Bunbury y el Huracán Ambulante: Tiempo de cabaret


Pabellón Príncipe Felipe, Zaragoza. Sábado 20 de septiembre de 2025 

Texto y fotografías: Javier Capapé. 

 Octubre de 1999. Pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza. Con enorme expectación arranca la gira de presentación del disco "Pequeño" en la capital aragonesa. Un gran telón rojo decora el fondo del escenario y diez músicos saltan a escena bajo los acordes de "Otto e Mezzo", canción de Nino Rota que sirve de presentación. El Huracán Ambulante acompañó a Bunbury desde ese día hasta un mes de septiembre de 2005 en el que se truncó el concierto que estaban dando en Zuera y se puso fin a seis años de éxitos compartidos bajo los focos y la ambientación de cabaret. Posteriormente, el artista maño viró con más decisión hacia el rock de raíz y armó una nueva banda, Los Santos Inocentes, con la que ha alcanzando grandes cotas hasta la pasada gira de "Shows Únicos" en la que demostraron hasta dónde podía llegar una de las mejores bandas de este nuevo milenio. Bunbury decidió en el momento en el que culminó su concierto en la Romareda del pasado verano que pondría en barbecho a Los Santos Inocentes y abriría un nuevo capítulo para su vieja banda de cabaret. Era de nuevo el turno del Huracán Ambulante. Y esta serie de quince conciertos que han ocupado el ciclo estival recién terminado han funcionado como una manera de cerrar ese ciclo que se había interrumpido hace veinte años y, quizá así, sanar heridas.

Al apagarse las luces y encender los focos que iluminaban el gran telón rojo del escenario retrocedimos hasta el momento antes narrado. Volvió a sonar "Otto e Mezzo" y rejuvenecimos veinte años de un plumazo. El Huracán Ambulante sonó en todo momento contundente, sin fisuras, con todo muy bien armado, consiguiendo reproducir casi al milímetro cada uno de los arreglos que durante los seis años de vida en directo de la banda dieron a estas canciones. En gran estado de forma, como si se hubieran descolgado sus instrumentos apenas unas horas antes. Como si el tiempo se hubiera detenido para ellos, a pesar del evidente desgaste físico, también hay que decirlo. De entre todos ellos, destacó un pletórico Copi, agitando casi por más tiempo sus brazos para animar al respetable que agarrado a las teclas, Del Morán y su energía imparable, Ana Belén Estaje y su violín colorista, que habíamos echado mucho de menos, y el siempre tenaz y preciso Ramón Gacías. 

Gracias a la sección de viento recordamos lo bien que le sienta a este repertorio un buen trombón de varas, aunque por momentos viéramos más cómodo a Javier García Vega con la guitarra española. De entre todos los músicos emergió un pirata con un pañuelo envolviendo su cabeza que consiguió centrar nuestra atención en el potente y virtuoso rugido de su guitarra. Estoy hablando de Jordi Mena, el único integrante que no formó parte de este Huracán en su día, pero que les acompaña en esta gira en sustitución de Rafa Domínguez. Como cada vez que ha acompañado a Bunbury, volvió a sorprendernos, para bien, a la vez que no perdió esa actitud de respeto por el trabajo del que fuera guitarrista original de la formación.

El repertorio también fue un calco de lo que escuchábamos en aquella etapa. Apenas se salieron del setlist que manejaban en esos años, salvo por las contadas ocasiones en las que se detuvieron en el más reciente lanzamiento del aragonés. Un disco, "Cuentas Pendientes", que, muy a su favor, le va como anillo al dedo al espíritu de estas canciones que manejó siempre el Huracán y que, por tanto, no desentonaron lo más mínimo en el setlist. Podríamos decir que alguna de éstas, como "Para llegar hasta aquí" (con un telón de fotos vetustas tras un Bunbury que la interpretó sentado, cual meditabundo crooner) fueron de las que más alegrías nos dieron, precisamente por salirse de ese guion, aunque tampoco ninguna de las otras (extraídas casi exclusivamente del trío de discos "Pequeño", "Flamingos" y "El Viaje a Ninguna Parte") decepcionaron.

"El club de los imposibles" hizo rugir a la audiencia en su marcado inicio, lo mismo que ocurrió con las confesionales "De Mayor", con referencia al "Cabaret" de Liza Minelli incluido, y "El Extranjero". Empezar con estas tres balas ganadoras es difícil de igualar si lo que buscas es meterte al público en el bolsillo, pero continuar con "Sólo si me perdonas", "Infinito" o "Big Bang" consiguen desatar la locura y reafirmar que el repertorio que maneja este particular grupo de equilibristas es de los que nunca defraudan. Para presumir de largo.

