La transición de Nacho Vegas

“Muchas veces he sentido eso de no volver a hacer ninguna canción más porque no había nada que me provocara la urgencia de escribir. Pero luego es curioso porque siempre acaban saliendo”. Nacho Vegas (Gijón, 1974) sigue sin tener miedo a descubrirse. Resituación (Marxophone 2014), su nuevo disco, muestra a un hombre que no esconde el trabajo que cuesta materializar emociones y pensamientos: “Con el tiempo he aprendido a relativizar el sentimiento de ansiedad y pánico, porque quieras o no las canciones surgen un poco como las malas hierbas. Este disco que, no sé por qué, me ha agotado más que otros; por eso, al acabarlo, estuve un tiempo sin coger la guitarra”. Otra cosa es que lo haga con ese ingenio que ha caracterizado sus historias; en el que, los lugares comunes estaban desterrados por ser un recurso simple. 

En Resituación, se observa a un Vegas con más apetencia interpretativa. Esta vez parece que el sarcasmo, el humor y las ganas de divertirse cantando han invadido al asturiano. Prueba de este sutil cambio de registro se aprecia en el tema Adolfo Suicide: “Alguien me dijo el otro día que le recordaba mucho a Bob Dylan, pero puede ser que me acerque más a Lou Reed. Son dos cantantes que me gustan y ese tipo de fraseo me parecía que le podía ir muy bien a la canción. Al principio, cuando la escribí no tenía ese tipo de fraseo. De hecho, quería interpretarla referenciándome en Stephin Merritt, de los Magnetic Fields. Su forma de cantar es fría sin dejar que la voz se preste a ningún exceso melodramático. Haciendo que la emoción esté precisamente en la contención. Y yo, que soy todo lo contrario cantando quería usar este tipo de registro. Pero al final, en la estrofa me apeteció cantarla al estilo Reed que crea un juego de contraste con el puente y con la idea inicial de la canción”. 

La asimilación de las críticas negativas hacia Resituación, no han volcado a Nacho Vegas a la crispación. Caballerosamente, admite el contraste de criterios entre una conocida publicación que suele apoyar sus discos y la suya propia ante un resultado, para él, satisfactorio: “Me sorprendió un poco que fuera tan radical la postura de Rockdelux. Pero está muy razonada la crítica. Me conocen bastante bien. Supongo que las canciones no les han gustado tanto como esperaban y tachan el disco de estar lleno de tópicos y de lugares comunes. En realidad creo que probablemente si he tirado de tópicos ha sido mucho más antes que ahora. Pero bueno, son maneras diferentes de verlo. Las críticas negativas te dan que pensar. Pero hasta que no tenga un poco de perspectiva no sabré si ellos estaban acertados en la crítica y, a lo mejor, era yo el equivocado”. 

La problemática en la que está sumergida el negocio musical, es un hándicap que también le afecta a Vegas. Por eso, se pronuncia claramente: “Estaría bien que hubiera mecanismos públicos de ayuda a la música y que no pareciera que lo que existe es un boicot institucional a las industrias culturales. Hay que aprender de los errores del pasado. Igual que la escena indie surgió con la intención de ser una alternativa a una industria que estaba alejada de la música de la calle y que buscaba el beneficio a corto plazo, tendríamos que intentar aprender a hacer algo basado en la autogestión, de una manera colectiva y sin ser demasiado celosos de nuestro trabajo. En la escena indie acabó pasando lo contrario. Cada sello y cada grupo terminaron mirando por sus propios intereses y se creó un mercado de competencia que se convirtió en una mierda. Hay que saber que para que le vaya bien a uno, le tiene que ir bien al resto de tus compañeros”. 

El nuevo trabajo del asturiano llega en un momento en el que las ganas de expresar la rabia ante la situación política, económica y social en nuestro país están en su máximo apogeo. Se podría hablar, casi, de una vuelta de la canción protesta. Además del gijonés, los que visiblemente han querido remover conciencias son Amaral. El primer single de su nuevo disco, Ratonera, está ilustrado con los principales políticos mundiales magullados y golpeados como consecuencia de su ‘mala praxis’: “Me parece muy sano que los grupos hablen de cosas que hace unos cinco años casi eran tabú o era algo mal visto. Además, lo bueno es que cada artista lo hace desde perspectivas muy diferentes. Lo que pasa que en los 90, durante la primera etapa del indie hubo un discurso dominante que propiciaba que la gente se resignase y que se sintiera cómoda con la situación, sin la necesidad de actuar y mirando solamente por lo suyo. Ahora, por suerte es que ese discurso se está tambaleado porque la gente ha tomado conciencia. Esa es una de las cosas buenas que ha creado el 15M. La realidad es tan dramática que no puede dejar a nadie indiferente y por eso se cuela en las canciones. Aunque no creo que haya una canción protesta homogeneizada”. 

Nacho Vegas ha escrito el prólogo de Pequeño, el disco que salvó a Bunbury (J. Lapresa, Lengua de Trapo, 2014). En la pieza Vegas, además de relatar su relación con Bunbury, aboga por la defensa de los discos en los que se descubre una metamorfosis: “La gente a veces habla de los discos de transición como discos menores, de paso. Pero suelen ser discos que van a dar lugar a algo más importante. Yo he hecho este disco mío de alguna manera en transición. Se trata de mover el foco, de estar en constante búsqueda. Grabar un álbum es una colaboración con un montón de músicos; es un diálogo constante en el que hay que saber ser generoso. Conozco a muy buenos músicos que son muy poco generosos y, al final, esa gente termina boicoteándose a sí mismos porque hay que saber dar y no dejarte matar por el ego, que está muy presente y siempre crea dilemas”.

Por: Mary Purple.
Foto: Juán Pérez-Fajardo.