Chico Jorge: “Escribo desde el refugio pero mirando por la ventana”


Por: Gemma Ruiz Ansó. 
Fotografía: María Pol.

Muchos lo conocen ya por los acordes de su guitarra en el panorama más destacado del indie nacional, en bandas como Sidonie o Alizzz, pero hoy vamos a descubrirle por su voz. Charlamos con Jordi Bastida, ya conocido como Chico Jorge, sobre el lanzamiento de "Uno de esos días", su primer disco largo. Un disco en el que habla del amor en todas sus facetas y que pretende ser un “abrazo para la humanidad”. Así lo ha definido su propio autor y esto es lo que nos cuenta sobre todo el proceso que ha vivido hasta que ha visto la luz. 

Este es tu primer largo en solitario… ¿Cómo te enfrentaste al vértigo de empezar de cero? 

Chico Jorge: En realidad, es como toda una cadena consecuente, porque yo venía yo tengo un EP publicado y, por el medio, dos singles. Entonces, esto me motivó a hacer un disco.

Sabía que si quería seguir adelante con el proyecto, tenía que preparar un disco. Claro que da vértigo pero me lo he currado tanto… He estado tres años haciéndolo. Y bueno, he pasado por muchos sitios; al principio coqueteé un poquito con la psicodelia blur tame impala pero me di cuenta de que no era el camino. Justo hice una que dije, “esta es la onda” y a partir de ahí, fue como una explosión, vino una detrás de otra. 

He tardado mucho porque me lo he grabado todo en casa. Tengo un pequeño estudio y esto me ha permitido investigar y experimentar mogollón. Es un arma de doble filo, ¿no? porque, de repente, siendo compositor, músico y productor a la vez es súper complicado porque es muy difícil tomar decisiones, Y, en este caso, pues me he liado con el tiempo y me lo he tomado con calma haciéndolo hasta que he tenido resultados. 

¿Qué te empujó a dar el paso y firmar este disco como Chico Jorge? ¿Por qué Chico Jorge?, de dónde surge… 

Chico Jorge: Bueno, tuve un intento de banda, lo que pasa es que salió fatal, así que pensé, igual lo hago yo solo y yo me lo guiso y yo me lo como. Yo soy un devorador de canciones, además de músico. Soy guitarrista de Sidonie y llevo muchos años girando con gente, con otros proyectos, etc. Gracias a ello puedo tocar con otra gente de la cual aprendo y que me han animado a armar mi proyecto y a hacer mis canciones. 

El nombre de Chico Jorge surge de un fanzine que tenía de un festival de aquí de Barcelona y era precioso. Me gustaba mucho la fotografía, el texto y, sobre todo, el título; era dulce pero sonaba demasiado a brasileño. A la par, barajaba llamarme San Jorge y bueno, hice un “match” de los dos nombres y al final acabó siendo Chico Jorge. 

¿Qué diferencias sientes entre crear dentro de un grupo y hacerlo desde un proyecto completamente tuyo? 

Chico Jorge: Cuando trabajas dentro de un grupo ya hay una cosa hecha. Yo ahí también puedo ser creativo, pero se trabaja ya desde un punto, siempre hay alguien que te capitanea el barco y que te lo dirige. Cuando lo haces tú solo hay que aliarse con el tiempo y escuchar, grabar, escuchar, grabar y claro, el proceso es mucho más lento. 

Hubo un momento exacto en el que sentiste que este disco tenía que salir, que ya no podías guardártelo más? 

Chico Jorge: Sí, hubo un momento en el que de tanto experimentar ya como que lo abandonas, como que piensas que ya no le puedes sacar más jugo a esto. Y entonces, cuando ves que el conjunto de canciones tiene una verticalidad, que para mí es súper importante esto, llega ese punto de llevarlas a mezclar y a matizar a ver cómo se lanza. 

Me has comentado que este disco fue mucho a base de prueba-error en casa, que has hecho de músico, compositor, producción, etc. ¿De quién te has rodeado, con quién más has trabajado? 

Chico Jorge: Las baterías las grabó Hoss Benítez y también hice entrar en acción a un par de colegas que tocaban el bajo. Así que quise que entraran en acción a Marc Sospedra y, en otra canción, a Pedro Campos. La mezcla la hizo José Catttaneo y la masterización Jan Valls, que son gente de mi entorno muy potente. 

Y ¿qué tal el trabajo con tanta gente? 

Chico Jorge: Pues una vez más me reafirmé en que mola mucho cuando se comparte el trabajo con otra gente, cuando tienes otra cabeza al lado dándote ideas. 

