Rod Stewart and Jools Holland: "Swing Fever"


Por: Txema Mañeru. 

Lo dice todo el título del disco. También lo atestigua la presencia del nombre del acompañante del eterno Rod, ni más ni menos que Jools Holland, uno de los músicos más prestigiosos y heterogéneos del Reino Unido. Su listado de colaboraciones y de recuperaciones a grandes veteranos es muy amplio y significativo ayudado por su legendario programa de televisión, muy posterior a su buen legado con los Squeeze. De igual forma los últimos años de un "relajado" Rod Stewart podían apuntar a un disco totalmente enfocado al swing, uno de sus estilos musicales favoritos y más ahora que lleva ya unos cuantos años dentro de la tercera edad. Más aún, tras los varios irregulares volúmenes de “The Great American Songbook”. En esos trabajos dominaban los temas baladísticos. Aquí prima el baile y la diversión. Casualmente, o no, ambos son grandes fans del género y coincidieron en todas las propuestas y no les fue nada difícil regresar a la música más bailable de mediados del siglo pasado. Han quedado tan contentos que hasta se plantean en girar conjuntamente para defender este buen y divertido disco como se merece. 

Es prodigiosa la selección de temas clásicos de compositores como Louis Prima, Johnny Burke, Oscar Washington, Ray Noble, Roy Brown o el "Tennessee Waltz" final de Pee Wee King. Especial mención también para la The Rhythm And Blues Orchestra de Jools. El equipo de grandes músicos es colosal, como lo es el trabajo de producción con dos gigantes como Nitin Sawhney y el legendario guitarrista de Roxy Music, Phil Manzanera. El trabajo en los coros es prodigioso, comenzando por los del propio Rod y los arreglos, en general, están definitivamente a la altura. Ambos querían que el disco fuera un homenaje a las orquestas de jazz, swing y rhythm and blues y lo han conseguido. También se han permitido jugar con el siempre divertido jump blues. 

Todo arranca ya con el fiestón del clásico "Lullaby Of Broadway" para seguir el jolgorio con los vientos y el genial piano de Jools en el "Oh Marie" de Prima. Se repite la historia en un "Sentimental Journey" en el que los excelsos coros toman un gran protagonismo. Los vientos vuelven a tomar la voz cantante en un explosivo "Pennies From Heaven" e incluso se toman sus licencias para dar juego a bandas más reducidas en temas como el "Night Train", en el que destacan los punteos de Mark Flanagan. Entre tanta música yanqui y mayoritariamente de la década de los 30 y los 40 no podía faltar la representación británica del "Love Is The Sweetest Thing", de Ray Noble

Más baile y sensacional piano de Jools al frente en una "Them There Eyes" en la que se suceden espectaculares solos de saxo y trompeta. Ambos provienen del rock’n’roll y por eso también bordan el "Good Rockin’ Tonight" que popularizó Elvis Presley, con aires incluso doo wop y destacado órgano, así como también más buenos punteos. Más swing con mucha clase y buenos coros hay en "Ain’t Misbehavin’". Con el entusiasmo, el bueno de Rod se atrevió hasta adaptar (bien) el tradicional "Frankie And Johnny" para continuar con más swing contagioso ideal para bailar en un ritmo que casi se acerca al ska en una trepidante "Walkin’ My Baby Back Home". No podía faltar una joya como el "Almost Like Being In Love" que popularizaron Frank Sinatra y Nat King Cole y que les queda niquelado. Por eso fue, quizás, el primer tema que lanzaron para presentar el divertido proyecto. Eso es justo antes de acabar con el citado clásico "Tennessee Waltz", con más fiesta en piano y vientos y al que sólo le faltan unos coros góspel que le podrían haber ido de miedo. La verdad es que es un placer y pura diversión el enfrentarse a esta fiebre del swing que también se observa en forma de baile en muchas fiestas populares. Este disco lo podrán bailar prácticamente de seguido y al completo.

Entrevista 15 aniversario: Daniela Kennedy (The Limboos)


“Vivir exclusivamente de la música significa hacer cábalas económicas la mayor parte del tiempo” 

The Limboos es una bandaza, qué duda cabe. De las mejores que pasean palmito por nuestro panorama actual. Disco que sacan, disco mayúsculo. En sus canciones hay intensidad, emoción y algo hipnótico que te induce a reproducirlas sin parar. La energía que destilan es contagiosa, algo que vuelve a ser palpable en el reciente “Off The Loop”, del cual daremos debida cuenta en próximas semanas de forma profunda. 

Tratándose de un grupo al que denominamos “de la casa”, pues desde hace una década vienen apareciendo por nuestra web, concretamente desde su debut, “Space Mambo”, no podían faltar a nuestra celebración del quince aniversario. 

Se lo propusimos y accedieron al instante de buen grado, ajustándose a una petición muy concreta. Queríamos que fuera Daniela Kennedy, fenomenal batería de la formación, quien se hiciera cargo de responder a nuestro cuestionario, cosa que aceptaron y que agradecemos profundamente, pues demuestra la grandeza que atesoran y nos facilita continuar buscando una pretendida paridad entre hombres y mujeres en esta ronda de entrevistas, algo que confesamos no está siendo nada sencillo de conseguir. 

Os dejamos en compañía de una de las mejores baterías de nuestra escena, recomendando encarecidamente que le deis un buen repaso a “Off The Loop”, su último trabajo, apostamos a que caeréis rendidos ante lo que proponen The Limboos una vez más.

¿Qué valoración general harías de la actual situación del “mundillo” musical? 

Daniela: Ando un poco desconectada de cómo está el patio últimamente, la verdad. Voy a menos conciertos de los que iba antes y los selecciono más, en parte porque no tengo mucho margen a lo largo del mes. Vivir exclusivamente de la música, al menos para un grupo como el nuestro, significa hacer cábalas económicas la mayor parte del tiempo y seguimos notando el retroceso de la pandemia y sus consecuencias, imagino que la situación será semejante para bandas de picar piedra como la nuestra. 

Siempre se ha hablado del directo como último refugio para mantener con vida a las bandas, ¿Crees que hay una red de salas y condiciones favorables a lo largo del Estado? 

