Sala Multiusos del Auditorio, Zaragoza. Sábado, 27 de septiembre de 2025.
Texto y fotografías: Javier Capapé.
Un año más, nuestra cita con el FIZ es de las que no podemos pasar por alto. Para esta edición número XXIII tengo que decir que tenía mis reservas, pero todo cambió al entrar en la Sala Multiusos del auditorio zaragozano y volverme a sentir como en casa. Como en las últimas ediciones, el festival "independiente" de mi ciudad apuesta por el eclecticismo, poniendo un ojo en los nuevos talentos y músicos en crecimiento junto a otros consagrados e incluso algún atrevimiento mainstream que atraiga público dispuesto a abrir su espectro. Esta vez agradecí que los derroteros no se fueran hacia lo urbano y se apostase más por la potencia de las guitarras, en una primera parte, para virar después hacia el pop y los toques electrónicos. Todo esto fue posible por la presencia de los locales Multipla y los madrileños Niña Polaca, que desprendieron toda su potencia para subir la temperatura desde el principio, continuando después con el atrevimiento de Amaia, mezclando pop y vanguardia, y la contundencia sónica de los siempre efectivos en directo Dorian (y también muy queridos en este festival). El toque canalla de Ladilla Rusa cerró la velada, aunque su banalidad no encajase en mis intereses el pasado sábado.
Conseguir esa sensación de noche irrepetible cuando pensaba que tenía ante mí un cartel de lo más deslavazado solo puede ocurrir aquí. En el FIZ se hace magia y así lo pude constatar un año más. Porque sentí que la combinación encajó a la perfección. Que se puede apostar por el nuevo talento local como el de los jóvenes Multipla y combinarlo con una de las artistas más aclamadas por el público masivo en la actualidad. Una Amaia que me impresionó en el buen sentido. Tener espacio para el rock combativo y desprejuiciado de Niña Polaca y la profundidad neomística de Dorian. Y lo mejor es que todo eso fluya. De nuevo una perfecta organización, aunque en algunos tramos contó con un sonido mejorable, sobre todo durante la actuación de Niña Polaca, a los que costó entender parte de su discurso debido a esas guitarras tan presentes.
La tarde empezó con Multipla en una sala que poco a poco se fue llenando. Abrir este tipo de festivales es duro, pero estos tres jóvenes, que cuentan con tan sólo dos años sobre las tablas, arrasaron. Muy en la línea de Cala Vento y con una voz principal que podría recordar a Alcalá Norte, pero a la vez con una personalidad propia que desprende buenas dosis de rabia y mucho talento. Desde luego que habrá que tenerlos muy en cuenta porque vienen cargados de potencia, actitud y sobre todo temazos (sirvan "Dolores" o "Sidecar" como buena muestra de ello). Y si además se marcan una versión de "El hombre bombilla" del Niño Gusano ya nos tienen ganados para siempre. Uno de los mejores arranques del festival en años.
El concierto de Niña Polaca pasó como un suspiro. Pletóricos y llenos de energía, en su puesta en escena jugaron con las luces y las sombras gracias a una iluminación desde el fondo del escenario, lo que les otorgó cierta pose oscura y provocadora a la par. Los madrileños se encontraron con un público muy receptivo y entregado que entonó con fuerza sus canciones más emblemáticas, principalmente las que forman parte de su último disco "Que adoren tus huesos". Esa energía del público suplió los fallos de sonido que antes señalaba, aunque también se escucharon quejas inevitables. "Madrid sin ti", con esa intro con el "Madrid" de Pereza, "San Francisco el Grande" con un solo desaforado de eléctrica para terminar, "Nora" con su particular subidón emocional o "Travieso" fueron sus cotas más altas, sin olvidarnos de su efectivo broche final con la ya muy popular "Mucho tiempo contigo". Un grupo lleno de hits para contagiarnos con su épica y dinamismo.
