Los Jaleo: “Nos gusta mezclar letras poéticas encaminadas hacia una lírica dolorosa que creemos que encaja con el dramatismo que le damos a nuestra música”


Por: Javier González. 
Fotografías: Teresa Sánchez.

El próximo sábado 13 de septiembre Los Jaleo estarán actuando en la madrileña sala “El Sol”, lo harán con la magnífica excusa de presentar en directo su primer disco de larga duración, titulado “El Quebranto”, continuación de su Ep editado en el año 2023, “El Duelo”. En el mismo han decidido ir un punto más allá en lo que a propuesta se refiere, ampliando las miras de sus habituales querencias rockeras, ahondando en el folclore hispano y latino, en su más amplia y virtuosa acepción, para rematar diez composiciones que son puro dramatismo lorquiano a las que acompañan con una variada y acertada instrumentación ante la que es complicado no dejarse arrastrar. 

Maravillados ante lo que bien podría ser un “redebut” de los más prometedores de nuestra escena actual, hemos decidido ponernos en contacto con la banda al completo para que nos hicieran partícipes de “El Quebranto” que ahora les recorre, todo ello en el marco de una de las semanas más especiales que recuerde este fenomenal y talentoso cuarteto madrileño. 

Desde hace tiempo un rumor venía avisando de que había un combo llamado Los Jaleo que estaba cocinando a fuego lento un auténtico discazo. Para todas aquellas personas que nos os conocen, ¿dónde y cómo surge una banda como la vuestra? 

La banda surge, como no podría ser de otra manera, en un bar del madrileño barrio de Malasaña, casi como un amor a primera vista. Los Jaleo surge de la fusión del folclore español y latinoamericano con la energía del rock. Hemos definido nuestro estilo como CoplaRock. 

Por fin ese trabajo está entre nosotros, bajo el título de “El Quebranto”; es un álbum de lo más especial que en esta entrevista vamos a intentar desentrañar, pero antes caigamos en el tópico del mal periodista. ¿Por qué un título tan rotundo y sentido como “El Quebranto”? ¿Con cuál de sus múltiples acepciones deberíamos quedarnos? 

Además de tener que ver con los duelos y quebrantos, que es un plato que se come por La Mancha, esto nos pareció que casaba muy bien con nosotros. Por un lado, “El Duelo”, que fue nuestro anterior trabajo, y ahora “El Quebranto”. Son dos piezas que conforman un todo. En nuestras canciones siempre hay un proceso de quiebra interna, de abrirse las tripas, mirarse dentro y sacar ahí una letra o una melodía. Eso es una constante. Y, además, quebranto es una palabra que sale mucho en la lírica de Lorca. Traerle de manera inconsciente ha sido una confabulación de los astros. Hemos trazado un camino que pasa a través del Misterio, la Pasión, el Quebranto, la Pena y la Esperanza. También hemos contado con referencias del neobandolerismo y la cultura mediterránea, manteniendo nuestros propios toques oscuros y rockeros. Las historias que contamos en nuestras canciones dejan ver escenarios de desiertos, iglesias, casas de pueblo antiguas y ruinas, con un simbolismo profano que terminan de adonar nuestro “Quebranto”. 

“Somos exploradores musicales y hemos querido experimentar” 

Hay muchas cosas que desentrañar en el mismo, desde su portada, con una iconografía muy particular y cuidada, hasta en el interior, donde la temática de las canciones, su lírica y sonoridades son capaces de llevarnos hasta otros tiempos musicalmente más cálidos e infinitamente más sentidos. ¿Cómo se aíslan cuatro personas de la inmediatez y los ritmos prefabricados hoy día para crear una decena de canciones que están en las antípodas del mundo actual? 

Creemos que nuestras canciones sí se encuentran en el mundo actual. Consideramos que venimos de una nueva oleada de música folclórica que comenzó con Rosalía y C.Tangana, a la que nosotros estamos mezclando con nuestra realidad del folclore latinoamericano y nuestro rock. Hemos trabajado en lo que creemos que es la clave, no tener prejuicios sobre la creación y aunar nuestras raíces del folclore español, del folclore latinoamericano con el que convivimos, y la razón por la que cada uno de nosotros cogimos un instrumento, que es el rock. Somos exploradores musicales y hemos querido experimentar con el pasodoble, el surf, la jota, la cumbia, la chacarera argentina y estamos muy felices de trabajar en esta línea. 

Es evidente que vuestras influencias son muy heterodoxas. ¿De qué forma se construye esta mezcolanza? ¿De qué forma decidís cómo vais a vestir cada composición? 

Muchas veces, cada uno de los integrantes puede traer una inspiración de un sonido, melodía o género que quiere explorar, así como una letra o una melodía que haya estado trabajando. El siguiente paso es tocarlo en el ensayo, en el que suele mutar mediante nuestros propios manierismos y lenguaje que tenemos con nuestros instrumentos. Ya luego terminamos de encajarlo en una gran imagen que nos permita contar una historia. Al fin y al cabo, contar historias es lo que hacemos. 

Vuestras letras son sentidas y apasionadas, donde el lirismo y la teatralidad y el drama se entremezclan. ¿Cuáles son los referentes de los que bebéis para dar vida a esa peculiar forma de hacer? ¿Hay más influencia de escritores de libros y poemas, o de autores de canciones? 

Parte de nuestra esencia nace de la adoración que tenemos por Federico García Lorca y de su realismo mágico. Nos gusta mezclar letras poéticas o encaminarlas hacia una lírica dolorosa que creemos que encaja con el dramatismo que le damos a nuestra música. También otros grandes referentes para nosotros son Luis García Montero, Gil de Biedma, Ángel González, Piedad Bonet, Mauricio Aznar, Javier Corcobado, Miguel Hernández y por supuesto, Pedro Salinas. A la hora de dar una guía a la gente que os desconozca hemos citado las siguientes referencias: Los Coronas, Andrés Hererra “Pájaro”, Gabinete Caligari, Malevaje, Diego García “El Twanguero”, Los Coyotes, Leone y Javier Corcobado. 

¿Hemos fallado mucho, poco o nada? ¡Está perfecto! Escuchando la forma de frasear de cada canción he observado una innegable cercanía con la forma de cantar del ya mencionado en un par de ocasiones Javier Corcobado. ¿Es una de vuestras grandes referencias? En caso de que así sea. ¿Qué destacaríais de su trayectoria? 

Justo lo mencionamos antes como referencia por su estilo desgarrador. Algunos de nuestros destacables en su trayectoria podrían ser su paso por Mar Otra Vez y Demonios tus ojos en los 80, con su visión oscura y rupturista, al igual que “Boleros enfermos de amor” y “Agrio Beso”. 

Revisitáis de una forma muy particular “Y Sin Embargo”, el clásico de los maestros Quintero, León y Quiroga. ¿Hasta qué punto es una responsabilidad abordar una canción de tal importancia y calado emocional? 

Es una responsabilidad absoluta, pero también queríamos hacer una revisión con mucha zapatilla y vientos a lo Big Band. Siempre nos gusta crear una versión, a nuestro estilo, que encajara con el lienzo que hemos estado dibujando en el trabajo en el que nos encontremos inmersos. Es este caso, “Y Sin Embargo” nos va como anillo al dedo. 

