Por: J.J. Caballero.
Se dice que los North Mississippi Allstars son unos clásicos del nuevo blues, el contemporáneo y tan apegado a la tradición como imbuido de vientos frescos de diversas procedencias geográficas. Sin embargo, llevan apenas 25 años en activo, lo cual tampoco los convierte en unos advenedizos, y durante ese tiempo han facturado discos con especial hincapié en el groove implícito y a veces obviado que se le supone a dicha adscripción sonora. Desde que sorprendieran al mundo con su conocimiento profundo de las raíces pantanosas y los rasgueos arrastrados de los patriarcas, profundamente pegados a la raíz, han ido basculando y añadiendo especias a su concepto hasta casi revisionar en este “Still shakin’” aquel majestuoso “Short hands with shorty” con el que debutaron.
Un disco el actual bastante alejado de la frondosa naturaleza del delta y orientado hacia el área norte en el que el gran Luther Dickinson vuelve a lucirse a la guitarra y coproduce con su hermano Cody (uno de los mejores baterías que puedan escucharse en directo, más allá de géneros) suaves piezas de psicodelia fina como “Don’t let the devil ride”, a la que se suma el ilustre Joey Williams. No es la única ocasión en que cuentan con aliados de renombre, pues aparecen en los créditos el bajo de Grahame Lesh (hijo de Phil Lesh, uno de los miembros fundadores de los mismísimos Grateful Dead) y la pericia de Robert Kimbrough –sí, el vástago aventajado de Junior- en “Stay all night”, que junto a “John Henry” forman el lote folkie.
Para que todo cuadre aún más, meten en el estudio al que fuera segundo guitarrista de la banda, Dwayne Burnside, de cuyo progenitor ya pueden imaginar el nombre, para dotar de mayor profundidad rítmica a una joya titulada “Poor boy”, regrabada para la ocasión –sólo aparecía hasta ahora como bonus track en la edición europea del grandioso “Electric blue watermelon”- y elevándola a la categoría de obra de arte de lo que podríamos llamar hill country blues, otra de las subdivisiones que si quisiéramos podríamos reservar para la magia de artistas de su talento.
No acaban ahí las cúspides del álbum, si tenemos en cuenta que además de modernizar a Robert Johnson en una fabulosa cover de “Preachin blues” añaden rarezas de cosecha propia y resultados sorprendentes, y sólo hay que escuchar “Monomyth (Folk hero’s last ride)” para darse cuenta de que a estas alturas, y aunque no lo parezca, aún pueden quedar cosas por inventar.
Las maravillosas voces de Shontelle y Sharisse Norman, compartiendo protagonismo al micrófono con los hermanitos, son otro plus de incalculable valor en un disco lujoso y expansivo, donde el Memphis soul se marida con el jazz y se enfanga con el funk en un charco de incierta profundidad. El resultado de la aventura, no obstante, es plenamente satisfactorio.