Rinehearts: “Full Bloom”


 Por: Skar P.D.

Pasan de puntillas sin mucha repercusión, de hecho hace ya mucho tiempo que habitan en habitaciones reservadas a las que tienen acceso tan sólo una minoría, y eso si tienen un plano que les guíe a su ubicación, porque desde luego no son suites privadas en esos hoteles multitudinarios, de esos que ya en la recepción tienen un cartel donde te indican los actos previstos para el día en sus amplios salones con el acompañamiento premeditado de sonidos publicitados y repetitivos cuyo único objetivo es la construcción de rebaños. A poco que se investigue se llega a la conclusión de que, en realidad, toda esa música que pasa de puntillas nunca ha sido música de salones de actos porque su hábitat natural suelen ser lugares que huyen de luces estrepitosas que, más que dejarte ver, te ciegan y que no suelen destacar por su amplitud. Y todos los años, desde que unos tipos de Liverpool sentaran las bases, acuden nuevos habitantes para ocupar un lugar en esas habitaciones, últimamente bajo los nombres de The Reflectors, The Speedways, ANC4… Y este año es el año de una banda que se ubica en las antípodas de este reducto -a modo de aldea gala-  en el que se ha convertido España para acoger las canciones que abrazan a las melodías y que son las bandas sonoras que amenizan las reuniones en esas habitaciones reservadas. Este año la banda australiana Rinehearts y su disco "Full Bloom" se postulan como candidatos firmes a ser la banda sonora del power pop que sonará en dichos sitios reservados. 

Rinehearts cumplen con los requisitos habituales de esta clase  de bandas, formada por tres tipos: Benny Ward (guitarra/voz), Mitch Long (bajo) y Ross Di Blasio (batería) que provenían de diferentes formaciones y que allá por el 2016 decidieron unir sus destinos para, tras un EP primerizo, sacaron su primer larga duración, "Can't Do Nothing", tres años después. De esa manera han conseguido llamar la atención de su vecino -todos habitan en Perth- Dom Mariani, ni más ni menos, y, lo que es mejor, trabajar con él en la producción de este álbum recién editado. Somos una banda de power pop tenemos buenas canciones y vamos a sacar un disco producido por uno de los referentes del power pop mundial, ¿qué puede salir mal?

El piano honky tonk de "Goodness" y los coros "na, na na" tan Stones, sirven de carta de presentación de un tema de apertura que mezcla el garage con el boogie de una forma absolutamente consistente para dejar paso a la positividad de "Powerlines", con inequívoca influencia de los sonidos surferos no tan ajenos a bandas como Hoodo Gurus, al fin y al cabo todo queda en casa. Las armonías toman carta de naturaleza en la sensacional "Call Me Up" con esa guitarra respondona que da empaque a una canción que coquetea con el jangle más setentero, de la misma forma que, sin moverse de década, el influjo de Phil Seymour parece sobrevolar alrededor de "Blue Jeans".

La melancolía es una de las líneas emotivas del power pop y "Falling Down", y su estribillo tan Blondie, es digna representante, ya  que no es difícil imaginársela sólo con guitarra acústica, que es la prueba del algodón de las canciones que se defienden solas. De manual es la estructura y el desarrollo de "Could You Would You", con cierto aire latino en las notas que configuran un puente efectivo y que dan como resultado una canción de esas que lo tienen todo. El músculo, que también lo hay, viene reflejado en la "suciedad" garagera de las guitarras de "I Don't Mind", que por momentos fluctúan entre los Byrds más rockeros o los Smithereens más sesenteros. Y como las canciones con nombre de chica son otro referente en esto del power pop, "Delilah" es la contribución necesaria que debe figurar en un disco que bebe, y de qué manera, de los clásicos del estilo, y aunque algunos matices recuerdan al pasley underground, es en 'Piling On' donde toman verdadera carta de naturaleza, suavizados eso si, por un teclado que aparece casi de la nada para desembocar finalmente en una progresión de acordes a modo de melodía de cierre y dar paso al ritmo galopante del bombo de "Coming True", con el bajo tomando el protagonismo para servir de contenedor a una acerada guitarra final.

Este segundo disco de Rinehearts, ya es hora de decirlo, o enfatizarlo por si no ha quedado claro, es el disco que colmará los deseos de esa minoría que acostumbra a ir a conciertos en habitaciones reservadas, que se emocionan con esas melodías, con esas armonías y con esos acordes que sirven de soporte a las emociones más intensas. Probablemente sea el mejor disco de este año de ese estilo de música que lleva tantos años adornando carreteras poco transitadas pero que por eso mismo son tan subyugantes. Lo tiene todo, recoge todas las influencias necesarias y las plasma en unas canciones certeras, vibrantes, y que trasmiten, todas y en conjunto, una sensación de habitar entre burbujas llenas de colores. La burbujas de colores que son el decorado perfecto para una habitación reservada. Un disco absolutamente brillante tanto en su composición, como en su ejecución y producción.

"Rinehearts son esa rara banda con la que te cruzas de vez en cuando, haciendo lo suyo sin mucho alboroto, pero con verdadera dedicación y una habilidad especial para elaborar un pop perfecto" (Dom Mariani).