Has tenido más cabezas al lado dándote ideas y aunque haya sido un trabajo contigo mismo, cuando alguien lo escucha desde fuera, como dices, pueden darte otra opinión, ¿ha habido muchos cambios? 

Chico Jorge: Es que cuando entra un músico en la ecuación cambia todo; me han abierto las canciones a lo loco. Había varias que tenía ahí encalladas y han cogido una dimensión brutal. Yo, por otro lado, hago una cosa que es compartir mucho, pero mucho, mucho (ríe). Tengo a mis “víctimas” y los comentarios que cada uno tiene siempre aportan. A mí me reafirmaba en mis ideas; lo que no les gustaba a ellos, a mí me encantaba y al revés. 

Hay un sonido ruidoso... ¿Era una búsqueda consciente? ¿Qué buscas precisamente con este toque? 

Chico Jorge: Sí, sí, tengo varios referentes como los Yo la tengo y los Sonic Youth que mezclan muy bien canciones como muy delicadas con todo el universo sonoro-ruidoso. Me enamora mucho porque siento que toda la parte del ruido es súper poético y creo que con mis canciones casa muy bien, sobre todo por las letras. Mis canciones son, aparentemente, amables pero están envenenadas en realidad, así que el ruido lo utilizo como para que sean punzantes. 

Cuando comienzas este proyecto, entiendo que lo haces desde una parte más emocional por lo que has ido contando. Tus letras hablan del amor en todas sus formas; del deseo y la distancia, del duelo y la paciencia, de perderse y volver a encontrarse… ¿Qué querías contar con este álbum?  

Chico Jorge: Sí, se habla de amor en toda su faceta pero mucho desde la tristeza aunque al fin y al cabo, creo que ha quedado un disco bastante alegre, es como que una luz tenue se escribe desde el refugio pero mirando por la ventana. 

Es un disco tranquilo aunque hay mucha tristeza, la verdad. Sobre todo, porque cuando escribo canciones, lo hago cuando estoy jodido realmente ¿sabes? y ahí arranco, ahí es donde arranco la canción. Hay una carta de amor, hay una canción sobre el amor a mi gatita difunta que es una canción sobre la muerte, hay otra canción que es de reconciliación con uno mismo, otra que es una carta de amor a mi mejor amigo, otras que son de echar de menos… Es todo como la cara poliédrica del amor, con sus pros y sus contras.


¿Te resulta difícil ser honesto cuando escribes? 

Chico Jorge: No, no, para nada, de hecho me lo tomo todo como un ejercicio de honestidad brutal, no sé escribir desde otro sitio, la verdad. 

Me comentas a quién van dedicadas tus canciones, pero ¿hay alguna canción del disco que sientas especialmente tuya, que hable especialmente de ti? 

Chico Jorge: Sí, justo la canción que le da título al disco, la de Uno de esos días. Es una canción de pedir ayuda, que ya nos cuesta muchas veces. La escribí en un momento en el que realmente sí que estaba jodido pero me sirvió precisamente para aprender eso, que se puede pedir ayuda y dejarte que la gente te quiera y te abrace. 

Para ti como artista, ¿qué significa este disco para tu evolución? 

Chico Jorge: Guau! qué buena pregunta. Sé que he hecho un paso adelante porque venía dando palos de ciego, intuyendo hacia dónde quería ir pero sin hacerlo en realidad. Yo creo que conseguí una idea y llegué a ella. 

Me has comentado antes que estás recibiendo ya ese feedback de la gente que lo está escuchando, todavía queda mucha gente por descubrirlo, ¿qué es lo que te gustaría que la gente sintiera al escuchar tu disco por primera vez?

Chico Jorge: Bueno, al final es como un abrazo, un abrazo para la humanidad. No sé, es que hablo de mí, pero en términos muy universales, creo. O, al menos, lo he intentado hacer desde ahí. Es cierto que es personal, pero es de todos también. Así que sí, quiero que lo sientan como un abrazo. No estamos solos y mola mucho más así, en comité. 

¿Sientes que el público te va a redescubrir? 

Chico Jorge: Seguramente sí porque llevo mucho tiempo sin publicar música, he estado desaparecido del mapa completamente. Hay diferencia entre lo anterior y esto, así que yo creo que sí, que me van a redescubrir y ojalá lo disfruten mucho. 

Ahora que el disco está fuera, ¿sientes alivio, vértigo o ambas cosas? 

