
Es patente que en la historia de la música popular de nuestro país –si, esa que escribe con letras doradas- su nombre –también el de Edi y Ferni- figura en “alto del cartel”, cómo cantaba en “La Sangre de Tu Tristeza”. En su día se ganó tal reconocimiento, a base de grandes discos y canciones, que han permanecido en el imaginario colectivo. Empezar a citar Lp´s y temas de calidad de cada uno de ellos me parece tan obvio, cómo innecesario, por eso no lo haré.
Tampoco esconderé, para gusto de sus detractores, el hecho de que Jaime viene del que sin duda es el más flojo de todos los trabajos donde ha intervenido. Estoy hablando de “El Muchacho Eléctrico”. Un álbum que dejó un tanto “descolocados” a todos aquellos que seguimos con devoción, cariño y admiración al “maestro”. Desde la primera escucha de “Maribel” las sensaciones no parecían buenas. Nuestros peores presagios se hicieron realidad una vez que el disco estuvo en la calle. Urrutia había pinchado en hueso.
Por ese motivo el nuevo trabajo, este “Lo Que no Está Escrito”, suponía una prueba de fuego, tanto para el bueno de Jaime, cómo para todos aquellos que tenemos el placer de disfrutarle. La verdad que un segundo bajón creativo hubiese sido muy difícil de digerir.

Es cierto que no es una obra maestra, sin embargo creo que Jaime ha recuperado ese pulso especial, esa manera de componer suya que le hace inconfundible y, porque no decirlo, esos toques que en algunas canciones le acercan a Gabinete Caligari. Que nadie entienda esto cómo una crítica negativa. Gabinete es la suma de tres personalidades la de Edi, Ferni y la de Jaime. Ahora nos ocupamos de la de este último.
Al escuchar este trabajo me han venido a la memoria melodías, sensaciones que me eran muy familiares, por lo que sin sorprender cómo antaño, me he sentido realmente cómodo al escuchar este disco. Cómo decía aquel “No sorprende pero entretiene”, a eso añadiría que, en este caso, no cae en lo verbenero. Ese, sin duda, era mí verdadero temor.

En definitiva, hablaría de un trabajo correcto. Capaz de gustar a aquellos que ya eran seguidores del maestro y que no echará para atrás a quienes le regalen sus oídos, siempre y cuando se tengan simpatías por el personaje, su pose, su forma de componer, su textura de voz, sino es así, mejor ni intentarlo. Hay cosas, normalmente las más “grandes”, de las que se es o no se es. Esta es una de esas “grandes cosas”. Para los que si somos, un mensaje,

Ahora sólo quedaba comprobar cómo lo defenderían en escena Jaime Urrutia y Los Corsarios, para ello nos acercamos la noche del pasado Jueves a la madrileña sala “Joy Eslava”. Había ganas de ver cómo sonaban las nuevas canciones del maestro y comprobar los posibles cambios en el repertorio.
La verdad es que temí lo peor viendo que faltando escasos minutos para el comienzo de la actuación apenas éramos doscientas personas en la sala. Que os voy a decir, las afrentas a Jaime me las tomo cómo personales. No podía concebir que su ciudad, Madrid, escenario de tantas de sus canciones, abandonara a su suerte a uno de sus últimos mitos. Finalmente aquello se arregló, no cómo debiera, puesto que no fue un “Sold Out”, pero si lo suficiente cómo para que la “Joy” presentara buen aspecto.

En ese momento las cosas ya estaban claras. La voz de Jaime se había serenado y el público comenzaba a tratarle con el cariño y la devoción que merece. Las sonrisas eran cómplices, la gente disfrutaba de su artista.
No sé si aquello fue apoteósico, supongo que no, ya saben, el exceso de pasión me ciega. Quizás, simplemente, fuera correcto. Lo cierto es que en cuanto el maestro encadenó una serie de buenos pases, cómo él gusta, mandado, templando, con autoridad, su público no dudo en entregarse al último resquicio “chulería” que se pasea por nuestra ciudad. Unas pinceladas de arte y el ambiente se caldeó. Es lo que tienen los grandes.

Tras ella tanda de canciones lentas de la mano de “Tarde” y “Nos Dirán”, a las que siguieron “Una Carcajada”, “La Sangre de Tu Tristeza” y la simpática, “Que Barbaridad”. “Siempre a Veces”, “Venga Ya” y “Maribel”, supuso quizás el momento más denso de la noche. Sobre está última, confesó que estuvo a punto de retirarla del repertorio. Lo cierto es que es una lástima que no lo haya hecho. Creo que es una canción indigna de un artista de su talla y de un repertorio cómo el suyo. Siento la dureza, pero esta no me la podía callar.
Nos acercábamos peligrosamente al final de la noche, una lástima, la verdad, porque lo estábamos pasando en grande. En ese momento sonaron canciones cómo “Suite Nupcial”, “Lo Que No Está Escrito”, “¡Venga Ya!”, dedicada a su hermano Julio, presente en la sala, una imponente, “Mentiras” y “Al Calor del Amor en un Bar”, con la que hicieron amago de despedida.
Volvieron a salir a escena para interpretar “Nadie Me Va a Añorar”, canción que se incluía en el último álbum de Gabinete, “Subid la Música” y, sorpresa mayúscula, por segunda vez, “Lo Que No Está Escrito”. No lo entendí ayer y no lo entiendo ahora. Creo que hay reglas de oro que no deben saltarse bajo ningún concepto. Una de ellas es no interpretar dos veces en un concierto la misma canción, menos todavía si te llamas Jaime Urrutia y en tu repertorio hay temas de calidad. Cuestión esta a analizar. El inmovilismo de parte de su repertorio. Me vienen a la memoria canciones cómo “Malditos Refranes”, “Me tengo que concentrar”, “Que Dios Reparta Suerte” y “Profesional”, todas ellas podrían tener cabida en sus conciertos. Es una pena que permanezcan en el “olvido”.

En el aspecto técnico diremos que la banda sonó bien y Jaime estuvo relativamente entonado durante la noche. Tuvo errores en las letras, pese a contar con un atril que le servía de guía. Estuvo atento con su público, se mostró cercano e incluso se permitió el lujo de esbozar alguna sonrisa. Los asistentes disfrutaron de lo lindo, quizás la gente que sigue a Urrutia no sea la más numerosa, pero a fidelidad nos ganan pocos, eso es digno de agradecer.
A nivel personal y dejándome llevar por la pasión comentaré que me encantó la pose que se gasta en escena Jaime. Me gusta esa estética. Esa chulería, ese sabor castellano y madrileño, que sólo él sabe llevar al escenario, a sus ritmos y a sus letras.
El jueves volví a verle por enésima vez, ya soy consciente de que no es el tipo que mejor canta, aunque me agrada que el Loco compare su voz con la Serge Gainsbourg, también de que no es el tipo más guapo, ni el que mejor toca, ni tan siquiera el más cañero. Sin embargo tiene algo innato, algo que le hace especial, único y no, no me refiero a que sea el mejor compositor de canciones en castellano, que lo es. Sino a que en múltiples ocasiones pienso que sin él, quizás las cosas no hubieran sido iguales. Al menos no para mí.

Texto: Javier González.
Fotos: Iván González Padilla