Rod Stewart and Jools Holland: "Swing Fever"
Entrevista 15 aniversario: Daniela Kennedy (The Limboos)
Cast: “Love Is The Call”
Parece que este 2024 nos encontremos ante un revival del Brit Pop o renacimiento del pop del Norte de Inglaterra. Del consabido disco de los mancunianos Liam Gallagher y John Squire y al retorno de la banda de York, Shed Seven, más los inminentes discos de los que nunca se fueron (James o Kula Shaker), también es el turno de la banda de Liverpool, Cast, tras siete años de silencio discográfico. Para quienes no sepan de quienes hablamos sólo tenemos que contarles que la banda surgió de las cenizas de los icónicos The La's (sí, los autores de la mítica "There She Goes"), cuando John Power (voz y guitarra) y Peter Wilkinson (bajo) decidieron engancharse al movimiento Brit Pop debutando con un nuevo proyecto con el notable "All Change"(1995), que si bien no les catapultó hacia la primera división del movimiento (reservada para Blur, Suede, Oasis o Pulp), si que les hizo entrar en los circuitos de conciertos y festivales, pudiendo captar la atención de la prensa.
Con una propuesta que encajaba con las miras de sus coetáneos, con influencias del pop británico de los sesenta, su propuesta llevaba mucho de los primeros Kinks y Who, llegando a publicar hasta cuatro discos entre 1995 y 2001, finalizando con el Brit Pop de capa caída, aunque se volvieron a reunir en 2012 y en 2017 sin llamar demasiado la atención.
Para esta ocasión parece que vuelven con ganas y con una propuesta que hacernos, por lo que llamaron a Youth (bajista de Killing Joke y la otra mitad de los Fireman de Paul McCartney) para que hiciera los arreglos a sus canciones. Otra novedad es que John Power recupera el bajo, instrumento que no tocaba desde sus épocas con The La's, precisamente con la intención de encontrar el espacio entre aquella y su actual banda. Una formación que actualmente la completan los otros fundadores de la formación, el guitarrista Liam Sean "Skin" Tyson (también colaborador de Robert Plant) y el batería Keith O'Neill. El resultado es un compendio muy compacto de melancolía optimista marca "Merseyside" con unas letras que hablan sobre pérdidas y esperanzas y unas melodías que llegan para quedarse. Un espacio que va desde la apertura folky de "Bluebird" (título McCartniano, por cierto), en la que la acústica es la única acompañante de la entrega vocal de Power, al riff de "The Rain That Falls", los coros de "First Smile Ever", la aproximación a The La's de "Love You Like I Do" , o los ritmos de "I Have Been Waiting".
El claro single del disco es sin duda el potente medio tiempo "Faraway", que nos retrotrae a la vieja Inglaterra de mediados de los noventa cuando algunos aún teníamos todo por hacer. El otro sencillo de adelanto fue la que titula el disco que recupera la parte más ruda y psicodélica de la banda. Aunque no nos queremos olvidar de las maravillosas "Time Is Like A River", con ese final épico a base de voces y trompetas, ni de los violines de "Tomorrow Call My Name".
Además de la gira de promoción de Cast, que por el momento se ciñe al Reino Unido, en la que se acompañarán por gente como Liam Gallagher y Ocean Colour Scene, Power también tiene previsto una serie de conciertos muy especiales a principios de junio en Londres, Birminham y Manchester bajo el nombre "Britpop Classical", junto a otros de sus coetáneros como Simon Fowler (Ocean Colour Scene) o Mark Morriss (The Bluetones) quienes cantarán sus viejos hits arropados por una orquesta sinfónica. ¡Larga vida al Pop Británico!
Los Deltonos: “Evolución”
“Judee Sill. Éxtasis y redención”, cómic de Díaz Canales y Alonso Iglesias.
Estábamos al tanto del buen hacer que Juan Díaz Canales estaba demostrando en el cómic nacional y europeo desde el momento en que sedujo a todos los aficionados al arte secuencial con “Blacksad”, la insoslayable serie de historias policíacas guionizada por él mismo e ilustrada por Guarnido. No estábamos enterados, en cambio, del talento de Jesús Alonso Iglesias para dibujar y dotar de color a esta biografía trágica, protagonizada por la malograda songwriter Judee Sill, y publicada por Norma Editorial, excepto aquellos que simpatizan más con los cómics de superhéroes. Las últimas caracterizaciones que ha hecho de Spiderman para la fábrica de animación de Marvel han recibido una gran aprobación. Debido a esto último es sorprendente que haya participado en un cómic cuya lectura lleva a concluir que a nadie se le debería obligar a ser un héroe (una heroína en este caso) por culpa de haber tenido una infancia disfuncional en la que no te han cuidado como te mereces, o por haber elegido a una pareja inadecuada a una edad demasiado temprana. Nadie debería actuar heroicamente para poder superar la inercia de factores deterministas ajenos a ti. Algo no funciona socialmente cuando hay que ser un héroe o recurrir a alguno de ellos. En honor a la verdad, esta es una reflexión que el género de los superhéroes últimamente no ha desdeñado.