Chico Jorge: Siento vértigo porque lo vamos a presentar ahora en Barcelona y eso ya es otro nivel, otra pantalla. Hemos arrancado ya los ensayos y está saliendo todo muy bien pero, claro, todavía no tenemos todas las entradas vendidas aunque creo que lo conseguiremos porque es una sala pequeñita. Pero siempre queda esa duda de si va a molar, si vamos a tocar bien, si le va a gustar a la gente… ¡es fuerte!. 

No queda ya nada para ese debut, ¿cómo te imaginas el salir ya y tocarlo en directo? 

Chico Jorge: Yo creo que lo vamos a disfrutar muchísimo. Ahora estamos muy obcecados en cada parte de la canción, pero una vez allí ya en el escenario vamos a salir a comernos la sala. Va a estar muy guay. Es una propuesta como muy directa y a la gente le va a sorprender. 

Mirando atrás, ¿qué le dirías al Jorge que empezaba hace años? 

Chico Jorge: Que se ponga las pilas y no se haga el dormido. Es que además de dudas, hay miedos. Nos planteamos muchas veces ¿esto mola o no mola?. Me he planteado esto demasiadas veces. Así que le diría que arranque, que tenga un poquito más de nervio y de seguridad. 

¿Y qué le dirías al Jorge que viene, el que todavía no ha escrito su siguiente disco? 

Chico Jorge: (Ríe). ¡Al que viene que no se flipe! Que igual hacemos el siguiente disco en un año en vez de en tres. Estaría bien, sí… En realidad, ya tengo canciones, no he parado de componer, tengo unas cuantas maquetadas pero hay que mirar y ver el camino. 

Si te has quedado con ganas de escucharlo, no olvides que puedes hacerlo en directo el próximo jueves 13 de noviembre en la sala Heliogàbal de Barcelona.

The Divine Comedy: "Rainy Sunday Afternoon"


Por: J.J. Caballero. 

El prestigio ganado a pulso de algunos artistas es, más allá de una carta de presentación esencial, un colchón en el que apoyarse incluso en momentos en que vengan mal dadas. La marca The Divine Comedy ha sido convenientemente avalada por su alma mater, un compositor mayúsculo y superdotado para la melodía elegante y sofisticada llamado Neil Hannon, que ha ido aumentando la grandeza de su renombre durante treinta y cinco años de lozanía sonora. 

 Ahora, después de un par de entregas más entregadas a la introspección y el conceptualismo (“Office politics” introducía sonidos hasta entonces inéditos), sigue teniendo restos y arrestos para volver al aroma añejo de los arreglos y a una intimidad complaciente y permanentemente inspirada. “Rainy Sunday afternoon” es ya desde el título una colección de temas aptos para escuchar junto a una acogedora hoguera otoñal, a los que parece invadir la falsa amenaza de la monotonía. La prolongación de una estancia gustosísima en los estudios Abbey Road durante la cual pergeñó la deliciosa banda sonora de “Wonka” y empezó a bocetar las nuevas canciones lejos de encargos y compromisos.

La inspiración vuelve a provenir del amor, a veces acentuado con el tiempo (“I want you”) o a punto de desgastarse sin remedio (“Rainy Sunday afternoon”), implicando sentimientos eternos (“All the pretty lights”) para explicar a su manera lo profundo y verdadero del amor paternal, o envolviendo el suyo propio en oscuridad y melancolía (“Invisible thread”). Todo un catálogo, otro más, de inmersión romántica no exenta de descreimiento, porque también se atreve a imaginar al ínclito Donald Trump saliendo de prisión en “Mar-a-Lago by the sea”, probablemente el tema más latino que haya escrito nunca, o reescribir pensamientos subliminales con aire surrealista en ”Down the rabbit hole”, acercándose a las partituras propias de un musical en lo que podría ser un nuevo clásico de una discografía plagada de ellos. En ese capítulo podrían acompañarla la catedralicia “The heart is a lonely hunter”. 

Tampoco renuncia, porque en la sinceridad está la belleza, a abrirse en canal contando travesías del desierto, como en “The last time I saw the old man” cuando narra de forma nada subrepticia la devastación provocada por el Alzheimer en la mente de su padre, ni a travestirse de narrador de cuentos infantiles en “The man who turned into a chair”, con unos coros deliciosos que aumentan el brillo general de unas canciones globalmente más comedidas en cuanto a orquestación y arreglos, mucho más precisos y ajustados a una nueva y consecuente expresividad. El culmen, sin embargo, está en esa absoluta joya titulada “Achilles”, la adaptación de un viejo poema de hace más de un siglo del que Hannon se confiesa devoto y que es desde ya uno de los temas que marcarán presente y futuro de su carrera. 

