y como sucedió el pasado viernes, 24 de noviembre, en Pop'n'Roll, el local de música en directo del barrio de Prosperidad. Es un garito idóneo para rocanrolear con tus ídolos, dos alturas para ver el reducido escenario en el que Virtanen y sus camaradas hicieron de las suyas.

Después de una longeva carrera formando parte Lobos Negros, banda incorregible de la “estepa castellana”, como les gusta decir a sus componentes, Ricardo tenía a bien presentar por su cuenta un cuidado vinilo de diez pulgadas, formado por seis canciones originales, reunidas bajo un título muy acertado, “Echoes of an Era”, y de paso celebrar más de cuarenta años dedicados a la música. Con este propósito convocó a algunos veteranos infatigables del rock nacional y a jóvenes promesas que reverencian al baterista de Lobos Negros. El rock´n´roll no tiene edad. La formación resultante responde al nombre de Rockin´ Shakers. Agazapado detrás de una batería que se le quedaba pequeña, Virtanen impartió su magisterio, excepto en las contadas ocasiones en que se situó en primera fila para defender, guitarra en mano, sus más recientes creaciones como “She´s a Hurricane”. En esos casos, Ángel Siete Vidas (de Boo Devils) le sustituyó con notable fiabilidad. El que no dejó ni por un momento de bailar abrazado a su contrabajo fue Dave Álvarez. El ritmo constante con el que su instrumento sostuvo el “muro de sonido” del conjunto es digno de mención. El saber hacer a la guitarra eléctrica solista de Jimmy Shaker y el saxo de Juan Pina elevaron el repertorio que Virtanen había diseñado, alternando sus propios temas con clásicos del rocanrol de los 50 hasta los 70. Ser testigo de cómo estos tipos se fajaban bien apretados en el escenario, llegaron a reunirse hasta siete personas en el escenario, resultaba emocionante. Estaban tan cerca los unos de los otros que desprendían chispas, que después sobrevolaban sobre el público. 

“Plenilunio Sangriento” nos puso en situación, bajo su sombra cinematográfica discurrió el concierto.  A Álex de la Iglesia, con quien Lobos Negros han colaborado, le habría entusiasmado. Los vocalistas que acudieron a la llamada de Virtanen estuvieron a la altura, lástima que Marcos Sendarrubias no pudiera estar por motivos familiares: la voz grave de David Mad Mayer le venía al pelo a “Little Song” (una de las últimas creaciones de Ricardo Virtanen) y a “Blue Moon of Kentucky”. Elvis siempre se hace presente cuando hay alguien auténtico y con el debido respeto decide rendirle homenaje. El estilo de Myky Shadow se presta más, en cambio, tiene un tono más visceral y aguerrido como demostró al afrontar “Brand New Cadillac” y “Nobody´s Guy”, con la que nos cubrimos hasta el cuello de sonido pantanoso. Javi Faraón entonó con maestría “Amor a primera vista” y “20 Flight Rock”. Jose Insaciable recurrió a la actitud para que cobraran vida “El jugador” (empujado por el saxo enloquecido de Juan Pina) y el tema que popularizaron los Sírex, “El tren de la costa”. Todos los personajes que comparecieron en el concierto, empezando por Ricardo Virtanen, respiran el rocanrol. Su atavío, el que llevaba puesto Jose Insaciable y el de los demás, no es impostado, es la expresión inequívoca de una “manera de vivir”. Gwen Shaker aprovechó de veras la oportunidad cuando le llegó el turno a su voz torrencial. Se atrevió con Nina Simone y engrandeció una de las mejores canciones de “Echoes of an Era”: “Alone”. La sabiduría de Virtanen servida a través de la voz de la cantante nos ofreció la sorpresa de “Tainted Love”, gloria del soul norteño.

