Ballantine's True Music Festival: Apología de la dispersión

Varias salas, Madrid. Viernes y sábado, 9 y 10 de junio del 2017

Texto: Macarena Chamorro
Fotografías: María Solano

 Con motivo del Primavera Sound, El Mundo Today publicó que el popular festival llevaría a cabo “todos los conciertos a la misma hora en 159 escenarios diferentes”. Algo parecido, aunque a ligera menor escala, es lo que ha propuesto el True Music Festival en Madrid. Las 140 actuaciones programadas, ahí es nada, se han distribuido en los 17 escenarios habilitados, cada uno correspondiente a una sala del centro de la capital. De manera que el incipiente festival sugería que, si al dirigirte al concierto de tu interés este había colgado el cartel de aforo completo, siempre podías deambular por el barrio hasta dar con otro de tu agrado. Una propuesta que al principio provocó tensión a ciertos asistentes, ante la perspectiva de perderse el que podría ser el concierto de su vida por falta de anticipación, y la también desagradable alternativa de tener que callejear a toda velocidad a casi cuarenta grados de temperatura.  

Pero la sangre no llegó al Manzanares, y salvo aquellos conciertos más multitudinarios y aquellos otros que se celebraron en salas de aforo reducido (como Costello Club o Intruso BAR), por lo general no hubo problemas en ese sentido. Tanto es así que en muchos de ellos se podían invadir las primeras filas pese a haber llegado tarde, o bailar en el centro de la sala sin molestar demasiado a quienes hay al lado. 

 Si una parte de la originalidad del festival reside en la dispersión geográfica, la otra vertiente se halla también en la dispersión, pero de estilo: en el más de un centenar de grupos y artistas participantes se pueden encontrar propuestas internacionales y nacionales, y dentro de estas, de prácticamente todas las regiones; por otro lado, desde música lenta hasta los DJ que animan a bailar; grupos minoritarios y esos otros que cada año se instalan en los carteles de los festivales de verano. 

Pianet, en el Café La Palma, era una opción excelente para comenzar la maratoniana jornada, poco antes de las siete de la calurosa tarde del viernes. Pero había que escaparse un rato antes de que acabara si queríamos ver, por ejemplo, a Joan Miquel Oliver, que presentó en la Sala Clamores su reciente trabajo “Atlantis”. Si se querían prolongar las sensaciones de su música de fantasía, lo mejor era volver a correr por las calles de Madrid hacia la Sala El Sol, donde los toledanos Mucho compartían su bailable pop cósmico. A tan solo una calle de allí, La Habitación Roja conquistó la intimidad de Costello Club. Desde ahí, avanzando por Gran Vía hacia la calle Alcalá, llegamos al Círculo de Bellas Artes, donde los noruegos Kakkmaddafakka tocaron sus temas hasta casi las once, para poco después dar paso a Auzzz

Hay que guardar fuerzas para el sábado, que comienza de nuevo algo antes de las siete con Manel, en el Teatro Barceló. El público madrileño coreó los temas en catalán hasta casi quedarse sin voz, pero no sin fuerzas, porque quedaba por delante toda una noche de conciertos. El folk guitarrero de Anni B Sweet en Galileo Galilei o L.A. en el Círculo de Bellas Artes eran dos opciones estupendas para las primeras horas de la noche, y de ahí volver a la calle Jardines para disfrutar, en El Sol, de los buenrollistas temas de Carlos Sadness y, después, sesiones de DJ en diferentes salas hasta las seis de la madrugada o hasta que el cuerpo aguante.