Festival Huercasa: Celebrando años a contracorriente


Riaza, Segovia. Del 18 al 20 de julio del 2025. 

Texto y fotografías: Àlex Fraile. 

Llega el verano y con él los festivales. Visto con rigor, se podría usar el singular ya que de un tiempo a esta parte muchos han dejado de luchar, inmersos en esa legítima visión de no complicarse la vida. “¿Qué necesidad habría?” parece repetirse cualquier promotor de turno en cualquier rincón de nuestra geografía. Basta con seguir la rueda y subirse al caballo ganador. Apostar por los mismos grupos y punto.

A todo ello hay que sumarle una fiebre que llegó para arrasar con todo. Ya lo avisó Nando Cruz en su fantástico libro "Macrofestivales: El agujero negro de los festivales". “Los macrofestivales no son oasis del mundo, sino la boca del mundo”, señalaba incluso en alguna entrevista haciendo hincapié en el hecho de que nuestra mirada crítica desaparece cuando lo estamos pasando bien. Cada cual tendrá su opinión, pero lo cierto es que los grandes festivales son como las fiestas patronales de épocas de bonanza donde cualquier ciudad o pueblo destinaba su presupuesto – real o imaginario – en contratar al artista de moda todo fuese para no ser menos que el vecino de turno, al más puro estilo: y yo más.

Afortunadamente no todo el mundo se pliega a las reglas del juego o busca el éxito económico por encima de cualquier otro factor. Así en una aldea bucólica segoviana conocida como Riaza un grupo de irreductibles soñadores siguen luchando contra las máquinas depredadoras del capitalismo, apostando por música de calidad con sabor a country y americana, cuidando los detalles, con honestidad y respetando el entorno rural. 

El Huercasa Country Festival demuestra que se puede vivir a contracorriente, sin alardes, acorde a sus posibilidades, promoviendo un turismo sostenible y de paso demostrando que la música americana sigue de moda. Pocos festivales pueden presumir de cumplir su décimo aniversario sin renunciar a sus principios. A lo largo de estos años por Riaza han desfilado abanderados del género como la mismísima Emmylou Harris junto a Rodney Crowell; Steve Earle; John Hiatt; Los Lobos; Nikki Lane; The Long Riders; Will Hoge; Hayes Carll; Ashley Campbell o más recientemente The Wild Feathers; Eilen Jewell; The Wonder Women of Country o los añorados GospelbeacH.

Este año el Huercasa estaba de celebración y el cartel no defraudó con leyendas del alt-country como los referenciales Son Volt o los siempre adorados por estas tierras, The Jayhawks. Como festival de proximidad que se precia, el Huercasa no descuidó al producto nacional contando con artistas de la talla de la magnética Jodie Cash; Twanguero o Germán Salto, acompañado para esta ocasión especial por su Country Thunder Revue.

A pesar de cuidar los detalles y evitar que los artistas se solapen en diversos escenarios, no fue posible acudir a todos los conciertos. ¿La culpa? Un poco de todo: cuestiones logísticas; contingencias de última hora o los estragos del calor castellano. Dicho esto, y pidiendo disculpas de antemano, aquí va un resumen incompleto del festival. 

Viernes 18 de julio

 La jornada comenzó a las cinco de la tarde bajo un sol de justicia sobre las tablas del Harvest. ¿Existe un escenario con nombre más hermoso y acertado que este? Sobra la respuesta. Fuese como fuese. No pudimos acudir al concierto de la catalana Jodie Cash, uno de los momentos más esperados de esta edición. Una artista rebosante de clase que bien podría haber nacido donde hubiese querido. No dejaría de brillar, como seguramente brillaron las canciones de su flamante nuevo disco: "My Senses". Un trabajo que transita por distintos territorios, ya sea el country, el bluegrass o el rock. Un buen ejemplo, como demuestra el propio festival con uno de sus carteles más eclécticos, que la música trasciende fronteras.

Al acercarse al campo de fútbol de Riaza y escuchar de fondo la música de los californianos Color Green uno bien podría pensar que se había equivocado de lugar. Todo lo contrario. El Huercasa – en contra de lo que puedan pensar o desear los puristas – no se limita a la música country. Vivimos en un mundo ya bastante encorsetado cómo para limitar la música a un género musical. Así lo demostró el combo americano con su combinación de sonidos psicodélicos, folkies o rockeros. Una manera estupenda de adentrarse en el universo Huercasa, ahí donde el buen rollo y la felicidad tienen cabida.

El sol amagaba con esconderse cuando pisaron las tablas Jason Scott & The High Heat para demostrar que el country actual no entiende de patrones. Los de Oklahoma presentaron "American Grin", su último disco sin olvidarse de rescatar joyas del pasado como "Quittin’ Time" o "In the Offing". En esos momentos resultaba imposible no mover los pies, ajustarse el sombrero vaquero y sonreír mientras sobrevolaba el recuerdo de un tal Tom Petty. No serían los únicos en hacer guiño velado o disimulado al genio de Gainesville.