La apoteosis del concierto se alcanzó gracias a los temas instrumentales que protagonizó la batería desatada de Virtanen. De no se sabe dónde el protagonista de la noche se sacó un hueso de fémur para percutir y apretar el acelerador de vuelta a casa en “I´m Coming Home”. El virtuoso de la batería estaba fuera de sí, en sentido literal. Sacó los trastos del escenario y los colocó entre el público con el fin de entregarse a la catarsis de “Wipe Out”. En la fase final del show, los fantasmas rockeros se presentaron puntuales en el escenario para arropar a su anfitrión, a su banda y recrear junto a ellos “Be Bop a Lula” y “My One Desire”. 

Cuando terminó el concierto, Virtanen, exhausto, se fundió con el público, que se moría por abrazarlo. Nosotros habíamos abonado el precio de una entrada, y él (y sus colegas), a cambio, lo habían dado todo. No os dejéis deslumbrar por festivales “boutique” que se anuncian por ahí a todas horas, tenéis que buscarlos a ellos, a artistas verdaderos como Ricardo Virtanen y los Rockin´ Shakers, que cargan con sus instrumentos a cuestas, por las salas pequeñas y dignas de la escena madrileña. 

Iván Ferreiro: Flotando en el alambre


Sala Oasis, Zaragoza. Viernes 1 de diciembre de 2023 
Por: Javier Capapé 

Todo el mundo busca su propia trinchera. En estos días más que nunca. La nuestra es una trinchera pop. Iván Ferreiro nos guía con sus canciones. Es nuestro capitán. Beats, bucles, programaciones y distorsión entre sus inseparables Rocinante y Galáctica, tal y como el gallego ha bautizado a sus teclados y máquinas.

El motivo por el que nos congregamos en la sala Oasis el pasado viernes inaugurando el mes de diciembre fue para vestir de largo a las inmejorables canciones de "Trinchera Pop", el último e inimitable disco del mayor de los Ferreiro. Todo el concierto giró sobre ellas y sobre su electrónica pop, que tan bien maridó con algunos de sus clásicos, que se dieron cita para llenar de las canciones más necesarias nuestra particular trinchera. Casi sin apenas descanso entre una y otra canción, que sonaban prácticamente encadenadas, Iván tuvo breves palabras de agradecimiento a una de las salas que más le ha gustado desde que comenzase a ser habitual de ella con los Piratas. En la Oasis se siente como en casa y los que solemos poblarla así lo percibimos. Su mirada brillaba cuando dejaba atrás su rincón entre cables e instrumentos y se adelantaba a compartir con todos las estrofas más sentidas llenas de guiños y gestos empáticos con su público. Cuando se quitaba sus gafas de pasta no sabíamos si era para vernos mejor o para que no quedasen empañadas con su visible emoción. 

Esta vez disfrutaríamos de un concierto completo, de sala, algo más lejos de su formato de festival que presenciamos el pasado junio en Mozota. El grupo que vimos entonces ha dejado por el camino al maestro Pablo Novoa, pero sigue igual de sólido y engrasado bajo la precisión de Ricky Falkner y Xavi Molero, la versatilidad de Sergio Martínez Puga, la argamasa y sereno semblante de Amaro Ferreiro o la incontinencia de Emilio Sáiz. Estar además presenciando el concierto cerca de este guitarrista explosivo y portentoso es toda una lección de virtuosismo a las seis cuerdas. Sus arreglos y aportes brotan de forma etérea imprimiendo una atmósfera vibrante en la que caer rendido acorde tras acorde, y quizá pueda recordar por momentos al Fon Román más desatado de su época de "Relax" entre pedales de efectos y distorsiones. 

