Roger Waters: "Us + Them"



Por: Javier Capapé 

El enésimo disco en directo de Roger Waters o de su lejana banda madre Pink Floyd se ha hecho realidad. Desde que el británico sorprendiera gratamente con su última gira mundial “Us + Them”, que le trajo hasta España en la primavera de 2018, soñábamos con disponer de un documento sonoro y visual de una de sus giras más ambiciosas y bien armadas. Por primera vez no focalizaba toda la atención en “The Wall” y se lanzaba a explorar otros pasajes sonoros de los setenta, incluyendo gratas sorpresas que le hacían salirse levemente del guión, aunque eso sí, su obra solista quedaba una vez más relegada frente a los clásicos de Pink Floyd salvo por la incursión de un puñado de temas de su último disco de estudio que le servía de excusa para salir nuevamente a la carretera.

“Us + Them” recoge el concierto que Rogers ofreció en Ámsterdam en junio de 2018, aunque bien podría haber sido de cualquier otro escenario que pisó durante esa gira, ya que el repertorio no variaba lo más mínimo, por lo que si queríamos sorprendernos había que intentar obviar toda la información que pudiera llegarnos por las redes. De esta ambiciosa gira hemos escuchado muchas cosas, desde que el espectáculo visual era de los más impactantes jamás vistos en un recinto cubierto, hasta que la banda estaba más inspirada que en muchos de los mejores momentos encarnados por Waters al frente de Pink Floyd, o que el repertorio se convertía en un fantástico compendio del rock sinfónico floydiano de los setenta. Todo ello es cierto, pero lo que debemos celebrar es que haya sido publicada como una de las obras en directo más interesantes del bajista británico (con permiso de la interpretación íntegra de la ópera-rock “The Wall” entre la Postdamer Platz y la Puerta de Brandeburgo ocho meses después de la caída del muro de Berlín). Quien opte por sumergirse en ella a bordo de su contenido visual disfrutará de un espectáculo gigante, aunque demasiado parecido en recursos al “Innocence + Experience Tour” de U2, ya que la pantalla central que corta la arena de forma transversal deja de ser tan llamativa cuando se ha visto previamente en otro evento de estas características. No obstante su realización es magnífica e inmersiva y consigue que las proclamas combativas de Waters calen directamente en el espectador (aunque éste no asistiera al acontecimiento en directo y pueda emplear el material audiovisual para intentar rememorar la hazaña). Como muchas de las producciones audiovisuales de grandes giras actuales, consigue que, con una buena disposición a la hora de verlo, nos parezca que estemos en el mismo evento en vivo. Una auténtico lujo visual, pero por encima de todo una experiencia sonora imbatible. Y eso es lo que aquí nos ocupa, su contenido estrictamente musical, más allá de su derroche de efectos lumínicos y proclamas sociopolíticas en forma de vídeos en las pantallas gigantes.

Si aislamos todo ese material puramente visual, “Us + Them” sorprende porque resiste perfectamente el envite. Se sostiene estupendamente como documento sonoro sin necesitar su aporte escénico. Y esto es gracias a que no sobra ninguna de sus canciones y su ejecución es sobresaliente. Si cerramos los ojos podemos imaginar estar en ese concierto, y conseguir esto sin más ayuda que la de unos buenos auriculares es todo un logro.

El disco, tal y como ocurría en vivo, se organiza en dos partes. Una primera centrada en “The Dark Side of the Moon” en el comienzo, junto a algunas de las composiciones más destacadas de “Is this the life we really want?” y temas icónicos del rock progresivo como “One of these Days”, del temprano “Meddle”, para cerrar con sus recurrentes ecos a “The Wall”. La segunda parte parecía mucho más experimental en su primer tramo ya que daba cabida a dos de los temas más intensos de su disco “Animals”, concluyendo nuevamente con sendas piezas de “The Dark Side of the Moon”. Un directo centrado por lo tanto en su icónica cara oculta de la luna, hasta ahora más explotada por sus ex compañeros, con David Gilmour a la cabeza, mientras Roger Waters se centraba en su hijo predilecto “The Wall”, lo que sin duda ofrece una nueva perspectiva a las presentaciones en vivo del que fuera líder de una de las bandas más conflictivas de los setenta y ochenta. Es evidente que Roger Waters no es nada sin Pink Floyd y su legado, al igual que el grupo se queda cojo sin él por más intentos que tuvieran como dúo y trío tras la partida de Waters. Pero dejando atrás los conflictos y centrándonos en la música, que es lo que verdaderamente nos hace reunirnos una y otra vez ante este ritual pagano (sea quien sea quien lo dirija, el bueno de Gilmour o el grandilocuente Waters), estas canciones nos hacen rendirnos, una vez más, ante la evidencia de su poder como obras maestras del rock.

