Por: Nuria Pastor Navarro.
Escribir el final de una historia es siempre un acto peligroso. Como las despedidas, los finales suelen ser complicados, tristes y, a veces, indeseables. Pero pocas cosas en este mundo son infinitas. Todo tiene un final, y este es el de Twenty One Pilots.
No se suelen encontrar artistas como los chicos de Ohio, capaces de detener todo en sus vidas con el fin de convertirse en creadores imparables de música, vídeos, giras y una sola historia. Su narrativa, que comenzó con su álbum “Blurryface” (2015), pronto caló en sus seguidores, que pedían más y más. Y como si de un castillo de naipes se tratara, Tyler y Josh fueron dando vida a multitud de personajes, escondiendo pistas en canciones, ilustrando ideas en sus videoclips y haciendo de sus conciertos todo un espectáculo. Una carta aquí, otra allá y ¡puf! De pronto han pasado diez años, cinco álbumes y una de las ficciones más únicas e impresionantes del mundo de la música.
“Breach” llega a tiempo para el décimo aniversario de “Blurryface”, el origen de todo, y toma el relevo de “Clancy”, lanzado hace apenas un año con su respectiva gira mundial. No por nada los llamaba “creadores imparables”. ¿De dónde sacan el tiempo estos chicos? Quizá por ello, y adelantando acontecimientos, “Breach” sea un trabajo algo más descafeinado que sus compañeros. Pero vayamos paso por paso.
La primera de las trece pistas es “City Walls”, que paradójicamente muestra el final de las desventuras de Clancy, el amado protagonista al que Twenty One Pilots le ha estado poniendo retos desde hace una década. Lo último que sabíamos de él es que había regresado junto a sus compañeros, los Banditos, a la ciudad gobernada por los villanos, llamados obispos, para el enfrentamiento final. Estos malvados obispos han representado siempre en el imaginario de la banda algo cercano a los malos pensamientos, a un estado depresivo que siempre acecha y amenaza. Mientras, los Banditos encarnan la luz, el apoyo contra esa oscuridad.
¿Y qué ocurre dentro de los muros de la ciudad? Puede que lo que ningún fan deseaba: la unión de Clancy a los obispos. Tras una ardua pelea contra Nico, líder de los villanos, y la rememoración de algunos momentos icónicos de la narrativa, Clancy consigue vencer y Nico se desvanece. Sin embargo, no logra superar la fuerza de la oscuridad, y usando una cortina roja como capa se convierte en el nuevo líder de los obispos. Josh, conocido como Torchbearer en la historia, mira con el corazón roto a su amigo al tiempo que este le tiende otra de las túnicas para unirse a él. Mientras el final de la canción se entremezcla con el comienzo de “Heavydirtysoul”, tema de aquel querido “Blurryface”, Josh abandona la sala, dejando atrás a su compañero.
Aún así, el baterista no pierde la esperanza. “Ese ya no es Clancy. Él está ahí fuera, en algún sitio, y lo volveremos a intentar”, le comenta a otro de los Banditos. “¿Otra vez?”, responde el compañero. “Siempre”, declara firmemente Josh. Final agridulce, complicado, quizá necesario. Porque no todos los finales son felices y porque, al final, Twenty One Pilots cuenta la historia de una persona que lo está pasando mal, con momentos mejores y peores, pero con compañeros que lo buscarán en esas recaídas y jamás lo darán por perdido. Porque Clancy es Tyler, pero podría ser cualquiera.
Tras esta emotiva despedida toca volver a la escucha, aunque sea con el corazón en el puño. Y es que entre las doce canciones restantes se reconoce el clásico estilo del dúo a la vez que se mezclan variedad de temas. “RAWFEAR” vuelve al análisis del miedo, mientras que “Garbage” parece contar la consecuencia de ese mal sentimiento acompañado por el inconfundible sonido del piano de Tyler. La batería tampoco falta, esta vez con un tema dedicado completamente a Josh, “Drum Show”. Es en este en el que podemos escuchar por primera vez en mucho tiempo al baterista cantando.
En “The Contract”, uno de los singles ya conocidos del disco, observamos resquicios de la narrativa con un personaje atacado por la ansiedad y el deseo de luchar contra aquello que lo acecha. Con un ritmo frenético y electrónico, reconocemos a Clancy en este tema. También hay espacio para la pausa, con “Cottonwood” y su estilo cercano a una balada.
“Breach” da sus últimos coletazos con “Tally”, que te teletransporta con sus notas a “Holding On To You”, e “Intentions”, que hace también de banda sonora en los créditos del vídeo de “City Walls”. Este tema termina de cerrar años y años de carrera. Piano y voz se unen de forma íntima para declarar que la intención es lo que cuenta, y que es lo que, al fin y al cabo, nos salva. Quizá un último mensaje de Clancy a su querido Torchbearer, que no está dispuesto a perder la esperanza por nada del mundo.
“Breach” es un disco nostálgico, con multitud de referencias a otras canciones y escenas icónicas del dúo. Hasta la propia portada regresa a la era “Blurryface” con sus tonos negros y rojos. Es, por lo tanto, un trabajo emotivo y será sin duda amado y recordado para siempre por los fans. Sin embargo, su cercanía a “Clancy” hace inevitable la comparación, y ahí es donde “Breach” pierde la batalla. Es un buen álbum, aunque con más altibajos y algo menos de brillo que algunos de sus compañeros.
Pero esto no es algo necesariamente negativo. Y es que Twenty One Pilots ha cambiado mucho: Tyler es ahora padre de familia numerosa, y Josh pronto dará la bienvenida a su primer hijo. Los chavales que empezaron con una idea y muchas ganas en Ohio han crecido, y ellos mismos reconocieron antes de lanzar el álbum que no sabían qué pasaría después. Lo han dado todo sin concederse un momento para descansar, y la vida les pide tomar otros rumbos ahora.
“Breach” es, entonces, la línea de meta de una carrera de fondo trepidante, con sus aplausos y trofeos. Es un final, quizá complicado, quizá triste. Es el último aliento de unos artistas agotados, brillantes e inolvidables.