Con "El rescate" se nos erizó la piel. Una vez más caímos rendidos a su cadencia. Algo que también nos ocurrió con "Las chingadas ganas de llorar", una de las nuevas composiciones presentadas que mejor maridan con la propuesta del Huracán Ambulante y que intuimos que llegará a convertirse en parada obligada de sus repertorios en el futuro. "Apuesta por el rock and roll" fue su única concesión al pasado con Héroes del Silencio, aunque todos sabemos que se trata de una fantástica versión de Más Birras, así que tampoco podemos decir que sea ésta una mirada al cuarteto del que fuera líder Enrique que, por primera vez en toda su trayectoria, quedó totalmente relegado del setlist. Bunbury no quiso mirar tan atrás. Era momento para abrazar a su banda ambulante y no para otros tiempos pretéritos.

Antes de llegar a los bises, "Flamingos" tomó el control y se sucedieron, una tras otra, desde la potente y adictiva "Sí" a la conmovedora "Sácame de aquí", la descarada "Enganchado a ti" y la estelar "Lady Blue", con la que cerró el grueso de su espectáculo. Una canción siempre tan desgarrada como vital y necesaria. Maravillosa una vez más.

Tras los vítores del público, que sabía que el espectáculo iba a continuar, Bunbury presentó una de las escasas sorpresas de la velada, con el permiso de la más prescindible "Alaska". "Parecemos tontos" fue la única concesión al cancionero grabado junto a los Santos Inocentes en una versión muy diferente, con un pulso algo más acelerado y con nuevos matices aportados por los músicos del Huracán Ambulante. Y así nos dimos cuenta de que quizá haber optado por transformar un mayor número de canciones de su época más reciente hubiera sido más valiente, o al menos más interesante. A las ocho mil almas que llenábamos el recinto nos encantan los arreglos del Huracán, pero haber escuchado alguna otra revisión fuera de lo esperado, a buen seguro que hubiera sustituido el calificativo para esta gira de “retrospectiva emotiva” por otro más cerca de lo “absolutamente imprescindible".

No necesitábamos la versión de "El Jinete", de José Alfredo Jiménez, por mucho que siempre acompañase los años de vida de esta banda. Una gran mayoría hubiéramos preferido que fuera sustituida por algunos de sus más recientes clásicos muy apropiados para la recta final de un concierto como "De todo el mundo" o "Más alto que nosotros solo el cielo", pero no todo puede ser perfecto. Sin duda, esa es la pega de esta serie de conciertos, y eso que en Zaragoza nos regaló una poderosa "El viento a favor" antes de cerrar definitivamente el telón con "...Y al final", el broche ansiado por cualquier artista, que ni el mismo Bunbury ha podido sustituir con similares resultados hasta la fecha.

 Desde luego que el pasado sábado en Zaragoza, como ya he mencionado, todos los congregados por el maño más universal rejuvenecimos veinte años al menos. La emoción se convirtió en dinámica y, aunque se pudieron haber asumido más riesgos, todo fluyó para definir esta velada como mítica o irrepetible. Porque parece ser que este pequeño capricho que se ha dado Enrique Bunbury tiene su fecha de cierre el próximo día veintisiete en Buenos Aires. El Huracán Ambulante pondrá fin a sus andanzas, pero esta vez como es debido. Aupados por todo lo alto y consiguiendo engrandecer un repertorio encomiable. Como artista inquieto e imparable, seguro que Enrique ya estará confeccionando su siguiente paso. Quizá su contacto con este Huracán le haga volver la vista de nuevo hacia estos derroteros y podamos seguir enganchados a esta propuesta, pero también sabemos que su exploración musical no tiene límites y que seguro encuentra un nuevo lugar en el que sentirse en casa. Mientras tanto, nadie nos quitará el inmenso honor de haber podido ver a esta agrupación músico-circense en acción y a un maestro de ceremonias en uno de sus mejores momentos. Disfrutando con cada compás, despojándose de su sombrero y sus gafas oscuras para mirarnos de tú a tú, recibiendo con gusto cada aplauso y agradeciendo la entrega de su amplia y sonora familia de fieles que ya esperan ansiosos su siguiente mutación mientras regustan la resaca de la actual.