También hay cortes como “Libre”, donde abrazáis abiertamente el folclore del otro lado del Atlántico a ritmo de chacareras, algo que pondría de lo más orgulloso al gran Mauricio Aznar. ¿Hasta dónde llega el cajón sonoro de los Jaleo? ¿Con qué otros ritmos soñáis con jugar en un futuro? 

De momento estamos explorando géneros que tienen que ver con nuestra realidad y nuestra historia. Cada uno de nosotros le gustaba el rock y eso nos condujo a tocar un instrumento, pero también hemos pasado por una época de vuelta a nuestras raíces y mirar a las diferentes culturas que se encuentran cerca de nosotros, como la latinoamericana. Es probable que nos encaminemos a sonidos relacionados con África, pero eso sólo lo puede decir el tiempo cuando salga nuestro siguiente trabajo. 

Venimos hablando para bien de vuestra heterodoxia musical, tras cuya pista nos puso Nerea de BRAVA, todo sea dicho, y más tarde, Nacho Álvaro “El Patillas”. ¿Qué otras bandas del panorama musical sentís relativamente cerca de vuestra propuesta? 

Podríamos decir que bandas como Calexico, The Sadies, Lalom, Derby Motoreta´s Burrito Cachimba, Pájaro, Lila Downs, LaPuraSangre, Café Quijano, Los Rodríguez o Los Coronas. 

Hoy en día las fronteras musicales parecen haberse difuminado y hasta puede que tengáis la certeza de que el proyecto de Los Jaleo nazca con sentido minoritario, buscando paladares selectos, pero me apetece preguntaros algo. ¿Teméis quedaros en tierra de nadie sin encontrar acomodo en una escena concreta? 

Amamos el folclore, la cultura popular y creemos que nuestro directo puede sumar energía, color y raíces a cualquier escenario que pisemos, donde estamos acostumbrados a conectar tradición con modernidad. Creemos que ya existe una escena de proyectos que exploran en términos similares a nosotros, con un público que les sustenta, así que podemos ver casos de éxito. Es algo que nosotros mismos podemos ver en como nuestro público nos responde, como nos piden más y como eso permite a la banda seguir creciendo, así que no tenemos miedo.

El próximo sábado día 13 estaréis presentando “El Quebranto” en la sala “El Sol”. ¿Qué sentís ante la proximidad de una fecha que seguro tendréis marcada en rojo en el calendario? 

Pues sentimos mucha expectación, nervios, ganas de soltarlo todo y quedarnos a gusto. Este es todo un hito en nuestra propia historia como banda y en nuestras carreras como músicos. Es el trabajo en el que más cariño hemos depositado y vamos a contarlo con todo lujo de detalles, con sección de vientos, percusión y un despliegue que pueda sumergir al público en nuestro imaginario teatral y dramático. 

¿Qué podrán ver en directo todos aquellos chuletas madrileños que se acerquen a disfrutar del dulce de drama que encierra vuestra música? 

Folclore evocativo, rock descarnado y una estética lorquiana con detalles neobandoleros y western que les va a hacer experimentar un show único.

Tyler Childers: “Snipe Hunter”


Por: Kepa Arbizu. 

Si hacemos caso exclusivamente a las asépticas páginas del diccionario identificaríamos al vagabundo como simplemente un individuo errante y sin domicilio fijo, una imagen demasiado escueta y disecada para un espíritu señalado por el tino lírico del poeta León Felipe como portador de unas ropas donde duerme el polvo de todos los caminos y el sudor de muchas agonías. Una aproximación mucho más certera si pretendemos entender la naturaleza del músico Tyler Childers, quien recién alcanzado el ecuador de la treintena ha conseguido ya convertir, al entrar en contacto con sus manos, el country en un paseante nómada, capaz incluso de recolectar múltiples premios, que sin desprenderse de su silueta identificativa ha actuado de habitual visitante de otras latitudes, y no en el papel de turista necrófago, sino de observador ansioso por fagocitar todo aquello que agita su atención, buen sabedor de que su personalidad resulta imposible de reproducirse entre las rejas de la tradición pero tampoco sin su aprendizaje.

Una inquieta condición artística que se retroalimenta de su propia experiencia personal, porque quien por su currículum biográfico, nacido en plenos Apalaches de Kentucky, hijo de minero y conocedor del arte interpretativo en las escolanía de una la iglesia, podría estar abocado a actuar de más o menos talentoso compositor con calado sombrero vaquero y gestos clásicos, sin embargo ha sido capaz de engendrar un fascinante imaginario que tiene en su nuevo álbum, “Snipe Hunter”, la culminación más imponente. Un disco que sin desterrar su acervo, no es detalle menor que todavía siga residiendo en una cabaña con su mujer e hijos en esas paisajes que le vieron nacer, acumula de manera majestuosa e impredecible todos los saberes acunados en pasados trabajos, desde ensoñaciones lisérgicas a los vetustos violines identificativos de su tierra pasando por el emocionante canto eclesiástico. Ingredientes que le sitúan en este álbum como un pantocrátor perfectamente diestro para sujetar con una mano un desgastado ejemplar de “On the Road”, de Jack Kerouac, y en la otra sostener bajo un haz luminosa el Bhagavad Gita, texto sagrado de la religión hindú.

No es esta arriesgada expedición una empresa que el músico haya asumido en solitario, y a la ya consabida por habitual presencia de su banda de apoyo, Food Stamps, ha añadido el llamamiento a uno de esos productores que su nombre tiende a eclipsar al propio autor, Rick Rubin, en esta ocasión convertido en aliado y copartícipe de una experiencia que buscó su punto de partida en la infancia de Childers. Porque Kauai, en Hawái, lugar que visitó durante su infancia en un plácido viaje familiar, fue el destino de ambos para alquilar una vivienda y adecuarla a modo de estudio de grabación improvisado donde concebir una parte sustancial, pero no definitiva, del resultado, ya que todavía le quedaba una nueva intercesión, en este caso la de Nick Sanborn, mitad del dúo de electropop de Sylvan Esso, que aplicó su moldura más contemporánea a unas canciones en busca de su rumbo definitivo. Un logro desplegado sobre un paisaje que se puede considerar no tanto apátrida como reflejo de una inédita nacionalidad ensamblada por infinitas rutas inspiracionales.

Del mismo modo que resulta prácticamente imposible descifrar todo el ajuar decorativo que acompaña el noble retrato de su portada, los diversos ritmos e influencias, también un particular aspecto lírico que mezcla lo mundano, con lo metafísico y hasta lo paródico, que acogen estos temas se muestran casi inabarcables, lo que no impide traducir el álbum como un juego de antónimos que sin embargo no se sitúan distantes, sino en plena convivencia. Tanto es así que el concepto original de “Snipe Hunter”, destinado a ser una suma de relecturas de temas ya interpretados, acabó siendo desestimada por un inesperado torrente compositivo. De aquella inicial idea, solo se mantienen dos piezas, posiblemente, y propiciado por esa condición pretérita, las más vinculadas a un sonido ortodoxo, aceptando todas las salvedades que ese concepto adquiere en un trabajo como éste. Asumiendo el folk como lengua vehicular de ambas, mientras "Oneida" exhibe una elegantemente vestida delicadeza, "Nose on the Grindstone" arroja una estremecedora desnudez. Una dupla que se podría valer por sí sola para sustentar el reconocimiento global de un álbum pero que en este caso ejercen como hermosos capítulos de un conjunto que se desvela paulatinamente entre reiterados gestos de admiración. 

