Ilegales, el rock como ejercicio de arrogancia


Sala La Riviera, Madrid. Viernes 9 de mayo del 2025. 

Por: Javier González. Fotos: Estefanía Romero.

Eran algo más de las nueve de la noche cuando las luces de La Riviera se apagaron, señal inequívoca de que el espectáculo estaba a punto de comenzar. En ese preciso instante, las miradas se giraron al escenario, ligeramente iluminado y cubierto por una fina capa de humo tras la que comenzaron a atisbarse las sombras de Toni Tamargo, Jaime Beláustegui, Willy Vijande y Jorge Martínez. Engalanados con ropajes oscuros, sencillos a la par que elegantes, imponiendo respeto instantáneo con su aura digna de una peligrosa banda de atracadores del Este de Europa. Rictus serio, pose altiva y arrogante, algo propio de quien sabe de su grandeza, de aquel que no venía a especular ni a hacer prisioneros. Arrancaron y terminaron sin concesiones, como llevan haciendo toda la vida. A degüello. Demostrando otra vez que no existe en el panorama estatal una banda con el discurso, prestancia, lucidez y eficiencia técnica que atesoran Ilegales hoy día.

Sonaron en todo momento compactos, moviéndose con soltura entre el perfil del fino estilismo y la crudeza de un duro fajador curtido en la mina. Sabiendo cómo parecer elegantes, certeros y macarras. Tres en uno. Intercambiando una cuidada selección de clásicos por novedades, a través de esa línea cronológica que nos guía desde una Europa ya extinta hasta la ansiedad propia de este siglo XXI que tan macabramente hemos dejado que nos construyan las élites. Apelando a los héroes anónimos y barriales, a desprotegidos que luchaban en la calle por sus derechos, defendiéndose con el único argumento que les brindaban sus puños de aquellas leyes que menguaban derechos, haciendo de la calle barricada mientras sembraban el terror policial. Igualito que ahora donde la queja se hace tras una pantalla al calor del hogar. Hablando de una España cruda y peligrosa donde orgullosos sindicalistas practicaban huelgas, ajenos a privilegios y gambas burguesas con sabor a traición de clase. Huyendo de lo políticamente correcto y de las pleitesías. Ahí estaban los asturianos, mirada al frente y verbo incendiario, el más capaz de este nuestro rock para hacer enardecer al público como volvieron a mostrar el pasado viernes. 

Nos invitaron a adentrarnos “Al Fondo de la Noche” y a compartir trinchera con “Chicos Pálidos para la Máquina”; presentaron su “Joven y Arrogante” y nos hicieron sacar los puños al viento mientras hacíamos nuestra “Juventud, Egolatría”, así hasta un total de más de treinta canciones que sonaron sin apenas pausa durante la hora y cuarenta minutos que estuvieron sobre las tablas. 

No tardó demasiado Jorge, quien lucía una elegantísima camisa negra. en acercarse al micrófono para dar las buenas noches “a la vieja guardia” y avisar a los nuevos invitados a la ceremonia para que “no se asustaran demasiado” ante el espectáculo que iban a presenciar; hizo bien, puesto que en esta ocasión llamaba la atención un nutrido grupo de adolescentes y familias al completo que con sana expectación se acercaron hasta las orillas del Manzanares para ver a estos veteranos de guerra, mostrando que el discurso Ilegal sigue calando hondo en las nuevas generaciones de disidentes. 

En lo tocante al repertorio, cabe destacar la inclusión de alguna que otra novedad más como “El Face”, “Moloko”, muestra de las querencias mods de Jorge, y “Es Ansiedad”. En las tres debemos mencionar la finura mostrada a las seis cuerdas por el benjamín de la banda, Toni Tamargo, quien en esta gira ha dado un paso más en lo tocante a sus responsabilidades, puesto que está mucho más presente en cuanto a visibilidad se refiere en las canciones y hasta se atreve a hacerse cargo en solitario de las guitarras en algún tema, cosa realmente reseñable cuando compartes banda con un tipo tan meticuloso con la instrumentación como Jorge.

Evidentemente no faltaron temas míticos de Ilegales esperados por todos como el celebradísimo “Hola, Mamoncete”, la tan añorada conflictividad laboral narrada en “El Norte está Lleno de Frío” o “Enamorados de Varsovia”, siempre capaz de helar el alma; “Eres una Puta”, divertida en su incorrección, la orgullosa “Todo lo que Digáis que Somos”, “Yo soy quien espía los juegos de los Niños”, “Tiempos Nuevos, Tiempos Salvajes”, “Problema Sexual”, donde aprovechó para presentar a los miembros de la banda, “Dextroanfetamina”, “Caramelos Podridos” o “Ella Saltó por la Ventana”, intercalados con sorpresas mayúsculas como la inclusión en el set list de regalazos como la áspera revisión de “Revuelta Juvenil en Mongolia”, la más habitual y profética “Europa ha Muerto” y la media interpretación minimalista que nos regalaron de una “África Paga” con cuya apertura acabaron la primera tanda y a la vez arrancaron un bis donde el mayor protagonismo recayó en su álbum “Agotados de Esperar el Fin”, canción homónima con la que continuaron a la que siguieron otras como “Quiero ser Millonario”, “Destruye”, una genial “Hombre Blanco”, donde Jorge se acercó al micrófono para soltar un acertado: “Hay un hombre blanco en un casa blanca que es un blanco perfecto”, ingenioso juego de palabras que parece tener un destinatario muy claro y evidente, antes de cerrar una noche para el disfrute con la colosal interpretación de “Soy un Macarra”, donde destacó el duelo guitarrero entre Jorge y Toni, buscando los matices entre la percusión de Jaime y el mítico bajo del implacable Willy

Tras ella llegó el momento de la habitual foto de familia y el saludo sincero y agradecido de la banda al público madrileño, quien generoso les brindó una rotunda y calurosa ovación, sabedores de que Ilegales bien la merecían. Y no solo por el espectáculo, derroche de actitud y fuerza brindado durante la velada, sino también por la línea general de una trayectoria, en ocasiones errática, que tiene muchos más momentos notables que borrones en su haber. Su grandeza siempre estuvo por encima de la repercusión que tuvieron, qué duda cabe. Es más, seamos francos sin temor a equivocarnos: Ilegales representan las más altas cotas de nuestra nobleza roquera, sus letras fueron visionarias y hoy día siguen más vigentes que nunca. Por favor, que nadie trate de compararlos en directo con los grupos que hoy pasean palmito mimetizando carteles por la mayoría de los festivales. Los asturianos se los meriendan con una mano atada a la espalda. Cuando comience la revolución no lo dude, búsquenos en el bando del gran Jorge Martínez. Porque tanto la vida como el rock deben ser actos de arrogancia no aptos para tibios de espíritu.