Una de las principales cualidades de este cómic es el color, que ha sido denostado en la Academia del arte para ensalzar en su lugar el dibujo. Por suerte, en las décadas más recientes, el color ha recuperado su importante papel en el cómic contemporáneo de la mano de Mazzucchelli, Chris Ware, Arsène Schrauwen o Paco Roca. En esta particular forma de expresión artística que es el tebeo, no solamente el texto escrito incluido en el bocadillo o fuera de él, poseen la virtud de comunicar, también las formas geométricas y, sobre todo, el color transmiten información muy relevante y compleja sobre el estado anímico de los personajes o sobre su personalidad interna. De esta capacidad expresiva del color extrae el máximo Alonso Iglesias con el fin de matizar los dramáticos avatares de la cantante californiana. Por ejemplo, la experiencias sobrevenidas por el consumo de drogas psicodislépticas son traducidas en las viñetas por intensas experiencias cromáticas que cumplen el propósito de que los lectores se hagan cargo de la alteración de la percepción que produce la ingesta de estas sustancias. Es de recibo destacar además que los pasos de página y las transiciones entre los capítulos se funden gracias a elipsis muy afortunadas, brillantes, incluso, tal y como nos tiene acostumbrados Díaz Canales.
Ni el sol deslumbrante que luce buena parte del tiempo en California fue capaz de ahuyentar las sombras que se cernieron sobre la existencia de Judee Sill. El cómic se dirige de atrás adelante con la intención de intentar averiguar qué pasó antes de aquella fatídica sobredosis de 1979, aunque su muerte artística había acaecido unos años antes, poco después del fracaso comercial de su segundo álbum y la gira posterior que la llevó al Reino Unido. La fuente primordial del libro es la entrevista que Grover Lewis le hizo para la revista “Rolling Stone” en 1973 titulada: “Judee Sill: Soldier of the Heart”. El subtítulo, “The singer's exorcism of low-riding, smack-shooting ghosts”, sugería los fantasmas con los que la cantautora convivía a diario. Los autores del cómic han incluido al periodista como un protagonista más que se niega a aceptar el olvido al que cruelmente ha sido condenada la prometedora cantante que tanto le había sorprendido en esa confesión inicial que le concedió. El periodismo musical tiene un papel insustituible a la hora de completar la genealogía de la música popular. De su buena y sabia memoria depende el presente y el futuro de la música, que no puede dejarse aconsejar únicamente por el siniestro algoritmo y sus sesgos estrictamente comerciales.
Parece ser que el productor de la cantante, Dave Griffin no estuvo a la altura y por esta razón le costaba recordar que una de las primeras voces de su sello, Asylum, que después contribuyó al éxito del sonido californiano, fue Judee Sill. La relación que mantuvo con la cantante fue problemática, entre otras cosas porque ella tenía dificultades para controlar un temperamento impulsivo. El aspecto inocente de la joven cantautora no se compadecía con su carácter pendenciero que en el final de la adolescencia explotó llevándosela por delante: ingresó en un reformatorio por robar empuñando una pistola de calibre 38 (en seis o siete sitios, afirma en la entrevista mencionada) y poco después, debido a su compulsiva adicción, en la cárcel. Fue allí donde se convenció a sí misma de que la música era la vocación primordial de su vida, que los antecedentes penales no tenían derecho a determinar su destino. En su infancia había aprendido a tocar el ukelele y el piano mientras el segundo matrimonio de su madre se diluía en el alcohol que consumían ambos cónyuges.