 Con estos mimbres, que son los de siempre y a la vez los de jamás, The Divine Comedy confirman que poco les queda por demostrar mientras la inspiración y las referencias sigan brillando sin fecha de caducidad. En una bonita tarde lluviosa de domingo hay muchas cosas interesantes que hacer, aparte de mirar por la ventana cómo el otoño avanza sin más amenazas que las ya sabidas. Una de ellas, y quizá la más importante, es sentarse a escuchar cómo alguien es capaz de conmover el alma con sólo un puñado de canciones. Saber apreciarlo es un auténtico regalo.

“Springsteen: Deliver Me From Nowhere”, de Scott Cooper: Lo auténtico entre tanto ruido


Por: Guillermo García Domingo. 

Esta película de Scott Cooper sigue la brillante estela dejada por “A Complete Unknown” (2024), la película dedicada a narrar la transformación de Bob Dylan y el abandono del folk en el cruce de “Highway 61 Revisited”(1965). En lugar de abarcar el arco vital completo de un músico, ambas películas deciden dirigir el foco hacia alguna encrucijada relevante y decisiva, sin la cual es imposible entender la trayectoria total del protagonista. Como si se tratara de una metonimia fílmica en lugar de literaria. De hecho la película adapta la historia que cuenta Warren Zanes, en el libro con el mismo título que en estas páginas reseñó brillantemente Txema Mañeru

Esta película acierta al recordarnos que el barro que arrastran los pies de nuestros ídolos musicales es precisamente lo que les hace tan imprescindibles. En este caso concreto, también nos recuerda que Bruce es fundamentalmente un cantautor. Con ocasión de este disco la E Street Band se tuvo que echar a un lado, aunque les dio tiempo a grabar en el estudio “Born in The Usa” (primera escena inolvidable), “I´m On Fire” o “Cover Me” entre otras canciones, que serían incluidas posteriormente en el siguiente disco que publicaría después de “Nebraska” (1982). Nos quedamos con ganas de comprobar qué clase de personajes cinematográficos habrían sido Van Zandt, Weinsberg, Bittan y compañía. 

Menos mal que Jon Landau permaneció al lado de Springsteen: Jeremy Strong encarna un papel extraordinario a la altura de la importancia que Landau desempeñó en esta etapa crucial del “Jefe” a la hora de convencer a CBS para publicar la “cinta” de cassette de Nebraska, que representaba “lo auténtico entre tanto ruido” en palabras de Bruce. En este despacho “creemos en Bruce Springsteen” (segunda escena inolvidable) les dice.

Son gloriosas las diversas alusiones a la grabación casera de este poco convencional disco en la habitación de la casa alquilada en Colts Neck con la ayuda de una grabadora de cuatro pistas y un echoplex, cuyo efecto puede admirarse en “Atlantic City”, una de las mejores canciones del extenso cancionero del norteamericano. Mike (Batlin), el técnico, es un personaje importante, el único testigo directo de ese viaje interior realizado por el músico. También son relevantes las sesiones de estudio en las que ingenieros y técnicos no encuentran una salida a la hora de trasladar la naturalidad de lo acústico a un formato de estudio. La opción que encontraron sorprenderá a los espectadores. La película permite vislumbrar el secreto de la composición de algunas canciones como “Nebraska” o “Mansion On The Hill”. 

La encrucijada musical coincide con otra de carácter existencial en la vida de Bruce. Esta humanización corre a cargo de Jeremy Allen White, el cocinero asediado también por los demonios interiores en la premiada serie “The Bear”, cuya credibilidad es asombrosa: ¡Cómo cruza los brazos para introducir las manos en los bolsillos de la “chupa”! La infancia del cantante de New Yersey no hace más que inmiscuirse en su camino, bloqueando el paso siguiente que quiere dar y no puede, después de la exitosa gira posterior a “The River”. La película consigue captar el contraste entre la celebridad, que ya había alcanzado Springsteen y la intimidad del joven treintañero cuyo nombre de pila es Bruce. Todos los problemas parecen confluir en la relación infantil con su padre, alcoholizado y violento, interpretado de forma excelsa por Stephen Graham, que también hizo de padre desconcertado en la memorable serie “Adolescencia”. Estos flashback se plasman en un blanco y negro que evoca al de la película “Belfast” de Kenneth Branagh, en la que la música, en este caso de Van Morrison, también tiene un valor primordial. 