Para esta ocasión no había que ajustarse a ningún despiadado "timing", aunque quizá podrían haberse extendido por encima de la veintena de canciones, ya que nos quedamos con ganas de un poco más. Aún así, entre "Canciones para no escapar" y "En las trincheras de la cultura pop", que abrieron y cerraron el concierto como ocurre en el mismo disco, hubo tiempo para detenerse en versiones de Piratas no tan frecuentes, como "Inerte", junto a otras obligadas como esa "Años 80", con un intro más pausado para que todo el público se convirtiera en protagonista, o "El equilibrio es imposible", con la que nadie puede contenerse. También hubo ocasión para descorchar algunas piezas memorables de su extenso cancionero como "El dormilón" (con un derroche de potencia mas que evidente), "Una inquietud persigue mi alma" (más vestida que en su versión original para dar protagonismo en su ejecución a toda la banda), "El viaje de Chihiro" (con su alegre melancolía) o "Como conocí a vuestra madre" (con la que no podemos dejar de bailar poseídos por su estribillo catártico). Pero en todo momento "Trinchera Pop" estuvo presente. La velada estaba concebida para ponerlo por delante y darle todo el espacio que necesitara. Para hacernos sudar con el trance de "La humanidad y la tierra", desquitarnos con la experimental "Miss Saigón" o elevarnos con la emocional "Dejar Madrid", que hizo fundirse en un fraternal abrazo a los dos hermanos Ferreiro antes de terminarla. Los momentos más introspectivos vinieron con "La gran belleza y la juventud", que adquiere mayor grandeza cuanto más la dejas entrar en ti y en la Oasis que esto se produjese fue más fácil que nunca, o con "Gran Columpio", que adquirió un tinte espiritual aunque sin llegar a salirse demasiado del guión de su versión de estudio. Algo que tampoco ocurrió con "Pinball", fiel a la original pero inmensamente adictiva. 

"Santadrenalina" o "M", presentadas como el perfecto regalo para sus seguidores más fieles, casaron estupendamente con "El Pensamiento circular", siempre bella, infinita y, a la vez, leve, que nos mece y eleva cada vez que nos recorre y electriza. Porque es una canción que nos toca la piel, nos la eriza y nos conmueve. Siempre. Es poderosa. Casi tanto como "Turnedo", que no es necesario presentarla, pues forma parte de todos nosotros y es nuestra aliada. Nos encanta escucharla con esa introducción del "Diecinueve" de Maga, pero cuidado porque está encontrando una digna sucesora. Perfecta muestra de nuestro tiempo y fruto de la madurez y la clarividencia. Los dos Ferreiro se pusieron frente a sus "Fucking Little Toys" a introducirnos poco a poco en este himno de la rendición. "En el alambre" fue progresando marcando sus beats y nos transportó a una atmósfera en la que manda la honestidad. Su estribillo explota en ese particular mantra de la colectividad y por un momento somos uno. Ese es el poder de este alambre en el que flotamos y nos dejamos caer mientras sentimos de verdad que "cientos somos una unidad".

La comprimida hora y media de viaje se convirtió en un trayecto revelador, donde nuestras trincheras fueron por un momento las mismas que las de esa banda que alrededor de Iván Ferreiro construye un particular remedio contra este feroz mundo de crítica y sinrazón. Lo que importa aquí son las canciones y la certeza de sabernos únicos con ellas. Porque necesitamos más momentos como los vividos a bordo de un concierto como éste. Donde el diálogo y la comunión son la piedra que nos sostiene y nos permite seguir adelante. Bastante difícil es nuestro día a día, pero en esta trinchera pop somos lo que de verdad queremos ser. Nos sentimos interpelados y comprendidos. Nos abrazamos en uno. Eso consiguió Iván Ferreiro la primera noche de diciembre en Zaragoza. Eso está consiguiendo en cada uno de los conciertos de esta gira por salas: "que los años y el presente nos sorprendan a los dos", a cada uno de nosotros con Iván. Sus conciertos no dejan de ser una sorpresa por más que volvamos a ellos de forma recurrente, como es el caso del que esto suscribe. 

Hace unos años consiguió que en sus directos nos sintiéramos en "casa", pero ahora esa casa se ha tornado en la trinchera en la que sentirnos vivos, inquietos y en lucha. La que nos hace sentir únicos y absolutamente privilegiados. Como nos confiesa en una de sus más acertadas canciones ya citada: "puede que al final tengamos que dejarnos caer", pero seremos conscientes de que ha sido la mejor manera de empezar de nuevo. Caer para volver a comenzar. Renovarnos y renacer. El verdadero sentido de una noche, que es toda una vida, junto a Iván Ferreiro.