Daniela: En la década que llevamos girando hemos tocado en prácticamente todas las provincias del país, en salas de menor o mayor tamaño. En la gran mayoría nos hemos sentido a gusto y nos han tratado bien. Algunas cuentan con mayor parroquia y otras son plazas más duras, pero por lo general las condiciones han sido favorables por parte de la sala. Hasta donde sé, las salas de conciertos están pasando por un momento realmente complicado. La situación que nos comentan desde muchas de ellas, a no ser que cuenten con subvenciones, es un poco la misma que comentaba antes respecto a las bandas...los números no salen y la afluencia a los conciertos no es siempre la esperada. En muchos casos, son esfuerzos enormes por mantener viva la cultura de la ciudad, llevados a cabo por parte de gente que cree en la música y que no siempre ven recompensado el esfuerzo que ello conlleva. 

Imagino que con el tiempo algunas desaparecerán, así que si la situación sigue así lo que no sé es si en un futuro podremos responder afirmativamente a esta pregunta. 

¿Cuál es el papel que en ese sentido crees que juega la proliferación de festivales? 

Daniela: Los festivales grandes son más una experiencia de ocio que el lugar idóneo donde ver a un grupo, aunque pueden traer a bandas que en ocasiones no tendrías la oportunidad de ver en otro lado. Como grupo, es una oportunidad para darse a conocer a otro tipo de público, pero poco más. Si hablamos de festivales de menor tamaño, supongo que pueden entrar un poco en conflicto con lo que puedan ofrecer las salas. Pero no sé, estoy suponiendo. 

Ahora que la venta de discos es irrisoria, las plataformas siguen robando a los creadores con porcentajes ínfimos por reproducción y en los festivales apenas se paga a los artistas más minoritarios, salvo honrosas excepciones. ¿Por dónde pasa la durabilidad de los proyectos y las carreras de larga duración? 

Daniela:
Supongo que te aferras a la fe en lo que haces, a la satisfacción de compartir con otras personas lo que tardas meses o incluso años en construir con un disco, a que no sabes hacer otra cosa. Aún así, la situación con el tiempo se hace frustrante y la sensación de estancamiento y la falta de estabilidad acaba haciendo mella a muchos niveles, creativo también. 

A la hora de disfrutar de la música como oyente, ¿prefieres acercarte a los clásicos con los que te hiciste melómano/a o bien prefieres escuchar propuestas novedosas? ¿Por qué? 

Daniela: Cuando algo me da en la patata, tiendo a escucharlo obsesivamente. Hay discos que sigo escuchando en bucle desde la adolescencia, no me canso. De vez en cuando me cruzo con cosas actuales que me sorprenden, claro, pero suele ser casual o por recomendaciones de amigos que andan más actualizados que yo. Confío enormemente en el criterio de mis compañeros, yo soy más comodona. Incluso como batería, la inspiración la sigo encontrando por lo general en estilos más clásicos como el rhythm and blues, que me parece una mina de ideas. 

Todo oyente tiene algún secreto no confesable de bandas y/o músicos que le emocionan y no suelen estar bien vistas, ¿Cuáles serían los tuyos/ Vuestros y por qué? 

Daniela: No se me viene a la cabeza ninguna confesión terrorífica más allá de que hundiría una fiesta si tuviese que pinchar lo que suelo escuchar en mi día a día. Soy de oído tranquilo por lo general, mis compañeros tienen un poco de coña con el asunto e igual me ponen a Elliot Smith en la furgoneta para que me sienta en una rave. Me anima mucho Juan Luis Guerra, por ejemplo. Creo que para algunos valdría como confesión. A veces desentumezco con clásicos de la radiofórmula, no me da ningún apuro decirlo. 

¿Cuál fue ese primer contacto con la música que te empujó a dedicarte a ella? 

Daniela: Tuve interés temprano hacia la música y se me abrió un túnel de colores cuando empecé a escuchar con atención y criterio propio en la preadolescencia, pero nunca me llamó la atención dedicarme a ella. Intenté aprender varios instrumentos melódicos por disfrute, pero soy inconstante y me frustro rápido. Subirme a un escenario ni se me pasó por la cabeza, me parece terrorífico aún a día de hoy. Tocar la batería fue una carambola. A los tres meses de coger una baqueta tuvimos nuestro primer concierto, no había ningún tipo de expectativa con el grupo más allá de echar el rato.

Cita cinco nombres básicos en tu reproductor en los últimos meses. 

Daniela: Scott Walker, Lee Hazlewood, Chet Baker, Little Willie John, Gene Clark o Davy Graham me suenan todo el año. Estos últimos meses también he tenido bastante en bucle el Lost Album de Dion, que ha sido un descubrimiento para mí. También he estado flipando de nuevo con Kula Shaker que hacía que no los escuchaba. 

¿Qué artistas malditos, minoritarios o relativamente novedosos nos recomendarías encarecidamente no perder de vista? 

Daniela: Se me viene a la cabeza Jake Thackray. No es actual, pero me parece un tipo muy interesante, que seguía una tradición musical algo ajena a la suya por origen, con unas letras muy inteligentes y sarcásticas, muy a lo George Bressens. Ademá,s es referente para mi madre en navidad a la hora de comprar jerseys. Me sorprendió y no a la vez enterarme de que Alex Turner es bastante fan suyo. 

Daniela, formas parte de una bandaza como The Limboos, uno de nuestros mejores proyectos musicales, pero que tienen que luchar día a día para poder continuar rodando y sacando discos. ¿Qué consejo le darías a alguien que quiera dedicarse/ vivir de la música?

Daniela: Puede sonar a cliché, pero que haga lo que le venga en gana y satisfaga a nivel musical y creativo, porque no hay una formula certera para que un proyecto funcione. En nuestro caso, tratamos simplemente de hacer algo que nos gustase escuchar a nosotros mismos, e incluso a lo largo de la década que llevamos con la banda, hemos llegado a cansarnos de cosas que estábamos tocando y hemos sentido la necesidad de renovarnos, simplemente por satisfacer nuestro propio oído.

Personalmente, recomendaría buscarse alguna actividad alternativa durante la semana. Creo que para dedicarte a la música también tienes que tener una disposición mental para ello. Cuando sales a tocar estas conviviendo con tus compañeros y rodeado de gente gran parte del día y por lo menos yo, que vivo en el campo con su correspondiente silencio, siento algo de montaña rusa emocional al llegar a casa. Entre semana trabajo en el campo con caballos y me sienta de lujo para este asunto.

¿Qué recuerdos positivos te han quedado de las épocas/ vivencias más complicadas de la andadura de la banda? 