Rictus elogioso al que hay que conjugar el de la sorpresa, porque como los buenos equilibristas, Tyler Childers hace pasar por suelo firme un continuo ejercicio de funambulismo. Riesgos sobre todo asumidos al acometer ese atrevimiento tantas veces convertido en despropósito que significa retar a cualquier marco temporal. Eso no significa que el clasicismo no arraigue de manera firme en este disco, porque aunque canciones como "Cuttin' Teeth" sea un exquisito emplazamiento en Nashville, con Willie Nelson como factótum, esa es solo una parada de un recorrido que toma rumbo hacia el siglo XXI, incluso haciendo del honky tonk ruta sonora para un imaginario viaje hacia los lugares sagrados de la India acometido en "Tirtha Yatra". Reflexiones espirituales que abolen “apellidos” concretos y limitadores para entonar un llamamiento a su esencia común invocando sus diferentes ritmos característicos, del gospel a la música oriental, matrimonio divino oficiado en "Tomcat And a Dandy", una celebración de lo poco significativa que supone, en el ámbito creativo y humano, la distancia geográfica entre hemisferios aparentemente opuestos.

Un carácter religioso, en su acepción metafísica y nada dogmática, que en este baile de contrastes escenificado a lo largo del repertorio es capaz de alternarse con los aspectos más mundanos, desde el vitriólico despliegue de afrentas que circula en el ágil bluegrass de "Bitin' List" hasta el groove con denominación de origen de la Creedence que en "Eatin' Big Time" guía un puzle donde se asocia la confraternización y el desmedido apetito capitalista. Incluso el caricaturesco retrato de la fauna australiana dominada por el nervio libidinoso de los koalas sirve para demostrar en "Down Under" que la épica indie puede ser manejada con excelencia, una condición que en el tema homónimo se arremolina entre ruidismo salvaje. Caleidoscópico y fielmente representativo reflejo sonoro de la anarquía por la que circula el hecho cotidiano, espacio igualmente acondicionado para lo sublime o lo grotesco.

Dentro de ese constante desfile de identidades que acogen estas canciones, donde las cuerdas vocales de su autor se exhiben con rotunda profundidad o tocadas por una rasgada sutilidad, dos piezas son las que podrían ejemplificar a la perfección esa tierra compartida por incontables acentos que es este disco. Porque si "Watch Out", que esconde bajo esos habituales retratos costumbrista del mundo de la caza un acto preventivo contra los desmanes políticos actuales, construye un descomunal escenario donde las melodías de los Apalaches descansan en el momento presente previo paso de la electricidad setentera, la magistral "Poachers", hogar abierto por igual a su amigo Dylan, la homosexualidad o la clase obrara, elige una estructura tribalista alimentada de las frondosas costas irlandesas o la sobrecogedora majestuosidad de las montañas rocosas. Bocanadas que no sienten como ajeno ningún rincón del planeta a la hora de abducir su singular enunciación. 

Tyler Childers ha logrado con este disco, casi a modo de epifanía musical, convertir el country tradicional en un género dispuesto a conquistar también el porvenir. “Snipe Hunter” suena irreverente cuando lo necesita, metafísico si el ruido ambiental lo permite o cabalga su montura para no dejar en el olvido la ceniza de la historia. De esa forma consigue surgir sublime e inmortal desde su mismo alumbramiento, sabedor de que el tiempo y sus obstáculos solo pueden ser esquivados asumiendo que pasado, presente y futuro son partes de un mismo lenguaje.

Entrevista: Jordi Skywalker


“Nunca me pude imaginar volver a la música con un disco así”

Por: Jorge Bravo Crespo y Javier González.
Fotos: Jorge Bravo Crespo.

De sorprendente puede calificarse el debut de Jordi Skywalker después de su huida hace doce años de Buenas Noches Rose. No, este álbum no tiene nada que ver con aquello, sólo tiene en común con el grupo madrileño la voz del protagonista. "Corazón de Padre Atómico" es un disco en su casi totalidad acústico que ha sido producido por su ex-compañero de banda Rubén Pozo, ahora estrella gracias a Pereza, y que aquí firma bajo el pseudónimo de Rick Ruben.

El álbum empieza fuerte con el rock campestre de "Burriquita", las historias cotidianas se reflejan en "Héroe de mi Casa"; ahora Jordi se ha hecho mayor y es padre de tres retoños. "Babylon" y "Amor Cósmico", revindican el espíritu hippie que recorre todo el disco. "Muerte Súbita" por su parte fue grabada tras su salida del grupo y es un alegato al destino que quiere correr cuando pase a mejor vida, sin dudas una de las grandes joyas del minutaje. "Simple" y "Circulo", también son grandes temas en la línea y temática de todo lo que se esconde dentro de la carta de presentación que ha hecho Skywalker. Quizás por poner algún pero, lo más flojo sean las canciones en francés –Jordi ha pasado parte de los últimos años viviendo allí y su compañera sentimental es de el país vecino, por lo que algo se pega- pero ni por esas podemos hablar mal de este trabajo.

Había ganas de que Jordi volviera a la actividad y desde aquí le recibimos con los brazos abiertos. No contentos con escuchar su nuevo trabajo, decidimos acordar con él una cita en Madrid para que nos hablara de su nuevo proyecto.

Concertamos la cita con él en un caro restaurante de la plaza de Oriente. Era curioso el contraste de ver a nuestro entrevistado en un entorno así. Tras unos cordiales saludos con Pablo Camuñas, nuestro enlace, podemos estrechar la mano al señor Jordi Skywalker. Cuando era casi un adolescente, dinamitó la escena de mitad de los 90 en España como “frontman” y cantante de Buenas Noches Rose, grupo de culto del Madrid de la época. Conocieron esa extraña fama que surge en pocas ocasiones dentro del “underground”, rozaron el éxito y cuando estaban a punto de alcanzarlo, poco después de grabar su segundo disco, Jordi abandonó la banda para cambiar por completo de vida.

Jordi es un tipo afable, cercano, que mira a los ojos con ojos de niño travieso. Transmite mucha paz interior, cree en lo que hace y contagia su entusiasmo, ese que ha plasmado en su primer disco en solitario. Disfrutamos de una amena charla con él que ahora hacemos vuestra.