Eric Johanson: “The Deep And The Dirty”


Por: Txema Mañeru 

Este todavía joven guitarrista, cantante y compositor de Louisiana, lleva una carrera a toda velocidad, y su sonido, desde luego, recuerda a toda la amalgama sonora proveniente de Nueva Orleans. En los agradecimientos de su nuevo disco sigue figurando Tab Benoit, que fue su primer descubridor y también productor de su debut de hace seis años, “Burn It Down”. Dos años después hizo su segundo disco junto a la cantante de blues y jazz de Nueva Orleans, Tiffany Pollack, para ya en el tercero, “Bellow Sea Level”, ser producida por otro grande como Luther Dickinson (North Mississippi AllStars).

Tras otros tres discos más editados en plena pandemia, llega este nuevo y radiante “The Deep And The Dirty” (Ruf Records / Karonte), con la producción de otro músico de enorme prestigio como es Jesse Dayton quien ha compuesto más de la mitad del disco ayudando a Johanson. Haber contado, y contar, con la colaboración de tan grandes y variados músicos significa que estamos ante un compositor con mayúsculas. 

El nuevo disco chuta al estilo power blues-trío, como el mismísimo Stevie Ray Vaughan, aunque es cierto que Dayton y Patrick Herzfeld (también ingeniero de sonido y encargado de las mezclas) tocan también shaker y tamborine. Está muy claro que su base es el blues y su guitarra, aunque le gusta la música americana en general y el rock & roll puro con más o menos toques sureños. Su estilo vocal y algunos riffs y guitarras evocan las misteriosas maravillas ocultas del pantano de Louisiana. Eric domina la slide a la perfección, lo que no le impide añadir pinceladas solistas eléctricas. Su sección de ritmo es un prodigio de fuerza y concisión y él arrancó siendo un niño, inspirándose en un Tab Benoit que lo contrató como el primer guitarrista y cantante de su sello, Whiskey Bayou Records

El nuevo disco comienza con tres temas propios excelentes. El primero es "Don’t Hold Back" y es pura electricidad con un estribillo realmente pegadizo y buenos aires rock. Sigue con el tema titular, "The Deep And The Dirty", con su batería propulsando dicho tema y la electricidad brillando de nuevo a sus anchas. "Beyond The Sky" es un muy buen blues pantanoso de su hogar, cediendo pronto el espacio para que despunte el primer tema compuesto a medias con Jesse Dayton. Te hablamos de un "Undertow" con unos riffs que son puro ZZ Top, pero también con su punto Vaughan. Los sonidos acústicos del Delta dominan "Just Like New" mientras que se tiñe de blues oscuro, a medias con Dayton, "Elysian Fields". En "Galaxy Girl" resurge la electricidad más potente.  

Llegando ya el final retoma Eric su firma en solitario para dar forma a un excepcional "Borrowed Time", con esa destacada guitarra slide y otro estribillo que se clava a las primeras de cambio. Despiden el disco con la composición de ambos, "She Is The Song", un espectacular, emocionante y crepuscular lento con voz soul y emoción y con algunos de los mejores punteos de un disco muy bueno en su estilo. A ver si viene pronto en una Blues Caravan del sello alemán Ruf Records. En directo seguro que sonará más sucio, profundo y también quemará más.

Entrevista: Francis Sarabia


"Para mí es vital hacer canciones, ya sea como vocalista de una banda o ahora en solitario"

Por: Kepa Arbizu

Habituados a encontrarnos la portentosa voz de Francis Sarabia como apoyo a otros proyectos, de diverso rango estilístico, como Asfalto, Mago de Oz, Los rebeldes, Raimundo Amador o Santi Campillo, ahora llega el momento de disfrutar de su vena compositiva poniéndose al frente de su propia andadura. El resultado es un trabajo, coescrito en su mayoría junto al guitarrista Juan Alarcón, de impetuoso rock americano que exhibe una absoluta facilidad para encaramarse a otros acentos genéricos en los que sobresalen aquellos guiados por ritmos "negros".