Daniela: Los recuerdos positivos son irónicamente los que fueron más frustrantes en su momento, y a los que el tiempo ha dado un toque cómico. Contratiempos en la carretera, lugares terroríficos de dormida o alguna situación absurda. Tengo que decir que en casi todos estaba presente mi amigo Marky, primer bajista de la banda. Nos reímos mucho recordando alguno, como la gira en la que hicimos de banda de Jack Rivera en los principios. Era todo más desenfadado en gran parte porque no nos dedicábamos a ello a tiempo completo. 

¿Cuál es el primer recuerdo que tienes de nuestra revista digital? 

Daniela: En los albores de The Limboos, recuerdo que fue de los primeros medios en darnos cobertura y apoyo, creo que debí conoceros sobre aquella época. Queda lejana y difusa.

¿Qué valoración haces de nuestra evolución como web asentada dentro de la oferta de prensa musical, nacional y gratuita? ¿Qué es lo que más te gusta de El Giradiscos? ¿Y lo que más te irrita? 

Daniela: Confieso que hace tiempo que no leo prensa musical, pero en épocas en las que he estado más activa y pendiente de cómo estaba el panorama, me apetecía ver otros puntos de vista de interés en lo relativo a la música en general o quería descubrir cosas nuevas para los oídos, ha sido de las primeras fuentes a las que he recurrido. Me parece una revista seria, de amplísimo espectro y cuyos quince años de recorrido prueban la dedicación y verdadera pasión que tiene de base.

Espacio libre para una felicitación, crítica o lo que te venga en gana... 

Daniela: ¡Muchas gracias por hacerme un hueco en vuestra casa y enhorabuena por la calidad mantenida durante tantos años!

Cast: “Love Is The Call”


Por: Àlex Guimerà.

Parece que este 2024 nos encontremos ante un revival del Brit Pop o renacimiento del pop del Norte de Inglaterra. Del consabido disco de los mancunianos Liam Gallagher y John Squire y al retorno de la banda de York, Shed Seven, más los inminentes discos de los que nunca se fueron (James o Kula Shaker), también es el turno de la banda de Liverpool, Cast, tras siete años de silencio discográfico. Para quienes no sepan de quienes hablamos sólo tenemos que contarles que la banda surgió de las cenizas de los icónicos The La's (sí, los autores de la mítica "There She Goes"), cuando John Power (voz y guitarra) y Peter Wilkinson (bajo) decidieron engancharse al movimiento Brit Pop debutando con un nuevo proyecto con el notable "All Change"(1995), que si bien no les catapultó hacia la primera división del movimiento (reservada para Blur, Suede, Oasis o Pulp), si que les hizo entrar en los circuitos de conciertos y festivales, pudiendo captar la atención de la prensa. 

Con una propuesta que encajaba con las miras de sus coetáneos, con influencias del pop británico de los sesenta, su propuesta llevaba mucho de los primeros Kinks y Who, llegando a publicar hasta cuatro discos entre 1995 y 2001, finalizando con el Brit Pop de capa caída, aunque se volvieron a reunir en 2012 y en 2017 sin llamar demasiado la atención. 

Para esta ocasión parece que vuelven con ganas y con una propuesta que hacernos, por lo que llamaron a Youth (bajista de Killing Joke y la otra mitad de los Fireman de Paul McCartney) para que hiciera los arreglos a sus canciones. Otra novedad es que John Power recupera el bajo, instrumento que no tocaba desde sus épocas con The La's, precisamente con la intención de encontrar el espacio entre aquella y su actual banda. Una formación que actualmente la completan los otros fundadores de la formación, el guitarrista Liam Sean "Skin" Tyson (también colaborador de Robert Plant) y el batería Keith O'Neill. El resultado es un compendio muy compacto de melancolía optimista marca "Merseyside" con unas letras que hablan sobre pérdidas y esperanzas y unas melodías que llegan para quedarse. Un espacio que va desde la apertura folky de "Bluebird" (título McCartniano, por cierto), en la que la acústica es la única acompañante de la entrega vocal de Power, al riff de "The Rain That Falls", los coros de "First Smile Ever", la aproximación a The La's de "Love You Like I Do" , o los ritmos de "I Have Been Waiting". 

El claro single del disco es sin duda el potente medio tiempo "Faraway", que nos retrotrae a la vieja Inglaterra de mediados de los noventa cuando algunos aún teníamos todo por hacer. El otro sencillo de adelanto fue la que titula el disco que recupera la parte más ruda y psicodélica de la banda. Aunque no nos queremos olvidar de las maravillosas "Time Is Like A River", con ese final épico a base de voces y trompetas, ni de los violines de "Tomorrow Call My Name". 

Además de la gira de promoción de Cast, que por el momento se ciñe al Reino Unido, en la que se acompañarán por gente como Liam Gallagher y Ocean Colour Scene, Power también tiene previsto una serie de conciertos muy especiales a principios de junio en Londres, Birminham y Manchester bajo el nombre "Britpop Classical", junto a otros de sus coetáneros como Simon Fowler (Ocean Colour Scene) o Mark Morriss (The Bluetones) quienes cantarán sus viejos hits arropados por una orquesta sinfónica. ¡Larga vida al Pop Británico!

Los Deltonos: “Evolución”


Por: Kepa Arbizu. 

El ciclo vital de una canción no es esencialmente muy diferente al de una planta. Ambas necesitan inexcusablemente de una semilla para su posterior desarrollo, pero igualmente trascendental resulta un contexto y la predisposición idónea para que su floración óptima tenga lugar, alcanzando así una expresión plena que pueda ser admirada por todo aquel que lo desee. Una analogía botánico que de alguna manera sirve para enunciar la genealogía del nuevo disco de Los Deltonos, “Evolución”, que encuentra su origen en composiciones que datan de finales del siglo pasado ideadas para ese proyecto de anglosajón y sucinto nombre, Hank,  paréntesis melódico con que la banda cántabra sofocaba unos revueltos años noventa afrontados con un espíritu de corrosiva electricidad. 

Replanteados en la actualidad para sus últimas grabaciones de nuevo bajo el organigrama de trío, dicho formato resulta especialmente propicio para un cancionero que se desliga de su filiación alrededor del blues-rock musculoso y “grasiento” para encontrar cobijo entre unos brazos, no exentos de nervio y fibra, que se deslizan sobre armonías de raíz “powerpopera”. Un cambio de escenario que si así se puede considerar a la hora de remontarse a las referencias que han dado a luz a este repertorio, no lo es tanto por su condición como continuador de esa actitud envalentonada y rejuvenecida por la que parece estar bendecido el grupo en su presente, lo que se traduce en que poco, o nada, hay en este episodio de nostalgia o de pretender encontrar nuevos estímulos que alienten la pasión de un combo que precisamente tiene superávit en dichas categorías.