Los “jefes” también pueden sufrir la visita de “esa visible oscuridad”, como llamó William Styron a la depresión. “Nebraska” levanta acta de este proceso doloroso y agónico, que conduce a esa escena, ya es la tercera inolvidable, en la que los dos amigos, Jon y Bruce, escuchan el gospel de los Soul Stirrers y Sam Cooke, “Last Mile of the Way”, en la habitación de Colts Neck donde sucedió todo. En la última gira en la que tuvimos la oportunidad de ver al Boss dejó claro a través del repertorio de sus conciertos cuáles son sus raíces musicales: el rock de Little Richard, Springsteen/Allen White participa una versión de “Lucille” en The Stone Pony de Asbury Park, el blues o el soul de Sam Cooke

El alma desesperada de Bruce se aferra a la esperanza de que “there are joys that await me/ When I’ve gone the last mile of the way”. El músico tiene que recorrer ese camino que la filosofía oriental sabe que conduce a uno mismo. Sin embargo, Landau, el crítico, productor y amigo, le guía con un fragmento de un texto de Flannery O´Connor que reproduzco a continuación: "El lugar de donde vienes ya no existe, el lugar al que pensabas ir nunca estuvo ahí, y el lugar en el que estás no sirve de nada a menos que puedas escapar de él... Ningún lugar... Nada fuera de ti puede darte un lugar... En ti mismo, ahora mismo, está todo el lugar que tienes". Al final, Bruce Springsteen encontró ese lugar y se encontró, y nosotros le encontramos a él para siempre.

Kingfishr, llamando al futuro


Sala Wolf, Barcelona. Viernes, 7 de noviembre del 2025. 

Texto: Àlex Guimerà. 
Fotografías: Mark Basterfield.

En julio ya los habíamos tenido por aquí, en un paso por el Mad Cool en el que dejaron grandes sensaciones entre los presentes. Aunque su debut en nuestras salas y como único nombre en el cartel quedó reservado para este noviembre con sus paradas en Madrid (Sala Villanos) el día 8 de noviembre, y un día antes en Barcelona, en la Sala Wolf. Un debut con el que queríamos confirmar las buenas sensaciones que desprenden con su música y poder ser testigos, quizás, del nacimiento de una banda importante para el futuro. 

Kingfishr son Eddie Keogh (voz principal), Eoghan “McGoo” McGrath (banjo) y Eoin “Fitz” Fitzgibbon (guitarra). Keogh es el frontman de la banda: carismático y enérgico, cercano en sus intervenciones, humilde y poseedor de una voz grave de barítono que lo convierte en el líder ideal para poder afrontar escenarios mayores (ya lo han hecho en muchas ocasiones) y encarar el éxito con naturalidad. Más discretos sobre las tablas vimos a McGrath y Fitzgibbon, quienes aportan solidez musical y complicidad, intercambiándose el banjo en algunos temas. Es precisamente dicho instrumento el elemento distintivo del sonido de Kingfishr, actuando como seña de identidad de la formación y erigiéndose como puente entre las raíces folk y la modernidad de su sonido.

Para sus directos el trío viene arropado por tres músicos adicionales —bajo, batería y teclados (que en ocasiones también empuñó la guitarra)—, ayudando a sonar muy compactos y equilibrados, a la vez que logran que los tres protagonistas brillen en primera línea. Todo esto lo pudimos ver desde la potente apertura con “I Cried I Wept”, con la que la banda desplegó toda su energía, con Eddie cantando sin guitarra, saltando, gesticulando y contagiando su entusiasmo a un público que a pesar del limitado aforo de la sala estuvo siempre entregado a la causa. Entre la audiencia destacó una notable presencia de irlandeses e ingleses, pero también abundaban los seguidores locales, en un ambiente tan diverso como cálido: jóvenes, familias y veteranos del rock compartiendo espacio y emoción. Y es que esta banda es capaz de conectar con distintas sensibilidades, pues su propuesta se mueve entre el folk-rock irlandés, el indie pop y, por momentos, por un pop más accesible y comercial.

Fue en ese ambiente en el que presentaron las canciones de su fantástico álbum de debut “Halcyon”, junto con otras que han ido grabando desde que comenzaron a sacar canciones hace tres años, hasta que editaron su EP “Shadows” el año pasado, preámbulo del larga duración. Precisamente “Shadows” sonó en los primeros compases, dejando esa sensación de pop británico comercial tan a la onda de Snow Patrol o Doves. De aquel EP también sonaría la sentida “Leave” en la recta final. Mucho mas tempranas fueron “Heart In The Water” o la íntima “My Friend Mac”, singles no incluidos en el álbum que presentaban y por eso bastante desconocidos por los asistentes. No fue el caso de “Gloria” y “21” con las que llegó el fervor en la sala, rubricada esta última con un juego de voces fabuloso. Acto seguido, el trío bajó en medio del público para interpretar a modo acústico y con la armónica “Shot In The Dark”, una canción con la que quieren devolver el cariño de su público a la vez que recuerdan sus comienzos. Fue un momento simplemente sensacional. 