Pues vamos a empezar por el principio si te parece Jordi. Por el momento en que te plantas y dices “esto se para y se acabó la historia de Buenas Noches Rose”. Explícanos un poco los motivos por los que abandonas el grupo

Jordi: El detonante principal es que empecé a ver una lucecita y unas ganas de revivir una vida mejor, por decirlo de alguna manera. Esa lucecita me hizo darme cuenta de muchos males, muchas angustias que estaba viviendo en aquel momento. Había más factores, desde que el show-bussines era una puta porquería, al hecho de entrar en una multinacional, lo que lleva a la profesionalización del concepto del rock. Todo eso se estaba cargando lo que en realidad éramos o por lo menos, la esencia. Esa esencia la vuelvo a encontrar ahora y de la manera que lo estoy haciendo. Creo que estoy realmente libre y a gusto. Luego también estaba medio abrumado. Estaba en la oscuridad y no veía salida ninguna, estaba muy enganchado. No enganchado en sí a una sustancia determinada, sino muy enganchado a muchas cosas personales. A mis gilipolleces y no podía romperlas si no era realmente cortándolas y desafortunadamente había que romperlas. La única forma era romper ciertos nudos y entre ellos estaba el dejar el grupo.

¿Cómo se desencadenaron los acontecimientos de la ruptura de Buenas Noches Rose?
 
Jordi: Recuerdo que en ese periodo unos seis meses antes de que ocurriera ya no estaba bien. Lo iba soltando en las reuniones con el grupo. Era como si estuviese diciendo es que me apetece un “break” o un descanso, antes de realmente estuviese pasando nada entre comillas. Llevaban ya muchos años pasando cosas y realmente entramos en el periodo en el que pasan cosas de “verdad”. Te empiezan a reconocen los medios, la gente, empezamos a dar bolos muy importantes o a grabar un disco con un gran productor, cambiamos de manager y entramos en una especie de mal sueño, donde te aparecen los personajes y tú dices, si a este pavo no lo conozco, a ese tampoco (Risas). Veníamos de un mundo donde estábamos trabajando con gente de nuestra confianza. Luego dentro del grupo con tus compañeros empieza a haber roces, diferentes puntos de vista, cosas que dicen en una entrevista que a uno no le parecen bien, al otro sí y a nivel de concepto musical. Llega un momento en que dices “¿merece la pena seguir?”, pienso que depende de lo que cada uno busque.

¿Eres consciente de que tu historia, la de Jordi Skywalker, es una de las más paradigmáticas dentro del panorama underground de nuestro país?

Jordi: Sí, si lo ves desde un punto de vista más exterior, alguien puede pensar “¿Por qué cojones este pavo lo deja en este momento que han pegado un pelotazo y que eran un grupo que sonaba muy bien?”. Pero eso pasa en la vida, a mí me paso con Buenas Noches Rose y ha quedado un poco anecdótico, como un personaje publico que desaparece y…eso ha permitido también que ocurriesen cosas que soñaba. Con Buenas Noches Rose veía que teníamos un origen underground y que tenía que continuar siendo así.

Hemos insistido mucho en el tema Buenas Noches Roses por una cuestión. Personalmente creemos que ese momento es el que marca el nacimiento de este disco. Creo que en “Corazón de Padre Atómico” se refleja muy bien esa necesidad de encontrarte contigo mismo y la felicidad. Esos doce años son determinantes. Te has estado dedicando a ir de un lado para otro, a encontraste contigo mismo y siendo feliz con tu familia, tu pareja, teniendo críos. ¿Nos gustaría conocer el proceso hasta llegar aquí?

Jordi: Lo que dices es muy interesante. Si no hubiese tenido esa trayectoria o no hubiese ido por ese camino, quizás no hubiese sacado un disco hoy en día. Estaría dedicándome al campo y a mis cosas, a lo mejor por azares tocaría un poco la guitarra o escribiría o pintaría. Buenas Noches Rose fue mí escuela, pero en un momento dado de mí vida me dije “Tío, tu camino esta ahí”. Me refiero al proceso de crear, no a sacar un disco. De la manera en que lo he hecho me siento muy bien. A Buenas Noches Rose le agradezco todo lo que he pasado en mi juventud, siendo un fan del Rock and Roll y de lo que es la música rock y popular. Eso me ha aportado tanto de chaval, que haber pasado por ahí y ahora mismo verme en la posición que yo estoy. Buenas Noches Rose es como mi familia, son mis amigos de juventud y es lo que ha hecho que hoy en día este sacando un disco.

Y durante este tiempo en estos doce años de silencio, ¿como iban surgiendo las canciones? Da la impresión de que hay temas que son mucho más antiguos que otros. Algunas nos aventuraríamos a decir que son de la época inmediatamente posterior a dejar Buenas Noches Rose.

Jordi: Sí, nada mas dejar el grupo hice algunas. El resto las he ido haciendo según me venían. Había periodos. Yo en Buenas Noches Rose empecé cómo “frontman”, pero luego en mi casa con Rubén hacía mis cosas paralelas, hacíamos unas paranoias intragables, pero guapas. Rubén una vez incluso me decía "no se puede hacer música así, tío" porque yo era muy flipado de grupos como Fugazi. Bandas que hacían música en un garaje. Ese lado mío en Buenas Noches Rose no lo podía desarrollar, lo desarrollaba con Rubén en casa.

Durante aquella época apenas tocabas la guitarra.

Jordi: Bueno rasgaba la acústica de vez en cuando en "Hermana”.Aunque hoy en día tampoco toco muy bien. Se podría decir que me defiendo.

Bueno, en determinadas ocasiones lo importante es el sentimiento. ¿No crees?

Jordi: Me desenvuelvo bien y tengo ritmo (risas). Lo que quiero decir es que ese lado ya existía. Al tomar una vía más personal al margen del grupo, me encontré mas conmigo mismo, empecé a componer y a expresar las cosas que siento. Quizás llegó un momento que no me identificaba al 100% con lo que hacíamos y luchaba por defender las cosas que hacia en directo a niveles estratosféricos. Intentaba que aquello fuese la espectacular.

Nosotros recordamos cosas alucinantes de tu etapa con Buenas Noches Rose. Recuerdo momentos en que te lanzabas al publico, te llevaban hasta el final de la sala y te devolvían al escenario.

Jordi: Sí, sí. Hacíamos cosas de esas habitualmente.

Había momentos apoteósicos. Cuando te tirabas la cerveza por encima. En aquella época flipábamos. No había nadie que hiciera lo que tú hacías.

Jordi: Claro era muy guay. La verdad es que era la “caña” y a nosotros nos parecía que éramos un grupo cojonudo. Me creía el cantante más grande del planeta tierra pero bueno los años te enseñan. Para mí lo que hago hoy en día creo que es de puta madre y me vale. También el concepto personal ha cambiado y te ves a ti mismo de otra manera. Te ves tranquilo, sin ambición, sin histrionismo y disfrutas, ¡joder!

Creo que esto que comentas se refleja mucho en el disco. Habla de los sentimientos de una persona y su percepción del mundo. Hay pocos discos tan sinceros como este, luego gustará o no gustará, pero la sinceridad está ahí.

Jordi: Sí claro, eso ya da igual, eso es el mundo el que lo juzga. Es como si alguien viene y dice “hay gente que piensa que Jordi es de puta madre”. Mucha gente piensa que Jordi es gilipollas, pero da igual. Jordi o cualquier persona tienen su camino. El mío es este.