Retomando la curiosa naturaleza de la que están hechas las canciones, más allá de que las escogidas para este trabajo contengan un verbo universal que se desliza por el siempre escarpado suelo en el que se dirimen las relaciones personales, hay en el concepto de fondo del disco, ya perfectamente perceptible desde su título, una mirada a los retos que nos propone ese ejercicio de adaptación a los nuevos tiempos. Un llamativo hilo conductor -o cuanto menos denominador común- teniendo en cuenta el periplo al que han sido sometidos los temas, rescatados de décadas atrás con el fin de ser presentados en el momento actual. Como si fueran poseedores de una capacidad premonitoria para saber cuándo iban a ser exhibidos, parecen haber cobijado en secreto esos interrogantes para ser planteados en pleno 2024.

Descartando por completo en el ánima del disco cualquier atisbo o resonancia de añoranza respecto a tiempos pretéritos, sin embargo sí se puede interpretar como un homenaje al contexto histórico en el que surgieron las composiciones originales la “resurrección” de aquella formación que ilustraba el personaje de Hank. Por eso la presencia de Iñaki García y Bernie Bustillo, junto al propio Hendrik, en un par de momentos significa, una deducción quizás sólo espoleada por el previo conocimiento de ese intercambio de músicos, tender un puente más fidedigno con la puesta en escena de aquel siglo pasado, haciendo de “Nos gusta aquí” y “Adolescencia” -atinada sátira donde intuimos el espíritu de Peter Pan aplastado por las piedras en que se transforma la realidad- los dos instantes que asumen con más verosimilitud, obtenido de fijar su mirada en, por ejemplo, The Lemonheads, el primigenio sonido del proyecto. 

Pero lejos de resurrecciones o ensoñaciones, este nuevo disco de Los Deltonos es precisamente eso, un artefacto que refleja la identidad -aunque sea amasada con diferentes ritmos- actual de la formación cántabra. Y eso se nota ya de desde la inaugural “A su tiempo”, en la que sus arpegios menos inyectados de distorsión son la puerta de entrada a un estribillo impetuoso y pegadizo, cualidades que no pretenden ocultar aquellos nombres que han posibilitado a lo largo de los años alumbrar este repertorio, y entre los que citar a Teenage Fanclub o Big Star parece de obligado cumplimiento. Una canción que en su papel de abertura parece alcanzar también su condición de declaración de intenciones, porque escuchar alguno de sus versos como “cada cosa es a su tiempo, parece un buen momento”, transmite la sensación de haber sido diseñados con la intención de ser interpretados muchos años después de su gestación. Unas constantes sonoras de un género, el powerpop, que quedan expuesta con su característica luminosa melancolía impulsada por riffs racheados en “Solo un cable”, una estructura de la que también se sirve "Las buenas intenciones", un medio tiempo decidido a hacer brotar de su corazón eléctrico una línea melódica, un arte de hacer cohabitar miel y espinas del que son expertos Buffalo Tom o The Posies

Un paisaje que si en las mencionadas piezas fluctúa y comparte delicadeza y arranques ruidosos, existirá otro que abiertamente se decanta por desatar la tormenta, un terreno que despliega con insultante naturalidad la banda. Trepidantes envites que hacen temblar los amplificadores en “Como yo”, embebido formalmente de espíritu noventero a lomos de Dinosaur Jr. para celebrar una hermandad de la incertidumbre, y que sublimará incluso el tema titular, de ademanes casi “grungeros” en su alternancia de velocidades, o un “Ya quisieras” presentada como desmelenada coda final, empujada con arranques dignos de The Plimsouls, a ese segmento de canciones que formalizan el sentido más crudo del álbum.

Alabar a una banda veterana como Los Deltonos por su determinada vocación de mantenerse firme en pie sería ya lógico, pero su defensa todavía se vuelve mucho más fácil con álbumes como éste, que no hace sino sumarse a una última etapa especialmente inspirada. Puede parecer paradójico que un disco llamado “Evolución” se nutra del pasado, pero sin embargo su naturaleza es la contrario, siendo el resultado de una excelente adaptación de aquel paréntesis que supuso el proyecto de Hank hasta ser fagocitado por la idiosincrasia actual que enarbola el conjunto cántabro. Acostumbrados como estábamos recientemente a verles llevar al límite su pulsión "bluesroquera", Hendrik y sus huestes deciden abrazar en este episodio un acervo melódico con el ímpetu y la furia de quienes se sienten exultantes por haber obtenido el secreto de convertir cada época que atraviesan en un rabioso nuevo presente.

“Judee Sill. Éxtasis y redención”, cómic de Díaz Canales y Alonso Iglesias.


Por: Guillermo García Domingo.

Estábamos al tanto del buen hacer que Juan Díaz Canales estaba demostrando en el cómic nacional y europeo desde el momento en que sedujo a todos los aficionados al arte secuencial con “Blacksad”, la insoslayable serie de historias policíacas guionizada por él mismo e ilustrada por Guarnido. No estábamos enterados, en cambio, del talento de Jesús Alonso Iglesias para dibujar y dotar de color a esta biografía trágica, protagonizada por la malograda songwriter Judee Sill, y publicada por Norma Editorial, excepto aquellos que simpatizan más con los cómics de superhéroes. Las últimas caracterizaciones que ha hecho de Spiderman para la fábrica de animación de Marvel han recibido una gran aprobación. Debido a esto último es sorprendente que haya participado en un cómic cuya lectura lleva a concluir que a nadie se le debería obligar a ser un héroe (una heroína en este caso) por culpa de haber tenido una infancia disfuncional en la que no te han cuidado como te mereces, o por haber elegido a una pareja inadecuada a una edad demasiado temprana. Nadie debería actuar heroicamente para poder superar la inercia de factores deterministas ajenos a ti. Algo no funciona socialmente cuando hay que ser un héroe o recurrir a alguno de ellos. En honor a la verdad, esta es una reflexión que el género de los superhéroes últimamente no ha desdeñado.

