¿Estamos ante otro joven (en este caso de sólo 25 años) talento dedicado a actualizar los sonidos negros clásicos? Perfectamente se podría aplicar a Benjamin Booker tal definición, pero también supondría sólo fijarse en una parte concreta de la propuesta musical del norteamericano. Porque aunque sean ciertas, y evidentes, esas influencias en su música, no hay que obviar la curiosa manera que tiene de presentarlas, con una forma sucia, guitarrera y arrolladora, hasta convertirla en un claro símbolo identificativo.
Descubierto, o presentado al público, por ser elegido a la hora de hacer de telonero en la gira de Jack White (no resulta muy complicado buscar un paralelismo entre ambos), ahora llega su presentación por medio de su disco homónimo. Un trabajo que nada más nacer ya viene acompañado de una alta expectativa, con todo lo incómodo e incluso precipitado que puede traer dicha situación, pero de algún modo entendible por lo escuchado hasta este momento y refrendado todavía más por el sorprendente nivel del debut.
Un álbum que cuenta con la producción de Andrija Tokic, experto en aunar las raíces sonoras con una forma actual, como ha demostrado en su colaboración con grupos como Natural Child, Hurray for the Riff Raff o Alabama Shakes. Una característica que precisamente se vuelve esencial aquí, y que se materializará en la habitual división entre aquellos temas más directos o crudos y los más reposados. Otro elemento que juega en favor de la consecución de esos objetivos es la voz de Booker, que plantea esa misma dicotomía, delicada y susurrante pero atravesada por un tono rasposo, como si de un Ray Lamontagne más grueso se tratara.
Es dentro de aquellas composiciones que pertenecen a ese primer grupo donde asistimos con más nitidez a esa fusión o desarrollo desde las raíces del sonido negro a una representación más acelerada. Casi de manera encadenada nos vamos a topar con ellas. Así observamos cómo parte de los riffs de Chuck Berry (Violent Shiver) para administrarles tensión y llevarles hasta un escenario más garagero; hacer lo propio con el rockabilly trotón de Always Waiting; el rhythm and blues de Chippewa, aquí de manera menos abrasiva, o la directa y explosiva Have You Seen My Son? Todas ellas resultado de una perfecta asimilación de, entre otras, las propuestas de bandas que van desde The Gories, a Reigning Sound pasando por Ty Segall.
En ese escenario más lento e íntimo, y en el que se observa su poso más “negro”, nos encontramos con temas como Slow Coming, en el que bebe directamente de clásicos del soul, ya sea Otis Redding o Percy Sledge pero en el que no puede evitar añadir un desbarre eléctrico al final, u otros como I Thought I Heard You Screaming, más minimalista y orientado hacia el folk. El acercamientos al blues rural tradicional, en la estela de Blind Willie Johnson, llegará por medio de By the Evening, también con sus dosis de tormenta eléctrica.
Sin mayores consideraciones respecto a encumbrar o a crear con demasiada precipitación ídolos de masas desde su más tierna juventud, las credenciales mostradas por Benjamin Booker con este disco debut son realmente interesantes, y su forma de mezclar los sonidos negros con representaciones más guitarreras y crudas es desde luego toda una gratísima sorpresa.
Kepa Arbizu