Diego A. Manrique: “Nunca he dejado de ser un fan que por una serie de circunstancias se ha encontrado con gente como Bob Dylan y Lou Reed”


Por: Javier González. 
Fotografías: Domingo J. Casas.

Pocos nombres tan gloriosos hay en nuestro periodismo musical como Diego A. Manrique. Escasos deben ser los lugares donde no haya estado y menos aún los artistas del panorama internacional a los que no haya dedicado un reportaje, algo que queda perfectamente acreditado en el que hasta la fecha es su último libro, “El mejor oficio del mundo”, que nos llegó hace unas semanas gracias a la siempre acertada labor de los compañeros de la editorial Efe Eme

El mismo es una interesante colección de textos en los que narra aventuras, encuentros y desencuentros acaecidos a lo largo de un periplo profesional vibrante, donde muestra cómo la línea entre el aficionado musical y el crítico reputado quedó unida para siempre, permitiéndole conocer la cara más amable y carismática de un periodismo que vivió su particular “edad de oro” en unos tiempos ya lejanos, un ecosistema que pese a las prebendas propias de aquel periodo tampoco le ocultó su rostro más fiero y sórdido con vivencias que aquí suenan a risa, pero que bien podrían haber acabado de forma trágica, dando como resultado un relato notablemente entretenido y divertido en el que el bueno de Diego A. Manrique no se traga un juramento ni pretende edulcorar una sola línea. 

Semanas atrás descolgamos el teléfono para hablar con él por espacio de media hora, donde impartió una breve cátedra gratuita sobre lo que fue y ahora es un negocio que en su día fue llamado rock and roll. 

En primer lugar, darte las gracias por hablar con nosotros. Es un enorme privilegio hablar con una auténtica enciclopedia musical como tú. ¿Qué tal te trata la vida? 

Diego: Diría que muy bien. Entré en el mundo de la música por pura pasión, al poco descubrí que podía ser una forma de ganarse la vida, algo que mantengo, incluso ahora que el negocio musical está bastante chuchurrío.

Te llamamos por la reciente publicación de “El mejor oficio del mundo”, una recopilación de algunos de tus textos para la revista Efe Eme. En el mismo dices que jamás hubiera visto la luz sin el empeño personal de Juan Puchades. ¿A qué te refieres exactamente con dicha afirmación? 

Diego: Tiendo a ser vago, a pesar de mi fama de trabajador. Se me ocurren actividades mucho más placenteras que sentarme frente al ordenador para readaptar y reescribir textos ya publicados. Fue Puchades quien tuvo la visión de comprender que había lecciones dignas de ser aprovechadas, y sobre todo vivencias personales e interacción junto a estrellas nacionales e internacionales que merecían ver la luz en forma de libro. 

“Me siento afortunado de haber vivido una época de vacas gordas para la industria y el periodismo musical” 

Atendiendo a tu larga experiencia y la cantidad de lugares y anécdotas que has atesorado. ¿Cuál ha sido el criterio que has utilizado a la hora de elegir los textos que darían vida a este trabajo?

Diego: Creo que todos parten de la misma mirada. Nunca he dejado de ser un fan que por una serie de circunstancias se ha encontrado con gente como Bob Dylan y Lou Reed. De no haber estado en este oficio nunca hubiera disfrutado de viajar a Islandia, a Cuba en numerosas ocasiones, México y Argentina, entrando en esos países a fondo en el negocio musical. Me siento afortunado de haber vivido una época de vacas gordas para la industria y el periodismo musical. 

¿En algún momento inicial de tu trayectoria podías imaginar una vida entera dedica a este “oficio” con el nivel y reconocimiento del que has gozado? 

Diego: No, fue una concatenación de circunstancias. Primero escribí a la revista “Triunfo”, que era la principal revista de izquierdas en la España franquista, diciéndoles que lo sacaban sobre rock era malísimo. A lo que me respondieron que si era así mandara un artículo con mi visión del asunto. Mandé el artículo, lo publicaron y pagaron, entonces dije “caramba”. Más tarde comencé a hacer radio y televisión, de pronto me vi metido en el carrusel, pasaron años antes de que las discográficas me hicieran llegar copias promocionales. Ahí también pensé “¡qué bien!”. No necesariamente tenías que ir a buscar los discos a la tienda, te llegan a casa. Era lo más bonito del mundo.

