Suede, la vuelta de un disco que marcó a una generación.


Sala Razzmatazz, Barcelona. Jueves, 19 de mayo del 2022

Texto y fotografías: Àlex Guimerà

Corría el año 1996 y el Brit Pop se encontraba en pleno apogeo. Blur, Oasis y Pulp habían sacado discos plagados de singles de estribillos pegadizos que conectaban con una generación de veinteañeros que miraba hacia el Reino Unido para sentirse cool y moderno. A la sombra se encontraban unos londinenses imberbes, llamados Suede, que habían aparecido de manera contundente en los Brit Awards de 1993 tras publicar un debut en aquel mismo año que nadaba entre la energía punk y el glam pop, que lejos de beber del pop de los sesenta sus influencias iban desde David Bowie a los Smiths. A aquel primer álbum le sucedió el formidable "Dog Man Star" (1994), más maduro y plagado de bellas melodías, baladas trágicas, letras densas, pop melodramático y un universo que demostraba que nos encontrábamos ante una formación de época a pesar de que no acababa de encajar en el movimiento en el que les ubicaban.

Y los problemas llegaron con la marcha del artífice del sonido particular de su guitarra y uno de los dos compositores, Bernard Butler. El abandono llevó al cantante y otro líder de la formación, Brett Anderson, a tener que reinventarse. Para ello fichó a un joven guitarrista de 19 años llamado Richard Oakes e incorporó a la formación a un teclista (Neil Coding) para darle una nueva dimensión. Así, mano a mano con Oakes, Brett compuso unas sensacionales diez piezas que conforman el que es uno de los mejores álbumes de los 90: "Coming Up".

Con un sonido remozado, de guitarras nítidas y electrizantes, teclados y sintes envolventes, y la contundente sección rítmica ya conocida; el disco emerge a través de un pop directo y futurista pero también gracias a la melancolía y energía habitual de sus precedentes. Un elepé que les hizo alcanzar el número uno de ventas en Reino Unido y que les hizo asentarse, junto a las primeras espadas, en un Brit Pop con el que, ahora sí, estaban en sintonía.

Han pasado 25 años, y Anderson, Oakes, junto con Simon Gilbert (batería) y Mat Osmand (bajo) han mantenido en forma a Suede que, a pesar de un largo parón, ha publicado hasta cinco álbumes de estudio al igual que algunos recopilatorios de éxitos y caras B. Una banda que ha dado infinidad de conciertos en nuestro país, en festivales y salas, demostrando su músculo en vivo así como su ya engrosado repertorio.

Para celebrar el 25 cumpleaños de la efeméride, nada mejor que realizar una gira para interpretar entero el disco en cuestión. La excusa perfecta de los fans para volver a la Sala Razzmatazz (antes Zeleste), lugar en la que tantas veces habíamos gozado de su música. Con el "Sold Oud" colgado en la puerta, el recinto albergaba una plaga de cuarentones expectantes que acabaron por pasarlo a lo grande desde que sonó la inicial "Trash", una de las píldoras letales del paquete, y que abrió fuego con un pletórico Brett Anderson que a pesar de tener 54 añazos no parece que lo del paso del tiempo vaya con él.

Y las descargas pop se fueron sucediendo entre bailes, poses, lanzamientos de micro y saltos de uno de los mejores front-man surgidos del pop británico, quien con su elegancia (y camisa sudada) contagió de positividad (ya lo cantaba él en "Positivy" en 1999) y energía a raudales. Con el ritmo de la fuerte pegada de Gilbert y la contundente línea de bajo de Osmand, la guitarra afilada y el sonido propio de Oakes, nos transportaban directos al sonido del álbum. Terminadas las saltarinas "Lazy" y "Filmstar", el ex de Justine Frischmann (Elastica), se acercó al público para cantar la bucólica "By The Sea". La siguió, como sabíamos, "She" y sus "uuh-uhh", y por fin la joya de la corona: "Beatiful Ones". La pieza pop redonda, desde su riff inicial, a los "lalalás" finales. La canción emblema de Suede fue presentada sin la música por Brett coreando el estribillo y abordada luego por la banda y el público en perfecta comunión. Las que siguieron son piezas formidables también, "Starcrazy" que sigue la fórmula pop, "Picnic At The Motorway", distorsionada sin convencernos el resultado, y las preciosas "The Chemestry Between Us" y "Saturday Night", en las que Anderson nos invitó a que imagináramos que en lugar de estar en jueves noche fuera sábado noche. 

Y el maravilloso repaso terminó, con un breve parón, recuperando piezas de otros discos, como el lejano "Dog Man Star", del que sonaron "We Are The Pigs", "Killing Of The Flashboy" (Cara B de la anterior incluida en "Sci-Fi Lullabies" de 1997) y "The Wild Ones", ésta última tocada por Brett Anderson solo a la guitarra y tras los esfuerzos de hacer callar al respetable. Una versión que, a mi modo de ver, desmerece a la original. Más atrás todavía se fue para interpretar del debut, y cantadas a pleno pulmón, "So Young", "Metal Mickey" y "Animal Nitrate", con teatralización animal incluida. Para el bis, no imagino ninguna mejor que la que nos regalaron, "New Generation". Era la rúbrica perfecta para despedir a unos fans surgidos de una generación lejana pero que aún tenemos muchas cosas que decir.