Russian Red: "Volverme a enamorar"


Por: Lorena Suárez.

Diez años ha tardado Lourdes Hernández en regresar a la escena musical, esa a la que entró como un petardazo con el exitoso “I love your glasses” (2008) y en la que se mantuvo después, de una manera más o menos discreta. Lo hace ahora, tras un largo parón durante el que la madrileña puso tierra de por medio entre fricciones con la industria y alguna polémica política instalándose en Los Ángeles, donde se ha refugiado hasta su regreso, durante la pandemia, a su tierra natal.

“Volverme a enamorar”, compuesto y producido mano a mano por ella, Luis Sanso Luichi Boy (Cupido) y Carlos René, por tanto, parece un título positivamente premonitorio: ¿Tal vez Lourdes vuelve a tener ilusión por cantarnos sus canciones? ¿Regresa con ganas de volver a conquistar nuestros oídos como hizo con aquella preciosa “Cigarettes”?Pues tal vez sea así pero, lamentablemente, no se traduce esto en su nueva música.

“Volverme a enamorar” es un disco que no llega a los 20 minutos pero que, curiosamente, se hace largo. “Me gustan todos los chicos” augura un disco coqueto, fresco, con esos “shalalalá” simpáticos y seductores. Continúa el tono en “No entiendo nada”, dejándonos lejanos ecos de Christina Rosenvinge con toques de Vanessa Paradis y unos jadeos impostados que desconciertan un poco. El desconcierto deja paso a la pereza, porque “Intelectual sexual” comienza a cansar (y no llevamos ni diez minutos de disco) con los “parapá” y de nuevo ese tono jadeante, con una letra que quizá pretendía ser divertida y provocadora pero que queda en la nada.

El momento del disco llega con “This is un volcán”, mezcla preciosa entre la cálida voz de Lourdes y guitarra acústica que suena a la Russian Red más auténtica. Es la primera vez, desde que pulsamos el play, que Lourdes suena a verdad, con una letra curiosa, bonita, y una manera de cantar que, por fin, te la crees. Es la canción más larga del disco (3:23, ojo) y, paradójicamente, es la única que deseas dure más.

La pena es que “This is a volcán” ha sido un espejismo. Porque la medio hablada “Una fresca” parece pretender ser rompedora y atrevida pero, de nuevo, todo queda en vacío. Se diluye y desaparece, al igual que “Tus putos labios”, “Yo me lo invento” y “La última vez”. Y mira que esta última, al principio, promete, y mucho, con un ritmo sinuoso muy interesante el cual evoca a la mejor Christina Rosenvinge. Pero, enseguida, vuelve a perderse y a no dejar poso.

Cuesta pensar en volver a reproducir un disco en el que apenas hay dos destellos y, el resto, una marea kitsch la cual podría haber sido una buena idea… pero no. Queda un disco sin alma, olvidable pero que, a la vez, no basta para perder la fe en Russian Red y en que, a la próxima, vuelva a hacer esa magia que una vez nos regaló.