Baxter Dury: “The Night Chancers”

Por: Amaia Santana 

El nuevo álbum de Baxter Dury parece narrar todo el imaginario que rodea una mala (o buena) noche; con sus planes fallidos, arrepentimiento, excesos y revelaciones divinas.

“The Night Chancers” se editó el pasado 20 de marzo bajo el sello Rough Trade. En línea con su anterior trabajo, “B.E.D” (2018), estos “oportunistas de la noche” de los que nos habla Dury suenan menos electrónicos y más armónicos -gracias a los bellos coros de Madelaine Hart y Rose Dougall-.

 Coincide eso sí, en su cantar narrado. O sea, no canta, no rapea, tampoco susurra cual galán crooner. Recuerda a veces a sus colegas Sleaford Mods y también se vislumbra el –lejano- eco de su padre Ian Dury (sirva como ejemplo uno de sus nuevos temas, “Slumlord”).

Semejante modus operandi no se atisbaba ni de lejos en sus primeros trabajos, mucho más sombríos y reflexivos –en algunos momentos casi litúrgicos-.

Esta “combinación ganadora” de mezclar voz narrada –y pendenciera-, coros angelicales, arreglos orquestales y beat disco-ochentero se consolida en “The Night Chancers”, si bien su autor avanza un cambio de guión para futuros trabajos: “No quiero escuchar (otra vez) a un hombre hablando sobre un fondo orquestal. No es que rechace lo que he hecho hasta ahora, pero la próxima vez quiero probar algo diferente”, comenta en una reciente entrevista con el magazine Under The Radar.

En el contexto socio-político actual, más de un crítico ha tratado de leer entre líneas y ubicar este disco, y por ende a Dury, como símbolo de la era post-Brexit -e inter-coronavirus, si se permite el apunte-, pero el músico británico se sincera: “Tengo una perspectiva vanidosa respecto a la vida. Todo el rato se trata de mí, mí, mí”. Al menos no se anda con rodeos pretenciosos, lo cual es de agradecer.

Dury admite asimismo que su “micro-política” termina al fondo de la calle donde vive, en el centro londinense. En el mismo piso donde transcurrió su infancia bohemia y atípica.

“I’m Not Your Dog” lleva la “E” de explicit porque comienza con una frase-dardo: “I’m not your fucking friend”, aunque seguidamente se desdice: “Aunque lo estoy intentando”.

La melodía es magnética; acompañada de la voz de alguien que no ha dormido en toda la noche. Pese a todo, se atisba una armonía reveladora, una lucidez del alba que ha llegado contra todo pronóstico.

“Saliva Hog” es una sátira contra los “lagartos del polo”, esto es, los ricachones. Con la misma ironía retrata en “Sleep People” el adormecimiento de la gente que vive en la impostura. “Wake up, wake up…”.

Sin embargo, Dury parece ansiar en cierto modo esa misma fama, estilo y éxito que a este selecto segmento de la población le cae en gracia con un simple chasquido de dedos. Quizá lo que le indigna realmente son los “lagartos” con mucho dinero y ningún gusto por la ética ni la estética (¡horteras!). “Samurai” es quizá la canción más sexual –que no sexy- del disco, con esos jadeos femeninos tan sugerentes, intercalados con la voz de un Dury varonil y seductor. ¿Es un vanidoso como afirma ser o es pura parodia? No parece tener ningún reparo en retratarse como un cincuentón que desea conquistar a jovencitas, al mismo tiempo que se expone sin ningún miramiento al más absoluto –y humano- de los ridículos. Es lo que tiene haberse criado a la sombra de una vida de sexo, drogas y rock n’ roll. Que el exhibicionismo forma parte de tu vida cotidiana.

De exhibicionismo, voyerismo digital –o acoso, si se prefiere-, versa la estoica “Carla’s Got A Boyfriend”. Dury muestra su cara A y B, como lo ha hecho desde un inicio: “He estado mirando mucho, pero tú muestras demasiado”, zanja en la poderosa “I’m Not Your Dog” que abre el disco. Bajo esa gruesa capa de ironía, “Carla’s…” no es sino un vago lamento de aquellas promesas que se hicieron a sabiendas de que nunca iban a cumplirse. La canción que da título al álbum comienza con unos ladridos, efluvios orquestales y un indignado Baxter rapeando la historia de un abandono sin piedad.

“Hello I’m Sorry” contiene inquietantes coros: “He tomado esa píldora, ¿quién se ríe ahora?”. “Daylight” es la nota disonante y sin duda la canción más –tristemente- hermosa. El mismo Baxter admite que se basa en la misma mujer en quien se inspiró para su trabajo anterior y que no encaja en el presente álbum; pero “quería extender el dolor”.

Para contrarrestar ese poso de agridulce desamparo que nos deja este tema, Baxter cierra declarándonos su amor en “Say Nothing”: “Bax-ter loves you”, entonan en bucle las coristas, quienes han llevado el peso melódico durante los diez cortes que componen el álbum. Coda hilarante o quizá una sincera invocación al amor universal, concluimos que no está todo perdido, pues: Baxter te ama.