The Cranberries: "In the End"

Por: Javier Capapé 

Decidí reposar "In The End" y no dejarme llevar por la primera impresión del último disco de The Cranberries. He de confesar que cuando lo escuché por primera vez creí estar ante su obra más madura, un epílogo inigualable. Sus canciones me sonaban frescas como en sus primeros años a la par que curtidas por una vida que castiga. Dos meses después de estas primeras impresiones sigo pensando que es un disco maduro, que condensa perfectamente el sufrimiento de la que es su verdadera protagonista, Dolores O’Riordan, pero quizá no es comparable a la espontaneidad, inocencia e inmediatez de sus dos primeros álbumes. Está a los mandos Stephen Street, lo que nos asegura una factura precisa, dejándonos muy claro lo que se quiere mostrar, sin perderse en arreglos innecesarios, pero el hecho de ser el disco póstumo de su líder y convertirse casi en un tributo al carisma de O’Riordan lo convierte en un disco algo más pretencioso, con intenciones de convertirse en su obra cumbre, pero sin llegar a conseguirlo. "In the End" es tremendamente emotivo, melancólico, también liviano por momentos y cargado de vida, aunque lo que sobrevuele entre sus líneas sea lo contrario. Parece que Dolores O’Riordan, sin planificar su trágico final, deseaba con estas canciones esclarecer algunos pasajes de su vida y hacer de estas canciones un ejercicio de exorcización de males pasados. Todo con un punto de esperanza, de iniciar nuevos caminos, pero que se vieron truncados hace poco más de un año dejando lo que podría haber sido el comienzo de una nueva etapa en un abrupto final y, en consecuencia, en un disco de despedida. Sus tres compañeros, Noel Hogan, Mike Hogan y Fergal Lawler decidieron acabar estas canciones cercanas a la redención, con un punto grandilocuente, pero que sin duda merecían un recorrido posterior que las convirtiera en clásicos por derecho propio, no sólo por ser el legado de su principal compositora.

Aún con todas estas premisas que lleva como estigma, "In the End" se disfruta de principio a fin, con momentos más prescindibles, pero con una mayoría de temas que llegan al notable y algún que otro sobresaliente. La oscuridad que por momentos puede recordar a los The Cure de los ochenta se abre camino en "All Over Now" con un rasgueo potente de Noel Hogan a las seis cuerdas que habría encajado a la perfección en "Bury the Hatchet". La voz dulce en un magnífico registro nos da muestras del buen momento vocal que vivía su cantante, haciéndonos ver que contamos más con tomas definitivas que con demos a las que se les haya dado una pátina de brillo antes de sacarlas a la luz. El tema es plenamente reconocible dentro del estilo de los irlandeses y podría haberse convertido en uno de sus nuevos clásicos al rodarlo en directo. Lamentablemente quedará como un buen single que, en estos tiempos de escasa difusión de novedades en las emisoras generalistas, puede olvidarse por completo en un par de años. En la delicada "Lost" predominan las cuerdas que arreglan un tema desgarrado en su estribillo, pero más claramente en una línea de soft-rock que se mueve entre las aguas del que hasta ahora era su último disco "Something Else", que basaba su repertorio en una revisión de sus clásicos con arreglos de cuerda.

"Wake me when It’s over" es uno de los temas más directos y pegadizos del conjunto. Con un ritmo marcado y acústicas sincopadas que acompañan a los arpegios dulces de Hogan en las estrofas que se vuelven agresivos en el estribillo. No es "Ridiculous Thoughts", pero lo intenta, aunque sin llegar a dejarnos exhaustos. Tras este derroche de agresividad vocal viene la brillante "A place I know" donde bajan las revoluciones y brillan los matices en la voz de O’Riordan. Una canción que derrocha calidez reforzada por el slide acústico y la dulzura con la que canta Dolores. Cuando escuchamos temas como éste se nos hace difícil pensar que no podremos oírlos en directo, pues en estas canciones convertidas en delicadas brisas es donde más estremecían los registros vocales de la cantante de Limerick. En "Catch me if you can" manda el piano fundiéndose con las cuerdas. La segunda mitad se torna más salvaje, pero esta canción nos muestra claramente que la intención de Stephen Street es reforzar por encima de todo la voz de su desaparecida y carismática líder, consiguiendo ponernos los pelos de punta siempre que sea necesario.

"Got It" es una canción de las que nos hacen trotar, en una línea más pop. Puede parecer simple en un principio pero se respira preciosismo que se impone a las potentes guitarras. Si nos recuerda a "How", "I can’t be with you" o "Animal Instinct" es más un espejismo que otra cosa, pero en sus formas lo pretende y se queda bastante cerca. Con "Illusion" vuelve la suavidad en un tema semi acústico y almibarado, aunque rápidamente vuelve el contrapunto eléctrico con "Crazy Heart", pretendiendo recuperar el punto pesado y potente de temas como "Promises", pero sonando menos agresiva que en sus discos de los noventa. El estribillo alegre de "Summer Song", con una base que vuelve a los sonidos de los Cure de "A Head on the Door", podría haber formado parte de la última película de John Carney "Sing Street" (¿de verdad no os recuerda a esa maravilla ochentera que es "A beautiful sea"), y la verdad es que consigue ser una canción a reivindicar dentro del conjunto, porque los Cranberries tenían mucho de oscuridad y garra pero igualmente se movían con soltura en canciones más ligeras y livianas como ésta. Escuchen su estribillo, es sencillamente delicioso. "The Pressure" es emoción contenida que se desboca en el estribillo. Dolores canta serena y convincente, con aplomo y entereza, en una canción que duele y nos lleva sin remisión al mejor final que podíamos esperar para este disco y, en definitiva, para esta carrera cargada de éxitos, pero también de obstáculos y dificultades personales en el camino. "In the End" se convierte en un cierre casi etéreo, con una Dolores que parece que intuyera su final, que cierra un ciclo, que se despide. Pensar en lo que significa esta canción después de saber todos que Dolores O’Riordan nos dejó mientras grababa este disco estremece todavía más el alma, aunque a la vez nos ensancha el corazón al sentir en nuestras carnes el tremendo homenaje que han querido rendirle los suyos, con un disco cuidado y melancólico. 

Un disco que resuena a verdad, que se abre a pecho descubierto y se nos entrega como un tarro de aromas para que nunca desaparezca la esencia de uno de los grupos más carismáticos y una de las voces más personales del rock. En definitiva, un trabajo a reivindicar, un broche casi perfecto a una carrera que tuvo su cumbre en sus albores y que parecía que a pesar de no llegar a esas cimas podía tener todavía mucho que decir. The Cranberries nos dicen adiós, ya que Dolores O’Riordan no pudo hacerlo, con estas once canciones que son más legado que presente, y que nos reconcilian con una banda que nunca debería haberse ido de nuestro lado. No se me ocurre mejor manera de poner fin a esta reseña y despedir a The Cranberries que con la estrofa que cerraba el "Abbey Road" y, por consiguiente, también la carrera de los Beatles: "And in the end, the love you take is equal to the love you make". Hasta siempre.