Grabado en los estudios Invisible junto a "Monty", el primer paso, bautizado con su propio nombre,  de esta apuesta en solitario lo realiza de manera firme y emocionante, mostrando no sólo una absoluta majestuosidad vocal, ya contrastada por sus años de carrera, sino ofreciendo un repertorio heterogéneo, y por lo tanto especialmente pegadizo, pero de carácter común y resolutivo. Motivos más que sobrados para ponernos en contacto con él. 

Tras una larga carrera musical cantando en diversos proyectos y con diversas compañías, es ahora cuando decides presentarte con un álbum propio, ¿qué ha pasado para que este sea el momento en que has tomado la decisión?

Francis Sarabia: Normalmente siempre he estado ocupado cantando con alguna banda o haciendo coros en estudio para otra gente, pero llegó un momento en el que no estaba trabajando en nada concreto con otras personas, algo que no suele ocurrirme casi nunca, y fue entonces cuando me dije a mí mismo que quizá sería un buen momento para grabar algo por mi cuenta. Ese pensamiento empezó a tomar forma y la bola se fue haciendo más grande hasta llegar al momento de hoy, que nos encontramos con un disco bajo el brazo y una banda para presentarlo en directo.

Aunque estás muy acostumbrado a cantar y a trabajar en este mundo, ¿has sentido cierta responsabilidad o incluso presión a la hora de ponerte al frente de tu propio proyecto y mostrarte como el único responsable?

Francis Sarabia: Siempre hay cierta responsabilidad a la hora de presentar nueva música, pero es algo que siempre había hecho dentro de una banda. Ahora hay una presión un poco mayor, porque aparece mi nombre y al final soy el último responsable de todo y quien da la cara soy yo. Se intenta hacer las cosas lo mejor posible, cuidar los detalles y aprender de errores pasados, aunque al final también creo que la parte principal no es tan diferente a otras ocasiones: hay que hacer buenas canciones y cantarlas lo mejor posible. Esa máxima sigue tan vigente como el primer día.

Tu currículum es tan impresionante como variado, trabajando junto a Mago de Oz, Santi Campillo, Los Rebeldes, Asfalto... ¿crees que a la larga todas esas experiencias también han jugado un papel decisivo a la hora de dejar huella en tu faceta compositiva?

Francis Sarabia: Por supuesto. Todos los músicos y bandas con las que me he visto involucrado, de una forma u otra, me han enseñado algo nuevo y me han enriquecido musical y personalmente. Soy una persona que escucha muchísima música diferente, incluso a veces, estilos muy alejados del rock, y a la hora de colaborar con otros grupos también me gusta esa variedad musical. Para mí es un lujo poder participar con bandas tan distintas entre sí.

Cuando alguien que ha acumulado tantas experiencias decide lanzarse en solitario, su primer disco suele ser la selección de aquellas mejores canciones que ha ido recopilando a lo largo de los años, ¿es tu caso, en este disco hay temas de muy diversas épocas o han sido compuestas expresamente de cara a dar forma a este disco?

Francis Sarabia: Pues hay de todo. Algunas canciones, como por ejemplo “Donde hubo una llama”, tienen más de diez años. Esa en concreto fue compuesta para Campillo, pero no terminó de cuajar en aquella banda y la he rescatado ahora para incluirla en el disco. Otras son más recientes, se compusieron hace un par de años más o menos, e incluso hay una que surgió mientras estábamos en el estudio, como es “Sabe mejor”. 

Sin duda este disco, si hubiera que definirlo, lo haríamos bajo el término de rock, pero también es cierto que hay ecos de heavy, funky, blues, soul… hasta gospel… ¿has pretendido que tu puesta de largo fuera lo más variada posible y que mostrara la amplitud de registros en los que te mueves?

Francis Sarabia: Hay una parte intencionada en ello y otra que surge de forma natural. Siempre me he nutrido de estilos muy variados, y eso hace que las influencias sean cada vez más amplias, lo cual tiene que notarse luego en el disco de alguna manera. Como consecuencia de esto, está el tema de que siempre me ha gustado mezclar el rock con otras músicas, y al final hay pequeñas pinceladas de muchas cosas que me apasionan.