Jordi, en qué momento te ronda la cabeza la idea de grabar las canciones en una maqueta.

Jordi: Lo cierto es que tengo mucha relación con Mario Torralba, él está muy metido en la música y en el tema del sonido. Siempre tenía la intención de que grabáramos algo. Me decía "Joder, me encantaría grabarte estos temas tío". Un día ordenador en mano, con una tarjeta y dos micros, en Aragón nos lanzamos. Tardamos tres días en grabarlo allá por 2009.

¿Qué ocurre con esa maqueta? ¿Se envía a compañías por si interesa o simplemente se la pasas a tus amigos?

Jordi: Grabé esa maqueta y se la mandé a mis amigos. Dentro de mis amigos está Rubén. De vez en cuando me he visto con él. Ha habido periodos de tres y cuatro años sin vernos. Entonces un día Rubén me llamó en plan colega, y me dijo "tío me encanta, las canciones en francés son la polla, me encanta como cantas". Pablo Pinilla consiguió mí teléfono a través de Rubén, porque iba a sacar un libro de 30 años de su carrera y quería un recuerdo, él me dijo "joder, tío, qué hay de tu vida, cuántos años sin saber de ti". Le dije que había grabado una maqueta me dijo, "mándamela porque estoy montando un sello nuevo". Se la mandé y me llamó a las tres semanas para decirme que le encantaría editarla con su sello. Le dije que genial. La maqueta quedó muy...la grabamos dentro del carromato donde he vivido. La historia es que la gente flipo con el sonido era un sonido cálido, un sonido que molaba, no había que perder esa esencia. De hecho dije, “si grabo un disco lo grabo en el carromato”. (Risas)

El culpable de que hayas vuelto a grabar ha sido Pablo Pinilla.

Jordi: Pinilla ha sido el mecenas. Él ha puesto los tres mil “pavos” que hacían falta para tirarnos un mes grabando. Del carromato nos pasamos a una casa de madera, una vieja bascula de carros y camiones, ahí es donde finalmente lo grabamos. Nos molaban como quedaban los ruidos de fondo.

¿Qué ha aportado a los mandos de la producción Rubén?

Jordi: Rubén estaba allí desbocado y al mismo tiempo súper concentrado haciendo su tarea de productor. A nivel musical lo ha enriquecido enormemente. Yo con la persona que más a gusto me he sentido tocando ha sido con Rubén. Siempre me he entendido muy bien. Tenemos los mismos gustos musicales y además toca cómo Dios.

Podríamos decir que entre unas cosas y otras has encontrado el perfecto equipo de trabajo.

Jordi: Todo fue casual. Le dije estoy haciendo un disco y Rubén me dijo “yo te ayudo”. A Pablo le gusto mucho la idea, pero no pone Rubén de Pereza en ningún sitio, ni queríamos hacer un reclamo de ello. Luego está Pablo que ya me conocía a mí. Él ha hecho producciones muy comerciales que no se adaptan a mí. Él fue el productor del primer disco de Buenas Noches Rose. Yo no creo que nadie me hubiera grabado un disco si no me conoce. Él me dio confianza para que hiciera lo que me diera la gana.

Independientemente del barniz comercial que puedan aportar los nombres de Rubén y de Pablo, evidentemente este no es un disco de “40 principales”, no es un disco de melodías sencillas, no es un trabajo de estribillos fáciles. Volvemos a lo que decíamos antes, es un disco sincero y autentico. Nosotros creemos que con eso es más que suficiente.

Jordi: Nunca me pude imaginar volver a la música con un disco así. Estoy muy orgulloso. Este sonido me encanta. Me dicen, “¿Cual es tu canción favorita?” y digo, “no tengo canción favorita”. Me gusta en un momento dado la una y en otro la otra. Todo el equipo nos sentimos que estábamos haciendo algo arriesgado. Sacando sonidos que Mario decía “esto nos pilla en los setenta y nos hacen un monumento”. Hemos hecho cosas muy experimentales, que luego a lo mejor no se aprecian en su totalidad. Los estudios de sonido son tan antisépticos. Entras en un estudio y no se oye nada, a mí el sonido de fondo en los discos siempre me ha molado. Escuchas un disco de Pink Floyd, el "Wish You Were Here" y oyes a un tío desayunando “Corn flakes” en la cocina. Es cómo un viaje. Mola un montón descubrir ruidos e historias detrás.

A nivel de instrumentación también es un disco complejo. Habéis llegado a utilizar un cubo de basura como instrumento.

Jordi: Sí. Lo llevamos en directo y hay una persona que se dedica exclusivamente a tocarlo. El bidón lo recupere en la escombrera. Me decía Rubén necesitaremos una batería, “ni batería ni nada” le dije. Me subí a la escombrera y les llevé el bidón. Por otro lado también me gusta que haya batería en algunos temas. En el disco la toca Rubén.

Nos llama la atención el hecho de que hay algunas canciones dentro de “Corazón de Padre Atómico” que están cantadas en francés. ¿Por qué has grabado esos cortes en el idioma del país vecino?

Jordi: Lo hablo. Tengo amigos franceses, mí chica es medio francesa, mis hijos lo hablan. Me salió muy natural al hacerlo. Me tiré cinco años en Francia, además me permite componer de otra manera.

A nosotros nos gusta especialmente una canción. Se trata de “Muerte Súbita”. 

Jordi: Es una de las preferidas de la gente en general. Es uno de los cortes más antiguos. Tiene nueve años.

Vamos a ir acabando con la entrevista. ¿Qué planes tienes para salir de gira y sobre todo, con quién?

Jordi: Ya tenemos la banda formada. Somos ocho personas en el escenario más colaboraciones. Hay momentos que somos trece en escena. Nos hemos llamado la “Compost Band”. Estamos preparando una gira en burro por toda España. De pueblo en pueblo. (Risas)

Nos asalta una duda con respecto al directo. ¿Vamos a volver a encontrar a ese chamán que era Jordi Skywalker o por el contrario el paso de los años te ha relajado?

Jordi: No. Estoy todo el rato sentado y aburrido (Risas). Hay que verlo, no puedo prometer nada. No vais a ver a Buenas Noches Rose, pero pienso que la gente que venga a verlo no saldrá decepcionada, puede disfrutar de algo que le puede gustar. De momento quienes han venido a los directos han salido satisfechos. Te hablo de gente de setenta años, de treinta y de doce. Quizás si me quitan la guitarra y tengo una banda detrás pues a lo mejor vuelvo a desmelenarme, aunque ahora tengo que sujetar las canciones con la guitarra.

¿Tenéis algún concierto programado ya en nuestra ciudad?

Jordi: A partir de Octubre, cuando estemos más rodados, os iremos informando.

Una curiosidad…Recuerdo una anécdota que tuvimos con Rubén. Una noche me vio con una camiseta de los Posies y me dijo “este grupo me lo recomendó Jordi”. ¿Te siguen gustando?

Jordi: ¡Hostias los Posies! ¿Todavía siguen? A mí me gustan mucho tío (Risas). Los vi en una sala hace muchos años. Ahora no recuerdo el nombre...

