Bright Eyes : "Down in the Weeds, Where the World Once Was"


 

Por: Àlex Guimerà 

Los Bright Eyes quedaron aparcados en 2011 tras la publicación de "People's Key", tiempo en el que su alma mater Connor Oberst ha ido publicando material en solitario, junto a los Mystic Valley Band y la caja "Studio Albums" de seis discos de la banda en 2016. Y desde ese año una travesía por el desierto, tiempo en el que ha padecido una enfermedad, se ha divorciado de su mujer Corina Figueroa Escamilla, ha visto fallecer a su hermano y ha tenido que aguantar las barbaridades del gobierno Trump; él, alguien quién tanto luchó contra la administración Bush.

Así que el de Omaha decidió volverse a reunir con Mike Mogis (guitarras) y Nate Walcott (teclados y vientos) para rescatarse a través de su banda más emblemática. Producido por el propio Mogis, en el disco colaboran ilustres de la talla de Flea (Red Hot Chilly Peppers) al bajo, y a John Teodore (Queens of the Stone Age) a la batería. Avanzado por el EP "Mariana Tech" y los singles "One And Done", "Forced Convalescence" y "Persona Non Grata", el álbum recoge todo el material y construye un disco bastante ecléctico respecto al rumbo de la banda. Con espacios sombríos, melancolía, folk clásico, pop o sonidos más experimentales que se mezclan a lo largo de sus casi 55 minutos de duración.

Lo primero que sorprende es el inicio con una presentadora (¿Corina?) que da entrada en castellano  a la pieza jazzistica "Pageturners Rag", en la que una tompeta acompañada de un piano luchan contra los susurros ambientales. La trompeta curiosamente cerrará el larga duración en el vals "Comet Song", en medio de violines y un dulce piano.

El nexo del álbum es quizás la emoción, una emoción que su cantante deja fluir en piezas como las templadas "One And Done", "Starwell Song" o "Hot Car In The Car", pero que también se deja ver en otras como en la creciente "Dance And Sing" o en los desgarros de "Just Once In The World". Las dudas existencialistas flotan en "Persona Non Grata" gracias a un solemne piano (y ¡gaitas!) y a una preciosa poesía, mientras que el country-pop más grato lo trae "Calais To Dover", una de las mejores piezas del álbum y con la que Connor se desahoga de su ruptura matrimonial. Otra de las favoritísimas es la pasional "Tilt-A Wirki", cantada cálidamente sobre una deliciosa mandolina. 

Y es que uno es de los que siempre ha pensado que las virtudes y los talentos de Oberst (y de sus bandas) lucen especialmente cuando tira de energía pop-rock clásica y no tanto cuando se embarca en texturas experimentales más sosegadas. Con todo, el décimo álbum de los Bright Eyes se salda con un notable, un disco que mejora con las escuchas, que lleva de todo y con el que su principal autor exorciza sus fantasmas más recientes, avanzando a través de la banda que le dio a conocer, junto a sus compañeros más lejanos, junto a su música de siempre.