Por: Juanjo Frontera.
En sus más que recomendables Red Hand Files, concretamente en su número 321, correspondiente a abril de 2025, nuestro gran amigo Nick Cave comentaba lo siguiente: “Luego volví a caminar por la calle principal, y esta mañana de domingo cualquiera se tornó hermosa mientras escuchaba el sorprendente y alucinante álbum de Cameron Winter, "Heavy Metal" . Una voz gloriosa y emotiva con letras brillantes y abrasadoras, algo perturbador y maravilloso”.
Evidentemente, quienes leímos aquello y no conocíamos al tal Cameron, corrimos a nuestras redes de streaming favoritas para ver quién era. Y efectivamente, el viejo zorro Nick había vuelto a dar en el clavo: aquél "Heavy Metal" era un disco hermoso, desquiciante, repleto de personalidad y sí, también perturbador. Uno se preguntaba enseguida de dónde salía aquello y, a poco que se indagara, salía a flote el nombre de Geese, la banda a la cual el señor Winter había estado prestando servicios vocales desde 2016, con un total de cuatro discos en su haber, de los cuales, este "Getting Killed" es el último, el mejor, y uno de los elepés de los que más se va a hablar este año.
Y no, la banda de New York no es que invente aquí el fuego. Pero sí que aviva la llama de algo conocido como rock and roll que andaba tiempo dormido y falto de estímulos. Ellos le insuflan imaginación y una desinhibición total a la hora de huir de los límites y encorsetamientos habitualmente asociados al género, un poco como el señor Cave hizo en los 1980s y que algunos, la verdad, echamos en falta en los días que corren.
Es empezar el disco y ser evidente que hay peligro, hay algo inquietante en esa especie de groove funk ralentizado al que acompaña una voz que parece la de Thom Yorke pasado de fentanilo. “Trinidad” es una canción la cual se diría que se va desperezando a base de repentinos espasmos de ira, gritos desesperados que a la vez le desconciertan a uno y le atraen poderosamente. Es una puerta de entrada perfecta, además, porque no esperas lo que llega a continuación.
“Cobra” es una pizpireta pieza de pop colorido que nada tiene que ver con lo anterior. De modo que uno se empieza a preguntar qué leches es esto. La voz del tal Cameron es más limpia, más amable, aunque sigue jugando con sus diferentes texturas para acentuar su emoción. Porque sí, es una canción pop, pero de alguna manera resulta igual de intensa que su predecesora. Y así sigue la cosa. “Husbands” recuerda al Tom Waits más meditabundo, cruzado con los Stones de la época "Main Street". “Getting killed” es una especie de maridaje imposible entre hard rock, africanismo y gospel, que hace pensar, de nuevo en alianzas imposibles, por ejemplo Captain Beefheart y Talking Heads.
Y es precisamente eso, lo inverosímil de las referencias cruzadas que le vienen a uno a la cabeza, lo maravilloso de este álbum. Reconocer a la vez tanto clásico reunido, pero sin que en absoluto intervenga en ningún momento el mimetismo, parecía algo que ya no íbamos a escuchar en los tiempos que corren. De hecho, es como revivir la urgencia, la sensación de aventura, que tuvimos en su día cuando descubrimos a esos clásicos. Así de bárbaros suenan estos chavales.
El disco fue grabado en tan sólo diez días con la ayuda de Kenny Beats (productor de, entre muchos otros, IDLES o Vince Staples) y juntos lograron que lo que parece una destartalada sesión de músicos bastante ebrios obtenga una coherencia y consistencia apabullantes. Le dan a cada canción lo que requiere, con arreglos brillantes, cambios de ritmo inesperados y una pasión desatada que se imprime en cada segundo de cada canción.
Y es que todas, pero todas, las composiciones incluidas en este paquete de 11, tienen algo: el impetuoso crescendo de “Islands of men”, la psicodélica macumba a lomos de esos “100 horses”, el folk imposible de “Half real”, la engañosa ternura de “Au pays du cocaine”, el histrionismo arrogante de “Bow down”, el sorprendente (y perfecto) single que supone “Taxes” o el final en plan tour de force punk que propina “Long Island City here I come”. Todas aseguran una cosa: que no estamos ante cualquier banda. No es una más. Así que atentos y atentas, porque esta banda es, probablemente, la elegida este 2025 para mantener vivo el fuego. Y perderse este disco es congelarse sin remedio.



