Por: Kepa Arbizu
Probablemente, y si nos referimos al contexto musical, casi nadie en un primer momento relacionaría una localidad como Ibiza con la representación del más puro sonido americano. Pero los estereotipos existen para ser derribados, una tarea mucho más sencilla de llevar a cabo cuando se cuenta con ejemplos tan palmarios como el de Uncle Sal, banda procedente de dichos parajes baleraes y poseedora hasta el momento de una envidiable carrera, capaz por sí sola de situar su lugar de origen como uno de esos puntos calientes a los que prestar especial atención si hablamos de la escena roquera. Una situación que con su cuarto trabajo, “Darken My Door”, no solo queda ratificada con fuerza, sino que, a base de golpe de talento, consiguen elevar hasta puntos álgidos.
Con una formación estable -manteniéndose en sus puestos Soulman Sal, Artimus Gabe y Francis Fastfingers- donde solo sufre alteración el rol asignado a una de las guitarras, en esta ocasión depositada en manos de Ferran Nogués, y una grabación llevada a cabo por primera vez en los estudios Can Cala de Sant Antoni, el resultado, aunque suene a tópico, es un disco cocinado a fuego lento. Un proceso de creación que parece haber revertido en la misma naturaleza de estas nueve canciones que ahora presentan. Una colección de temas que pese a los diferentes modos de expresión que abordan, cada uno de ellos se convierten en piezas imprescindibles para la creación de una atmósfera común que resalta por su doloroso pero emocionante espíritu, y que al igual que sucede con el embrujo que desprende el fuego, pese a saber que acabará por quemarnos tarde o temprano, permanecemos con nuestra mirada fija en él.
Aunque resulte una obviedad aclararlo, para que dicho clima musical se establezca con la efectividad que lo hace, es necesaria la perfecta conjunción y el claro compromiso por conquistar ese objetivo común de la que hace gala una banda que brilla desde un austero clasicismo y que sin embargo demuestra una natural flexibilidad, no solo para amoldarse a los tiempos actuales, sino a un considerable repertorio de tonalidades. Siempre valorando las aportaciones de cada uno de los miembros, es imposible no resaltar, además de una voz cantante rasgada y cada vez más plena en expresividad, un crujir de guitarras que hacen de su furor eléctrico el termómetro pasional que necesita cada tema y la delicada pero esencial presencia de unos teclados encargados de sumar colorido y profundidad cada vez que hacen acto de aparición, algo muy habitual, por otra parte. Ingredientes que de una manera u otra, y en proporciones fluctuantes según la ocasión, determinan la deriva triunfal de este trabajo.
Describir la apertura que tiene lugar con el tema homónimo sería repetirse a la hora de alabar los elementos ya señalados, pero la musculosa nostalgia que transmite, secundada por un fraseo “dylanesco”, y ese híbrido donde el rock, el country o el soul se convierten en un solo ente, al estilo de Chris Stapleton, es digno de mención. No se evaporará de la garganta de Soulman Sal el rastro del genio de Duluth en un tema como “Jacksonville Tonight”, que esta vez, repitiendo en líneas generales estructura, se añade algo de esa narrativa de épico intimismo que define a una parte de la discografía de Springsteen. Y si todavía se trata de ahondar más en el purgatorio propio y en la herida causada por la constante ausencia, o pérdida, de la pareja, no hay mejor colofón que el propuesto por “(I Ain’t Gonna) Let You Down”, un desnudo paisaje acústico de fatalista hondura donde la presencia del cello parece asimilar todo el sentimiento de culpa para entregar esta postal musical tan exuberante como acongojante.
Un trayecto, el realizado por este álbum, que pese a comenzar y finalizar con dos composiciones de carácter reposado, pero nada liviano, acogerá a su vez una diversidad de melodías -sin que nunca alteren ni descompensen el intachable carácter unitario- que aportarán dinamismo y en momentos determinados una buena subida de revoluciones. Los robustos ademanes hardroqueros tendrán su considerable cota de protagonismo en la fornida y cruda “Streams of Whiskey”, al igual que en un medio tiempo, “Carry My Load”, que destapará las virtudes de la banda para tratar el legado, en su faceta menos incendiaria, de The Black Crowes sin necesidad de genuflexiones ni complejos. La puñalada sentimental que se presenta casi omnipresente durante todo el minutaje no encontrará consuelo en la maraña de virulenta electricidad, a lo Neil Young y sus Crazy Horse, que traslada “Shotgun Girl”. Solo el ritmo más pegadizo de “Love Stories”, a medio camino entre el funk y el blues, o lo que es lo mismo el sonido vertido hace décadas en los vinilos de Albert King o Little Milton, servirá para consolarse con la posibilidad de confiar en la cara y la cruz que siempre nos oferta la vida; un devenir que de alcanzar su reflejo más enfangado, solo nos quedará como respuesta despreciar su importancia y poner el acelerador a tope, a poder ser acompañados del sucio y sureño rock and roll que nos plantea “When Evil’s Around”.
"Darken My Door" se suma así al excelente catálogo que en poco menos de un año el sello de recién creación, Milanamusica Records, ha conseguido congregar a su alrededor. Ni qué decir tiene que Uncle Sal era un valor seguro, pero ni siquiera tanto como para poder esperar un lanzamiento de estas dimensiones. Porque la formación balear, sin alterar sustancialmente su pedigrí referencial, ha logrado no un conjunto de canciones excelentes, sino dar forma a uno de esos trabajos que funcionan como una sola unidad, donde todo tiene su sitio asignado y no hay escollo que impida su avance. El cuarteto nos ha dejado ver, palpar y sentir las sombras que hay tras sus puertas, los anhelos, las derrotas, la necesidad constante de reponerse ante esa constante sacudida que es la vida, una dolencia eterna, atemporal, exactamente igual que este disco.