Un directo del siglo XXI que ahonde en piezas densas y de largo desarrollo como “Welcome to the machine” constata que estamos ante algo grande, para paladares exquisitos. No solo para nostálgicos, que también, sino para aquellos que disfrutan con la exigencia, que no se cansan de buscar entre las armonías múltiples detalles que pueden sugerirnos algo nuevo en cada escucha. Aunque hayan sido un millar de veces las que han flotado los acordes de “Wish you were here” por nuestros oídos, siempre podemos advertir algo que nos sobresalte entre ellos. O quizá sea ese solo de guitarra de “Another brick in the wall”, en el que ahora despunta un nuevo brillo que antes no nos había llamado tanto la atención. Siempre queda algo por descubrir entre estas canciones eternas más allá de su grandilocuencia escénica. Como ocurre con los más de quince minutos de “Dogs”, una de las menos esperadas en el repertorio, pero que se agradece más incluso que haber recurrido de nuevo a la épica previsible de “Comfortably Numb”. O incluso “Pigs (Three different ones)”, esta vez en referencia directa a Donald Trump, que va mucho más allá de lo puramente teatral y nos atrapa con su pegada y sus interminables juegos a las seis cuerdas, increíbles en su desarrollo final.

Los tres temas que nuestro protagonista decide incluir de su carrera en solitario son de su más reciente obra y cierto es que no desentonan con el resto de las elegidas de la primera parte de la velada, ya que “Déjà Vú” o “The Last Refugee” bien podrían formar parte de los momentos más pop de “The Wall”, pero no llegan a la altura del resto, al menos a nivel emocional. Estaríamos hablando de aspectos muy diferentes si Waters se hubiera decidido a presentar más canciones de sus anteriores discos solistas como “Amushed to Death” (que cumplía durante esta gira veinticinco años) o del más lejano “The pros and cons of Hitch Hicking”, pero hace ya mucho tiempo que nos ha demostrado que eso no le interesa. Si la excusa para salir de gira era presentar el más reciente “Is this the life we really want?”, se queda solo en eso, porque el verdadero sentido de salir a la carretera reside en hacer vibrar a sus seguidores (sin olvidar de pasar por caja) con los clásicos imperecederos que nos brindó con los Floyd. No es una retrospectiva. Para Roger Waters, “The Wall”, “Wish you were here”, “The Dark side of the Moon” o incluso “Animals” son su presente y serán sin ninguna duda su futuro, si es que estas canciones vuelven a llevarle a la palestra.

En el espectáculo visual no faltan cerdos hinchables, fábricas que se descuelgan del techo imitando a una de sus clásicas portadas, efectos lumínicos para lograr el prisma triangular más famoso de la historia de la música y múltiples vídeos pegados a nuestra realidad, pero ante todo, en el apartado sonoro, el derroche de precisión, exquisitez en las formas y credibilidad es irreprochable. Roger Waters sabe lo que esperan sus seguidores. Es innegable que no se cansan de escuchar clásicos eternos de los que él ha sido responsable. Faltan por incluir los bises del espectáculo, las recurrentes “Mother” y “Comfortably Numb”, pero a estas alturas de éxtasis fragoroso ni siquiera las echamos en falta. El círculo se ha cerrado y durante casi dos horas no solo nos ha permitido evadirnos, sino a la vez elevarnos hacia esa época en la que el tiempo para degustar una gran obra se paraba y el mundanal ruido diario que nos despista desaparecía. Prepárense para disfrutar, porque “nosotros y ellos” somos protagonistas de este directo inmortal.