Una de las principales cualidades de este cómic es el color, que ha sido denostado en la Academia del arte para ensalzar en su lugar el dibujo. Por suerte, en las décadas más recientes, el color ha recuperado su importante papel en el cómic contemporáneo de la mano de Mazzucchelli, Chris Ware, Arsène Schrauwen o Paco Roca. En esta particular forma de expresión artística que es el tebeo, no solamente el texto escrito incluido en el bocadillo o fuera de él, poseen la virtud de comunicar, también las formas geométricas y, sobre todo, el color transmiten información muy relevante y compleja sobre el estado anímico de los personajes o sobre su personalidad interna. De esta capacidad expresiva del color extrae el máximo Alonso Iglesias con el fin de matizar los dramáticos avatares de la cantante californiana. Por ejemplo, la experiencias sobrevenidas por el consumo de drogas psicodislépticas son traducidas en las viñetas por intensas experiencias cromáticas que cumplen el propósito de que los lectores se hagan cargo de la alteración de la percepción que produce la ingesta de estas sustancias. Es de recibo destacar además que los pasos de página y las transiciones entre los capítulos se funden gracias a elipsis muy afortunadas, brillantes, incluso, tal y como nos tiene acostumbrados Díaz Canales.

Ni el sol deslumbrante que luce buena parte del tiempo en California fue capaz de ahuyentar las sombras que se cernieron sobre la existencia de Judee Sill. El cómic se dirige de atrás adelante con la intención de intentar averiguar qué pasó antes de aquella fatídica sobredosis de 1979, aunque su muerte artística había acaecido unos años antes, poco después del fracaso comercial de su segundo álbum y la gira posterior que la llevó al Reino Unido. La fuente primordial del libro es la entrevista que Grover Lewis le hizo para la revista “Rolling Stone” en 1973 titulada: “Judee Sill: Soldier of the Heart”. El subtítulo, “The singer's exorcism of low-riding, smack-shooting ghosts”, sugería los fantasmas con los que la cantautora convivía a diario. Los autores del cómic han incluido al periodista como un protagonista más que se niega a aceptar el olvido al que cruelmente ha sido condenada la prometedora cantante que tanto le había sorprendido en esa confesión inicial que le concedió. El periodismo musical tiene un papel insustituible a la hora de completar la genealogía de la música popular. De su buena y sabia memoria depende el presente y el futuro de la música, que no puede dejarse aconsejar únicamente por el siniestro algoritmo y sus sesgos estrictamente comerciales. 

Parece ser que el productor de la cantante, Dave Griffin no estuvo a la altura y por esta razón le costaba recordar que una de las primeras voces de su sello, Asylum, que después contribuyó al éxito del sonido californiano, fue Judee Sill. La relación que mantuvo con la cantante fue problemática, entre otras cosas porque ella tenía dificultades para controlar un temperamento impulsivo. El aspecto inocente de la joven cantautora no se compadecía con su carácter pendenciero que en el final de la adolescencia explotó llevándosela por delante: ingresó en un reformatorio por robar empuñando una pistola de calibre 38 (en seis o siete sitios, afirma en la entrevista mencionada) y poco después, debido a su compulsiva adicción, en la cárcel. Fue allí donde se convenció a sí misma de que la música era la vocación primordial de su vida, que los antecedentes penales no tenían derecho a determinar su destino. En su infancia había aprendido a tocar el ukelele y el piano mientras el segundo matrimonio de su madre se diluía en el alcohol que consumían ambos cónyuges.

Cualquiera que escuche “Heart Food” (1973) seguirá sin entender por qué el público ignoró un disco tan excelso, que contiene composiciones únicas como “Where the Valleys Are Low” (y su órgano), “When the Bridgeroom Comes”, “Soldier of Heart”, o “The Vigilante” donde destaca la increíble voz de Judee. Es un compendio de canciones que rebasan los límites del folk sobre el que había pivotado el disco anterior con el que debutó, y la sitúa entre las mejores personalidades de aquella época, en la que los grupos basados en las armonías vocales triunfaron en la costa Oeste de Norteamérica. Judee Sill no desentonaría al lado de ninguna de ellas. Sus exorcismos con aspecto de canciones no fueron seguramente efectivos con ella misma, el “Fénix” (personaje de una de sus canciones más bellas) no pudo emprender el vuelo, aunque sí han sido inspiradoras para las generaciones posteriores: es la desconcertante paradoja de la trayectorias musicales de Judee Sill y de otros artistas frustradas prematuramente. 

Si no fueran suficientes todas las razones anteriores, la publicación de este cómic habría valido la pena con tal de conseguir que un solo aficionado conozca las alegorías musicales de Judee Sill, que se pueden escuchar, por cierto, en una lista a la que se accede mediante el código QR incluido en el libro, donde constan los mejores temas de ambos álbumes de estudio. Cuando uno llega a vislumbrar el significado de sus salmos esotéricos, que no solo se hacen eco de la tradición cristiana, descubre que ella tenía una visión de ella misma y del universo que los demás no alcanzamos a ver, tal vez por eso aborreció, al final de su corta vida, la prosaica realidad de todos los días, que la maltrató sin piedad, de modo que cogió la autopista a la eternidad en busca de su querido hermano Dennis, fallecido en 1968 mientras ella cumplía condena.

"Are You Still here?" es el segundo adelanto de lo que será el nuevo disco de Joana Serrat, "Big Wave"


Fotografía: Janie Jones.

La aclamada cantautora catalana Joana Serrat continúa desgranando algunas de las canciones que conformarán su nuevo álbum "Big wave" -que verá la luz el 7 de junio-, y publica un segundo avance de este, una pieza altamente emocional titulada "Are You Still Here?".

Joana Serrat explica que "mi abuela había fallecido hacía poco. Recuerdo comenzar a tocar una melodía lenta con el piano. A veces, cuando empiezo a tocar una canción nueva, aunque no tenga ningún verso, me emociono con el fraseo. Es lo que pasó esta vez. Sabía que le estaba escribiendo a ella. Al cabo de unos días empecé a grabar la canción en mi estudio casero y le cambié el ritmo, acelerándola. Mi abuela era una mujer muy alegre y quería añadir un poco de su esencia en la composición. Sé que la letra puede parecer infantil pero sencillamente dejé que mi niña interior cantase, sin juzgarme por ello. Simplemente le pido que continúe a mi lado. Rosa era una mujer única y maravillosa con quién tenía una conexión muy especial. Nací el mismo día que ella, uno de los regalos más bonitos que me ha dado la vida."  

