En mi caso, reencontrarme con Elefantes tras la triste despedida de Hugo Toscano fue un ejercicio de reconciliación con una banda que me ha dado mucho pero que también me había dejado indiferente en sus últimos movimientos. Pero todo rastro de decepción se desvaneció inmediatamente cuando el cuarteto se dispuso a abrir la velada con la calidez acústica de "Pretendes", de su disco de debut que cumple casi tres décadas. Los cuatro alrededor de una guitarra que dibujaba los acordes justos para reconectar con un grupo que ha sido capaz de tanto, con la honestidad siempre por bandera.
"Duele" se transformó en una canción mucho más atmosférica que en su versión de estudio y en ella pudimos constatar el nuevo papel en las seis cuerdas de Álex Vivero, más contenido de lo que fuera Hugo Toscano, pero efectivo cuando se entrega de lleno, aunque con una apariencia mucho menos espontánea y más calculada en cada una de sus intervenciones destacadas. "Que todo el mundo sepa que te quiero" logró conmovernos de la misma manera que "Lo más pequeño" creció con su épica o "Somos nubes blancas" explotó con esa cuenta en francés que todos entonamos con fuerza. "Al olvido" se convirtió en una pequeña licencia que se dio todo el público zaragozano para dejarse llevar sin importar el por qué ni el cómo, y su particular homenaje a José Luis Perales con la versión de "Te quiero" hizo corear hasta al más tímido una interpretación con dejes a los Beatles que, como el mismo Shuarma dijo, logró iluminar el corazón de todos los presentes en una noche marcada por un amor creciente, ese que se desbocó antes de llegar a los bises con su single más reciente e infalible, "Este amor". Shuarma, cual elegante jardinero enfundado en su chaqueta rosa, regó cada una de estas canciones con pasión y delicadeza, imprimiéndoles una intensidad emocional que siempre ha sabido manejar a la perfección y que el sábado, en el magnífico Teatro de las Esquinas con su excelente sonido, volvimos a constatar.
Con el corazón exultante afrontaron "Mis sueños" en los bises y la gran despedida con "Piedad", con todo el Teatro en plena efervescencia. Fuera de esas paredes otra Copa de Europa había pasado a la historia y nosotros seguíamos en una "nube blanca" ajenos a todo ese ruido. Seguíamos encontrándonos con una de las versiones más potentes y sinceras de Elefantes y habíamos vuelto a vibrar con ellos como hacía mucho tiempo.