Tan solo llevábamos dos horas y el nivel de entrega había sido tan alto que se necesitaba tomar aire durante el descanso para preparar el escenario de la siguiente artista. Una marea de jóvenes coparon las primeras filas y estallaron en una gran ovación al ver aparecer en escena a Amaia. Su escenario era un ir y venir de cambios. Tan pronto acariciaba el piano como se protegía tras el arpa. Amaia se movía desde un cubículo que ocupaba el centro de las tablas hasta una plataforma elevada, dando así la sensación de encontrarnos ante un espectáculo de gran escala. Su joven banda se movía entre la transgresión del avanzado siglo XXI, usando sin complejos una buena base de programaciones, y el clasicismo que aporta el violín, el contrabajo o la guitarra española mezclados con la finísima voz de la pamplonica, que en muchos momentos nos puso los pelos de punta. Como punto a mejorar quizá su excesiva espontaneidad. Acordarse de sus familiares está bien, pero presentar a su banda como unos superdotados, tal vez no sea el término adecuado. Polifacéticos lo vería mejor. Eso sí, todo es espectáculo en su directo, cada canción es un mundo. Puro teatro.
Me llegué a preguntar si pegaba en el FIZ, pero toda la gente convocada gracias a ella atestigua que sí. Hubo lleno en la Sala Multiusos y parte de la responsabilidad fue de ella. Puede entonar desde la tradicional "Tarara" a una muy bien llevada "Santos que yo te pinté", en la que confesó ser fan incondicional de Los Planetas. Sentirse cómoda con el piano en "C'est la vie", en la que nos mostró su virtuosismo, o con la guitarra en "Quedará en nuestra mente". Y eso por no hablar del reto de llevarse de gira también una bellísima arpa para interpretar “Ya está”. Puede que la jota de "Yamaguchi" esté algo fuera de lugar o "MAPS" sobrevalorada, pero podemos caer rendidos con "Tengo un pensamiento" o con la reinterpretación de su single junto a Alizzz "Qué vamos a hacer". Su último LP fue el auténtico protagonista, y lo defendió con total convicción ya que, sin ninguna duda, es el más completo y logrado de su breve aunque intensa carrera. No sé si tildar su participación en este festival como sobresaliente, pero desde luego me dejó en muchos momentos con la boca abierta.
Tras el huracán desatado con Amaia, y aunque hasta ahora mis expectativas habían sido superadas con creces, llegaba el momento que más deseaba. Mi reencuentro con Dorian en directo. Cada vez que los escucho en vivo los disfruto más y, como ellos saben, el FIZ les quiere y en él se vacían en cuerpo y alma. Los fallos en la sonorización de Niña Polaca quedaban muy lejos, porque ya no había vuelto a haber atisbo de ellos. Todo estuvo en su sitio y Marc Gili nos hizo partícipes de sus veinte años de amor con Zaragoza. Lisandro Montes acaparó gran parte de la atención con sus múltiples cambios de pose e instrumento en el escenario y Belly Hernández volvió a ser el complemento perfecto de calma para una banda que dentro de su contención es cada vez más sólida y firme en su propuesta, que está muy por encima de la media en efectismo y efectividad.
Era el momento de dar especial cabida a "Futuros Imposibles" y por eso mismo la banda de la ciudad condal empezó con "Algo especial" y se detuvo también en la emocional "A cámara lenta" o en la más enérgica "El Sur". Pero en los conciertos de Dorian hay sitio para todos sus clásicos, con los que siempre conectamos, y por eso mismo no se olvidaron de "Verte amanecer" o "Los amigos que perdí", llegando al verdadero éxtasis con "A cualquier otra parte" o "La Tormenta de Arena". Increíbles una vez más, porque nadie puede negar que son canciones a las que no les falta de nada. Potencia, actitud, emoción y convicción.
No me quedaron fuerzas para Ladilla Rusa, pero con esta muestra descrita puedo asegurarles que el FIZ nos ofreció música de amplias miras y gustos. Sin lugar a dudas, el festival al que más cariño le tengo no se pone límites. Su apuesta cambia, busca nuevas sendas, vuelve a lo seguro o se reafirma en los clásicos, pero siempre nos atrapa. Tal vez echemos en falta algún nombre internacional como los que se dejaban caer por aquí en muchas ediciones pasadas, pero su espíritu se mantiene intacto. Por eso, y pese a la primera impresión que pueda darnos cualquiera de sus artistas en cartel, mi amor por el FIZ crece y es incondicional porque siempre me asegura una de las más intensas noches de sábado del año. Una noche de convivencia, apertura de miras, grandes descubrimientos, energía y pasión, mucha pasión por mi vida, que es la música, como cantaba Marc Ros, otro de los amigos de esta joya de festival que tengo el inmenso honor de que ponga cada año en el mapa de la música independiente a mi querida ciudad.