"Are You Still Here?", como el resto del álbum, se ha grabado en los estudios The Echo Lab (Texas), un territorio geográficamente familiar para Serrat, ya que allí grabó sus dos discos anteriores: "Dripping Springs" (2019) y "Hardcore From The Heart" (21). Pero, en esta ocasión, lo ha llevado a cabo con un productor y mezclador nuevo a bordo: Matt Pence (Jason Isbell, John Grant).00 Además, en "Are You Still Here?" colaboran el coproductor y guitarrista Joey McClellan (Midlake, Rufus Wainwright, John Grant), el batería McKenzie Smith (St Vincent, Sharon Van Etten), el flautista Jesse Chandler (Mercury Rev, Midlake, Beth Orton), el teclista Evan Jacobs (Israel Nash, Alejandro Escovedo) y el bajista Scott Lee (Nikki Lane, Josh T. Pearson). 

El single extraído de "Big wave" que precedió a esta nueva canción es el poderoso "The Cord", ambos formarán parte de un álbum, "Big Wave", que ya está disponible en vinilo, CD y digital de alta definición a través del Bandcamp de Great Canyon Records.

Entrevista: Yes


"Somos rock, pero no somos una banda de tres acordes que grita y chilla"

Por: Àlex Guimerà

Tras cancelar y aplazar su gira española desde 2020 en diferentes ocasiones, finalmente Yes visitarán Madrid (Sala Riviera) el próximo 2 de Mayo y Barcelona (Sala Paral·lel 62) el día siguiente, dentro de su actual gira “Classic Tales of Yes”, tras su paso por los EEUU, Canadá, y Reino Unido. Una gira en la que conmemoran el 50 aniversario del álbum '”Tales From Topographic Oceans” pero que no olvida su último trabajo, “Mirror To The Sky” publicado el pasado año. 

Nos atiende al teléfono el único superviviente de la formación clásica, uno de los grandes guitarristas de todos los tiempos y uno de los artífices del nacimiento del rock progresivo, Steve Howe.

¡Hola Steve! es un honor para El Giradiscos poder hablar con una de las grandes bandas de la historia del rock, Yes. En 2015 antes de fallecer Chris Squire manifestó su voluntad de que Yes continuara sin él e incluso más allá. ¿Crees que la vida de la banda va a terminar algún día o que nuevos músicos van a ocupar los vacíos que haya? 

Steve Howe: Bueno, no tengo ni idea... pero ya sabes, hasta ahora parece que la cosa ha ido tirando hacia adelante, moviéndose. Y cuando alguien viene con una buena idea ya estamos en marcha de nuevo. Entonces no lo sé. No puedo predecir eso. Pero tal vez no sea probable más allá de las vidas de todos los miembros reales de Yes. Aunque la cosa podría cambiar. Es una pregunta difícil de responder. 

En el álbum "Mirror To The Sky" (2023) hicisteis un homenaje a Allan White, recientemente fallecido. ¿Sientes mucha responsabilidad por ser el único superviviente de la formación clásica y hacer perdurar el legado? 

S.H.: No es un peso que tenga sobre mis hombros, en realidad es algo que podría dejar de hacer si quisiera. Así que soy completamente libre de hacer lo que me dé la gana. Pero la cuestión es que sí, todavía hay una misión en marcha. Y como dijiste, soy uno de los supervivientes. Y básicamente, hasta que eso cambie, hasta que yo decida que no quiera, seguiré haciéndolo. 

Después de algunas cancelaciones finalmente os veremos este mayo por Madrid y Barcelona para dar dos conciertos en la gira “Classic Tales of Yes”. ¿Qué podremos ver en esa gira?

S.H.: Nos verás tocando música, no es ningún secreto cuál ha sido el Setlist hasta la fecha en Estados Unidos. Entonces, ya sabes, los shows serán muy similares a los americanos. Lo que si que vamos a hacer es ordenarlos ligeramente. Y también vamos a hacer dos sets diferenciados por un intervalo. vamos a tener un intervalo. Tocaremos una hora y luego otra hora, algo así. También trataremos de hacer pequeños arreglos sobre las mismas canciones que hemos venido tocando. Son canciones que nos gustan y las seguimos ensayando y perfeccionando en este momento. 

¿El concierto estará basado en el disco que cumple 50 años, "Tales from Topographic Oceans" (1973), o podremos escuchar canciones de otros álbumes? 

S.H.: Bueno, vamos a hacer un show global. Pero lo que hemos hecho es editar “Tales from Topographic Oceans” en una pieza de 20 minutos que escoge distintos movimientos del propio disco. Pero ya podéis imaginar que en ese tiempo sólo cabe una cuarta parte del álbum, así que lo que hacemos es reproducir lo que consideramos que son las estructuras esenciales y las canciones principales de cada una de las caras del disco. Y luego lo unimos. Eso es el trabajo especial que estamos haciendo para la gira. No vamos a tocarlo todo. Estamos reproduciendo una pequeña edición, si quieres llamarlo así. Es que no me gusta mucho la palabra popurrí porque no lo es, se trata más de una reinterpretación o simplificación. Creo que este álbum, “Tales from Topographic Oceans”, es muy especial. Y quizás en vuestro país sea menos famoso que “Fragile” y “Close to the Edge”. 

Es cierto, en España es menos famoso que esos anteriores trabajos... Aunque "Tales from Topographic Oceans" fue en un disco que en su día vendió mucho no fue entendido por muchos fans y críticos. Se dijo que era un trabajo sobre excesos, cuando en realidad era espiritual. ¿Qué piensas tú de todo ello, después de 50 años? 

S.H.: Bueno, trato de olvidarme de las críticas porque, ya sabes, ¿cuál es el objetivo? Quiero decir, sí, me gustó cuando salió. Fue lo mejor que pudimos hacer para poner en marcha ese proyecto. Y por eso no me arrepiento. Sin embargo quizás las personas que lo criticaron se arrepientan ahora de haberlo hecho. Pero por supuesto tienen derecho a opinar. 

Fue un disco largo, y eso a veces es difícil, siempre es complicado tener un álbum doble en tu haber. Incluso el “White Album” de los Beatles fue criticado por tener piezas musicales más ligeras o menores. Paul simplemente rasgando su guitarra y cantando “Why don't we do it in the road?”. Pero ese es el concepto de un álbum doble, contar con el espacio para desarrollarlo. Es cierto que me cansé de escuchar a la gente hablar de manera indulgente sobre el disco y todo ese tipo de palabras y opiniones. Simplemente hicimos lo que hicimos, y éramos diferentes al resto. No éramos como las otras bandas, pero todas las bandas progresivas eran muy personales. Genesis, o ELP (Emerson Lake and Palmer), cada una era totalmente diferente. Quiero decir que ni siquiera se pueden comparar las bandas progresivas con otras de su mismo estilo. Así que tuvimos nuestros giros y vueltas. Como cuando ELP hizo lo de la orquesta una vez. Y ya vimos lo que hizo Genesis cuando Peter Gabriel estaba allí. Mira la forma en la que apareció en escena. Entonces, existía una especie de exceso para demostrar las libertades creativas que teníamos, de demostrar que no estábamos sujetos a reglas ni relaciones. 