Eddie nos contó que eran tres estudiantes de ingeniería, que acabaron sus estudios para poder trabajar, aunque el trabajo acabó siendo distinto al esperado. Se nota que disfrutan con lo que están haciendo, por eso no paran de agradecer el poder vivir de la música, girar y disfrutar del contacto con el público, en esa comunión entre las personas compartiendo la música tan irlandesa. El pelotazo llegó con la genial “Man On The Moon”, con todos saltando y coreando el pegadizo estribillo, pero también con sus otras joyas “Next To Me” o “Diamons & Roses”, y con la canción con la que alcanzaron el número uno en su país aún siendo una cara B: “Killeagh”. Una canción con aromas tradicionales folk contagiosa como pocas con sus “lalalás”. Para la recta final nos dejaron los cañones de “Eyes Don’ t Lie” y la formidable “Caroline” con sus mágicos “uuuh- aaaahs” finales, quizás su mejor canción hasta la fecha. Estaremos aguardando a cuando vengan muchas más y esperando ser testigos de que alcancen las mas altas cotas posibles. 

Ilustres Principiantes: MINIÑO



La banda castellano-leonesa MINIÑO acaba de publicar en Balaunka su primer álbum, "La mitad", un disco que habla de todo aquello que nos atraviesa cuando intentamos ser honestos con nosotros mismos. Alegrías y penas, amistades y pérdidas, aciertos y errores que pesan pero también impulsan. 

 "La mitad" es, en realidad, un disco de tránsito: entre la juventud y la madurez, entre el duelo y la aceptación, entre la euforia y el vacío. MINIÑO no pretenden ofrecer respuestas, sino compartir preguntas, emociones y cicatrices. Y hacerlo con la misma honestidad con la que decidieron grabar en una bodega y autoproducir su primer álbum: sin filtros, sin artificios y sin concesiones.

Lejos de cualquier pose, la banda levanta con este debut un mapa emocional donde conviven el pop melódico, los claroscuros del post-rock y la inmediatez del punk y el indie de principios de los 2000. Una propuesta que se mueve entre la fragilidad y la contundencia, entre la confesión íntima y la catarsis colectiva. 

Galardonados en 2023 con el Premio Rock Villa de Madrid de Radio 3, teloneros de Deep Purple en el Alma Festival Occident de Madrid y revelación en citas como el Tsunami Xixón, MINIÑO se han convertido en una de las voces más prometedoras de la nueva escena independiente.

La M.O.D.A: “San Felices”


Por: Javier González. 

Qué agradable sensación la de entrar a casa para sentir el calor del hogar. Un espacio conocido, capaz de brindar seguridad y que ofrece un confort totalmente necesario, sobre todo cuando fuera el mundo arde y ruge la tempestad. Esa es la sensación que te inunda cuando te enfrentas a “San Felices”, el nuevo trabajo de los burgaleses La M.O.D.A., tras cuatro años de la publicación del celebrado “Nuevo Cancionero Burgalés”. 

Desde fuera diríamos, jugando a hacer un ejercicio de arriesgada suposición, que no ha debido ser fácil enfrentarse a la composición de estas nuevas canciones y es que es muy probable que por el camino se plantearan demasiadas preguntas que convenía responder con acierto, en esa eterna disyuntiva a la que enfrentan los proyectos musicales de relativo recorrido.

Sí, sabemos que La M.O.D.A. ha llegado donde está con la honestidad de quien hace las cosas a su manera, tirando de autogestión y sin el abrigo de una gran capital capaz de servir de colchón, demostrando que el rock de provincias también puede/debe jugar en nuestra primera división musical. El problema está en que cuanto más alto se vuela, más grande es la expectativa y, seamos francos, más carroñeros andan esperando a la vuelta de la esquina deseosos de un tropiezo que alimente el cainismo de una sociedad que lo ha convertido en deporte nacional. 

Afortunadamente estos últimos tendrán que esperar en sus madrigueras porque la banda ha hecho lo que mejor sabe hacer. Facturar un conjunto de historias que resultando familiares, remueven por dentro para volver a sonar tan reconocibles como certeros, algo que no es poca cosa atendiendo a lo jugoso de su ya dilatada discografía. 

