Peter Perrett: "Humanworld"

Por: Àlex Guimerà 

Nunca es tarde si la dicha es buena. Esta máxima parece pensada para tipos como Peter Perrett, quien en edad de estar jubilado se ha rescatado (o mejor dicho sus hijos lo han hecho para él) recuperando una genialidad y un talento para el rock'n roll que demostró de sobras con los tres sensacionales discos que The Only Ones publicaron a finales de los setenta en la Inglaterra enfebrecida por el punk. Aunque estos miraban hacia el power pop y hacia la psicodelia de la Velvet Undergorund, y más en concreto el propio Peter se inspiraba en la forma de cantar displicente de Lou Reed, pero también en la riqueza de sus letras. Una banda y un músico de culto que se perdió en las drogas y en el olvido, a pesar de volver del letargo para publicar otro buen disco en 1996 ("Woke Up Sticky") bajo el nombre The One. 

Por fortuna hace apenas un par de años resurgió con uno de los discos del ejercicio, "How The West Was Won", a base de pop-rock elegante, en el que destacaban la belleza de la madurez, el romanticismo y cierto tono optimista, con claras referencias a "Coney Island Baby". A su alrededor, una banda del todo familiar, en la que sus hijos Jamie y Peter Jr., tocan guitarra y bajo, respectivamente, y las parejas de aquellos, Jenny Maxwell y Lauren Moon (sintes, violines y  teclados) también están presentes al lado de su suegro y del batería Jake Woodward.

Dentro tenemos maravillas a doquier: crescendos celestiales ("Heavenly Day"), guitarras hipnóticas en la onda de la psicodelia del brit pop noventero ("Love Comes On Silent Feet" ), homenajes velados al mismo Lou Reed ("The Power Is In You") y a la Velvet ("Walking In Berlin") , distorsiones gloriosas ("War Plan Red"), riffs estratosféricos ("48 Crash"), fragilidad entre voces y climas fantasmagóricos ("Carousel") , power pop de calité ("Once Is Enough"), guiños hacia The Only Ones ("Master Of Destruction"),....

Doce formidables y actuales composiciones con las que Perrett ha sabido no solo jugar y experimentar de nuevo, sin perder su identidad e ironía, sino también interpretarlas a la perfección, cantando cálidamente con una particular emotividad serena que solo la edad y el haber mirado a la muerte a la cara dan.