“Hay artistas que son maestros en no decir nada como McCartney, casi prefería enfrentarme a Lou Reed”

Has tenido múltiples experiencias con grandes mitos de la música, en algunos casos teniendo que bregar con artistas con merecida fama de huraños como el enorme Lou Reed. ¿De qué manera se prepara una entrevista que en muchos casos depende más del humor del divo o diva en cuestión que de la pericia de llevar entre manos un buen cuestionario? 

Diego: Hay artistas que son maestros en no decir nada, por ejemplo, Paul McCartney. Es un simpático profesional que te hace los mismos chistes en distintas ocasiones. Casi prefieres enfrentarte a Lou Reed que podía ser extremadamente desagradable. Luego está el caso de David Bowie que buscaba seducirte. Recuerdo una entrevista en Madrid en la que teníamos 25 minutos de entrevista, en ese momento entraba la secretaria y te decía que había que terminar, entonces él decía “cinco minutos más que me lo estoy pasando muy bien”. Al marcharme vi que en el plan de promoción del día esos cinco minutos estaban ya programados. Otra vez le entrevisté en Nueva York, decía cosas ingenuas o que directamente eran mentira. En aquel tiempo no viajaba en avión, lo hacía en barco, y te preguntaba si le dejarían entrar en el Guggenheim el 1 de enero. Bueno, de haber querido le habrían dejado entrar a lomos de un caballo blanco. Bowie sabía el respeto y la fama que se le tenía algo que le facilitaba la vida, que preguntara aquellas cosas sonaba hasta tierno. 

¿Cuál era el truco para salir del atolladero cuando las cosas se ponen feas? 

Diego: Con McCartney no había problemas, era una oleada de simpatía. Con Lou Reed solo quedaba aguantar el tipo. En Atlanta se enfadaba con mi fotógrafo, no le gustaba que le hiciera fotos tumbado en el sofá. Decía que las fotos no le representaban. Según me contó luego, estaba dejando de fumar y estaba súper tenso. De hecho, le hicimos una foto con la chica con la que estaba y nos persiguió para que le diéramos el carrete, cosa que no hicimos. Cada situación es diferente. Luego están los estereotipos nacionales, los artistas británicos podía ser bordes, sin embargo, los estadounidenses entendían mejor la naturaleza del trato. Ellos te daban una hora de su tiempo y tú unas páginas del medio en que estás. Procuraban darte entrevistas correctas, sin grandes revelaciones, pero que cumplían con su parte del ritual. 

¿Cómo era el perfil del entrevistado medio en nuestro país? 

Diego: Es todo más moderado. Hay músicos que son más desconfiados, por ejemplo, Santiago Auserón. Un día fui a entrevistarle a su casa donde estaba su madre que se puso a contarme historias de la familia. Entró Santiago a la cocina y le dijo “mamá, no le digas esas cosas a Diego que luego las cuenta”. Normalmente los artistas nacionales… puedes encontrarte con un borde, como solía ser Loquillo en muchas ocasiones, pero suelen ser amables e incluso hospitalarios como Joaquín Sabina. 

¿Algún desencuentro sonado con mi querido Jorge Martínez? 

Diego: No, era muy amigo y recuerdo una vez que estuvo en mi casa. La gata estaba en celo y se empeñó en que había que meterle un bolígrafo, le dije “Jorge, no seas bestia”. Imagino que estaba jugando básicamente al estereotipo de rockero salvaje. 

Imaginamos que en algunas ocasiones habrás trabado amistad con músicos a los que en algún momento habrás tenido que criticar negativamente. ¿Cómo se juega en una línea tan estrecha y delicada?

Diego: Lo primero es que los músicos acepten que tú tienes el derecho a opinar cómo sea. Les fastidia mucho, pero que se acostumbren. En realidad, tengo la sospecha de que te la guardan, pero no protestan demasiado. El único caso de alguien que me protestó fue Luis Eduardo Aute, siendo muy correcto. Me preguntó porqué había dicho tal cosa, le di mis razones, él a mí las suyas y quedamos tan amigos.

Hoy día, quiero que pensar que por la falta de profesionalización del medio, da la sensación que las críticas negativas y las entrevistas a cara de perro se han tornado imposibles. Hay mucho amiguismo y una conexión constante en redes entre músicos y periodistas. Algo que unido a una falta de tiempo evidente hace que muchos periodistas se limiten a hablar solo de aquello que consideran positivo. ¿Tienes la misma sensación? ¿A qué crees que responde este hecho? 

Diego: Sí, es exactamente como dices. Si te pagan 30 euros por una crítica de un disco no te vas a dedicar a destruirlo, sobre todo si sabes que puedes encontrarte con el artista en un local esa misma noche. La cuestión es mantener tus criterios y que te respeten por lo que dices, aunque no les gusta lo que dices. 

