Texto y foto 1: Javier González.
Foto 2: Adrián Núñez.
Había bastantes ganas de ver a Pablo Und Destruktion en Madrid, así lo atestiguaban las más de trescientas personas que dotaron de un estupendo ambiente al Copérnico en un día con muchas trampas en el foro, puesto que la capital estaba plagada de interesantes eventos musicales convertidos en una suerte de competencia descomunal. Un hecho que no fue impedimento para que esta velada programada dentro de Sound Isidro fuera un rotundo éxito de público, quizás impulsado por el particular carisma de un artista que tras una época complicada, por motivos ajenos a su propia carrera todo sea dicho, parece haber resurgido cual ave fénix con la inestimable compañía de un público fiel, sabedor de que seguir al artista asturiano implica una militancia casi mística que bien podría asimilarse a la de los primigenios cristianos que acudían a las catacumbas romanas para escuchar la palabra revelada a riesgo de ser perseguidos por los garantes de lo correcto.
La velada arrancó a las 20:30 horas con la frescura de Ara Neva un voluntarioso trío de veleidades ambientales y electrónicas que cuenta con un sencillo en el mercado llamado “Ser Paisaje”, amenizaron con soltura los instantes previos a la llegada del plato principal, llegando a confesar en un alarde de sinceridad que ese concierto representaba el primero que desarrollaban ante “un mayor número de público que desconocía su propuesta”, dejando clara una inexperiencia e ingenuidad casi naif que no se reflejó en ningún momento sobre las tablas merced a su buena evolución sobre las mismas.
Casi sin solución de continuidad hacía acto de aparición el principal reclamo de la noche, atacando con el beneplácito de su banda “Una proposición decente”, en lo que sería el comienzo de hora y media de auténtico disfrute en la que el protagonismo del minutaje se lo llevó su reciente y celebrado álbum, “Te quiere todo el mundo”, del que solo faltó por sonar “Esa Foto”, intercalando las composiciones del mismo con otras notables representantes de su cada vez más extenso y potente repertorio, alardeando de su particular prosa, siempre dispuesta a construir nuevas y provechosas sendas llenas de sana incorrección y una ácida mirada disidente que por momentos trae a la memoria las galas de mitos como Chicho Sánchez Ferlosio, Paco Ibáñez, Nick Cave o Javier Corcobado, por citar unos pocos y bien escogidos referentes, traídos hasta su terreno para impregnar con mayor acierto a las veleidades de este crooner astur amante del rock de autor que tan enganchados nos tienen últimamente.
No faltaron la belleza de “El cortejo” ni la mirada al interior a uno mismo que encierra “Soy una persona tóxica”, la dolorosa “Problemas” y el ataque a los vendidos en “Artistas contra la cultura”; capítulo aparte merece la bruma con que impregnó las maravillosas “Gijón”, tocando la fibra sensible del público recordando a Rambal y exaltando al personal con aquello de “que se muera el civismo y viva Cimadevilla”, y “Violácea”, donde el mítico Justo Bagüeste, ese pelirrojo del demonio, hizo valer su sapiencia y buen hacer a los vientos, rematando el subidón con la trepidante “Dementocracia” con la que muchos gritamos desbocados aquello de “la democracia no es propia de un caballero” y “muera el pueblo y vivan los apedreados” como si nos fuera la vida en ello, una intensidad que continuó con la genial y siempre reivindicable “Puro y ligero”.
Una potencia que no abandonó en lo restante de la noche merced a la sutileza de “La higuera de las vanidades”, la crudeza visceral de “Limonov, desde Asturias al Infierno” con la que un servidor fantaseó que remataría uniéndola en una versión extendida con “Queridos Camaradas” de Gabinete Caligari, veleidad no cumplida pues su plan era todavía más ambicioso, tal y como pudimos comprobar al invitar al escenario a Andrea Buenavista con quien dijo que iba a interpretar una canción compuesta el mismo día que se conocieron, regalándonos una sentida “Sé lo que eres, Camarada”, celebrada por el respetable como un auténtico himno, quizás el verdadero, el que como pueblo merecemos.
Y la realidad es que no aflojó ni por un instante ni en la calidad de los temas ni en su acertada interpretación, sacando a relucir entre otras joyas, canciones mayúsculas como “A veces la vida es hermosa”, “La reacción sexual” o “La tormenta”, dos de las más bonitas de esta última colección, secundadas por la muy personal “El que vive a su manera” que sumada a “Mujer” y “Gracias”, demostraron que el talento de Pablo y su lucidez juegan en otra liga dentro de nuestro círculo alternativo, en una categoría a la que muy pocos tienen acceso real.
La noche terminó con un par de bises y la constatación palpable de que este artista que se autodenomina “seco, recio y apaisanado”, no lo es tanto. Pues mostró en todo momento su talante y cercanía, amén de su exquisita educación y una indisimulada satisfacción por el resultado final de la velada, cerrada con una rotunda ovación y con decenas de personas aguardando la salida del artista del improvisado camerino para abrazarle y agradecerle su desempeño y valentía. Unas flores y loas más que merecidas para un tipo que ha seguido su camino pese a la existencia de opiniones interesadas que han tratado de apuñalarle por la espalda en repetidas ocasiones.
Más que satisfechos por lo vivido, volvimos a casa con la convicción de que en la próxima guerra seremos un blanco fácil. Estaremos allí, justo detrás de Pablo, tras la bandera roja y negra que indique que la libertad será nuestro único señor. Cuando Jorge Martínez abdique, la corona del rock astur estará a buen recaudo en la cabeza de Pablo Und Destruktion, quien ahora parece embarcarse en una gira clave donde reconquistar el favor de un mayor número de público, quienes por cierto se harían un enorme favor a sí mismos escuchando sus canciones. Desde Asturias hasta el infierno la esperanza tiene una voz rural a la que seguir, un Pablo que no es de Tarso pero que también sabe lo que es impartir doctrina.