Sala Wolf, Barcelona. Viernes, 26 de septiembre del 2025.
Texto y fotografías: Àlex Guimerà.
Josh Rouse tiene muchos vínculos con España. Justo con el lanzamiento de su álbum "Subtítulo" (2006) se mudó a vivir a Altea (Alicante) y luego a Valencia por amor (la culpable fue la cantante Paz Suay), donde formó una familia. Fue a partir de entonces cuando comenzó a grabar con Paco Loco en el Puerto Santa María, cantó algunas canciones en castellano e hizo un proyecto paralelo con su esposa llamado "She's Spanish, I' m American". Además de entablar amistad con el cineasta Daniel Sánchez Arévalo y aportar "Quiet Town" para la película "Gordos" (2011) y "Do You Really Want To Be In Love?" para "La gran familia española", con la que ganó un premio Goya en 2014 a la mejor canción.
Pero vayamos al momento justo antes de su mudanza mediterránea, cuando el cantautor nacido en Nebraska publicó el que para un servidor es sin duda su mejor trabajo, tras "1972" (2003), "Nashville" (2005). Un disco titulado como su otro hogar, la ciudad en la que había estado viviendo y en la que se inspiró para componer esas preciosas canciones pop que en la actual gira quiere rememorar aprovechando el veinte aniversario de su publicación. Para la ocasión se rodeó de una súper banda norteamericana que incluían al productor Brad Jones, al canadiense Marc Pispapia o al cantautor multi instrumentista Daniel Tashia. Dos décadas después, los encargados de llevar la sonoridad del álbum es una banda íntegramente valenciana que nada tienen que envidiar a sus antecesores: Chema Fuertes (guitarra), Cayo Bellveser (bajo), Alfonso Luna (batería) y Amadeo Moscardó (teclados). Un cuarteto que junto a Josh clavan las melodías, los ritmos y las sensaciones de las diez canciones recuperadas en una gira que pasó por Barcelona el pasado viernes 26, y por Madrid (Sala Villanos), un día mas tarde.
El evento en la Sala Wolf de la capital catalana incluía doble sesión con el cantautor local Marc Rockenberg, quien acaba de publicar su álbum "Go On", un disco autoeditado y que es el cuarto en su carrera. El músico presentó las canciones de su nuevo álbum junto a una banda muy bien armada capaces de guitarrear de lo lindo, hacer melodías vocales y clavar ese country rock que tanto nos gusta. Y encima se atrevieron a terminar de forma explosiva con “You Really Got Me” de los Kinks.
Con poco tiempo de descanso, mientras escuchábamos Jazz, una pantalla tapaba el escenario luciendo la foto promocional del evento principal hasta que se levantó y nos dejó ver como entraba el cincuentón de Nebraska luciendo un gorro de cowboy y una sonrisa entrañable que no se borró a lo largo de la noche. Pronto le pudimos escuchar hablando en su perfecto castellano y saludándonos antes de atacar una de las canciones más potentes del disco homenajeado, "It's The Nighttime", con ese ritmo que invita al baile y esa dulce melodía. Cómo no, la banda resplandeció (como lo hizo toda la noche) compenetrada y sin fallos. Lo pudimos ratificar con otro de los hits del álbum “Winter In The Hamptons” con sus “pa-ra-pa-pás” coreados por un público que a esas alturas ya estaba del todo entregado als show.
Uno de los momentos mágicos de la noche llegó con “Streetlights”, esa balada maravillosa y taciturna cuya magia del disco supieron trasladarla en directo. No tuvimos los violines, ni los efectos de estudio, pero los teclados, las guitarras y la voz delicada de Josh lo clavaron. Tras ella Josh nos preguntó si había alguna “Carolina” en la sala para dedicarle esa canción pop tan redonda, también nos preguntó como se traducía “Middle School”, a lo que un espectador le contestó “escuela secundaria”, y atacados los primeros acordes de la canción que cierra la cara A de "Nashville" nos confesó con todo el descaro que era un plagio de “Waiting On A Friend” de los Rolling Stones.
Otra de mis favoritas es la pegadiza “My Love Is Gone”, sobre la que Josh apuntó con humor que “no le representaba”. Luego vendría la maravillosa “Sad Eyes”, esa triste balada al piano que en su parte final despega en un giro triunfal y optimista. El blues aguerrido de “Why Don’t You Tell Me What” sonó a todo trapo y la naif “Life” con el cantautor a la armónica cerraba el set de revisión de un disco que se titula Nashville pero que no lleva el sonido country de esa ciudad, sino un cargamento de pop atemporal, que es, sin dudarlo, su mejor trabajo. Cierto que fuera de ese álbum el músico tiene grandiosos momentos y canciones, pero nunca ha facturado un paquete tan formidable.
La segunda parte del Show arrancó con Rouse solo a la guitarra abordando la bonita “Quiet Town” y a petición de los fans “Sweetty”. Acabadas estas, la banda volvía para acompañarle en una “Bussinessman”, para la cual pidió a tres chicas del público que hicieran los coros (¡24 hours a day!), amenazándonos entre risas a no seguir con el concierto si no aparecían voluntarias, y tras subir tres chicas (entre ellas una madre e hija) echarnos en cara que “menos mal que hay alguien que tiene huevos en Barcelona”. También nos preguntó cuánto tiempo hacía que no venía a la ciudad, a lo que le respondieron que desde 2013, aunque en 2018 formara parte del cartel del “Vida Festival” de Vilanova. Presentó a los miembros de la banda y a si mismo como Bob Dylan, bromeó sobre el paso del tiempo y preguntó sobre si aún existía la radio “ICAT FM” suponiendo que los Djs que pinchaban sus discos deben estar ya jubilados.
Para la recta final se puso en modo bailongo recuperando la trepidante “Slaveship” con ese piano saltarín y las emblemáticas “Love Vibration” y “Come Back (Light Terapy)”, del álbum “1972”, cerrando el concierto a lo Rolling Stones del “Some Girls”. Fue el broche perfecto para un concierto sensacional. Pudimos ver un Josh muy comunicativo, divertido y totalmente entregado en cada interpretación. Sobre el escenario transmite una felicidad genuina que termina contagiando a todo el público. Tiene canciones, tiene talento y tiene una banda de gran nivel. Y, por si fuera poco, cuenta con un disco monumental que este año cumple ya dos décadas de vida.