The Soul Jacket: "Plastic Jail"

Por: Kepa Arbizu

A lo largo de sus ya casi quince años de existencia, The Soul Jacket ha demostrado en cada de uno de sus discos editados (el más reciente supone el cuarto en formato largo) la capacidad para dotarles de una cara o vertiente distintiva pero siempre integrada escrupulosamente en la personalidad adquirida por la banda gallega. Tomando el rock (and roll) sureño, con toda la amplitud y volatilidad que soporta el término, como elemento distintivo de su sonido, éste se ha ido manifestando sucesivamente igual con ánimo sudoroso, liberando colorido soul o dibujado bajo ambientes envolventes. Lo más impactante de todo ese periplo, además de la lógica habilidad para llevarlo acabo, es la ausencia total de indicios que indiquen ningún ejercicio de funambulismo para sacarlo adelante, al contrario, la aparente facilidad con la que logran posicionarse con rotundo éxito en diversos contextos es solo explicable por medio de un buen puñado de talento. El -de momento- colofón a ese itinerario llega con un álbum, "Plastic Jail", que esgrime su concepto más clásico y por extensión orgánico y crudo, aquel que de alguna manera marcó sus inicios pero mostrado ahora de manera sublime con todo lo acumulado y aprendido en esta travesía. 

De regreso a su ciudad de origen, Vigo, para la grabación del álbum, lo que podría entenderse de manera simbólica como la orientación hacia una recuperación de su idiosincrasia natural, a través de sus cortes vamos a ir asistiendo a lo que supondría el discurrir de las páginas de un libro que repasara la mejor historia del género. Para ello, resulta una excelente idea abrir con un tema como "Rainbow Pills", que además de introducir ya esa labor "curativa" del trabajo, se presenta como transmisor de caracteres clásicos, entre los que se incluye un respeto reverencial por las melodías. Sumando a la artillería habitual un espectacular saxofón, se completa así una pieza que recoge los impulsos provenientes de Stones, Dave Edmunds o George Harrison entre tantos otros. Un peldaño más en cuanto a aspereza ascenderán de la mano de "Lying on the Grass" y "Fire" se bastará para encender la mecha setentera, añadiendo a la ecuación psicodelia y emprendiendo el trote entre terrenos conquistados por Hendrix o Steppenwolf. Todavía imbuidos de ese aroma lisérgico, la canción homónima tomará un camino más reposado e hipnótico emanado directamente de las faldas del "White Album" de los Beatles. Si lo expuesto hasta ahora se relaciona mayoritariamente con el talante más arrebatado de la banda, "Merry Go Round" demuestra que su gen rockero no se entiende solo entre dichas dinámicas y que se mantiene sobradamente competente a la hora de descender las revoluciones y ceder el protagonismo al latido romántico. 

No es ninguna casualidad que la versión seleccionada para acompañar al repertorio original provenga del sello Atlantic y se trate del éxito cosechado por Shirley & Lee "Let the Goods Times Roll". Una adaptación que mantiene la flexible cadencia rhythm and blues pero inoculándole incluso un paso más juguetón, como si Randy Newman se encargara de tal misión. La aportación del ADN contenido en la música negra no solo es parte integrante de este proyecto sino fundamental, cómo si no definir la voz de Toño. Un rastro acreditado con profusión en la vibrante e incitadora a mantenerse en pie "Keep On Fightning", hermana carnal de producciones perfectamente adjudicables a Julián Maeso o The Spencer Davis Group. Si en "In a Golden Brown"  el sonido de raíces en una faceta casi desértica y sugerente es quien se hace paso, "Better Days Are Coming", con su portentosa emotividad, y la pegadiza "Everybody Runs", encontrarán el camino más directo hacia el horizonte soul. 

The Soul Jacket demuestran que su aprendizaje musical se ha producido envuelto en esos plásticos que cobijaban los vinilos que con su girar han consolidado la educación de un grupo que en este nuevo capítulo muestra sin tapujos la clara influencia de esos “maestros”. Lo hacen con todo el clasicismo que la ocasión merece pero también rubricándolo con su propio apellido, uno que nos ha ofrecido ya indicios más que sobrados para obtener la prueba empírica de que estamos ante la banda de rock por excelencia nacida recientemente en nuestras fronteras. Toman la tradición, se divierten con ella y la entregan transmutada en himnos contemporáneos, y todo con esa aparente facilidad que evidencia que mientras la mayoría anda, ellos vuelan.