Por: Javier González.
Fotos: Javier de la Rosa.
Volvían Amaral a Madrid para presentar el enésimo trabajo de su discografía, “Dolce Vita”. Una ciudad con la que Eva y Juan siempre han tenido una relación especial, no en vano, fue aquí donde desembarcaron casi treinta años atrás para buscar su oportunidad en las salas de pequeño y mediano aforo de la capital. Noche tras noche picando piedra ante reducidas audiencias a las que fueron sabiendo ganarse por la calidad y sinceridad de un directo del que volvieron a hacer gala la noche del pasado sábado para disfrute de las más de 15.000 almas que atestábamos el Movistar Arena.
Pasadas las 20:30 horas el enorme recinto quedó sumido en la más profunda oscuridad, instantes antes de que la voz en off de Eva nos invitara a recordarla “viviendo “La Dolce Vita” porque eso es algo que nadie nos podrá arrebatar”, atacando a continuación el tema titular del nuevo disco. Dando pistoletazo de salida a una noche plagada de emociones donde nos regalaron más de dos horas de buena música en las que interpretaron hasta un total de treinta temas escrupulosamente seleccionados, intercambiando clásicos por novedades, entre los cuales estaban la totalidad de canciones de esta última colección recién salida del horno, algo que muestra muy a las claras la confianza que el dúo tiene en las mismas.
Por momentos convirtieron el recinto en un karaoke colectivo como ocurrió al sonar las primeras notas de “Toda la noche en la calle”, invitando al respetable a cantar a pleno pulmón, demostrando que sus canciones son desde hace tiempo parte de la banda sonora original de nuestra vida, logrando traer antiguas imágenes a la memoria y erizar nuestro vello a través de una rotunda energía que fluía en viaje de ida y vuelta desde el escenario, traspasando a la propia Eva, de lo más locuaz, agradecida y reivindicativa toda la noche, cuya imperial figura se percibía a través de las pantallas con un semblante realmente emocionado en el rostro cada vez que entre tema y tema se dirigía al público.
También tomó la palabra Juan Aguirre quien nos contó la historia de la primera vez que tocaron “Tardes” en una pequeña sala madrileña cuyo aforo estaba reducido a la presencia de tan solo un espectador, el cual estamos seguros que no habrá olvidado aquel regalo que hoy nos parecería imposible, antes de interpretarla arropado únicamente con la compañía de guitarra y voz.
Como hemos apuntado anteriormente, hubo momentos para todo, desde la reivindicación que encierran novísimas como “Rompehielos” y “Podría haber sido yo”, con guiño incluido a Víctor Jara, y también para rescatar el amor romántico de himnos como “Kamikaze”, “Moriría por vos”, “Cómo hablar” y “Resurrección”, todas ellas elevadas en su categoría merced a una cuidada escenografía y a la calidad de unas proyecciones trabajadas al extremo, dando grandeza y sentido de unidad a un espectáculo que va más allá de los puramente musical, haciendo de la experiencia que supone ver actualmente a Amaral en directo algo que trasciende cualquier expectativa previa.
Se despidieron brevemente con “Los Demonios del Fuego”, antes de que Juan y Eva regresaran solos al escenario para regalarnos una minimalista interpretación de “Sin ti no soy nada”, donde las principales cualidades del dúo brillaron con luz propia. Una letra plena de belleza y desgarro, interpretada con maestría por parte de Eva, elevada en su potente chorro de voz y haciéndonos sentir la punzada en el estómago con ese inconfundible falsete, mientras de fondo el maestro Aguirre dibujaba acertados arpegios en otra de las canciones estrella de la banda con la que nos hicieron quitarnos años de encima para sentirnos de nuevo adolescentes y recordar los veranos en que les seguíamos por media España haciendo kilómetros. Ya fuera en Madrid, Talavera de la Reina o Jerez de la Frontera en aquel mítico Espárrago Rock del año 2002, allí nos tenían siguiendo su estela.
Prosiguieron este primer bis con “La Suerte”, con una letra que habla de “ascensiones y caídas”, algo que también agradecieron al respetable durante la velada el “haberlos acompañado siempre” en las buenas y mala. Hubo tiempo de escuchar “No lo entiendo”, “Hacia lo salvaje”, una intensa “Revolución”, donde Eva enarboló la bandera que casi dos siglos atrás pintó Delacroix en su “Libertad guiando al pueblo”, dando por concluida esta tanda con “Hasta que la música se acabe”, volviendo a desaparecer momentáneamente ante la expectación por el cierre definitivo que es habitual en estos casos.
Acometieron la última tanda compuesta por “Pájaros”, “Salir corriendo”, donde visibilizaron la violencia machista que por desgracia afectó a una amiga de la banda; momentos antes de que el público se volviera literalmente loco con “Marta, Sebas, Guille y los demás”; sabedores que llegaba el final celebramos la melancolía de “El universo sobre mí” y dijimos adiós con el pop imbatible, elegante y de letra afinadísima que encierra “Ahí estás”.
Aplaudimos a rabiar a Eva y Juan, también, por supuestísimo, a la excelente banda que los acompaña y a todo su staff técnico. Agradecimos no solo las más de dos horas de pleno disfrute que nos había regalado sino también la trayectoria profesional y vital de dos zaragozanos que, pese a haber abandonado los pequeños recintos hace ya muchos años, jamás dejaron atrás el espíritu de aquellos jóvenes soñadores que traían su maleta cargada de sueños, guitarras acústicas y Rickenbacker. Su desempeño, actitud y cercanía sigue emocionando, casi tanto como pensar que las suyas son canciones de las que todo artista desea firmar. De esas que te acompañan toda una vida impulsadas al compás del Cierzo.