El tiempo se agota. Recogemos nuestras pertenencias. Estrechamos unas cuantas manos y agradecemos a Jordi el trato recibido. Nos perdemos por el centro de Madrid con la satisfacción de haber entrevistado a un tipo de lo más artísticamente sincero que nos hayamos echado a la cara. A día de hoy podemos vanagloriarnos de decir que hace unas semanas entrevistamos a alguien que no entiende la música como negocio, que va más allá, pues la observa como forma de expresión vital. Mucha suerte Jordi y que la fuerza te acompañe.

“Born To Run”, de Bruce Springsteen, cumple medio siglo y no se detiene.


Por: Guillermo García Domingo. 

Si en el siglo XIX Walt Whitman se convirtió en el bardo popular de Norteamérica, en la segunda parte del siglo XX el relevo de ese papel lo tomó Bruce Springsteen, el chaval de New Jersey. Gracias a este disco prometeico mudó su piel, y se convirtió en el nuevo bardo estadounidense que conectó de inmediato con el pueblo norteamericano. Dejó atrás a la persona dubitativa que no sabía si podría ganarse la vida con la música, y se convirtió en el personaje musical y político que todavía resiste en la América trumpista. A lo largo de estos 50 años transcurridos, Bruce ha rebasado las fronteras de su país, persuadiendo a personas de todo el mundo de que él era el tipo que estaban esperando.

“Born To Run” es apasionante desde que tienes en tu mano la portada de Eric Meola en la que The Boss se apoya en el hombro del saxofonista Clarence Clemons. Es una de las fotografías más importantes del rock, su fuerza simbólica, que evoca una complicidad musical única sigue vigente, pese a la triste desaparición de Clemons. Hace poco en las redes sociales pudo verse un vídeo en el que Springsteen y Steve Van Zandt (que en este disco solamente participa en en los coros) en un reciente concierto, salen al escenario cogidos de la mano. Con algún altibajo la E Street Band y su líder han atravesado las tormentas del siglo XX y el primer tercio del XXI agarrados de la mano. Este disco pone de manifiesto el hecho paradójico de que Bruce Springsteen es un artista solitario al que no se puede concebir sin formar parte de una banda.

Después de tanto tiempo y habida cuenta del éxito alcanzado, cuesta creer que Bruce se estaba jugando su carrera musical y albergó abundantes dudas antes, durante y después de grabar este álbum. Al entonces crítico musical Jon Landau le tocó desempeñar el papel de “Señor Lobo” (véase “Pulp Fiction”) y disipar esas dudas. Todo lo demás fue barrido por la pasión incontenible de Bruce. Este disco desprende una energía descomunal. Según Greil Marcus la música de los setenta se volvió progresivamente complaciente y comercial hasta que recibió el puñetazo del punk. Sin embargo, este álbum torrencial se atreve a cuestionar esta afirmación tan atrevida.

En la lírica del disco cristalizan todas las perplejidades que atenazan la existencia de los habitantes de Norteamérica: la crisis social y económica de los setenta, la retirada de Vietnam, una guerra fallida, y la renuncia de Nixon después de un “reinado” reaccionario. Y sobre todo, las letras hablan, a través de distintos términos y formatos, de la naturaleza íntima de los jóvenes ciudadanos estadounidenses, la errancia continua, la movilidad perenne, la voluntad de correr en busca de los sueños y las promesas. Un proyecto individual y colectivo en el que lo que puedes ser es mucho más importante que lo que eres o de dónde vienes, rechazando el tribalismo nacionalista que está tratando de imponer Donaldo, el emperador. “Riding out tonight to case the promise land”, no se puede decir más claro, la “carretera del trueno” es la vía de huida del renegado.

“Thunder Road” es una de tantas canciones imposibles de abarcar que contiene el disco. Están algunas de las mejores composiciones de Springsteen en su larguísima trayectoria. No son joyas museísticas, siguen tan vivas como el primer día, con el rocío reciente del estudio posado en cada una de sus notas. Los teclados de Roy Bittan prácticamente forman un dúo indisoluble con la guitarra del oriundo de New Jersey, tejiendo un intrincado tapiz, en el que están todos los hilos de la música norteamericana anterior a 1975. La omnipresencia de Bittan en “Thunder Road o “Tenth Avenue Freeze-Out” es insoslayable manteniendo un duelo con la voz increíble de Bruce, que brilla especialmente en "Backstreets", donde Springsteen roba el fuego de los dioses del rock. El cantante ya ejerce de nuevo prometeo del rock en la segunda cara. Cuando creíamos que el disco había tocado el cielo con “Backstreets”, el cantante alcanza una cota más alta: “Born To Run”. Y ahí es donde se mantiene en el R&B de “She´s the one”. Es la la trompeta de Randy Brecker, no es el saxo de Clemons, que destaca por el contrario en otros temas, la que ofrece el tono crepuscular que le conviene a “Meeting Across the River”. Ahora bien, “Jungleland” tenía que cerrar este disco, sin lugar a dudas, pues su estilo y fuerza se compadece mejor con el listón que establecieron antes, “Thunder Road”, “Backstreets” y “Born To Run”. En esta letanía maravillosa se desdibuja la estructura convencional; ni el estribillo, ni las estrofas son identificables. Es una odisea juvenil en la que la poética de rockera de Bruce llega a su cénit, “la calles está viva” o “las calles están ardiendo”, escribe Diego A. Manrique en el vinilo del que yo dispongo, que incluye sorprendentemente la traducción del crítico musical. La jungla de asfalto nunca había sido evocada de esta forma, y no estoy seguro de que alguien haya conseguido hacerlo así de bien después.

Sony Music ha incluido en la edición conmemorativa la canción “Lonely Night in the Park”, que habría hecho una buena pareja con “Tenth”, si no fuera por el afán perfeccionista que Bruce aplicaba a su propia voz. Sospecho que algo relacionado con ella no le convencía en esta hermosa canción. En cualquier caso, no es fácil subirse, cincuenta años después, a un coche en marcha como éste, que cruza como un rayo la noche americana y no se detiene, porque “ha nacido para correr”.

Paco Gené Cort: "¿Quién cojones son Buenas Noches Rose?"


Por: Artemio Payà.

Llevo mi mente hasta el otoño de 1994, hace justo tres décadas quien os escribe se disponía a estrenar curso en un nuevo instituto en mi barrio, la Alameda de Osuna. Mi mochila iba cargada de libros, mi carpeta forrada con fotos de guitarristas y estantería de mi casa estaba llena de cassetes de artistas que había ido descubriendo en los últimos años: AC/DC, Jimi Hendrix, Led Zeppelin, Metallica o Rage Against the Machine. Allí rápidamente congenié con otros chavales con gustos parecidos y que enseguida me pusieron sobre la pista: “Aquí en el instituto hay unos tíos que son la bomba, tocaron el año pasado en el gimnasio y se llaman Buenas Noches Rose”. Algo parecido a “Quién cojones son Buenas Noches Rose” es lo que debí pensar, y es así como se llama el fantástico documental de Paco Gené sobre estos tipos del instituto. Poco después pude verlos y aluciné al descubrir que los tíos que pululaban por el barrio, por los mismos lugares que yo, no sólo es que tuvieran unas pintas como los que iban en las fotos de mi carpeta sino que era verdad que eran la bomba en directo.

