Sala Ambigú Axerquía, Córdoba. Sábado, 28 de junio del 2025.
Texto y fotografías: J.J. Caballero.
Podría parecer un desastre, pero estos no se miden en números sino en momentos. El balance siempre ha de ser positivo cuando los segundos superan en intensidad y hasta en rentabilidad a los primeros. Echando cuentas, merece la pena invertir en ellos con la convicción, que no la soledad, del corredor de fondo que sabe dónde está su verdadera meta. A la terraza del Ambigú Axerquía se asoman propuestas variopintas y músicas posibles para públicos imposibles, habitualmente amparadas por el empeño y el conocimiento de la dupla formada por El Colectivo, sin cuyo mecenazgo el charco en medio del desierto sería impensable. Su punto de mira es más que un punto de vista, una visión periférica que orienta el radar en direcciones insospechadas y reubica posiciones para darnos a conocer sonidos y canciones que en condiciones normales nos serían inabarcables. Otra vez, con los oídos atentos de una veintena de personas iniciadas e implicadas en la causa, nos dijeron sin palabras que les debemos estar agradecidos.
Primero, por descubrirnos a una banda de potencial infinito y potencia evidente. Los manchegos Paramo Union son una alianza hispano-británica encabezada por el rocoso vocalista Chris Catling, que además toca la guitarra como los ángeles, y que viene de ganar varios certámenes de los que pocos conocen y aún menos disfrutan. Entre 2021 y 2022 publicaron sendos EPs y ya andan preparando y presentando canciones que incluirán en el siguiente, aún sin formato definido.
Lo que hacen ya lo hicieron antes muchos y muchas, pero la cuestión es que ellos lo hacen muy bien. En Daimiel, en pleno páramo manchego, entre llanuras y viñedos, se pusieron a escuchar los discos de Led Zeppelin, Black Crowes, ZZ Top y Queens Of The Stone Age y empezaron a definir el perfil de un sonido basado en los riffs y la base rítmica a pleno pulmón de los citados y algún que otro aporte propio, resultando en historias de ex novias que se fugan con sus camellos, expresiones de ritmo desencantado por la oscuridad del presente y sentimientos a medio hacer patentes en temas como “No time, no money”, afilando las uñas del blues que llevan dentro, “The wrong side of the tracks” o “Payday”, un deleite de boogie rock disparado desde el centro del desierto del que provienen. El buen gusto de las afinaciones mayores queda claro en “All in good taste” y su atraque en los puertos del rock americano no les impide huir del exceso y poner el acento en sus propias virtudes. Jóvenes, airados y convencidos de sus poderes. Cincuenta minutos de diversión e ilusión por el futuro.
Segundo, porque sorprende, por no decir que impresiona, cómo el sonido basado en la subcultura pulp, básicamente provenientes del surf y del rockabilly mestizo, ha creados hijos bastardos y sobrinos putativos en casi cualquier latitud planetaria. Aquí tenemos varios ejemplos de ello, incluso entreverados con barniz latino o los palos más tendentes a la fiesta comunitaria y el sudor colectivo, pero tal vez sea menos obvio en las nuevas generaciones que acumulan bagaje en un género mucho más abierto de lo que parece. Si a esa conocida coctelera en la que se agitan JD McPherson, Nick Curran, Guadalupe Plata o Los Coronas del lado contemporáneo o The Cramps, Dick Dale, Más Birras o Stray Cats de la orilla más clásica le añadimos la actitud implícita y el descaro explícito de la nuevas generaciones, quizá entendamos lo de El Niño Delta y no busquemos demasiadas explicaciones para su concepto sonoro.
En Granada vive un músico, Alex Arcas, que toca con su hermano a la batería y dos aliados igualmente diseminados en otras aventuras similares, que ha asimilado a la perfección las enseñanzas y el legado de sus músicos más apreciados. “We are flamingos” (nombre que da título a un disco grabado en riguroso y crudo directo) resucita la estética bizarra de John Waters, “I got rhythm” incide en los parámetros que dominan y la frontera entre lo fúnebre y lo festivo se difumina en el éxtasis rítmico de “Troublemakers” y “SurfeaLa”, donde obviamente dejan que su otra devoción, la música surf, campe a sus anchas y haga mover las piernas y el corazón a cualquiera que pase por allí.
Desde el más puro underground, devorando y vomitando raíces en infinidad de tierras pantanosas, una carta de presentación como la suya –ganaron la batalla de bandas del inminente Blues Cazorla Festival- y la producción insigne del gran Pike Cavalero son aval más que suficiente para que nada de lo que hacen en escena nos pase desapercibido. De ahí que el éxito, un concepto tan difuso como frágil, se reduzca muchas veces a aprender y compartir, y debemos sentirnos orgullosos de poder seguir contándolo.