 “Tales” fue un disco muy influenciado por el pensamiento oriental místico que tú y Jon Anderson compartíais. 

S.H.: Sí, sí, se basó en esas cosas. La dirección que tanto Jon como yo tomamos y seguimos tomando es que hay una vida espiritual y puedes sintonizarte un poco con ella. Puedes aprender a relajarte, concentrarte y disfrutar de tus sentidos, intensificarlos En ese momento suceden muchas cosas. Tal vez esas temáticas aparecieron primero en “Tales from Tropographic Oceans”, pero creo que continúan apareciendo en nuestras letras. Como en “Mirror to the Sky”, la forma en que las canciones nacen, surgen sus temáticas y su contenido es vital. 

¿Cómo trasladas a tus nuevos compañeros el espíritu de la banda de aquellos tiempos para los nuevos conciertos? 

S.H.: Bueno, de hecho no lo hago, quiero decir, sólo hago mi trabajo de siempre y no hago nada más. No tengo ningún impulso para convertir el mundo al “howeismo”. Sólo estoy haciendo mi trabajo de siempre.  Eso si, mis compañeros me buscan para que les dé consejos, recomendaciones y todo tipo de cosas. Así que estoy muy feliz de poder ofrecérselo. Y cuando hay puntos de vista o una discusión entre nosotros, funcionamos como un equipo. Yo podría ser una especie de abuelo de ese equipo, y velar en cómo se hacían las cosas antes, pero eso no cambiaría sustancialmente cómo hacemos y tenemos que hacer las cosas ahora. Mira, no puedo decir que mi vida no haya cambiado, pero, ya sabes, sigo siendo Steve Howe y sigo tocando la guitarra. 

Considero que ver un concierto de Yes se asemeja más con ver a un concierto de Jazz o de música clásica que de rock. ¿Estás de acuerdo con ello? 

S.H.: Desde luego no puedo estar en desacuerdo, pero somos fundamentalmente una banda de rock. Eso es seguro. Porque, ya sabes, somos una rama del rock. Pero a mí no me gusta mucho formular hipótesis sobre la importancia de las cosas. Pero está claro, Yes no es una banda de tres acordes que grita y chilla. Nuestro sonido está fundamentado en muchas influencias. Y eso es lo que estábamos haciendo en los años 70. Y con suerte eso es lo que todavía estamos haciendo, darle vida a la música, tener una razón para hacerlo. Nuestro compromiso está con nuestra carrera, pero también con el trabajo en equipo. Eso es lo que la gente olvida demasiado a menudo: la razón por la que alguien está en este mundillo es porque es capaz de aportar su parte del rompecabezas.

La gira, además, lleva una exposición del trabajo del artista Roger Dean, responsable de muchas de las portadas de los discos de Yes y de tu otra banda Asia. ¿Es esta una manera de hacer un homenaje por parte de la banda a Roger? 

S.H.: Nos gusta tener a Roger involucrado con nosotros. Ha estado a nuestro lado casi todo el tiempo. Básicamente él es una parte integral de Yes. Así que le hemos permitido tener esa sensación de libertad y desarrollo al tener una especie de galería en los conciertos, para que los fans puedan navegar y echar un vistazo a su arte, que considero está muy ligado a la historia de la banda, aunque no es exclusivo nuestro,  claro está. Él crea y construye otras cosas, y pone en marcha otros proyectos al margen del grupo. 

Se te ha etiquetado como uno de los mejores guitarristas de rock de todos los tiempos, sin embargo tus orígenes como guitarrista fueron en el terreno del Jazz. 

S.H.: Sí... Bueno, no del todo... De hecho no era sólo guitarrista de Jazz, no sé cómo decirlo. Cuando era niño me gustaba la música popular y escuchaba Les Paul y escuchaba a gente tocar la guitarra de manera muy diferente a como luego se haría en la música rock. Entonces, cuando apareció este género, pensé, “esto es bueno” y luego mi hermano y mi hermana, Phillip y Stella, me dijeron que debería escuchar jazz. Fue un gran consejo porque tan pronto como escuché a Kenny Burrell se convirtió en una de mis principales referencias. También escuché a Django, pero eso fue otra cosa. Es cuando escuché a Kenny cuando me di cuenta que ese sonido, esa manera de tocar la guitarra de jazz, realmente me emocionaba y me encantaba. También tenía otros referentes como Wes Montgomery o sobre todo Chet Atkins, con su estilo tan particular, o el propio Les Paul, que me influyó también por esa mezcla de country, Jazz y clásica. Así que fui absorbiendo y asimilando a todos ellos. Me encanta hacer eso, incorporar estilos. 

Está claro que no sólo miraba hacia el Jazz, a veces me gustaba escuchar una guitarra rock and roll. Esa es la gracia de cuando hago música, que necesito enriquecerme de distintos estilos o texturas, así es como se me ocurren ideas. De hecho tengo todo el árbol familiar  de la guitarra. Eso es lo que obtienes con Steve Howell: la familia de la guitarra. Y eso incluye también la clásica, que obviamente tiene unos orígenes tremendos en España con las grandes guitarristas, como Andrés Segovia. Por ese motivo tengo un inmenso respeto por cualquier músico clásico. Considero que hacen algo fenomenal.  El propio Segovia, John Williams (el guitarrista británico, no el compositor de BSO), Julian Bream,…es una historia maravillosa que debemos retomar. Como también me gusta mucho la guitarra de blues. Adoro a todos los músicos de blues. Es como si me gustara todas las gamas de estilos diferentes de guitarristas. Eso me ha ayudado mucho a inspirarme. 

¿Crees que tu incorporación a la banda fue lo que acabó de definir el sonido clásico de Yes y el rock progresivo en general? 

S.H.: Bueno, supongo que mientras estaba en Tomorrow (su anterior banda) tres años antes en la era psicodélica, estaba haciendo algo bastante parecido a lo que hago en Yes. En algunos aspectos era parecido, aunque  sólo éramos un trío de guitarras y batería. Quizás Yes me hizo salir del estancamiento, incorporando teclados. Estaba Tony (Kaye) que era fantástico en el órgano. Y ese primer álbum fue muy fácil para mí, significó cumplir los sueños que había tenido. 