“La obligación del crítico es con el público, ni con el artista ni con la discográfica” 

Personalmente creo que la gente que habla de música no vive de ello, existen como digo muchas “ciber amistades con los músicos” y una escasa importancia de la crítica para el público en general.

Diego: Sí, puede ser verdad, pero te aseguro que los artistas tienen memoria de elefante, aunque no te protesten dicen “ese hijo puta lo que digo de tal disco”. Dije lo que pensaba, sin más. Y en muchos casos a la larga te reconocen que aquel trabajo no se hizo ni con las mejores canciones ni en las mejores circunstancias. Mi regla principal es que no venimos a esto para hacernos amigos, si terminamos amigos, estupendo, pero la obligación del crítico y periodista no es con el artista ni la discográfica, sino con el público. Al público no le puedes mentir. 

En el libro no te guardas nada, describes a personajes de forma amable, efusiva y con cariño, como Carlos Tena, del mismo modo que criticas los usos y formas de moverse de otros profesionales, ya sean directivos de compañía o compañeros de trabajo. 

Diego: No uso los artículos para saldar deudas, por ejemplo, no hay artículos referentes a mis conflictos con Tomás Fernando Flores, director de Radio 3, quien tanto para este libro como para el anterior me ha vetado. Se niega a que vaya a cualquier programa de la emisora. Él dice de su emisora, pero no es su emisora, pertenece a Radio Nacional de España. Son detalles miserables que no tengo prisa por contar, se contarán en algún momento. En general intento ser cordial, incluso cuando son personajes que se hayan portado de forma abominable. Nosotros no estamos en su piel y no sabemos la presión que sienten.

“La vida del rock es muy atractiva y a la vez peligrosa” 

Tampoco te guardas las visitas a los bajos fondos, ni las noches blancas, donde el vicio aparecía en cada esquina. ¿Era una forma de aguantar la tralla, simple afición por pasarlo bien o una parte indispensable del juego? 

Diego: Creo que las tres cosas. La vida del rock, la vida nocturna, es muy atractiva y a la vez peligrosa. Cuento algún momento extremadamente desagradable. Que un policía de México de D.F. te apunte con su arma no tiene ninguna gracia. Luego sales del atolladero y lo recuerdas con risas, pero realmente no fue una situación nada agradable. 

“Willy DeVille era un personaje fantástico, fascinante, pero como cantante era formidable por lo que generaba una atracción” 

Dentro de los nombres que desfilan por las páginas que no son pocos y todos de gran categoría, me ha llamado mucho la atención la inclusión de dos nombres. El primero de ellos es mi adorado Willy DeVille, de quien haces una semblanza breve, pero muy acertada sobre su personaje, al que despides con un cariño sincero. ¿Por qué decidiste centrarte en la figura del “Rey Pachuco”? 

Diego: Tuve muchas ocasiones de tratarle, no solo en Madrid, también en Nueva Orleans o Málaga. La última vez fue en Málaga donde estaba muy agresivo y cabreado, no nos dimos cuenta de la realidad que era que estaba muy enfermo. Willy DeVille como personaje era fantástico y como cantante formidable por lo que generaba una atracción. La capacidad que tuvo para reinventarse con el tema del mariachi, se sumergió en la música de Nueva Orleans. Era un personaje fascinante. Aquella última vez no nos dimos cuenta que estaba de camino al cementerio.

“Cuando la prensa española tiene un muñeco de pim-pam-pum siempre tratan de vapulearle” 

Y ya en las últimas páginas pones en negro sobre blanco la figura de Teddy Bautista, un artista como la copa de un pino, cuya figura no ha sido reparada tras el escándalo de la SGAE. 

Diego: Aprovecho para denunciar los malos hábitos de la prensa española, cuando tiene un muñeco de pim-pam-pum todos intentan vapulearle, pero al terminar el calvario judicial y es declarado inocente todo el mundo se calla. Lo que me asombra de Teddy es que después de haber pasado por esa experiencia dolorosísima, de haber pasado de ser un personaje importante en el mundo musical a tener las cuentas bloqueadas y tener problemas para hacer la compra. Aún así, a nivel superficial, lo ha asumido y no se le nota especial amargura. En eso le respeto mucho, aunque nunca he sido parte de su club de fans por lo que hizo en la SGAE. Como músico es impresionante y hay que reconocerlo, igual que las malas decisiones en la SGAE son poca cosa para lo que hizo con los compositores de pequeñas canciones que vivieron años extraordinarios cuando él estaba en la sociedad. 

