Auditorio Bastero, Andoain, 31 de Octubre de 2014
Para cualquier actividad de la vida el contexto es primordial. Uno puede imaginar los mismos elementos dispuestos en ambientes diferentes y el resultado seguro será variable. Por ejemplo el rock and roll tiene a priori unos condicionantes que piden un determinado ambiente para poder explotar su potencialidad. ¿Y qué tiene que ver todo esto con el concierto dado por Chuck Prophet el pasado viernes en el Auditorio Bastero situado en el pueblo guipuzcoano de Andoain? Pues en verdad, todo.
Con la misma facilidad que uno se asombraba de lo bonito de dicho espacio, surgían las dudas si era el lugar idóneo para disfrutar de este tipo de música. La entrada en él no dejaba dudas. Un recinto amplio, alto, diáfano, con butacas dispuestas en forma ascendente que indicaba lo poco propicio para disfrutar de un espectáculo así. El silencio que transmitía la sala, parecido al que se vive cuando se asiste a la película de turno, segundos antes de la entrada en acción del norteamericano era sólo la introducción de una serie de situaciones, como un sonido nada envolvente, la visión lejana y fría del escenario y en definitiva un ambiente demasiad aséptico para lo que sería deseable, que marcarían definitivamente la noche. Y no es descabellado pensar que si uno, apostado en su asiento, tenía ese sensación, los situados sobre las tablas lo percibirían de forma parecida.
A pesar de estas pegas no se puede obviar que Chuck Prophet, ataviado para la ocasión con un traje rojo burdeos, tiene un repertorio de una calidad inconmensurable, ya sea en su faceta más íntima como en la guitarrera, situándole como uno de los puntales del rock americano actual, aunque una fotografía del ambiente que se vivía en esos momentos así no lo atestiguase. El “show” se inició con el Rock and Roll Heart de Lou Reed, momento en el que hubo algún atisbo desde las primeras filas de saltarse las “ataduras” de las butacas pero que se quedó en un intento. No fue la única versión de la noche, algunas otras como el garagero y bailable Bangkok, de Alex Chilton, o la no menos dinámica Tulane del “rey dek Rock and Roll”, Chuck Berry, también tuvieron su lugar.
Básicamente el grueso del conciso repertorio se compuso de canciones de sus dos últimos magistrales discos, Temple Beautiful y el reciente Night Surfer. Precisamente en este último se encuadran temas como la palpitante Countrified Inner City Technological Man Inner, la emotiva y grandiosa Wish Me Luck o Ford Econoline, momento en el que un fallo en el sonido trajo consigo, curiosamente, el instante de mayor empatía y cercanía con el público, al tener que cantar el final del tema sin micrófono y sólo con guitarra acústica. De su trabajo predecesor sonaron entre otras Castro Halloween, que sonó minutos antes de la medianoche de un 31 de octubre, The Left Hand and the Right Hand, con esos leves ecos a sus admirados The Clash en su vertiente skatalítica, la juguetona y descarada Temple Beautiful o la espectacular Willy Mays Is Up At Bat.
Junto a ellas sonaron algunos temas de publicaciones pasadas como Just To See You Smile o la negroide y atmosférica You Did (Bomp Shooby Dooby Bomp), con la que se cerró el concierto y en la que tomó parte Jonah Tolchin, que hizo las veces minutos antes de telonero, un músico que se nutre del folk, a veces intimista y otras atravesado por un tono blues arrastrado.
La sensación que transmitió la actuación de Chuck Prophet es la de haber disfrutado de un apetitoso, pero corto, aperitivo que en ningún momento logró la sensación de crear un feedback con los asistentes y que multiplicó la natural distancia entre público y músicos, algo achacable exclusivamente a los problemas ya comentados derivados del entorno, que todo indica que nos privó de un suculento festín musical.
Kepa Arbizu
Fotografía: Esti Olabarri