Posiblemente me sentía frustrado desde 1967, cuando no había podido sobresalir realmente en la guitarra. Entonces, cuando comencé con Yes, pensé: ahora aquí es donde puedo hacerlo porque todos estos muchachos son geniales. Y hubo mucho respeto entre nosotros. Supongo que eso es lo que estaba buscando durante aquella  época. Yes era como una orquesta donde había que respetar a los demás. Si uno de ellos no sirve, debes deshacerte de él. Porque un caballo no puede ser bueno con una pata coja. Es en ese momento, cuando comienzo a disfrutar cuando trato de sumergirme y ayudar a crear el sonido de la banda. 

Visto en retrospectiva, creo que fue más de lo que jamás imaginé, en el sentido de que lo que hice tuvo más efecto del que realmente pensé. No es que no lo deseara, pero principalmente lo que quería ser era  reconocible. Y cuando hice “Fragile”, me preguntaba si el papel de la guitarra acústica que estaba empezando a desarrollar en la banda era una forma de tocar que vería mucha gente. Así que estaba tocando y me quedaba pensando en que mi estilo fuera reconocido y diferenciado. Por eso me tuve que redefinir creando ideas muy particulares, como en el comienzo de “Roundabout”. Lo mismo hice en el principio de “And You and I” y en “Leaves of Green”, que está muy inspirada en el jazz clásico con su cadencia, que de hecho es un homenaje a la música de guitarra y laúd de Vivaldi, de John Dowland, y, por supuesto, de Villa Lobos, y toda esa tradición de la guitarra española con su gran cantidad de hermosas composiciones. 

En nuestro país en los años 70 surgieron muchas bandas que siguieron el sonido de Yes. Pienso en Máquina, Atila, Imán o los más conocidos Triana que fusionaron el rock progresivo con el flamenco. ¿Conoces a alguna de estas bandas? 

S.H.:  Si, sé que hubo muchas bandas españolas de rock que nos seguían. Y sé que hay música muy emocionante en España, sobre todo desde que el gran Paco de Lucía la reinventó. A partir de él surgieron grandes músicos y los que hay por venir. En Italia tengo a mi amigo Flavio Sala, que es un tremendo guitarrista y enseña mucho a los jóvenes, y también ha hecho muchas giras, bueno, eso fue antes de COVID. Tiene unos shows propios maravillosos. Con su gran habilidad para fusionar la música española y venezolana, y eso es algo a lo que tengo mucho respeto, a las personas que no se apegan a un estilo y son tan buenas como Flavio Sala y su guitarra clásica. 

Si no me equivoco vuestra última visita a España es de 2018, y antes habíais tocado en los años 2003, 2000 y 2011 (creo que tu no estabas en la banda en la primera visita de Yes en 1984). ¿Qué recuerdos tienes de aquellos conciertos? 

S.H.:  Pues es difícil expresar eso con palabras, ya sabes, lo que pienso sobre un país que resulta un lugar muy agradable. Los recuerdos de los conciertos son una especie de reflejo de lo que es el país, una especie de eco. No recuerdo nada en concreto, pero por supuesto tengo en mente cómo es el público, y sé cómo se sienten, sé lo emocionales que pueden ser. El público español crea una determinada atmósfera, intensidad, un calor y un sonido especial. Cuando estás en España, notas un cierto sonido, lo mismo sucede en Argentina o Brasil. 

Por último, muchas gracias y os esperamos para veros en directo los próximos 2 y 3 de mayo en Madrid y Barcelona. 

S.H.:  Muchas gracias a vosotros, hasta pronto.

Russian Red: "Volverme a enamorar"


Por: Lorena Suárez.

Diez años ha tardado Lourdes Hernández en regresar a la escena musical, esa a la que entró como un petardazo con el exitoso “I love your glasses” (2008) y en la que se mantuvo después, de una manera más o menos discreta. Lo hace ahora, tras un largo parón durante el que la madrileña puso tierra de por medio entre fricciones con la industria y alguna polémica política instalándose en Los Ángeles, donde se ha refugiado hasta su regreso, durante la pandemia, a su tierra natal.

“Volverme a enamorar”, compuesto y producido mano a mano por ella, Luis Sanso Luichi Boy (Cupido) y Carlos René, por tanto, parece un título positivamente premonitorio: ¿Tal vez Lourdes vuelve a tener ilusión por cantarnos sus canciones? ¿Regresa con ganas de volver a conquistar nuestros oídos como hizo con aquella preciosa “Cigarettes”?Pues tal vez sea así pero, lamentablemente, no se traduce esto en su nueva música.

“Volverme a enamorar” es un disco que no llega a los 20 minutos pero que, curiosamente, se hace largo. “Me gustan todos los chicos” augura un disco coqueto, fresco, con esos “shalalalá” simpáticos y seductores. Continúa el tono en “No entiendo nada”, dejándonos lejanos ecos de Christina Rosenvinge con toques de Vanessa Paradis y unos jadeos impostados que desconciertan un poco. El desconcierto deja paso a la pereza, porque “Intelectual sexual” comienza a cansar (y no llevamos ni diez minutos de disco) con los “parapá” y de nuevo ese tono jadeante, con una letra que quizá pretendía ser divertida y provocadora pero que queda en la nada.

El momento del disco llega con “This is un volcán”, mezcla preciosa entre la cálida voz de Lourdes y guitarra acústica que suena a la Russian Red más auténtica. Es la primera vez, desde que pulsamos el play, que Lourdes suena a verdad, con una letra curiosa, bonita, y una manera de cantar que, por fin, te la crees. Es la canción más larga del disco (3:23, ojo) y, paradójicamente, es la única que deseas dure más.

La pena es que “This is a volcán” ha sido un espejismo. Porque la medio hablada “Una fresca” parece pretender ser rompedora y atrevida pero, de nuevo, todo queda en vacío. Se diluye y desaparece, al igual que “Tus putos labios”, “Yo me lo invento” y “La última vez”. Y mira que esta última, al principio, promete, y mucho, con un ritmo sinuoso muy interesante el cual evoca a la mejor Christina Rosenvinge. Pero, enseguida, vuelve a perderse y a no dejar poso.

Cuesta pensar en volver a reproducir un disco en el que apenas hay dos destellos y, el resto, una marea kitsch la cual podría haber sido una buena idea… pero no. Queda un disco sin alma, olvidable pero que, a la vez, no basta para perder la fe en Russian Red y en que, a la próxima, vuelva a hacer esa magia que una vez nos regaló.