Big Thief: “Double Infinity”


Por: Juanjo Frontera.

Que Big Thief es una de las bandas más importantes en la actualidad está más que claro. Sin embargo, han tenido que superar no pocas dificultades para llegar al día de hoy con un nuevo disco -"Double Infinity" es su título- bajo el brazo. En primer lugar, la marcha de su bajista y miembro fundador Max Oleartchik, que les deja reducidos al formato trío. En segundo, la sombra alargada de su anterior disco, "Dragon New Warm Mountain I Believe In You" (2022) que fue doble y muy exitoso. Y por último, el hecho de que las carreras en solitario de Adrianne Lenker y Buck Meek son cada vez más prolíficas y también laureadas. 

En ese escenario, no obstante, el ahora trío se ha crecido: ha contado con colaboradores provenientes tanto de la escena indie como del jazz (Alena Spanger, Caleb Michel, Hannah Cohen, Jon Nellen, June McDoom, Laraaji, Mikel Patrick Avery…) y se han empeñado en grabar en riguroso directo nueve canciones, para cuya interpretación los músicos han gozado de total libertad, dejando hueco a la improvisación y que respire la música. 

Quizá por ello, el resultado de este esfuerzo conjunto rezuma frescura y espontaneidad a manos llenas. Las canciones, aunque eminentemente lo son, no constituyen un ente cerrado. Se aprecia notablemente la fluidez de que las dota esa improvisación en el estudio de Nueva York que han sido grabadas. En toma completa, sin demasiados retoques posteriores, esto es música de verdad. Existe un cierto cálculo, algún ensayo, imagino, pero la libertad está ahí y se nota al máximo. 

Se aprecia desde ese comienzo con “Incomprehensible”, una canción que fluye como un río, con una maraña ordenada de instrumentos comandados por la percusión que abrigan a la voz de la Lenker, que como siempre se desnuda emocionalmente en cada sílaba. La canción acaba casi abruptamente, como si los músicos se hubieran mirado entre sí diciendo “¿paramos ya o qué?. No será la última vez que esto suceda, es como si no sólo las canciones, sino el disco, hubiera sido interpretado así, de una sola toma, canción tras canción, sin mediar palabra, como en los conciertos de la banda. 

Rápidamente entra la guitarra acústica de “Words”. Los músicos se van pillando al ritmo, ecos y otros efectos hacen a la canción flotar en el espacio. De nuevo la voz de Adrianne lo domina todo y nos lleva de viaje. Un viaje tan introspectivo como universal, al que todos podemos acceder. Lo están haciendo mejor que nunca, y eso que parecía que el anterior álbum (no lo olvidemos, doble y sin desperdicio) era insuperable. Pero esto es otra cosa: música orgánica, visceral, algo que confirma la supremacía de esta banda hasta un punto que parece irreal.

De nuevo un final que da la impresión de estar junto a ellos en el local de ensayo. Y comienza su particular oda a “Los Angeles”, algo así como un cruce entre el Dylan más intenso, una versión pastoral de The Band y la Sandy Denny más sideral. Lenker escupe palabra tras palabra, como un río sin fin. Es, de nuevo, impresionante su capacidad de transmitir sentimientos a flor de piel. Sucede lo mismo con la más envolvente (si cabe) “All night all day”, con esa línea de bajo subyacente tan bonita que marca un groove ensoñador presente en todo el disco. 

Como decía, pese al clima de improvisación, las canciones en ningún caso dejan de serlo. Y ésta última es un claro ejemplo, con su precioso estribillo lleno de colorido, algo que también sucede en la maravillosa canción titular, que con su melodía memorable y esos arreglos de intensidad contenida nos llevan de nuevo a un mundo onírico y hermoso, algo que la sideral “No fear” se encarga de intensificar, con su carga atmosférica brumosa pero liviana, que enlaza a la perfección con la de nuevo superlativa “Grandmother”, otra de las piezas largas, pero en absoluto empalagosas, todo lo contrario: cada pequeño arreglo, cada segundo de esta pieza, le deja a uno boquiabierto. Qué sonido, qué sección rítmica, qué coros…

El trío se reserva lo más accesible para el final. “Happy with you” es lo más cercano al pop que pueden estar hoy Big Thief. De nuevo con una línea de bajo espectacular que lleva el peso de la canción, su melodía es absolutamente arrebatadora. Un single perfecto proveniente de una banda que no da importancia a esas cosas, pero cuando salen, salen. Algo que igualmente podríamos decir del impresionante final que se marcan con “How could I have known”, todo un himno por derecho propio que cincela un conjunto de nueve pistas a cada cual más impresionante por separado, pero que sobre todo dan forma a un conjunto especialmente sólido que directamente encumbra a esta banda a la categoría estratosférica a la que ya estaban casi subidos, pero este trabajo es tan definitivo que debería ser el que inscriba su nombre con letras de oro en los libros de historia. Una maravilla, definitivamente que no sería nada descabellado calificar de disco del año.