Hablando de esa variedad, hay una influencia que se cuela casi en todos los temas -en mayor o menor medida- y son los sonidos negros clásicos, ¿son tan importantes en tu forma de cantar y componer como da la sensación?

Francis Sarabia: Cada vez más. Es un camino en el que estoy inmerso y en el que me encuentro muy a gusto en estos momentos. La influencia de la música afroamericana ha estado más presente esta vez que en cualquier grabación anterior. No podemos olvidar que la mayoría de música que hacemos y que escuchamos hoy en día viene de la música negra. Además soy fan acérrimo de nombres como Wilson Pickett, Otis Redding, BB.King, Ike and Tina, Sly Stone, The Meters… Estos artistas son una lección de canto y composición en cada canción.

Y entre todos esos estilos que se filtran en estas canciones, ¿dirías que hay un género o un tipo de composición en el que te sientes más cómodo y más tú mismo?

Francis Sarabia: Creo que el soul ha ganado mucho peso en mi manera de cantar en los últimos años. Me siento cómodo en el estilo y me permite seguir aprendiendo y experimentando cosas nuevas con el instrumento de la voz. Incluso tenemos una versión de Sam Cooke que hemos pasado por un filtro de blues muy primigenio; otra música que también me ha gustado mucho siempre. Hay varias canciones en el disco con un fuerte carácter de este género. Con el concepto de Rock en general siempre me siento como pez en el agua, aunque es cierto que este álbum ha quedado un poco más pausado y tranquilo que otros que haya hecho anteriormente.

Y por el contrario, ¿hay alguna faceta musical que te haya costado más o que incluso te hayas sorprendido atreviéndote con ella?

Francis Sarabia: Pienso que en este disco las influencias de raíces son más profundas que antes en todos los ámbitos, ya sea soul, blues o funk, pero la canción que cierra el disco va más allá y se escapa un poco de toda esa influencia americana. Es un tema muy intimista a piano y voz, algo que nunca había hecho antes. La compuse junto al cantautor Juan Carlos Lax, y después, Lucas Albaladejo (MClan, Loquillo, Carlos Vudú) tocó el piano. Cuando estuvo terminada, todos nos sorprendimos muy gratamente con el resultado.

En mi opinión si este disco tiene dos características especialmente llamativas son la rotundidad eléctrica y el mimo por construir armonías melódicas… ¿Han sido dos prioridades?

Francis Sarabia: Han sido prioridades desde el principio. Tenía muy claro que la parte eléctrica tenía que ser contundente y precisa para que después las melodías y los matices brillaran como es debido. A veces es complicado tener ambas cosas en cuenta durante todo el proceso, porque tienes que estar atento a cientos de  aspectos cuando estás grabando, pero ahora escuchamos el resultado y nos sentimos muy orgullosos del trabajo realizado.

En ese sentido, ¿cómo de importantes en el resultado, y la elaboración, del disco son los músicos que te han acompañado, han influido mucho en la forma definitiva de las canciones?

Francis Sarabia: Han influido muchísimo y de forma muy importante. El disco casi en su totalidad ha sido compuesto junto al guitarrista Juan Alarcón, que además ha grabado la mayoría de guitarras y bajos del álbum. Esto hace que todas las canciones tengan nuestro sello personal en la música y las letras. Hubo canciones que cambiaron mucho desde su versión primigenia hasta llegar a lo que podéis escuchar hoy en el disco, ya que, a base de trabajar, algunos fueron evolucionando hacia interpretaciones muy diferentes a las originales.

El sonido del disco es realmente imponente, apuntalando la fuerza cuando así lo requiere y delicado cuando se necesita, ¿cómo ha sido ese trabajo de producción, tenías muy claro cómo debía sonar todo o ha sido un trabajo costoso?

Francis Sarabia: El trabajo de Monty en la producción ha sido fabuloso y muy decisivo. Ya había grabado un disco con él para Tijuana Road hacía pocos años y sabía que era la persona idónea para dar forma a estas canciones. Tiene un concepto de producción muy parecido al mío y enseguida capta lo que busco para cada canción y momento del álbum. Hemos crecido escuchando la misma música y nos entendemos a la perfección cuando trabajamos juntos.