Tras reponer fuerzas y comer sano – otra de las ventajas de este festival – llegó el momento esperado por la gran mayoría de los asistentes. La demostración de que las rupturas por mucho que sean dolorosas no tienen porque ser para peor. De todos es sabido la historia de Jeff y Jay dos amigos unidos por aficiones y gustos musicales que dieron forma a una de las bandas icónicas y fundamentales de este subgénero que llegó a denominarse la americana. De las cenizas de Uncle Tupelo – otro nombre simple y poético por igual – surgieron Wilco y Son Volt. Lo fácil, al menos visto la trayectoria mediática de unos y otros, sería decir que Tweedy era el alumno aventajado. Personalmente, y disculpas por la licencia, tengo dudas. Farrar demostró con el primer álbum de Son Volt que era capaz de seguir brillando sin su amigo. Ambos sacaron discos prácticamente a la par y el "Trace" de Son Volt nada tiene que envidiar a "A.M." Todo lo contrario, se mire por dónde se mire Trace es una obra maestra.

Con semejantes credenciales y con el recuerdo siempre latente e imborrable de Uncle Tupelo, verdaderos padres del country alternativo, apareció por Riaza la figura de Farrar al frente de Son Volt. El tiempo pareció detenerse mientras repasaban su discografía y desgranaban canciones actuales como la adictiva "Sometimes You’ve Got to Stop Chasing Rainbows", con la que abrieron su concierto o joyas del pasado como "The Picture" o "Cherokee St". Sin embargo, y no podía ser menos al cumplirse treinta años de su lanzamiento, el repertorio giró en torno al imprescindible "Trace". Así entre otros sonaron clásicos como "Out of the Picture", "Ten Seconds News" o la hermosa y sincera "Tear Stained Eye" donde Farrar cantaba esos versos ya clásicos de: “Desecha las malas noticias y déjalas descansar / Si aprender es vivir, y la verdad es un estado mental / Descubrirás que es mejor al final del camino / ¿Puedes negar que no hay nada más grande?”.

El concierto llegaba a su final y una brisa castellana sobrevoló Riaza congelando las almas y estremeciendo al más pintado al son de temas crepusculares como "Drown", "Route" o una eterna "Windfall" con la que empezó esa preciosa aventura llamada Son Volt. Pues eso. “Que el viento se lleve tus problemas / Que el viento se lleve tus problemas”. Los conciertos no son una mera sucesión de canciones, son experiencias, emociones capturadas en la memoria colectiva que por arte de magia sobrevuelan a la mínima señal. Todo esto fue el show de Son Volt y había tiempo para una última sorpresa. Cerrando los ojos toda la explanada creyó soñar al escuchar esa maravilla de Tom Petty que es "American Girl". A buen seguro que cada uno vivió el concierto a su manera, pero desde luego supo a poco y crucemos los dedos para que los amigos de Heart of Gold traigan de nuevo por aquí a esta banda referencial. Lo fácil es ser de Wilco. Lo sabio es no olvidar a Son Volt.

No es plan de ir de esnob y negarse a declarar el triunfador de esta primera jornada. Por decisión unánime a buen seguro que este fue Myron Elkins. Un jovencito de veintitrés años que canta como si llevará toda la vida en la carretera. Ya lo decía él mismo en una reciente entrevista para Ruta 66: “Solo quiero que las canciones suenen como si tuvieran polvo encima. Como si ya hubieran vivido algo”. Misión cumplida. Sus canciones suenan vividas, verdaderas. A pesar de su corta edad volvía a España para cerrar la primera noche del Huercasa con un nuevo trabajo bajo el brazo: "Nostalgia for Sale". Su música sonó a pasado, a presente, a futuro. Myron bebe de viejas fuentes como el soul, el country, el rock o el blues sin dejar de sonar fresco y potente. El futuro está en sus manos y no va dejar pasar la oportunidad de triunfar como lo hicieron antes músicos con alma soul, convertidos estandartes de la americana como Nathaniel Rateliff. Bajo una fresca noche segoviana desplegó guitarrazos de esos que arañan y sobrecogen y nos recordó que la honestidad no es una palabra en desuso. Apunten su nombre: Myron Elkins. ¡No va dejar de crecer, quién avisa no es traidor! Pasan los días y su actuación sigue revoleteando en nuestras cabezas como esa polvorienta balada que es "Wrong Side of the River". 

Llegó el momento de volver a casa y recargar fuerzas. ¿Despertaríamos sabiendo bailar? 

Sábado 19 de julio

El Huercasa, por mucho que vaya a contracorriente, también tiene sus propias reglas y la principal no es otra que acudir a la Plaza Mayor a tomar el aperitivo, saludar a los amigos de siempre y comprobar si obró el milagro. No hubo suerte, pero ahí estaban ellas y ellos dispuestos a demostrar sus dotes en la Country Dance Line. La mayoría de las personas hicieron los deberes y se animaron a bailar sin perjuicios, sin rubor. Bien hecho. El Huercasa es un festival diferente. El protagonismo es compartido, a Riaza se va escuchar y a bailar. La plaza palpita a la hora del aperitivo y quién haya asistido a alguna de sus ediciones sabrá que ese momento es mágico. Reina el espíritu festivo, el buen rollo y un sabor a americana se impregna de todo el pueblo, para siempre.