Es precisamente en ese destartalado gimnasio donde empieza la cinta. Aquel fue el punto de partida no solamente de la banda sino también el germen de un virus que se expandió por todo el barrio y que animó y empujó a muchos chavales de ese instituto a tomar sus guitarras. Un veneno que ellos tenían grabado a sangre y fuego y que les llevó a vivir todas las vidas de una banda de rock en muy poco tiempo, “Too Much, Too Soon” que decían los Dolls. Acogidos por una discográfica pequeña pero con gran distribución pudieron grabar un disco enseguida, su sensacional debut y pudieron presentarlo allá donde les dejaban. Visto con el tiempo está claro que eran demasiado rockeros para el mainstream a pesar de salir en los 40 principales y esto mismo no era visto con buenos ojos por el underground que no daba credibilidad a la banda a pesar de tener todo a favor: canciones, imagen y actitud. En ese sentido queda muy bien retratado en el documental su “affaire” con el Ruta 66 que poco menos les tachaba de broma. Es posible que ese fuera su primer chasco, pero no sería el único, el director cuenta con gran material de archivo para penetrar en el interior de la banda en aquellos años y con la visión en perspectiva actual, todos a posteriori coinciden que fueron exprimidos hasta la última gota de sudor en giras maratonianas, incluyendo aquel famoso tour tocando encima de una furgoneta que suscitó la atención de la prensa que que no paraba de preguntarse: ¿Quién cojones son estos Buenas Noches Rose?

Un segundo disco mucho más maduro y alejado de las canciones para-todos-los-públicos, el cansancio, los líos discográficos con venta a BMG incluida y por sorpresa, la juventud y las falsas expectativas llegaron a una situación que detonó el seno del grupo. El camino hacia la fama muchas veces lo disponen otros protagonistas, alejados de los instrumentos y para ellos, que contaban menos de veinte años fue demasiado. Todo explotó antes del tercer disco como se ve reflejado en el documental, una detonación complicada contando que eran cinco amigos de toda la vida que de repente habían tocado el cielo con las manos. Tema espinoso que está muy bien contado en la película y que con el poso que dan los años queda perfectamente narrado por sus protagonistas.

Es por ello este film un documento necesario para revivir o conocer a Buenas Noches Rose, visto sin amarillismo y dando voz a todos los protagonistas, con mucho material ignoto de aquellos maravillosos 90 en los que había cinco tipos que habían nacido para reinar, una estrella fugaz que para muchos debió volar más tiempo pero que acabó abruptamente y que dio paso a una banda tan exitosa como Pereza o esa otra joya llamada Le Punk (para más detalles se puede acudir al documental “Los Zapatos No vuelan” dirigido también por Paco Gené). Injustamente todo esto que os cuento todavía no se ha podido exhibir en salas ni festivales, espero que esto quede pronto reparado y mostrar la historia de una época, la de cinco amigos de barrio que se sentían estrellas de rock, que lo fueron durante un momento y que para muchos siguen siéndolo y que además editaron uno de los mejores discos de los 90 en España. No se pierdan “Quien cojones son Buenas Noches Rose”.

Jimmy Reed : El milagro de la sencillez


Por: Kepa Arbizu. 

No resulta fácil ser escogido por Bob Dylan para formar parte de su inspiración lírica, un honor vetado incluso a la mayoría de aquellos músicos de blues que ejercieron la patria potestad de su alumbramiento sonoro. Solo ilustres nombres como por ejemplo los de Charley Patton o Blind Willie McTell han protagonizado alguno de sus títulos, un reconocimiento con el que ha sido también agraciado en su último disco, "Rough and Rowdy Ways", Jimmy Reed, una presencia sobre el papel escrito que sin embargo ya se había manifestado en interpretaciones de algunas de sus composiciones, lo que, más allá de la admiración profesada por el genial compositor de Duluth, delata la trascendencia que tuvo dicho intérprete e instrumentista en la cultura popular. Un imaginario del que si bien ha quedado relegado por la presencia de otros perfiles más destacados en la historia, su papel ha sido determinante tanto para muchos de sus coetáneos como para aquellos mesías del rock, llámense Elvis Presley, los Stones o Yardbirds, que encontraron en sus simples facciones rítmicas un elemento fascinante y una invitación a recorrer sus huellas. 

No hay signos distintivos, respecto al común de los músicos afroamericanos primigenios, en los iniciales pasos biográficos de Mathis James Reed, nacido el 6 de septiembre de 1925 en Dunleith, Misisssippi,  que ocupó su niñez trabajando junto a su padre en los campos de algodón mientras empleaba los domingos en entonar salmos en la iglesia. Una primeriza vocación que daría continuidad gracias a su encuentro con Eddie Taylor, un eterno aspirante a semiprofesional de la música, del que absorbió sus novatos aprendizajes, una ligazón que se reproduciría constantemente en diferentes etapas a lo largo de su carrera y que en aquel momento se materializaba amenizando eventos y celebraciones. Como tantos otros hermanos de raza, Jimmy Reed tomó rumbo al norte, concretamente a Chicago, para dejar atrás la vida rural sureña en un utópico intento de hallar una cierta dignidad laboral. Un destino que para un hombre que por aquel entonces era prácticamente analfabeto, no era capaz ni de escribir su nombre correctamente, soló cambió de entorno opresivo, siendo la industria ahora una nueva esclavizadora rutina que solo sería interrumpida por el tampoco nada halagüeño reclutamiento para enrolarse a la II Guerra Mundial, estancia no alargada en exceso al ser dado de baja por sus continuas enfermedades pero sí lo suficientemente extensa como para inaugurar una “amistosa” relación con la bebida que no abandonaría jamás y que acabaría por definir, bajo un paso titubeante, su destino. 

Tras sus paso por los campos de batalla, aunque en realidad siempre estuvo apartado en labores de intendencia, contrajo matrimonio con Mary Lee Davis, conocida posteriormente como "Mama" Reed  y al igual que tantas otras mujeres afroamericanas invisibilizadas a pesar del importante papel que adoptaría en la vida creativa de su pareja. El breve y poco gratificante regreso a su Mississippi natal, de nuevo dedicando su tiempo a tareas agrícolas, derivaría en la firme determinación por buscar un nuevo horizonte personal que incluyera alentar definitivamente su faceta musical. Un futuro que se situaba en Gary, Indiana, lugar del mapa en el que se iba a establecer el comienzo de una trayectoria profesional y el paulatino surgimiento de una figura que iba adquiriendo cada vez más notoriedad y las hechuras artísticas suficientes como para encontrar por fin en su pasión una manera de subsistir. 