Cualquiera que escuche “Heart Food” (1973) seguirá sin entender por qué el público ignoró un disco tan excelso, que contiene composiciones únicas como “Where the Valleys Are Low” (y su órgano), “When the Bridgeroom Comes”, “Soldier of Heart”, o “The Vigilante” donde destaca la increíble voz de Judee. Es un compendio de canciones que rebasan los límites del folk sobre el que había pivotado el disco anterior con el que debutó, y la sitúa entre las mejores personalidades de aquella época, en la que los grupos basados en las armonías vocales triunfaron en la costa Oeste de Norteamérica. Judee Sill no desentonaría al lado de ninguna de ellas. Sus exorcismos con aspecto de canciones no fueron seguramente efectivos con ella misma, el “Fénix” (personaje de una de sus canciones más bellas) no pudo emprender el vuelo, aunque sí han sido inspiradoras para las generaciones posteriores: es la desconcertante paradoja de la trayectorias musicales de Judee Sill y de otros artistas frustradas prematuramente.
Si no fueran suficientes todas las razones anteriores, la publicación de este cómic habría valido la pena con tal de conseguir que un solo aficionado conozca las alegorías musicales de Judee Sill, que se pueden escuchar, por cierto, en una lista a la que se accede mediante el código QR incluido en el libro, donde constan los mejores temas de ambos álbumes de estudio. Cuando uno llega a vislumbrar el significado de sus salmos esotéricos, que no solo se hacen eco de la tradición cristiana, descubre que ella tenía una visión de ella misma y del universo que los demás no alcanzamos a ver, tal vez por eso aborreció, al final de su corta vida, la prosaica realidad de todos los días, que la maltrató sin piedad, de modo que cogió la autopista a la eternidad en busca de su querido hermano Dennis, fallecido en 1968 mientras ella cumplía condena.
"Are You Still here?" es el segundo adelanto de lo que será el nuevo disco de Joana Serrat, "Big Wave"
Entrevista: Yes
Russian Red: "Volverme a enamorar"
Diez años ha tardado Lourdes Hernández en regresar a la escena musical, esa a la que entró como un petardazo con el exitoso “I love your glasses” (2008) y en la que se mantuvo después, de una manera más o menos discreta. Lo hace ahora, tras un largo parón durante el que la madrileña puso tierra de por medio entre fricciones con la industria y alguna polémica política instalándose en Los Ángeles, donde se ha refugiado hasta su regreso, durante la pandemia, a su tierra natal.
“Volverme a enamorar”, compuesto y producido mano a mano por ella, Luis Sanso Luichi Boy (Cupido) y Carlos René, por tanto, parece un título positivamente premonitorio: ¿Tal vez Lourdes vuelve a tener ilusión por cantarnos sus canciones? ¿Regresa con ganas de volver a conquistar nuestros oídos como hizo con aquella preciosa “Cigarettes”?Pues tal vez sea así pero, lamentablemente, no se traduce esto en su nueva música.
“Volverme a enamorar” es un disco que no llega a los 20 minutos pero que, curiosamente, se hace largo. “Me gustan todos los chicos” augura un disco coqueto, fresco, con esos “shalalalá” simpáticos y seductores. Continúa el tono en “No entiendo nada”, dejándonos lejanos ecos de Christina Rosenvinge con toques de Vanessa Paradis y unos jadeos impostados que desconciertan un poco. El desconcierto deja paso a la pereza, porque “Intelectual sexual” comienza a cansar (y no llevamos ni diez minutos de disco) con los “parapá” y de nuevo ese tono jadeante, con una letra que quizá pretendía ser divertida y provocadora pero que queda en la nada.
El momento del disco llega con “This is un volcán”, mezcla preciosa entre la cálida voz de Lourdes y guitarra acústica que suena a la Russian Red más auténtica. Es la primera vez, desde que pulsamos el play, que Lourdes suena a verdad, con una letra curiosa, bonita, y una manera de cantar que, por fin, te la crees. Es la canción más larga del disco (3:23, ojo) y, paradójicamente, es la única que deseas dure más.
La pena es que “This is a volcán” ha sido un espejismo. Porque la medio hablada “Una fresca” parece pretender ser rompedora y atrevida pero, de nuevo, todo queda en vacío. Se diluye y desaparece, al igual que “Tus putos labios”, “Yo me lo invento” y “La última vez”. Y mira que esta última, al principio, promete, y mucho, con un ritmo sinuoso muy interesante el cual evoca a la mejor Christina Rosenvinge. Pero, enseguida, vuelve a perderse y a no dejar poso.
Cuesta pensar en volver a reproducir un disco en el que apenas hay dos destellos y, el resto, una marea kitsch la cual podría haber sido una buena idea… pero no. Queda un disco sin alma, olvidable pero que, a la vez, no basta para perder la fe en Russian Red y en que, a la próxima, vuelva a hacer esa magia que una vez nos regaló.