Glen Hansard: “Didn’t He Ramble”

Por: Kepa Arbizu 

Si hiciésemos una mirada panorámica de las representaciones musicales en las que se ha desarrollado Glen Hansard encontraríamos que en un extremo, el más rockero, estaría su grupo The Frames; en el opuesto su colaboración con Markéta Irglová, bajo el nombre de The Swell Season, dando rienda suelta a su faceta más romántica, y en medio de ambas su manifestación en solitario, cercana a propuestas más intimistas pero atravesada también por la intensidad. 

Precisamente ese es el ámbito en el que se desarrolla este “Didn’t He Ramble”, segundo disco que saca bajo su propio nombre el irlandés, dando continuidad a aquel “Rhythm and Repose” de hace ya tres años. Aliado con el que parece su productor de confianza Thomas Barlett, al que se suma en esa labor quien fuera compañero de banda Dave Odlum, el resultado supone un paso significativo en una evolución que le ha llevado a crear un disco que, pese a haber sido registrado en diferentes ubicaciones, supone su, hasta el momento, legado personal de canciones más compensado, rotundo y emocionante. 

Como demuestra este trabajo Hansard cada vez se ha ido incorporando con mayor solvencia a esa serie de intérpretes que partiendo de los esquemas folk los engrasan junto al pop o el rock de vertiente más sensible, emparentándose así con autores que van desde Damien Rice a Iron & Wine pasando por José González. Perfecto ejemplo de todo eso es "Grace Beneath the Pines", en la que su voz se presenta en primer plano revestida de una amplia, pero escogida y controlada, instrumentación, característica constante a lo largo del álbum, para crear ese ambiente íntimo y emotivo. Sensaciones que serán norma común en las diferentes composiciones, ya sea en la más amable y delicada "Wedding Ring" como en la más sureña, y magnífica, "Winning Streak", y con repuntes realmente logrados por medio de la épica "My Little Ruin" y sus altibajos rítmicos o la excepcional "Her Mercy", donde saca su arrebato más soul, incluyendo explosión de metales y de sus propias cuerdas vocales. 

En el disco no vamos a encontrar muchas discordancias con lo mencionado ni cambios de rumbo musicales. Ni los pretende ni los necesita. Cada canción, a su estilo, va a horadar más en esa búsqueda de la fibra más emocionante. Van a colaborar en esa construcción desde la intensidad que emana del ambiente a lo Nueva Orleans que desprende “Lowly Deserter”; la bella sobriedad marcada por el piano y apoyada por el violín de John Sheahan (The Dubliners) en "McCormack’s Wall" o el clima más envolvente de "Just to Be the One". 

Hasta este momento habíamos visto a Glen Hansard como ese músico capaz de sacar grandes instantes pero sin duda este nuevo disco le sitúa en otro espacio, mucho más consistente y completo, dando forma, ahora sí, a un gran trabajo que esperemos sea el primero de una larga trayectoria  bajo esa sintonía.