Llega la hora de comer. Las opciones son enormes, pero investiguen por ahí. La magia continúa en las terrazas de cualquier hogar, a la vuelta de la esquina, prestos a sorprender. Por cuestiones de fuerza mayor, no pudimos acudir a las actuaciones de los barceloneses The Barroom Buddies, de Back to the Hills que sorprendieron según parece la fabulosa versión que se marcaron del "Everybody Knows This Is Nowhere" del tito Young. Tampoco llegamos a tiempo para ver al murciano Al Dual abrir el escenario principal con su despliegue de rock and roll clásico, blues primitivo e incluso swing. De todo corazón, disculpa a los tres por el desplante.

Germán Salto, fiel amigo del festival, no quiso perderse este décimo aniversario y subió al escenario elegantemente vestido para la ocasión y rodeado de una super banda, su Country Thunder Revue. Tiró de galones y de músicos mayúsculos como Manu Garaizabal o Ricky Lavado – por mencionar algunos – para atestiguar que sigue estando en lo más alto del escalafón nacional de la americana con el permiso de otro viejo conocido como Quique González. Desplegaron melodías bañadas en pedal steel, mandolinas, banjos, violines y certeras percusiones. Durante una hora Riaza pareció asemejarse a Laurel Canyon. Salto repasó viejas canciones y nos abrió el apetito de su nuevo disco. Uno de los trabajos más esperados por la parroquia durante los próximos meses. Capricho del destino dieron por finalizado su sobrio y certero bolo con una maravillosa versión del "Monday" de Wilco. 

Sin tiempo para el respiro llegó uno de los momentos más esperados de esta edición. La puesta en escena y presentación en España del último trabajo de Rob Leines: "Headcase". Un disco concebido tras una extensa gira y que captura la vitalidad del directo. Un directo que es sin duda la principal baza de Leines, mejor dicho, de Roberto. Desde ahora será conocido por su nombre español. Bastaron unas cuantas canciones y grandes dosis de personalidad para que todas las miradas se fijasen sobre el escenario. Pertrechado de su guitarra y acompañado solamente por un bajista y un tremendo baterista la liaron parda como suele decirse, desplegando un sonido puro, poderoso, eléctricamente enérgico y repleto de dosis de rock sureño. Ya lo dice en la canción homónima de su último trabajo: “Hoy me encontré cara a cara con el asfalto / Derramé mi cerebro por todo ese sucio lugar”. Pues eso desde que Leines abandonase su trabajo de soldador para lanzarse a la carreta despliega puro músculo rockero y una vitalidad contagiosa. Esto, junto a sus poderos zapatazos de rock sureño, fue lo que provocó que abandonase el escenario en olor de multitudes y al son de un grito de guerra: ¡Roberto, Roberto, Roberto! ¿Devoción por el artista o vacile? Visto lo visto, más lo primero que lo segundo, aunque Leines no es solo Leines. Sabe rodearse de músicos rebosantes de intensidad que logran que la atención se reparta en tres. 

El Huercasa no podía soplar las velas sin invitar a su principal padrino, los mismísimos Jayhawks. Sin lugar dudas una de las bandas de americana con más predicamento en este país, tal como demostró la gran afluencia de público a la jornada del sábado. Los de Minneapolis habituados al frío que a esas horas de la noche ya empezaba a sobrevolar el campo de fútbol de Riaza desplegaron sus melodías cálidas, pero en honor a la verdad – aunque duela decirlo – sonaron descafeinados y un tanto desganados con un Gary Louris más empeñado en recalcar a cada oportunidad que está enamorado. Por estos lares a los Jayhawks se les perdona todo pero cierto es que no tuvieron su noche y su actuación estuvo lejos de la magia desplegada en anteriores visitas. Eso sí – ventajas de contar con una discografía excelsa – salvaron el expediente gracias a temas atemporales como "Tampa to Tulsa" o la propia "Blue". Esperemos que vuelvan pronto y con más ganas. Seguramente cosas que pasan cuando uno juega en casa y piensa tener la victoria amarrada. 

Tras esta pequeña decepción llegó el turno de The War and Treaty, encargados de cerrar esta edición del Huercasa. La pareja artística conformada por Tanya y Michael Trotter se encuentra de dulce como demostraron en Riaza. Sus exuberantes voces combinan con un colorido paisaje musical compuesto por suaves ondas de soul, country e incluso rock puro. Su música rebosa alegría y mística. El concierto transitó por el sendero de la espiritualidad, una fantástica manera de ejemplificar como la música trasciende fronteras.

Así terminó una edición muy especial de Huercasa, un festival único que sigue dispuesto a luchar contracorriente contra el sin sentido y lo pasajero. Mientras tanto la familia de Huercasa gracias al buen hacer y criterio de Heart of Gold siguen a lo suyo. Apostando por la calidad, por música rebosante de alma, anteponiendo intereses comerciales y velando por la sostenibilidad. Un festival para disfrutar a sorbitos, en familia y en un entorno rural envidiable. Más no se puede pedir. Bueno sí, que sigan en la brecha. ¡Nos vemos el próximo año!