Un logro aspiracional que establecería sus mimbres gracias a las múltiples actuaciones en todo tipo de establecimientos o incluso transformando alguna esquina de la calle en escenario donde aparecer en compañía del pintoresco Willie Joe Duncan, quien hacía acto de aparición con un instrumento hecho de una sola cuerda. Su presencia en la la banda Gary Kings, en compañía de John Brim, el reencontrado Eddie Taylor y un joven batería que no era otro que quien llegaría a ser el legendario guitarrista Albert King, apuntaló un proceso artístico que ya desde esos momentos señalaba a su particular, y aparentemente asequible, estilo caracterizado por una sencillez en el uso de acordes en forma de ritmo boogie, una cualidad vocal desgarbada y un soplo de la armónica -sujeta por un suspensorio que le permitía al mismo tiempo tocar la guitarra- que le otorgaba un sonido terroso. Elementos no especialmente dotados técnicamente pero que sin embargo le sirvieron para generar entorno a él una identidad particular y un apreciable para el público sentido del espectáculo. Dicho rodaje, y sobre todo su cada vez más positiva recepción, le envalentonó hasta el punto de presentarse a una audición para el mítico sello Chess Records, quienes no dudaron en rechazarlo amparándose en su búsqueda de perfiles más desgarrados y crudos como los de Muddy Waters o Howlin' Wolf. Decisión juzgada por el paso del tiempo como errónea que por el contrario supieron aprovechar los regentes de una tienda de discos, Vivian Carter y James C. Bracken, y fundadores del sello Vee-Jay Records, valorando como se merecía sus virtudes y abriéndole las puertas del estudio, y sin saberlo todavía, de la historia de la música. 

No fueron sus primeras grabaciones, firmadas en compañía de la banda Spaniels, ningún éxito, incluso hicieron tambalearse la confianza del sello en él, pero la aparición del single "You Don't Have to Go" ejerció de ariete con el que derribar ese muro vacilante, estocada que recayó en un efectivo pero nada efectista retrato amoroso escrito por su mujer, nunca acreditada en las canciones ni tampoco en su faceta como vocalista e incluso, en los peores momentos beodos del músico, en su tarea de apuntadora cuando él era incapaz de recordar las letras. 

A partir de ahí su discografía asumió de manera clarividente no contrariar una eficaz fórmula en la que también tuvo mucho que ver el productor Bill Putnam, y su particular uso de la reverberación, o la virtud rítmica de la batería manejada por Earl Phillips. Una ecuación que logró algo casi inaudito entonces como era conquistar por igual las listas de éxito dedicadas a las músicas afroamericanas como aquellas más generalistas. Y es que ese estilo sobrio y pegadizo, que siguió ofreciendo temas históricos como "Ain’t that Loving You Baby", "You Got Me Dizzy" o "The Sun Is Shinning'", fue a su vez pionero en atravesar el muro que separaba este tipo de ritmos de unos espectadores de tez pálida. Sus desbordantes ventas, solo por detrás de B.B. King o Ray Charles, le convirtió durante los años cincuenta y primeros sesenta en un fenómeno de masas y una máquina expendedora de estándares, galardón que se arrogaron  "Baby What You Want Me to Do", "Hush, Hush", "Big Boss Man", "Bright Light, Big City" y "Shame, Shame, Shame", que sedujo a sus coetáneos del género y a todas esa horda de bandas de rock que nacían dispuestas a heredar el trono de los sonidos eléctricos. 

El éxito alcanzado por Jimmy Reed se resquebrajaría tanto por episodios inexcusables, como la bancarrota de su sello o unos ataques epilépticos que le alejaban durante largos periodos de la escena, pero sobre todo por una incapacidad para domar a la bestia bebedora en la que se había convertido, una actitud que dejaba pasos erráticos por los estudios de grabación o anécdotas lamentables y pintorescas, llegando a orinar, en su actuación en el Teatro Apollo, en las vestimentas de una de sus estrellas. Un incidente que sin embargo no era si no el síntoma de una deriva también visible en su vida personal y emocional, cada vez más aislada. Tampoco el resurgimiento escenificado por la gira itinerante que resucitó a viejos bluesmen entre el público europeo, a través del American Folk Blues Festival, fue capaz de erguir una figura que se desplomaba, a veces literalmente, entre unos escenarios totalmente insuficientes para revitalizar su figura. A pesar de repuntes muy esporádicos e incluso el apoyo de su manager, Al Smith, sus discos fueron incapaces de recuperar el pasado fulgor, ofreciendo sus surcos una sombra lánguida de aquella presencia. 

Paradójicamente, tras sufrir un tratamiento en busca de escapar de las adicciones etílicas, su respiración, quizás ya extasiada por un paso vital demasiado acelerado al que había sido sometido, interrumpió su lógico ritmo el 29 de agosto de 1976 para acallar a Jimmy Reed definitivamente. Puede que esa última época errática, crepúsculo del que otros compañeros supieron escapar gracias a las puertas abiertas por la globalización del rock, haya impedido que su nombre retumbara con más vigencia a lo largo de la historia, pero eso no ha ocultado un legado venerado y reivindicado por muchos de los músicos más representativos existentes. Su carrera, incluido esos vahídos creativos, refleja a un músico que buscó, y halló, su personalidad desde una absoluta naturalidad exenta de artificios, demostrando que a veces el camino recto y carente de adornos puede ser el trayecto más corto para alcanzar los grandes misterios que agitan nuestros sentimientos.

Ilustres Principiantes: Paul Pèrrim


"Itara" es el álbum debut en solitario de Paul Pèrrim. Guitarrista, compositor y antropólogo, presenta un conjunto de composiciones guitarrísticas que fusionan alucinante acid folk, blues abstracto, jazz oriental mutante, ambient surrealista e improvisación libre en un tapiz sonoro vívido y distintivo. Con formación en etnomusicología y licenciatura en Educación Musical, la obra de Pèrrim conecta la música popular con la experimental.

Contrasta la austeridad de la guitarra acústica con las amplias posibilidades de la guitarra eléctrica, inspirándose en las tradiciones folk de finales de los 60, el fingerstyle contemporáneo, el collage sonoro, el drone, la psicodelia y la improvisación.

Figura clave de la escena experimental canaria, publicó dos álbumes en la década de 2010 con The Transistor Arkestra, un colectivo catalán que fusiona el free jazz y la psicodelia. Como Transistor Eye, su proyecto en solitario, fusiona la electrónica analógica con la guitarra, utilizando sintetizadores y efectos vintage.

Paul alcanzó un mayor reconocimiento gracias a su participación en "Manos Ocultas: A Contemporary Guitar Music Compilation From Spain" (Philatelia Records, 2022) y al tributo internacional "Solstice: A Tribute to Steffen Basho-Junghans" (Obsolete Recordings, 2022). Ese mismo año, fundó Guitarraco, un festival de guitarra contemporánea en Tarragona, donde ha compartido escenario con Joseba Irazoki, Buck Curran y Raphael Roginski entre otros.

Grabado y producido por el propio Paul Pèrrim, el álbum incluye notas del prestigioso crítico Bill Meyer, quien escribe: «Si bien hoy en día es común llamar a la música cinematográfica, Paul Pèrrim se mueve en pantalla dividida. Se podría decir que compone economía, improvisando escenas y sonidos con un efecto psicodélico. Pero economía no es sinónimo de pobreza. Paul Pèrrim se nutre de un rico repertorio de nociones musicales, todas las cuales hace suyas mediante la alquimia de la recombinación y la transmutación».