Es cierto que no han arriesgado demasiado en su propuesta, el hecho de confiar para la producción en Carlos Raya ya daba una pista de por dónde podían andar los tiros. Es más, ésta circunstancia podría invitar a pensar en un sonido de calidad, pero quizás excesivamente limpio y edulcorado -un buen ejemplo es el tratamiento de los vientos que observamos en “San Felices”-, pero, afortunadamente, su presencia es solo un matiz que juega a favor de obra, puesto que la verdadera naturaleza de La M.O.D.A. permanece intacta, en gran medida gracias a esa forma de mostrar el orgullo por las “cosas pequeñas”, su particular y habitual reivindicación de la vuelta al terruño, y la invitación que nos hacen para afrontar la vida como una sucesión de días alegres y tristes a los que tenemos que mirar con el estoicismo de quien ha leído y entendido el poema “If” de Kipling; elevando el espíritu en las fenomenales “Letra Helvética” y “Alsa pa Madrid”, donde las pérdidas personales y amorosas se afrontan con dignidad, como heridas que dolieron, pero que hoy forman parte de nuestra piel transformadas en bagaje y no en carga. 

Sorprenden con las veleidades “arty-funk”, acercándose a Franz Ferdinand o Roxy Music, que se marcan con “Si bailas bailo”, dotada de un estribillo que a buen seguro será un bombazo en su directo, y el pop descarado que se facturan en “No te necesito para ser feliz”, arropado por otras jefazas como las chicas de Repion que aportan un toque de lo más sutil a la última parte del tema. 

“La vida en rosa” es otra buena muestra de su gran hacer, sostenido por unos vientos que van y vienen para regalarnos un temazo con hechuras de himno, la épica “Píntalo todo de negro” también consigue funcionar, aunque no esconderemos que nos gusta más “Desde Marte”, con esas querencias tan habituales en la banda que siguen reconfortando; más estándar y fría nos sigue resultando “Los tiempos que vivimos”, quizás demasiado plana en su letra y con una pretensión nada oculta de ser un tema radiable, sobre todo si la comparamos con la introspección y crudeza de “Días difíciles”, donde se ponen frente al espejo sin ocultar una reflexión durísima, o si lo hacemos con “Subiendo como el Chava Jiménez”, donde ya desde el título nos ponen el nudo en la garganta mencionando al héroe de El Barraco, el mítico ciclista abulense que forma parte del imaginario colectivo de una generación que empatizó con su espíritu rebelde como profesional de las dos ruedas, acompañados por Leiva nos erizan el vello en una canción que destila belleza y emoción por los cuatro costados. 

Nos aproximamos al final con otras tonadas marca de la casa, “Todos sonríen menos yo”, donde reflexionan sobre la religiosidad y la vida nómada del músico, y “Los que estuvieron”, reivindicando a los que no están ya, pero también a aquellos que siguen al pie del cañón, una composición realmente emotiva que es un auténtico regalo y que sirve para agradecer su apoyo y trabajo a todas aquellas personas que en la sombra siguen haciendo que La M.O.D.A. sea posible. 

Sigue siendo solo una hipótesis, pero puede que ante la duda los chicos de La M.O.D.A. hayan escogido  la mejor de las soluciones posibles. Con “San Felices” han mirado bien dentro, quizás a lo más profundo de su alma y corazón, y han llegado a la sabia conclusión de que lo que más nos gusta de su música es la sinceridad y sencillez de su mensaje, por lo que han decidido con buen tino ser ellos sin más. Sí, hay un productor de renombre cuyos trabajos son coreados por un público masivo y sí, también hay alguna que otra canción que juega a querer evolucionar por otros derroteros, pero sobre todo hay un sonido reconocible y una banda facturando por enésima vez un puñado de composiciones que en su mayoría resuenan notables, emocionales y adictivas bajo el sello de calidad “made in Burgos”, poco más se me ocurre pedir cuando lo que nos brindan vuelve a superar el notable con holgura.

Los Estanques y El Canijo de Jerez: "Lágrimas de plomo fundido"


Por: Txema Mañeru. 

Estupenda alianza Norte (Cantabria, aunque Iñigo Bregel colabora mucho con grupos vascos) y Sur (Andalucía) en una magnífica aventura que combina rock psicodélico y flamenco con muchas ganas de diversión y de vivir y hasta con algunos destellos progresivos. ¡Tiene pinta de que en directo puede ser una locura estupenda y muy pronto lo podremos comprobar en nuestros escenarios! Los Estanques es un excelente grupo de pop-rock psicodélico con cuatro discos a sus espaldas. El Canijo de Jerez estuvo más de una década al frente de Los Delinqüentes y sacó media docena de álbumes. Desde comienzos de la pasada década rula en solitario con su rock flamenco entre Camarón y Triana y con cinco trabajos bajo su nombre, siendo el último el todavía reciente y en llamas, “Ceniza y Barro”.