En varios capítulos haces referencia a las publicaciones y los programas, tanto radiofónicos como televisivos, en los que has participado. Podemos afirmar que los primeros se mantienen, quizás sin la preeminencia que tenían antaño, pero favorecidos por el formato podcast, sin embargo, asistimos a un panorama donde la música ha desaparecido de la tele, salvo casposas excepciones. ¿A qué crees que se debe dicha carencia? ¿Ausencia de cultura? ¿Desinterés? ¿U oscuros intereses ocultos? 

Diego: El problema es que la música en televisión tiene que competir con la biblioteca universal que es Youtube. Antes estrenabas vídeos, por lo menos en el ámbito español, te las arreglabas para conseguirlos a veces, porque hubo una época estando en FM2 donde TVE decidió que todos los vídeos tenían que ir al programa de Beatriz Pécker, por lo que teníamos que conseguirlos directamente desde Londres mediante trucos. Ahora es difícil crear la anticipación, los artistas difunden sus vídeos a través de redes sociales, quitándote el elemento principal del menú. Y luego hay otro problema básico, es muy complicado grabar música en televisión, sobre todo si estás en Prado de Rey, ya no te cuento hacerlo en locales. Cuando los artistas te ofrecen sus grabaciones te quitan la necesidad de grabarles en un estudio. 

“Vivimos una etapa de un enorme cantidad medios que cubren la música, pero que no tienen una valoración profesional correcta” 

En las páginas das cuenta de una paradoja que muestra muy a las claras la situación actual del periodismo musical, si es que dicha profesión existe actualmente. Hablas de unos comienzos no profesionales, donde casi se escribía por amor a la música, hasta una evolución en la que, al convertirse la música en un bien de consumo masivo, el crítico era tratado como una figura de primer nivel, algo paradigmático si lo comparamos con la situación actual, donde parece que hemos vuelto a una casilla de salida precaria, sin demasiados bisos de cambio. ¿Qué te parece la actual situación? ¿Por qué crees que hemos llegado a la misma? Y, sobre todo, ¿ves algún tipo de solución al tinglado? 

Diego: Sabes la respuesta. Primero, ahora puede haber precariedad profesional, pero abundancia de espacio donde periodistas-aficionados vuelcan sus pasiones y descubrimientos. Es algo que está bien, pero al fragmentarse tanto el universo periodístico-musical hemos disminuido en importancia. Hay medios que ya utilizan las barreras de pago, llegará un momento en que los se darán cuenta de que buena parte de su público, aquel que acude a sus páginas, buscará información musical a través de dicho sistema. Ahora el público es muy belicoso, antes podías decir cualquier barbaridad, en el sentido de salirte de la norma, pero lo más que ocurría es que te llegaban dos o tres cartas a la redacción; si pasa en este momento te crucifican en X o Facebook. Vivimos una etapa de enorme cantidad medios que cubren la música, pero que no tienen una valoración profesional correcta.

“Existe un síndrome del periodista que ha escuchado demasiada música”

¿Qué artistas novedosos no conviene que perdamos de vista? 

Diego: Hay un grupo de Texas que me tiene fascinado, se llaman Kheruxng bin, significa aviones en tailandés. Es una banda mayormente instrumental, un trío con una chica poderosa al bajo, un guitarrista y un baterista negro. Me encanta su sonido, aunque les faltan grandes canciones o melodías. Es uno de los problemas de haber escuchado mucha música, descubres un nuevo grupo que te gusta, pero al mismo tiempo detectas sus carencias, lo que refrena el entusiasmo. Hay un síndrome del periodista que ha escuchado demasiada música.

“Hay que ser “cool” con lo que descubres sin exagerar los superlativos” 

¿Qué le queda por hacer a Diego A. Manrique? ¿Cuál sería el consejo/enseñanza hacia las nuevas generaciones musicales?

Diego: Mantener la curiosidad, no caer en la trampa del “ya no se hace música como antes”. Se hacen todo tipo de música que se hacían antes y se mantienen vivas. Si eres un profesional del periodismo, mantener una cierta distancia para no convertirte en un periodista “hincha” de los que van detrás del artista y ser relativamente “cool” con lo que descubres sin exagerar los superlativos.

Muchas gracias por toda tu labor a lo largo de estos, espero no haberme puesto pesado preguntando por los tópicos de siempre. 

Diego: No, no. Al menos el planteamiento ha sido diferente. Gracias a ti por el interés.