Sala La Riviera, Madrid. Domingo, 22 de junio del 2025.
Texto: Oky Aguirre.
Fotografías: DJ Kaboom.
Legendario. Menudo fin de semana pasamos bajo la palmera de La Riviera. Sin apenas tiempo para llorar la ausencia de leyendas como Brian Wilson y Sly Stone nos encontramos con otras dos. Jamás olvidaremos haber estado bajo el hechizo de Lucinda Williams (ver la magnífica crónica de Alex Guimerá en Barcelona), esta señora de Louisiana cuya frágil presencia y voz salida de las cavernas del alma terminaba con “So Much Trouble in the World” de Marley justo en el momento que su odiado presi Trump bombardeaba Irán.
Al día siguiente le tocaba rugir a un león de 80 años. Burning Spear. "Lanza Ardiente" incendió la palmera de La Riviera con una ceremonia Rastafari imposible de olvidar. No hay en el mundo del reggae una leyenda viva más importante que Mr. Winston Rodney, jamaicano contemporáneo de Bob Marley cuyas canciones han trascendido al tiempo, convirtiéndose en mandamientos del rastafarismo, y su vuelta a África, a la vez que bálsamo para el espíritu de nuestras almas y corazones, siempre receptivos a positivas vibraciones.
Todos los congregados allí, bajo una palmera de La Riviera a medio llenar, viajamos al pasado para presenciar las canciones que llevan junto a nosotros y nosotras más de 30 años. Fue como estar en el Zenith de París en 1988; disco esencial que gracias a un repertorio incandescente y vital tuvimos el honor de rememorar. Con sus trompetas, trombones y saxos, sello característico, y sus dos bongos rojos llenos de pegatinas, ese río por el que fluye el Dub a través de sus manos, para llegar y armonizarse con el heartbeat; sección rítmica que funciona como raíz de árbol del que luego saldrán las hojas -las canciones- a través de dos guitarras tocadas por leones furiosos.
“African Postman”, “Man in The Hills”, “Slavery Days”, “Old Marcus”, “The Youth”, “Mi Gi Dem”, “Door Peep”, “Driver”, “Creation”, “Jah No Dead”. Tan sólo nombrar estos diez monumentos apabulla; lo mismo que ver a este octogenario en un estado absolutamente resplandeciente de voz y ritmo, de actitud y presencia, sabiéndose transmisor de un mensaje que cala hondo en unas palabras que salen de su boca unas veces como rayos de sol y otras como rugidos. Son las Positive Vibrations.
Estaba allí, hace 30 años, bajo la palmera de La Riviera, cuando Van Morrison se iba del escenario a la propuesta de un insensato gritando “Gloria”; recuerdo con mucho cariño también ver a Ben Harper acunando a su guitarra y a los mejores momentos de Paul Weller. Ver a Lucinda dando pequeños pasitos hacia el micrófono y oírla como si fuera la Bernarda de Utrera; estar debajo del escenario ante Burning Spear después de 30 años, es lo que me mantiene más vivo que nunca. Gracias, querida palmera de La Riviera.