No sabemos cómo ha surgido esta unión algo "contra-natura", pero estamos contentos por los buenos resultados y creemos que tendrá más capítulos en el futuro porque están en una gira que parece está teniendo bastante buena aceptación. Ahora, de momento, te animamos a que consigas tu edición en vinilo del celebrado “Lágrimas de plomo fundido” que, como siempre, viene cuidada a tope como acostumbran en El Volcán Música

El arranque es puro Triana con esa gran combinación entre la psicodelia con aires progresivos y el rock andaluz. Una breve "Lágrimas de plomo" que es una auténtica delicia. "El murmullo de los perros" tiene más teclados "trianeros", pero la voz de El Canijo le da un aire mucho más flamenco. Cuando entran las desbocadas guitarras eléctricas peleando con el órgano es muy fácil acordarse de sus amigos de Derby Motoreta's Burrito Kachimba que es una excelente referencias para lo que hacen, aunque haya arrebatos similares a los de un proyecto como el (¿ahora separado?) de Grupo de Expertos Solynieve. Tiene un guapo videoclip al igual que la siguiente y más alocada "Fumata grupal" con un ritmo trepidante y el bajo potentísimo de Dani Pozo en primer plano. Los coros son una delicia al estilo de los de Los Delinqüentes de El Canijo, pero también de su aventura con los G-5 o incluso con toques sesenteros como los de los granadinos Los Ángeles.

Por cierto, los G-5 pasaron hace poco por estas páginas de El Giradiscos, un combo en el que El Canijo aparece acompañado por Kiko Veneno, Tomasito, Diego Ratón y Muchachito. Pero es que, además, está en La Pandilla Voladora junto a Albert Pla, Muchachito, Tomasito y Lichis. La guinda fue Estricnina, en formato dúo junto a Juanito Makandé. ¡Culo inquieto es poco! Por cierto, tendremos a nuestros queridos vecinos, Los Estanques, junto a El Canijo, el próximo 8 de noviembre en el Kafe Antzokia en una cita que se antoja más que excitante.

Esos coros, anteriormente citados, son una delicia en un tema mucho más reposado, sensual y romántico como "La llave secreta del bazar". Las acústicas son una maravilla y hasta las palmas invitan a la alegría y a la templanza. Son otro golpe cojonudo los arrebatos de heavy salvaje de "Estamos listos para golpear’ con voces locas, más desbarres con las eléctricas y hasta algún destello prog-metal. Más aires andaluces y Delinqüentes (también Pata Negra, claro) en la melódica y palmera "Mi despedida". El estribillo más progresivo es una gozada que también podrían haber firmado bandas de ayer y de hoy como Triana, Tabletom o los DMBK

Pero si hablamos de voces y coros deliciosos tienes que escuchar su "Criaturas de la noche", con algunos teclados de Iñigo Bregel que son una auténtica maravilla. No es extraño que Iñigo colabore con gran tino con bandas como Sotomonte o Hippie Johnny, con reciente y recomendable disco en el que Iñigo se ha implicado a tope y los resultados de “Where Is The Grey?” no son nada grises. También ha estado, entre otras muchas aventuras, con Nat Simons o Anni B. Sweet. La locura psicodélica para mover el culo y gritar domina "Mueve tu culo" mientras que el sonido Caño Roto de Las Grecas o de “Las Leyes de la Frontera” resulta una gozada en el canto coral (lleno de palmas otra vez) de otro single como "Luna, tú me llevas’, con más teclados destacados. El único tema que supera los 5 minutos (casi llega a los 6) es la maravilla psicodélica, alucinada y llena de vitalidad y ganas de vivir que es su "Ciclo vital". Muy guapa la alternancia de voces y el estribillo conjunto que te puede llevar hasta los tiempos de Alameda. El solo de guitarra española o flamenca con esa voz totalmente “Jonda” es puro flamenco desbocado que podría firmar hasta Enrique Morente

Luego será el momento del “descanso” con "Fatigas dobles", su espléndida melodía vocal, el abrasador órgano de Iñigo y ese poderoso estribillo, una vez más. El bajo en primer plano en las partes más íntimas es una chulada total. Acaban en italiano a lo Renato Carotone en la narración con sitar de "Lacrima di piombo fuso". Realmente te dejan fundido cuerpo y mente y supongo que en directo la experiencia irá mucho más allá, como sucede con los DMBK, varias veces nombrados con motivos.