Abres el disco con “Bienvenido al mundo”, una canción que parece jugar con ese doble sentido de “saludar” a tu nuevo disco y también de sumergirnos en tu propia visión y/o experiencias en la vida. No sé si tiene ese sentido la canción y hasta qué punto tuviste claro que debía abrir el disco…

Francis Sarabia: “Bienvenido al mundo” sí que tiene ese doble sentido de darle la bienvenida al oyente al viaje sonoro que le espera y, por otro lado, mostrar mi visión del mundo que tenemos hoy día. Cuando estuvo terminada nos encantó el resultado, enseguida tuvimos claro que era una canción muy importante para el disco y no barajamos otra opción para comenzarlo. Era el tema idóneo para abrir.

Siguiendo con ese término, el del rock, musicalmente el sonido es potente y orgánico, pero también cuenta con muchos detalles: teclados, cuerdas, coros... ¿tenías claro desde el primer momento que ciertas canciones iban a ir decoradas con esos detalles o ha sido algo que se ha incorporado paulatinamente según avanzaba el proceso de grabar los temas?

Francis Sarabia: Cuando compuse las canciones eran sólo un esbozo con guitarras y voz, una idea de ritmo y algunos arreglos muy simples. Más tarde Juan arregló los temas y fuimos eligiendo cuáles deberían ir acompañados de teclados o pianos, armónicas, coros femeninos u otros detalles. Casi todo lo que se escucha estaba decidido desde antes de entrar al estudio. Hay muy pocas cosas que se decidieron ya grabando, creo que los arreglos de cuerda en “No te importa nada” y poco más.

Hay varios temas como “Donde hubo una llama”, “Cama y hostal” o “No te importa nada” que contienen historias que suenan intimistas y personales, ¿estamos ante un disco especialmente autobiográfico?

Francis Sarabia: No sé si es especialmente autobiográfico, pero sí pienso que uno tiene que hablar de las cosas que le ocurren en su vida y así poder contar las historias de primera mano. Puedes concederte ciertas licencias y hablar desde otros puntos de vista, inventar personajes o escribir letras de una forma más subjetiva, pero creo que el sentido de autenticidad no es el mismo dependiendo de la manera empleada al escribir. En mi caso es así como me encuentro más cómodo y eso es lo que me funciona mejor a la hora de crear los textos para las canciones. Entiendo también que a otros les resulte más fácil lo contrario. No hay una fórmula mágica que funcione para todos igual.

Aunque veterano por todas tus experiencias, éste es tú primer disco en solitario, ¿cómo se afronta el hecho de la recepción que cosechará del público? ¿Predomina el entusiasmo o precisamente conocer bien este mundo y lo difícil que es sobresalir entre tantas propuestas te hace tener los pies en el suelo?

Francis Sarabia: Hay un poco de todo. La ilusión y el entusiasmo por mostrar un trabajo del que te sientes orgulloso tienen que estar ahí, o de lo contrario es una batalla perdida desde el principio. Ahora bien, todos sabemos que no corren tiempos especialmente buenos para las bandas de temas propios, más aún cuando se presenta un primer disco sin apoyo masivo de una gran discográfica. Eso hay que tenerlo en cuenta para saber lo que se te viene encima, tanto lo bueno como lo malo.

¿Crees que todo músico, de un modo u otro, en algún momento demanda la necesidad de expresar todo aquello que lleva dentro en forma de canciones propias, o es posible sentirse plenamente realizado estando en un, digamos, segundo plano y acompañando a proyectos ajenos?

Francis Sarabia: Siempre tengo alguna participación para otros proyectos entre manos, pero en mi caso no podría estar solamente haciendo colaboraciones con otros artistas. Para mí es vital hacer canciones y es lo que he hecho siempre, ya sea como vocalista de una banda o ahora en solitario. Hacer coros, compartir canciones, colaborar en directo y toda clase de participación en los proyectos de otros compañeros, siempre es reconfortante y lo hago con la mayor de las alegrías, pero para poder expresarme artísticamente es necesaria la creación de nuevas canciones que pueda compartir con el público.

