The Divine Comedy: "Rainy Sunday Afternoon"


Por: J.J. Caballero. 

El prestigio ganado a pulso de algunos artistas es, más allá de una carta de presentación esencial, un colchón en el que apoyarse incluso en momentos en que vengan mal dadas. La marca The Divine Comedy ha sido convenientemente avalada por su alma mater, un compositor mayúsculo y superdotado para la melodía elegante y sofisticada llamado Neil Hannon, que ha ido aumentando la grandeza de su renombre durante treinta y cinco años de lozanía sonora. 

 Ahora, después de un par de entregas más entregadas a la introspección y el conceptualismo (“Office politics” introducía sonidos hasta entonces inéditos), sigue teniendo restos y arrestos para volver al aroma añejo de los arreglos y a una intimidad complaciente y permanentemente inspirada. “Rainy Sunday afternoon” es ya desde el título una colección de temas aptos para escuchar junto a una acogedora hoguera otoñal, a los que parece invadir la falsa amenaza de la monotonía. La prolongación de una estancia gustosísima en los estudios Abbey Road durante la cual pergeñó la deliciosa banda sonora de “Wonka” y empezó a bocetar las nuevas canciones lejos de encargos y compromisos.

La inspiración vuelve a provenir del amor, a veces acentuado con el tiempo (“I want you”) o a punto de desgastarse sin remedio (“Rainy Sunday afternoon”), implicando sentimientos eternos (“All the pretty lights”) para explicar a su manera lo profundo y verdadero del amor paternal, o envolviendo el suyo propio en oscuridad y melancolía (“Invisible thread”). Todo un catálogo, otro más, de inmersión romántica no exenta de descreimiento, porque también se atreve a imaginar al ínclito Donald Trump saliendo de prisión en “Mar-a-Lago by the sea”, probablemente el tema más latino que haya escrito nunca, o reescribir pensamientos subliminales con aire surrealista en ”Down the rabbit hole”, acercándose a las partituras propias de un musical en lo que podría ser un nuevo clásico de una discografía plagada de ellos. En ese capítulo podrían acompañarla la catedralicia “The heart is a lonely hunter”. 

Tampoco renuncia, porque en la sinceridad está la belleza, a abrirse en canal contando travesías del desierto, como en “The last time I saw the old man” cuando narra de forma nada subrepticia la devastación provocada por el Alzheimer en la mente de su padre, ni a travestirse de narrador de cuentos infantiles en “The man who turned into a chair”, con unos coros deliciosos que aumentan el brillo general de unas canciones globalmente más comedidas en cuanto a orquestación y arreglos, mucho más precisos y ajustados a una nueva y consecuente expresividad. El culmen, sin embargo, está en esa absoluta joya titulada “Achilles”, la adaptación de un viejo poema de hace más de un siglo del que Hannon se confiesa devoto y que es desde ya uno de los temas que marcarán presente y futuro de su carrera. 

 Con estos mimbres, que son los de siempre y a la vez los de jamás, The Divine Comedy confirman que poco les queda por demostrar mientras la inspiración y las referencias sigan brillando sin fecha de caducidad. En una bonita tarde lluviosa de domingo hay muchas cosas interesantes que hacer, aparte de mirar por la ventana cómo el otoño avanza sin más amenazas que las ya sabidas. Una de ellas, y quizá la más importante, es sentarse a escuchar cómo alguien es capaz de conmover el alma con sólo un puñado de canciones. Saber apreciarlo es un auténtico regalo.