La Perra Blanco: “Get It Out”


Por: Kepa Arbizu 

Nada resulta tan favorecedor para la salud de cualquier panorama artístico que estar en constante regeneración gracias a la aparición de nuevos moradores en su ecosistema. El ámbito musical expresado en nuestras fronteras, y más concretamente el circunscrito al rock and roll, ha recibido recientemente una de esas presencias llamadas a espolear su estructura. La culpable de esa sacudida sísmica ha sido una joven procedente de La Línea de la Concepción llamada Alba Blanco, que tras su canino y furioso apodo de su proyecto, La Perra Blanco, ha irrumpido con la fogosidad y el ímpetu asociada a su edad pero con trazas en el manejo del género dignas de la solvencia de una curtida compositora. Sin ánimo de menoscabar sus grabaciones, de nivel ejemplar, se ha tratado especialmente de una puesta en escena incendiaria lo que ha contribuido decisivamente a señalar su protagonismo, tanto es así que incluso ha logrado la siempre esquiva tarea de prender la curiosidad en un público desconocedor de su existencia, intrigado en desvelar el nombre de aquella mujer capaz de expresarse con tal virulenta destreza sobre las tablas. 

Cuatro discos previos -de diversa extensión- al lanzamiento de este “Get It Out” que si, por un lado han servido para enaltecer su condición musculosa, al mismo tiempo le han granjeado la seguridad y estabilidad suficiente en ese terreno como para decidirse a deslizar su paso hacia nuevas latitudes, por lo que su actual trabajo asume también el papel, interpretado con majestuosidad, como culmen de un desarrollo que desemboca en una identidad perfilada por más vértices. Un recorrido asfaltado con el ánimo interpretativo que les concede ser un trío pero que no ha dudado en acicalar su presente grabación con ciertos elementos encomendados a facilitar ese tránsito hacia otros campos estilísticos, un logro completado por la formación en compañía de la mano experta en las labores de producción de Mike Mariconda, quien aporta la veteranía necesaria para iluminar el sendero óptimo para alcanzar dicha propuesta. 

Ser mujer y joven no son variables que precisamente faciliten el discurrir por el mundo creativo, y no ser sensible a esa realidad sólo puede significar un interesado ejercicio de ceguera, por lo que inaugurar este álbum con un titulo como "Treat Me (Like a Man Should Do)" es toda una declaración de intenciones que, si bien es enunciada desde una formulación basada en experiencias propias, definición extensible a la naturaleza de estas composiciones, no impide interpretarla en clave de empoderamiento colectivo. Y nada mejor para derribar el dique que se yergue entorno a las mentes apoltronados que utilizar como ariete el rhythm and blues, categoría especialmente significativa a lo largo del repertorio y que en este caso se presentará bajo una insinuante intensidad, aceptando el legado de LaVern Baker o Koko Taylor, perfectamente escoltada por la presencia -reiterada en diversos instantes- de unos teclados pulsados por Nelo Alfonso  que facilitarán, con su profundidad y colorido, acometer nuevos espacios sonoros. Versatilidad que será aplicable igualmente a unas facultades vocales que elegirán acentos diversos con el fin de dotar a cada uno de los temas de su propio campo emocional. 

Constituido este trabajo en no pocas ocasiones como un mapa sentimental emborronado de desencuentros, dicha aflicción será descifrada a través de múltiples puntos de vista, tantos como los capaces de habitar en la superficieque abarca desde el dinámico y salvaje “So Blue and So Sad”, cantada con verbo trepidante, hasta una “Don't Break My Heart” que recupera una desazón juvenil que suena tanto a los Reigning Sound más delicados como a la épica melódica de las Ronettes, exaltación del llanto impulsado por una sección de cuerdas que inciden en ese paisaje más melancólico que tomará su continuación en una más “popera”, en su manifestación bajo el membrete de la Motown, que parce recoger el ánimo de aquella Leslie Gore decidida a llorar si así lo creía conveniente en su propia fiesta. En contraposición a ese contexto surgirá una orgánica y terrosa “Why Don't You Love Me”, donde la sección rítmica, y especialmente el golpeó sobre el contrabajo, funciona cual latidos tribales, o el desafiante y humeante tema homónimo, descarga enérgica embebida del añejo pero imperecedero quejido exhalado por Big Maybelle

“Get It Out” tiene su naturaleza en la inmersión en las raíces que propiciaron con su evolución el nacimiento de ese género desaforado llamado rock and roll. Por eso no es de extrañar que “Came Back Home”, y ese camino empedrado que nos lleva de vuelta al paisaje que una vez dejamos atrás, no tome partido tanto por furibundos ilustres como Little Richard o Jerry Lee Lewis -a pesar de contar con la cruda garganta de Calos Tarque como invitada- y fije su atención en esos pioneros, llámense Fats Domino o Lloyd Price, que hicieron de eslabón de enganche entre la herencia afroamericana y su rebelde vástago. Pero la vindicación más explícita hacia esos vetustas ritmos llega con el cierre, “Starry Night”, que en clave de blues del Delta es la visibilización de que toda esa electricidad y mensaje airado tuvo su germen en aquel lenguaje que se inventaron los esclavos como único subterfugio con el que poder plasmar sus penas. 

Más allá de las incompensables cualidades musicales que contiene este disco, no es exagerado asignarle ese carácter seminal que en su momento tuvo para la compositora andaluza el descubrimiento de aquellas escuetas -en número- referencias que le mostraban a una mujer expresarse a través de una guitarra eléctrica. Observar la pericia de La Perro Blanco, ya sea sobre el escenario o en un trabajo tan indiscutiblemente redondo como éste, debería servir para que muchas de sus congéneres encontraran la motivación suficiente para dejar de ser sólo espectadoras y convertirse en protagonistas. La gaditana ha hecho su parte de la labor de manera sobresaliente, ofreciendo un trabajo capaz de no dejar elemento en pie a su paso pero también de administrar delicadeza, porque como la vida misma, las situaciones, hasta aquellas que lucen similares, pueden ser interpretadas bajo constantes diferentes, y es que incluso el fuego puede servir para prender una llama incontrolable o ejercer de cálido refugio .