Mujeres: “Desde Flores y Entrañas”


Por: Javier González 

Qué lejano queda ya el paso al castellano de Mujeres, pero qué importante sigue siendo aquel giro decisivo para haberles hecho llegar a una cada vez mayor cantidad de público. Una masa de gente variopinta e intergeneracional que ha sido seducido por su innegable capacidad para fabricar estribillos de aspecto pop irresistibles, generando un implacable tsunami que hace de las salas o festivales donde tocan una fiesta iluminada por cientos de rostros felices, dispuestos a dejarse los pulmones en unos conciertos que poco a poco se han convertido en auténticas ceremonias para fieles. Ante tal fenómeno uno tiene poco que añadir, más bien nada, porque cuando las canciones funcionan y el público las hace suyas con sumo disfrute, considero que cualquier otra reflexión está de más. 

El tema es que están de vuelta y toca hacer parada y fonda sobre este notable “Desde Flores y Entrañas”. Y sí, al escucharlo piensas: “me han vuelto a coger en la misma emboscada y tan feliz, oye”. Canciones (muy) cortas y directas. En su mayoría vibrantes y efectivas, donde las victorias y derrotas se celebran de igual modo con ironía y ganas de hacer que dichas experiencias sumen, marcando una línea continuista con lo que fueron “Siento Muerte” y “Un Sentimiento Importante”, no exenta de pequeños matices novedosos que suenan a riesgo, algo que queda patente en la temeridad que supone en estos días efímeros incluir hasta un total de 17 composiciones, en lo que supone una muestra de un imperial torrente creativo -recordemos que por el camino estos años han seguido regando su discografía con la edición del Ep “Rock y Amistad”-, y la presencia más evidente de unos teclados y ambientaciones que ahora ganan claro protagonismo. 

En su contra habrá personas que afirmen que no sorprende, que si tal y que si cual, pero a un grupo con trayectoria como la suya no se le puede exigir que rompa moldes, menos todavía cuando son tan rotundos y precisos como los de Mujeres. Se les debe pedir algo mucho más ambicioso como es escribir canciones redondas y bonitas, cosa de la que estos tipos saben un montón como han vuelto a demostrar.

A ver quién es el guapo que niega el pan a “Las Victorias y Derrotas”, con ese órgano tan formal que abre un canto de vida no exento de ironía, el latigazo guitarrero de “No Puedo Más”, tremendo bombazo lleno de desamor, la pequeña monería que supone “Cuando Lágrimas Arden” o “Diciendo que me Quieres”, delicadas y suaves, hacen pensar en ramalazos de Los Brincos y Juan y Junior al construir auténticas catedrales pop; todo ello previo al descontrol de “Una Consecuencia Extraña”, “Solamente es Brutal” y “Si Piensas en Mí”, tres de las llamadas a ser de las favoritas en sus bolos, y cortes que te hacen esbozar una sonrisa como “Estallido sin Cambios”, donde se acercan sin rubor al ruidismo The Jesus and Mary Chain en “Psychocandy”, volviendo por sus fueros en “Por lo Visto da Igual”, “Se Contempla una Opción” y acelerando el pistón en “Doblemente Mal”, antes del llamativo adiós que supone la atmosférica “Horizontal en Llamas”. 

Este “Desde Flores y Entrañas” es un nuevo viaje frenético por la montaña rusa de emociones que siempre propone Mujeres, por ponerle un pero hablaría de un excesivo número de temas, pero entiéndase, no por el contenido ni su calidad en sí, sino porque hay tal cantidad de canciones y discos que ven la luz a diario que me temo hará que muchas personas no dediquen el tiempo necesario para degustar con calma esta nueva y brillante colección de uno de los grupos más potente y en forma que tenemos. Estamos de enhorabuena, Mujeres ha vuelto y la vida es un poco más amable en los días grises, cuando estalle la tormenta a un simple golpe de vinilo -cortesía de Sonido Muchacho- tenemos tres minutos de felicidad con aromas garajeros, ramalazos de rock y una accesibilidad pop a la altura de muy pocos elegidos.